Artículos de investigación

Activismo digital. Apuntes teórico-conceptuales para el estado del arte

Digital activism. Theoretical-conceptual notes for a review

Ativismo digital. Notas teórico-conceituais para uma revisão

Raúl Anthony Olmedo Neri
Universidad Nacional Autónoma de México, México

Mediaciones

Corporación Universitaria Minuto de Dios, Colombia

ISSN: 1692-5688

ISSN-e: 2590-8057

Periodicidad: Bianual

vol. 18, núm. 29, 2022

mediaciones@uniminuto.edu

Recepción: 21 Junio 2022

Aprobación: 11 Diciembre 2022



DOI: https://doi.org/10.26620/uniminuto.mediaciones.18.29.2022.204-219

©Corporación Universitaria Minuto de Dios – UNIMINUTO

Cómo citar: Olmedo Neri, R. A. (2022). Activismo digital. Apuntes teórico-conceptuales para una revisión. Mediaciones, 29(18), pp. 204-219.: https://doi.org/10.26620/uniminuto.mediaciones.18.29.2022.204-219

Resumen: ¿Son la accesibilidad, la versatilidad y la interactividad de la internet y de las plataformas sociodigitales las claves de una comunicación verdaderamente emancipadora o, por el contrario, un mecanismo de dominación más eficaz cuanto mayor es la ilusión democrática que irradian? Entre las visiones ciberoptimistas y las ciberpesimistas, el renovado el interés académico por el papel de la comunicación en el posicionamiento de los grupos sociales subordinados, según lo propone esta revisión, tendrá que dedicarse al recaudo de evidencias empíricas desde las cuales pueda construirse un conocimiento más ponderado e integrador.

Palabras clave: internet, movimientos sociales, plataformas sociodigitales, activismo digital, acción conectiva.

Abstract: Are the accessibility, versatility and interactivity of the internet and socio-digital platforms the keys to a truly emancipatory communication or, on the contrary, a mechanism of domination, so effective thus as the democratic illusion they looks? Between the cyberoptimistic and cyberpessimistic visions, the renewed academic interest in the role of communication in the positioning of subordinate social groups, as proposed by this review, will have to focus on gathering empirical evidence from which more knowledge can be built thoughtful and inclusive.

Keywords: internet, social movements, social media, digital activism, connective action.

Resumo: A acessibilidade, versatilidade e interatividade da internet e das plataformas sociodigitais são as chaves para uma comunicação verdadeiramente emancipatória ou, pelo contrário, um mecanismo de dominação mais eficaz quanto maior for a ilusão democrática que irradiam? Entre as visões ciberoptimista e ciberpessimista, o renovado interesse académico pelo papel da comunicação no posicionamento de grupos sociais subalternos, tal como proposto por esta revisão, terá de se centrar na recolha de evidências empíricas a partir das quais mais conhecimento possa ser construído. pensativo e inclusivo.

Palavras-chave: internet, movimentos sociais, plataformas sociodigitais, ativismo digital, ação conectiva.

Introducción

La preponderancia de las tecnologías de la información y la comunicación -TIC- y de la internet en la actualidad deriva de su capacidad para capturar la vida cotidiana en sus pantallas y ofrecer una participación mediatizada en ellas (Gómez Cruz, 2022). Las plataformas sociodigitales y sus interfaces se vuelven lugares desde donde el sujeto contempla y participa en el mundo contemporáneo (Silverstone, 2004), por lo que su relevancia no radica solo en su dimensión instrumental, sino que al mismo tiempo constituyen espacios donde la socialización permite producir y reproducir acciones específicas como el trabajo, el entretenimiento y la organización social.

La multiplicidad de usos de la internet y de las plataformas sociodigitales permite que el sujeto pueda desarrollar acciones imprevistas por los diseñadores de las interfaces. Cuando el sujeto o grupos sociales emplean estos recursos tecnológicos-comunicativos para alcanzar objetivos disruptivos a los intereses de los dueños de las plataformas, entonces se trascienden las lógicas operativas prestablecidas desde su asequibilidad social, o social affordance (Bucher y Heldmond, 2018), expresión utilizada «para describir lo que los artefactos materiales, como las tecnologías de los medios, permiten a las personas hacer» (ídem, p. 235). Estas posibilidades pueden estar previamente definidas por sus interfaces o ser construidas mediante el conocimiento que adquiere el sujeto conforme incrementa el uso de las TIC y de la internet en su vida cotidiana. En todo caso, sea para acumular los vínculos sociales, para aumentar las fuentes de información o para ampliar el alcance de un movimiento social, las plataformas sociodigitales se posicionan estratégicamente dentro de los repertorios de acción colectiva debido a su extenso alcance social, su multidireccionalidad interactiva y su bajo costo de mantenimiento y operación (Olmedo Neri, 2021;Treré, 2020).

Los usos posibles y factibles que le dan los movimientos sociales contemporáneos a las TIC y a la internet han sido el objeto de una vasta producción bibliográfica que analiza sus impactos, consecuencias y trascendencias para el estudio de las acciones colectivas. En términos generales, una primera acotación es que la relación entre los movimientos sociales y la comunicación no es inédita; de hecho, las acciones colectivas siempre han buscado hacerse de sus propios medios de comunicación para poder afrontar las narrativas hegemónicas que legitiman los agravios que los motivan a movilizarse y actuar[1]. Sin embargo, la ‘novedad’ de la internet y de las TIC parece que ha eclipsado estos antecedentes y ha permitido que hoy se ‘aparezca’ un debate sobre su relevancia.

El potencial alcance e impacto que puede tener la difusión de contenido contrahegemónico, la capacidad desterritorializada, atemporal y descorporizada de la organización colectiva, sumada al bajo costo para crear y mantener medios o perfiles en el espacio digital suponen elementos que han sido retomados en el debate. Esto ha derivado en la emergencia de tres perspectivas sobre cómo estudiar estos novedosos repertorios de acción conectiva (Reguillo, 2017): una ciberoptimista, otra ciberpesimista y una tercera más integradora.

Este trabajo tiene por objetivo construir un panorama general sobre estas perspectivas, un panorama útil para quien se interese en este campo de estudio y pueda aproximarse con algún conocimiento preliminar de los referentes teóricos. Sin la ambición de la exhaustividad, este balance pretende contribuir a la dimensión teórico-conceptual sobre cómo entender los usos de la tecnología desde la óptica de los movimientos sociales.

No es que los movimientos sociales no ejercieran procesos de comunicación antes, obviamente, sino que con la internet y con las plataformas sociodigitales, la comunicación deja de ser entendida como proceso de transmisión unidireccional de información para volverse escenario de novedosas formas de socialización (Olmedo Neri, 2019; Quinn y Papacharissi, 2018). Así, las aportaciones aquí planteadas ofrecen elementos que cada corriente destaca para dar un marco amplio que permita a investigadores, activistas y estudiantes identificar su lugar de enunciación de acuerdo con sus objetos de estudio.

Comunicación y movimientos sociales

Los movimientos sociales siempre han tenido un carácter comunicativo, aun cuando su estudio, menos atento a ese aspecto, se ha llevado a cabo, mayormente, desde una mirada sociológica, más enfocada en la organización colectiva, los repertorios de acción y los logros políticos que han obtenido a lo largo del tiempo (Ramírez Zaragoza, 2016). Aunque indudablemente relevante, esta perspectiva ha contribuido a reducir la dimensión comunicativa a una finalidad instrumental, esto es, reproduciendo el modelo lineal y siempre funcional de la bola de billar, según el cual toda comunicación lo es por su efectividad y por su intensión siempre predeterminada por fines racionales (Sfez, 2007). En otras palabras, se asume que los movimientos sociales se comunican siempre bajo una finalidad estructurada previamente y no por una necesidad esencial de índole organizativa y hasta humana, ni como un recurso que permite o fortalece la cohesión entre sus integrantes.

Esta visión reduccionista e instrumental de la comunicación se encuentra, por ejemplo, en la teoría de la acción racional (TAR) y en la teoría de la movilización de recursos (TMR), donde las TIC ―y ahora la internet― son vistas solo como recursos que se gestionan para finalidades previamente establecidas, pero que no están contextualizadas en la construcción de la identidad colectiva ni reconoce el carácter transaccional de la comunicación (Mattoni y Treré, 2014). Solo mediante la teoría de los nuevos movimientos sociales (TNMS)[2] se establece una vinculación disruptiva a esta visión instrumental, por lo que su construcción permite ver que los nuevos movimientos sociales se centran en la cultura porque es allí donde se encuentran los agravios que pretenden deconstruir y revertir y donde la comunicación funciona no solo para hacer visibles sus narrativas, sino porque a través de ellas se puede llevar a cabo la transformación sociocultural (Melucci, 2010;Olmedo Neri, 2022). Es esta corriente analítica la que ha permitido cuestionar y generar vínculos con el campo de la comunicación y la cultura.

Desde la comunicación, en tanto ciencia social, el estudio de los movimientos sociales ha partido de visibilizar la carencia teórico-conceptual con que la sociología ha trabajado las TIC e internet y sus implicaciones en las acciones colectivas (Rovira, 2012,2017;Treré, 2020; Sierra Caballero y Sola-Morales, 2020). Referente a las investigaciones realizadas desde la comunicación, el estudio de los movimientos sociales se ha centrado en el soporte tecnológico que emplean, los procesos de organización para crear y gestionar sus proyectos comunicativos, así como la producción y difusión de los contenidos contrahegemónicos que crean (Castells, 2015;Castellanos Rodríguez, 2020; Meneses Rocha, 2015; Olmedo Neri, 2021, 2022; Pleyers, 2018;Reguillo, 2017; Toussaint, 2018).

Lo anterior permite ver que la novedad del estudio no es el fin que buscan, sino a las posibilidades y restricciones a las que se enfrentan de acuerdo con el soporte tecnológico en el que desean sustentar su proyecto comunicativo; mientras que en la televisión y la radio se requiere el cumplimiento de procesos administrativos ante el Estado para obtener un permiso o concesión, en la prensa y el cine el alto costo de producción y mantenimiento se presentan como limitantes que reducen la iniciativa, su alcance o tiempo de existencia. Con las TIC y la internet, es posible superar estas restricciones e incrementar el impacto de su intervención en la opinión pública (Della Porta, 2011); además de ello, la interacción y la interactividad que permiten las interfaces digitales posibilita una organización reticular que permite que se trabaje de manera autónoma con posibilidades de acciones coordinadas ante la conjugación de intereses entre movimientos locales y globales (La Rosa, 2016; Olmedo Neri, 2021).

De esta manera, el estudio de los movimientos sociales desde la comunicación no solo adquiere relevancia por la innovación tecnológica, sino por los procesos de incorporación tecnológica que agencian los movimientos sociales para concretar sus repertorios de acción y materializar su horizonte de posibilidades (Reguillo, 2017; Peña-Ascacíbar, 2018). Desde inicios del siglo XXI varios autores han reflexionado y propuesto nuevas formas de pensar el activismo digital como resultado de la acción colectiva en un contexto convergente, cuyas fronteras entre lo offline y lo online se disipan: el sujeto contemporáneo no está complemente aislado de la tecnología, pero tampoco ella está totalmente integrada a la vida cotidiana del sujeto; más bien, la articulación entre lo offline y lo online es heterogénea y responde solo a los intereses de quien la incorpora en su día a día (Pleyers, 2018; Rovira, 2017).

Esto representa un claro campo que debe ser atendido desde la perspectiva comunicacional (Craig, 1999; Miège, 2015), con la finalidad de reconocer cómo los usos sociales posibles se materializan a partir de las necesidades del individuo, su relación con la tecnología y la relevancia que ella cobra en su vida diaria y, sobre todo, de ampliar el análisis desde esta perspectiva para abonar al estudio del objeto empíricamente observable.

Entonces, asumir la perspectiva comunicacional permite reconocer que en todos los movimientos sociales ha existido un proceso de apropiación de la tecnología con fines comunicativos, organizativos, simbólicos y de acción: mientras que para el movimiento obrero y campesino este ámbito se materializaba en las asambleas, reuniones o distribución de panfletos o revistas independientes (La Rosa, 2016; Tilly y Wood, 2010), en los denominados nuevos movimientos sociales este ámbito no sólo se muestra a través de su visibilidad y las demandas que exigen en el espacio público, sino que ellos mismos «actúan como medios de comunicación, es decir, alumbran a lo que todo sistema oculta de sí mismo, el grado de silencio, violencia, e irracionalidad siempre velado en los códigos dominantes» (Melucci, 2010, p. 103).

De esta manera, existe una dimensión comunicativa que se diferencia en los planos interno y externo: sea para construir una identidad colectiva o para establecer flujos de información con la sociedad, los medios de comunicación analógicos y digitales están allí. A través de ellos los movimientos sociales gestionan y administran sus contenidos y narrativas para atender sus necesidades organizativas e informativas, así como para crear discursos que cuestionan la realidad social y proponer transformaciones radicales sobre ella (Olmedo Neri, 2022).

De esta manera, con el desarrollo de la internet y de las plataformas sociodigitales, el carácter comunicativo ya no se reduce a cuestiones simbólicas e informativas, sino que adquiere un carácter organizativo, estratégico y de acción, dados sus nuevos alcances, funciones y aportes dentro del proceso de transformación/modificación que demandan los individuos organizados colectiva y socialmente (Peña-Ascacíbar, 2018;Reguillo, 2017). Así, pues, pensar la comunicación en el espacio digital ya no sólo implica un mero proceso de transmisión de información o construcción de una identidad, sino que dicho campo se vuelve un espacio materializado bajo el pacto comunicación-tecnología (Sfez, 1995).

A través de la internet y de las plataformas sociodigitales los sujetos se comunican y desarrollan nuevas dinámicas de socialización, por lo que la noción de medio ya no solo refiere a procesos lineales de trasmisión de información, sino a espacios mediados por la tecnología en donde es posible la interacción social y la interactividad (Olmedo Neri, 2019). Esto ha generado una nueva área de estudio interdisciplinario entre las ciencias sociales del que han surgido deferentes estudios empíricos y teóricos que dan cuenta de esta nueva forma de materializar el horizonte de posibilidad de estas acciones colectivas.

De este campo de estudio se pueden identificar tres corrientes o posturas teórico-conceptuales que dan cuenta de diferentes partes de un mismo hecho social, mismas que son analizadas a partir de los supuestos que han construido alrededor de la relación movimientos sociales-comunicación.

Corriente ciberoptimista

La corriente ciberoptimista se caracteriza por sostener una postura positiva sobre la función de las plataformas sociodigitales y la internet para los movimientos sociales al grado de hipostasiar su efectividad y condicionar la articulación y efectividad de las acciones colectivas en el espacio digital (Diodato, 2011). En ella se encuentran autores pioneros en este tipo de análisis, como lo es Rheingold (2004) y Jenkins (2008) quienes identifican la convergencia y los primeros usos colectivos de Internet; sus aportaciones se contextualizan históricamente con los primeros procesos colectivos a finales de los noventa del siglo pasado.

No obstante, con la Primavera Árabe y los movimientos altermundistas adelantados en diferentes países, esta corriente se verá reforzada con las aportaciones de otros autores que analizan los novedosos ensamblajes entre las TIC, la organización, movilización y acción (Castells, 2015; Jiménez, 2017; Peirone, 2012). La corriente ciberoptimista es la primera perspectiva sólida que empieza a dar una mirada centrada en las TIC, la internet y los movimientos sociales.

Rheingold (2004) definió este tipo de acciones como multitudes inteligentes, es decir «grupos de personas que emprenden movilizaciones colectivas -políticas, sociales, económicas- gracias a que un nuevo medio de comunicación posibilita otros modos de organización, a una escala novedosa, entre personas que hasta entonces no podían coordinar movimientos» (ídem, p. 13). La evaluación realizada por Rheingold está vinculada a los orígenes comunitarios y de cooperación que se gestaron en los Bulletin Board Systems (BBS) en los inicios de la internet (Delwiche, 2018).

Por su parte, Jenkins (2008) trabaja en las implicaciones del uso de estas herramientas/espacios dentro del plano de la convergencia, es decir, en la complementariedad que van adquiriendo los espacios offline y online, para así sentar las primeras aproximaciones sobre lo que acontece en el plano cultural, social y simbólico. Actualmente estos espacios aparentemente diferentes se complementan de manera permanente al grado de establecer un espacio onlife(Floridi, 2015), donde se reconoce la complementariedad del contexto contemporáneo.

Manuel Castells, por otro lado, tiende a generalizar este tipo de acciones como parte de un cambio estructural en la forma de ser/actuar en la vida cotidiana. Sus propuestas están basadas en dos términos concretos: el primero es la noción de red como una forma trascendental de organización social con la cual «se establecen estrategias de colaboración y competición formando redes puntuales para proyectos concretos» (Castells, 2015, p. 29); esta forma de estructuración permite que exista una descentralización en el poder, así como en la información que emana y circula en los medios de comunicación masiva: prensa, radio y televisión. Dicho de otra manera, la arquitectura reticular del espacio digital ofrece opciones viables para que los movimientos sociales puedan generar rupturas al poder hegemónico mediante la producción y circulación de narrativas disruptivas que se generan desde quienes intentan transformar la realidad.

La estructura reticular de internet amplía el alcance de la acción de los nuevos movimientos sociales, sobre todo porque sus formas de organización y acción no operan con estructuras verticales y de concentración de poder como los sindicatos o confederaciones en los movimientos obreros y campesinos, respectivamente (Olmedo Neri, 2021). Su acción descentralizada permite una movilización interna coordinada, pero que visiblemente parece aleatoria y desincronizada porque ello les permite actuar en diferentes direcciones, todas ellas importantes para materializar su horizonte de posibilidades.

La segunda aportación de Castells es el definir el factor emocional como un elemento clave para poder detonar un movimiento social en red; así, «desde el punto de vista de los individuos, los movimientos sociales son movimientos emocionales (…) el big bang de un movimiento social empieza con la transformación de la emoción en acción» (Castells, 2015, p. 34). De esta manera, este autor evidencia un elemento poco visualizado y poco analizado desde los marcos teóricos sociológicos, como el de la TAR o el de la TMR: la parte emocional que motiva la formación y perduración de los movimientos sociales. Entonces, la aportación de este autor se funda en la capacidad del individuo tanto para racionalizar actos emanados de sentimientos como para dotar con atributos sentimentales las lógicas racionales de acción, lo cual muestra una complejidad ya prevista al analizar los diferentes casos empíricos en Europa y Medio Oriente, por mencionar solo los más resonantes. Con estos dos términos, Castells (2015) entiende estos movimientos sociales como parte de actos comunicativos que irrumpen en el statu quo para dar atención a nuevas demandas de alcance global, atemporal, multisituado y emanados del constante flujo de información.

Una característica más de esta corriente ciberoptimista es que evidencia que las acciones o estrategias no deben ser solo en el ámbito digital, sino que se requieren de acciones convergentes, particularmente la ocupación y resignificación de espacios públicos específicos como formas sinérgicas de acción (Rovira, 2017). Sin embargo, los análisis presentados por estos autores se restringen a esta apropiación en zonas urbanas, desplazando los procesos que se desarrollan también en los espacios rurales o en transición, los cuales entrañan las mismas lógicas, pero con otros alcances territoriales y de infraestructura.

Además de ello, han surgido propuestas conceptuales como «multitudes conectadas» (Rheingold, 2004) o «acciones conectivas» (Rovira, 2017), las cuales se enclavan en la lógica de hipostasiar el papel de la tecnología sobre la propia acción social que la domestica para hacer las pequeñas revoluciones en la vida cotidiana.

De esta manera, las características de esta corriente teórico-conceptual han sido fuente de su crítica, dado que muchos de los casos evaluados tienen un carácter mayoritariamente altermundista, es decir, movilizaciones en contra de prácticas económicas y políticas características de la subpolítica en la globalización (Beck, 1998). Esto desplaza todo el trabajo histórico y organizativo mostrado tanto en los movimientos obreros y campesinos -qué, lejos de desaparecer, se han complejizado-, así como aquellos nuevos movimientos sociales como el feminista, el LGBTIQ+, el antinuclear, el agroecológico, el de los Pueblos Originarios y el estudiantil, entre otros (Tilly y Wood, 2010).

Así, al dejar de lado este tipo de experiencias no se considera que en estos movimientos sociales se encuentran también las características que se mencionan, como la organización en red o las estrategias de comunicación y apropiación del espacio público. Por tanto, la corriente ciberoptimista dota a la tecnología de atributos que son netamente sociales, llegando a su fetichización y dejando de lado el contexto sociohistórico en el que estas herramientas se insertan en el entramado capitalista global.

Corriente ciberpesimista

En oposición a la anterior, esta corriente establece una crítica particular no en la forma como se apropian los movimientos sociales de la internet y de las redes sociodigitales, sino en las bases y fines económicos y políticos que se articulan bajo este novedoso contexto (Fuchs, 2015;Poell y Van Dijck, 2018).

Así, esta postura centra sus estudios y aportaciones desde la crítica que realizan al espacio digital, su construcción, segmentación y materialidad económica, que pone en disputa la efectividad del también denominado ciberactivismo, activismo digital o activismo mediático (Fuchs, 2015; 2020).

Para esta corriente, la internet y las plataformas sociodigitales deben ser analizadas de manera cautelosa, dados los intereses políticos y económicos que se fundan detrás del discurso de libertad, el cual «en su praxis no es más que la forma revestida y actualizada que el capitalismo utiliza para someter a la sociedad y condicionarla a defender su propio sometimiento» (García Calderón y Olmedo Neri, 2019, p. 89). El marco teórico en el que esta corriente funda sus críticas es la economía política de la comunicación -EPC-, con la cual se «evalúa los sistemas mediáticos y de la comunicación analizando cómo afectan al poder político y social en la sociedad, y si son, globalmente, fuerzas favorables o contrarias a la democracia y al autogobierno efectivo» (McChesney, 2015, p. 88).

Con la EPC, la comunicación es insertada dentro del entramado económico y político para analizar el sistema mediático de cada Estado-nación desde una perspectiva histórica, por lo que se identifican no sólo las formas en que la comunicación se ha vinculado históricamente con las otras esferas, sino cómo estos desarrollos tecnológicos han modificado partes específicas de las prácticas culturales de los individuos en sociedad.

Su carácter crítico permite establecer que tanto la internet como las plataformas sociodigitales «responden a un proceso histórico y sistémico con objetivos tangibles que permiten establecer los criterios estructurales y operativos de la esfera digital» (García Calderón y Olmedo Neri, 2019, p. 87), por lo que su aparición y operación no son revolucionarias a priori, sino que son resultado del constante proceso de innovación del capital sobre la técnica para insertar ciclos de acumulación en las prácticas de la sociedad, en este caso los actos comunicativos.

Por ende, existe un primera contradicción con estas herramientas sociodigitales dado que a pesar de ser usadas por los individuos para articular un movimiento social, predomina un interés capitalista que se produce y reproduce en la metacomunicación (Craig, 1999), entendida esta última como aquellos elementos informativos y comunicativos que se obtienen durante los procesos de interacción social en la red, particularmente los datos personales y el cada vez más apremiante proceso de construcción de la big data para fines comerciales (Han, 2018). De esta manera, esta contradicción se manifiesta en tanto «hay una constante tensión entre estas estrategias de plataforma tecno-comercial y el activismo y sus valores» (Poell y Van Dijck, 2018, p. 552).

Entre los integrantes más representativos de esta postura teórico-conceptual se encuentran Byung Chul-Han (2016; 2018), Robert W. McChesney (2015), Christian Fuchs (2015, 2020) y Evgeni Morozov (2011). El primero se ha centrado en la crítica de la efectividad de las tormentas de indignación (shit storms) cuando estas solo se llevan a cabo en el plano digital; sus aportaciones también se han vinculado al ámbito de la big data ya que, en esta forma de recopilación de información personal sobre actitudes y gustos, «la libertad y la comunicación ilimitadas se convierten en control y vigilancias totales» (Han, 2018, p. 21). Así, desde el enfoque de este autor, un movimiento social dudosamente tendrá éxito si sólo se centra en una interminable producción de información digital que viraliza el sentimiento de indignación, pero que no incita a la acción más allá de las pantallas.

Por su parte, McChesney (2015) se aleja del fetichismo de los ciberoptimistas al mencionar que «internet, y la revolución digital, en un sentido amplio, no están inexorablemente determinados por la tecnología; lo que les da forma es la manera como la sociedad elige desarrollarlos» (p. 269). Entonces es la capacidad del individuo de conocer y reconocer los usos sociales -social affordances- de estas herramientas lo que genera que la organización social se articule de manera convergente, es decir, mediante la interconexión digital como parte del repertorio de acción y su posterior materialización en el espacio público.

La crítica de este autor descansa en la crisis comunicativa que se vive con la llegada de las plataformas sociodigitales porque se desmantela el privilegio de comunicar, el cual ha sido ostentado históricamente por los medios de comunicación tradicionales. De esta manera, el abastecimiento de información en la esfera pública entra en un proceso de incertidumbre derivado del caos comunicativo, el cual florece por la pluralidad de fuentes e interpretaciones que los individuos construyen de manera permanente en la internet (Bolz, 2006; Pisani y Piotet, 2009).

Por su parte, Christian Fuchs hace una crítica a estos procesos de movilización digital dado que el análisis de estos fenómenos deja de lado factor de la propiedad -real- de dichas plataformas, el cual es netamente privado y con claras intenciones de rentabilizar la interacción e interactividad ofrecidas por las interfaces (Han, 2018). Por ello, aunque «los medios son los principales mecanismos para crear voz y visibilidad en la sociedad. La propiedad privada de los medios puede dañar la visibilidad pública y la atención a las voces de los ciudadanos» (Fuchs, 2015, p. 333). Esta crítica es relevante dado que se evidencia que al identificar estas condiciones materiales y de infraestructura que sustentan la internet, es posible reconocer un conjunto de falacias en cuanto a la acción, interacción y organización que pueden presentarse cuando se da el sobredimensionamiento de la internet (García Calderón y Olmedo Neri, 2019).

Finalmente, las aportaciones de Morozov (2011) refieren al discurso libertario que seduce a los usuarios que consideran que con la internet y las plataformas sociodigitales puede haber un cambio estructural tanto en la participación como en la propia democracia. Esta falacia estriba en que el espacio digital, las TIC y las interfaces son pensadas y construidas siempre desde una función económica y política de índole privada, donde detrás de las pantallas se articulan procesos que enajenan a la ciudadanía y que en términos estrictos no decantan en transformaciones fuera de la internet. Dicho de otra manera, con internet el autoritarismo no disminuyó sino que se digitalizó, y la esfera pública no se amplió, por el contrario, aun cuando más personas adquirieron visibilidad en ella y se posibilitó la interconexión de discursos progresistas, pero también así para aquellos discursos conservadores. Todo ello hace que la polarización y el conflicto, los mismos que siempre han existido, terminen priorizándose por encima de las coyunturas y de las acciones para transformar la realidad. Existe, pues, un desencanto sobre la tecnología, producto de su contextualización sociohistórica y los beneficios reales que surgen después de las utopías digitales.

A partir de lo anterior, la propiedad de las plataformas sociodigitales y de internet se vuelve una segunda contradicción que se materializa cuando las interfaces juegan un papel obstructor de las estrategias que trazan los movimientos sociales; desde la alteración de su visibilidad como «temas tendencia» (en inglés, trending topics), hasta el bloqueo de imágenes, hashtags, videos y cuentas de usuarios que se vuelven promotores y difusores de contenido en la red (Poell y Van Dijck, 2018). De esta manera, esta corriente adquiere relevancia por darle paso al análisis de estos espacios desde su función operativa dentro del sistema económico actual y el ecosistema mediático, previendo los obstáculos que se presentan en situaciones específicas para todas aquellas acciones que buscan hacer cambios en favor de la democracia y la participación ciudadana.

Como se ha visto, estas dos posturas son, en términos generales, antagónicas; mientras los ciberoptimistas analizan los procesos de apropiación de estas herramientas por parte de los movimientos sociales, los ciberpesimistas ponen su énfasis en las condiciones materiales y de infraestructura de dichas plataformas y los propios dispositivos para evidenciar los intereses económicos y políticos que las sustentan dentro de la globalización y el ciclo de producción contemporáneo.

Corriente integradora

Aunque las corrientes ciberoptimista y ciberpesimista han acaparado el debate sobre cómo entender la relación entre la tecnología, la comunicación y los movimientos sociales, en los últimos años se ha venido desarrollado una tercera corriente de pensamiento que funda su análisis bajo la premisa de que este fenómeno social «no es ni uno ni otro, sino ambos; es decir, son las partes integrantes del desarrollo técnico […] derivado en una compleja serie de formas de apropiación y uso que le da el individuo, el capital y el Estado» (Olmedo Neri, 2019, p. 112). La corriente integradora, por tanto, reconoce que las acciones convergentes que realizan los movimientos sociales en internet poseen características específicas que se limitan tanto a las condiciones per se establecidas por las lógicas operativas de cada interfaz como a su materialización y alcance multiescalar en la sociedad.

Esta corriente retoma elementos ciberoptimistas y ciberpesimistas con la finalidad de construir y conceptualizar procesos internos y externos resultantes del propio autoaprendizaje de los movimientos sociales en su ensayo-error durante el proceso de apropiación tecnológica. Además de ello, se evidencia que en el espacio digital existe una confluencia de intereses, acciones y visiones que pueden ser mutuamente excluyentes, pero que interactúan de manera específica conforme se incrementa el proceso de apropiación tecnológica por parte de la sociedad y los movimientos sociales.

Esta corriente se caracteriza por una heterogeneidad de estudios que van desde el impacto de las acciones convergentes, pasando por la delimitación de sus alcances, hasta novedosos campos de análisis que abarcan el contenido, la estructura que se forma mediante los procesos de interacción social, y el aprovechamiento de las lógicas operativas de cada plataforma para beneficio de la acción colectiva del movimiento en cuestión. Esta corriente apuesta implícitamente a un carácter interdisciplinario entre las aportaciones sociológicas al estudio de los movimientos sociales y las características e implicaciones de la comunicación en el espacio digital y el uso de los dispositivos tecnológicos.

En este campo se encuentran una variada cantidad de autores que han analizado la multiplicidad de movimientos sociales y el uso de las plataformas sociodigitales como extensiones de los sentidos humanos para incrementar las redes sociales que poseen, el conocimiento que desarrollan y las estrategias que crean. Entre sus aportaciones se destaca la delimitación de la función y alcance de la red y sus dispositivos, ya que a pesar de potenciar la capacidad humana de organización y comunicación «la red no puede por tanto solventar las carencias organizativas de los movimientos» (Candón-Mena, 2013, p. 100).

Además de ello, los hallazgos presentados permiten problematizar ya no solo la dimensión empírica sino apostar por nuevos conceptos que permitan explicar los ensamblajes sociotécnicos; las nociones de activismo soft (Olmedo Neri, 2022), prácticas comunicativas (García-González, 2021), tecnopolítica (Pedraza Bucio y Rodríguez Cano, 2019), repertorios de acción conectiva (Reguillo, 2017), por ejemplo, son ejercicios teórico-conceptuales que permiten aprehender las formas convergentes y contingentes en las que se articula la tecnología con la vida cotidiana.

La posición crítica de esta corriente empieza por tomar distancia del sobredimensionamiento de la tecnología sin caer en el pesimismo sobre el carácter político y económico que le es consustancial. En otras palabras, hay un esfuerzo permanente por analizar casos concretos, aportando hallazgos que ayudan a delimitar los alcances y límites de la articulación estratégica de las acciones dentro y fuera de la red mediante las experiencias recopiladas en diferentes países y diferentes actores sociales.

Una aportación de esta corriente es reconocer que las TIC y la internet son «una herramienta fundamental para conectar la escala local, donde tienen lugar las luchas, con significados globales» (Pleyers, 2016, p. 172). De esta manera, los alcances de las luchas adquieren un potencial global propio de la configuración cultural, social y política, pero en su praxis se materializa de formas diferentes dado el contexto específico de cada lugar y lucha.

Por otro lado, en esta corriente integradora se han venido desarrollando el análisis de los casos prácticos desde la recuperación de la noción de red, pero no sólo en su carácter descriptivo, sino también alcanzando un nivel explicativo y analítico (Peña-Ascacíbar, 2018;Reguillo, 2017; Rovira, 2017; Sierra Caballero y Sola-Morales, 2020). En este sentido, la red se constituye como un paradigma, lo cual permite llevar este concepto a un nivel teórico, metodológico y empírico (Luna, 2004; Olmedo Neri, 2021; Peirone, 2012; Rodríguez Cano, 2022;Rovira, 2012).

Desde esta visión se reconocen diferentes aportaciones metodológicas para abordar las dinámicas convergentes que se desarrollan en el contexto onlife(Floridi, 2015), entre las que destacan la etnografía digital (Bárcenas Barajas y Preza Carreño, 2019) y el análisis de redes sociales (Olmedo Neri, 2021; Pedraza Bucio y Rodríguez Cano, 2019; Ricaurte y Ramos-Vidal, 2015). El carácter cualitativo y cuantitativo, así como el nivel de profundidad del análisis influyen de manera importante para la selección y construcción de la estrategia metodológica de la investigación.

A la par de este tipo de iniciativas surgen abordajes que le dan sentido y explicación a las estrategias, el contenido y la interacción sobre hashtags, campañas, memes y videos por parte del movimiento feminista (Calvo, Díez-Garrido y Bandera López, 2020; García-González, 2021), del estudiantil (Meneses, 2015, Reguillo, 2013), del LGBT+ (Olmedo Neri, 2021, 2022) y del movimiento altermundista (Candón-Mena, 2011; Leetoy y Lemus Delgado, 2016; Pleyers, 2018; Reguillo, 2017; Rodríguez Cano, 2020), entre otros, los cuales amplían por un lado la diversidad de movimientos que se apropian de estos dispositivos, y reducen la complejidad de su abordaje mediante estudios de caso.

De esta manera, esta corriente integradora establece un campo amplio de formas de abordar la relación entre un movimiento social y las implicaciones de los desarrollos tecnológicos sobre la comunicación. Por tanto, esta corriente representa la formación de un campo propio desde la comunicación, donde la tecnología, la acción comunicativa y la apropiación constituyen un triángulo teórico-conceptual que asume la complejidad presente en los movimientos sociales.

Conclusión

El objetivo de este trabajo es contribuir al estado del arte sobre el estudio de los movimientos sociales y la comunicación; para ello se han abordado tres grandes corrientes que han sido analizadas por las aportaciones conceptuales y las perspectivas con las que la relación entre internet y comunicación genera profundos cambios sobre la estructura, organización y movilización de los movimientos sociales.

En efecto, la multiplicidad de usos alrededor de las plataformas sociodigitales y la internet obliga a pensar los movimientos sociales desde la perspectiva comunicacional para reconocer las articulaciones que se manifiestan en las movilizaciones contemporáneas. Esta área de estudio interdisciplinar se ha reforzado por diversos autores que han ido construyendo conceptos, delimitando alcances y analizando casos empíricos para poder sostener una visión profunda y crítica sobre estas formas de apropiación.

A partir de ello, se han identificado tres corrientes que se forman dentro de este campo de estudio: mientras que en la ciberoptimista los autores construyen y sobredimensionan la capacidad arquitectónica y potenciadora de la acción social, la corriente ciberpesimista hace énfasis en no perder de vista que dichos desarrollos tecnológicos responden a una lógica histórica, económica y política en el sistema capitalista, por lo que si bien es posible su relevancia para reforzar un movimiento social, no se debe olvidar que hay contradicciones dentro del espacio digital que se presentan como retos que deben sortear estas acciones colectivas.

La corriente ciberoptimista y la ciberpesimista presentan ventajas y desventajas, las cuales han sido analizadas con la finalidad de presentarlas para que los interesados reconozcan su relevancia y utilidad para trabajos situados. Además de estas posturas, se ha identificado una tercera corriente que se caracteriza por matizar las dos posturas anteriores y darle delimitaciones positivas y negativas de acuerdo con los casos analizados y lo encontrado mediante trabajo de campo.

Esta tercera corriente ha sido denominada en el presente trabajo como integradora, dada la amplitud de análisis, variables, métodos y perspectivas empleadas. En esta postura no existen autores específicos sino más bien líneas de investigación que recogen de una u otra forma las aportaciones tanto de los ciberoptimistas como los ciberpesimistas. En esta perspectiva se da paso a la imaginación teórico-metodológica, ya que se combinan metodologías y propuestas conceptuales que permiten anotar el fortalecimiento de este campo de estudio desde la comunicación.

Así, las aportaciones recogidas en este trabajo pretenden abonar al estado del arte entre la movilización social y el empleo de las TIC e internet, con la finalidad de identificar el trabajo realizado en este campo que poco a poco cobra materialidad mediante líneas de investigación, preocupaciones teóricas y casos empíricos, los cuales serán considerados parte del nuevo contexto que se presenta en el siglo XXI.

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Notas

[1] Los proyectos de radios comunitarias, las revistas independientes de corta o intermitente duración, así como documentales generados por colectivos son ejemplos de cómo los movimientos sociales han buscado crear sus propios medios para librar a nivel simbólico la batalla contra aquellas narrativas hegemónicas que reproducen el statu quo.
[2] Los movimientos sociales insertos en esta teoría se caracterizan porque su campo de batalla no se encuentra en la estructura económica y de clase social como el obrero y campesino, por el contrario, se centran en aspectos transversales a la vida cotidiana como la sexualidad, la identidad de género, la cultura, el ambiente, la desigualdad y las problemáticas de la sociedad global como la concentración de la riqueza y la generalización de una precariedad salarial. Algunos ejemplos de estos nuevos movimientos sociales son el feminista, el estudiantil, el altermundista y el LGBT+. Estos movimientos no operan con estructuras verticales, sino por estructuras reticulares que dota de autonomía a sus integrantes, pero al mismo tiempo les posibilita una coordinación en momentos de coyuntura (Olmedo Neri, 2021).

Información adicional

Cómo citar: Olmedo Neri, R. A. (2022). Activismo digital. Apuntes teórico-conceptuales para una revisión. Mediaciones, 29(18), pp. 204-219.: https://doi.org/10.26620/uniminuto.mediaciones.18.29.2022.204-219

Esta revisión es parte del trabajo del autor como doctorante en Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Nacional Autónoma de México. El autor declara no estar incurso en ningún tipo de conflicto de interés. : https://doi.org/10.26620/uniminuto.mediaciones.18.29.2022.204-219

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