Artículo de investigación

¿Cambiar un fusil por un niño? Relatos sobre los sentidos y significados de la maternidad en la guerra

Trading a rifle for a child? Stories about the senses and meanings of motherhood in war

Trocar uma espingarda por uma criança? Histórias sobre os significados da maternidade em tempo de guerra

Angie Julieth Vargas González
avargasg8@ucentral.edu.co

Comunicador Social Universidad Central Colombia

Recibido: 29 de marzo de 2021
Aceptado: 31 de mayo de 2021
Publicado: 23 de junio de 2021
ISSN: 1692-5688 | eISSN: 2590-8057

Cómo citar: Vargas González, A. (2021). ¿Cambiar un fusil por un niño? Relatos sobre los sentidos y significados de la maternidad en la guerra. Mediaciones, 26 (17), 30-56. https://doi.org/10.26620/uniminuto. mediaciones.17.26.2021.30-56

Este artículo de investigación se deriva del trabajo de grado denominado Experiencias de maternidad en la guerra y en el posacuerdo, en el marco del programa de Comunicación Social de la Universidad Central.

Conflicto de intereses: La autora ha declarado que no existen intereses en competencia.


Resumen

El presente artículo expone los principales resultados de la investigación titulada Experiencias de maternidad en la guerra y en el posacuerdo, la cual tuvo como objetivo indagar por los sentidos y significados en torno a la maternidad vivida por mujeres excombatientes de la antigua guerrilla FARC-EP, en el contexto de guerra y en la época de posacuerdo. A través de los relatos de vida de Verónica y Elena, se reconocen las ‘otras’ maternidades que se experimentaron fuera del modelo de familia tradicional. Al manifestar desobediencia a los mandatos sociales, ellas, antes que madres, fueron ante todo mujeres combatientes que hicieron de su participación en la guerra una forma de escapar de la esfera privada que las invisibilizaba y desmeritaba por su mera función reproductiva. Su experiencia de maternidad en un contexto de guerra les permitió crear un nuevo sentido más cercano a la maternidad “libre” y autónoma, posibilitando un quiebre al modelo hegemónico de la maternidad. Acudiendo al método biográfico, con aportes de la teoría feminista y desde la perspectiva de comunicación como práctica que promueve la producción de sentidos, se aborda la maternidad como construcción histórica.

Palabras Clave: Maternidad en la guerra, sentidos, historias de vida, comunicación, posacuerdo.

Abstract

This article presents the main results of the research entitled Experiences of motherhood in war and the post-agreement period, which aimed to investigate the senses and meanings of motherhood experienced by female ex-combatants of the former guerrilla FARC-EP, in the context of war and in the post-agreement period.

Through the life stories of Verónica and Elena, the 'other' forms of maternity that were experienced outside the traditional family model are recognized. In manifesting disobedience to social mandates, they, their participation in war a way of escaping the private sphere that made them invisible and subordinate, due to their mere reproductive function. Their experience of motherhood in a context of war allowed them to create a new closer sense to a “free” and autonomous motherhood, making it possible to break with the hegemonic model of motherhood. Using the biographical method, with contributions from feminist theory and from the perspective of communication as a practice that promotes the production of meanings, motherhood is approached as a historical construction.

Keywords: Maternity in war, meanings, life stories, communication, post-agreement.

Resumo

Este artigo apresenta os principais resultados da pesquisa intitulada Experiências da maternidade na guerra e pós-acordo, que teve como objetivo investigar os sentidos e significados da maternidade vivenciados por mulheres ex-combatentes das ex-guerrilheiras FARC-EP, no contexto da guerra e na período pós-acordo. Através das histórias de vida de Verónica e Elena, reconhecem-se as 'outras' maternidades vividas fora do modelo tradicional de família. Ao manifestar desobediência aos mandatos sociais, elas, antes de serem mães, foram sobretudo mulheres combatentes que fizeram a sua participação na guerra uma forma de fuga da esfera privada que as tornava invisíveis e indignas por sua mera função reprodutiva. Sua vivência da maternidade em um contexto de guerra permitiu-lhes criar um novo sentido mais próximo da maternidade "livre" e autônoma, possibilitando uma romper com o modelo hegemônico de maternidade. Utilizando o método biográfico, com contribuições da teoria feminista e da perspectiva da comunicação como prática promotora da produção de sentidos, a maternidade é abordada como uma construção histórica.

Palavras-chave: Maternidade na guerra, sentidos, histórias da vida, comunicação, pós-acordo.


Introducción

“Está más difícil hacer la paz que hacer la guerra” Rubén Darío, trabajador asociación La Roja

La experiencia de llegar por primera vez al campo en el ETCR1 de Icononzo-Tolima es inolvidable. El 20 de mayo del año 2019 ya se cumplían casi 3 años de la firma del acuerdo de paz entre la guerrilla de las FARC-EP y el Gobierno Nacional. La frase de recibimiento de Rubén Dario, que he traído como epígrafe, nos hablaba de las dificultades que afrontaban las y los excombatientes por esos días. Además de las preocupaciones personales, existían las preocupaciones comunitarias que consistían en los reclamos ante la poca voluntad del gobierno de turno para dar cumplimiento a los acuerdos pactados, y el temor por la seguridad de los excombatientes y la de sus familias, ya que por esos días se vivieron varios asesinatos de excombatientes en el país. Esta preocupación era comprensible, pese a que el ETCR Antonio Nariño se ha caracterizado por ser una de las zonas más seguras, en parte por el cuidado colectivo en el que se asocian excombatientes y pobladores cercanos al ETCR. Ese relato de incertidumbre se acentuaba con más fuerza en cada visita, dado que los proyectos productivos del ETCR se balanceaban entre la duda y la esperanza; la duda por la poca credibilidad y apoyo del gobierno, y la esperanza de un nuevo proyecto de vida proveedor de un sustento para las familias emergentes.

A comienzos del 2019 me uní a la investigación, Subjetividades y Economías Comunitarias2. En el marco de dicho proyecto, inicialmente quise indagar sobre la forma en que se construía el trabajo del cuidado desde lo colectivo en el ETCR, lo cual tiene un papel importante a la ahora de indagar por las economías diversas. Sin embargo, las primeras aproximaciones al campo me acercaron a las historias personales de diferentes mujeres que habían sido madres dentro de las filas de las FARC-EP, lo que me llevó a pensar que, para comprender el trabajo de cuidado colectivo hoy, era indispensable primero reconocer la maternidad que se había vivido desde el interior de la organización. Al visibilizar estas otras maternidades nuevas para míquise cuestionar si las experiencias de maternidad vivenciadas desde las condiciones hostiles de la guerra posibilitaron o no el surgimiento de nuevas configuraciones que quebrantaran de algún modo el modelo hegemónico de la maternidad, si se abolía la división sexual del trabajo y se proyectaban nuevas formas de cuidado que se escaparan de la esfera privada; o si, por el contrario, se repetían los modelos familiares patriarcales.

En la búsqueda por comprender la maternidad más allá de su definición como práctica sexual y biológica, sino más bien como construcción histórica, en este artículo realizo un primer acercamiento sobre el abordaje de la maternidad desde distintas posturas feministas. Así mismo, exploro el panorama de las maternidades experimentadas en contextos de violencia, con el objetivo de hacer visible que la maternidad no representa una experiencia homogénea para todas las mujeres; a pesar de que, por mucho tiempo, estas han sido representadas universalmente como madres y aunque la maternidad se ha constituido como una condición impuesta. Así se evidenciará la experiencia de la maternidad como un proceso en constante transformación.

1. Aportes teóricos: Hacia la agencia de otras maternidades

Los diversos aportes de las teorías feministas cuestionaron los preceptos sociales que han construido el “deber ser” de las mujeres en la sociedad. Históricamente, la maternidad se ha establecido de forma predominante como un destino marcado para toda mujer; por supuesto anclado en un contexto histórico, social, político y cultural, que décadas atrás era incuestionable y aceptado “naturalmente” por las mujeres. El estudio de la maternidad se ha convertido en un tema central para el feminismo y, en su discusión, han surgido diferentes posturas que han contribuido formas de entender, conocer y experimentar la maternidad desde abordajes más amplios y diversos. Parte del estudio de la maternidad se atribuye a las luchas feministas que contribuyeron a la re-conceptualización del trabajo del cuidado. Este último ha ido adquiriendo cada vez mayor importancia en el pensamiento feminista. La noción del cuidado se ubica desde la economía feminista (dentro de la economía del cuidado) y desde allí se ha propuesto poner en el centro del análisis la sostenibilidad de la vida, antes que los mercados. De este modo, se logró que se reconociera primero como trabajo; un trabajo que garantiza nada menos que la reproducción de la vida. (Y la vida incluye todos los niveles, como la vida animal y la del planeta)

El inicio del concepto tiene sus raíces en el debate feminista en torno al trabajo doméstico, que, en diálogo con la teoría marxista, argumentó a favor de la necesidad de visibilizar el rol del trabajo doméstico no remunerado en el proceso de acumulación capitalista. Al respecto, Federici (2018) afirma:

[E]l cambio debe empezar por una recuperación del trabajo de reproducción, de las actividades de reproducción, de su revalorización, desde la óptica de la construcción de una sociedad cuyo fin, en palabras de Marx, sea la reproducción de la vida, la felicidad de la sociedad misma y no la explotación del trabajo. (p. 19)

Por otra parte, la teoría feminista se propone analizar la maternidad como una construcción histórica, la cual se ha nutrido de discursos sociales que han sobrepuesto la maternidad en la vida de las mujeres por encima del cuerpo femenino, del deseo propio y único de convertirse o no en madre. La religión, el Estado, la familia (“otros” diferentes a las propias mujeres) nos declararon que ser mujer es sinónimo de maternidad y así se construyó la maternidad como un deber ineludible, atado a ideas como el amor incondicional, al instinto materno y la omnipresencia de la madre, que han demarcado el modelo inquebrantable que idealiza a las “buenas madres”. Una de las discusiones que más ha asaltado al pensamiento feminista ha sido la construcción del modelo de “buena madre”, el cual aparece casi a la par del término maternidad y ha tenido un fuerte respaldado por el clero, con el objetivo de potenciar el culto mariano desde una función espiritual de la maternidad (Palomar, 2005). En esta función, la mujer se presenta sumisa al padre pero con una virtud excepcional al ser portadora de “El amor maternal”, concepto que para Saletti (2008) aparece en el siglo XVIII como un requisito que obliga a las madres a garantizar la educación de sus hijos, a ser desprovistas de lenguaje y a su vez las principales responsables de la correcta nutrición de sus hijos. Saletti (2008) plantea que:

Para De Beauvoir, el lugar que «ocupa» en la sociedad la madre es un lugar de subordinación y de exclusión de la categoría sujeto social. A las madres se les impone una imagen restrictiva, privada de lenguaje, en la cual las mujeres no son sujetos. (p. 175)

En consonancia con De Beauvoir, en su intento por enunciar el instinto maternal como mito que oprime a la mujer y la encasilla en la mera función reproductiva, Saletti (2008) pone en evidencia que aparte de negar a las mujeres como sujetos, cuando no son madres, aquellas mujeres que no manifiesten cualidades maternales o se nieguen a ejercerlas, “son desviadas o deficientes como mujeres” (p. 174). Igualmente, Federici (2010) opone al término de “buena madre”:

[L]a figura de la bruja: El resultado de [la] caza de brujas configuró una negación de las capacidades y del placer sexual de las mujeres, dando lugar al«sexo limpio entre sábanas limpias», donde la actividad sexual femenina se convertía en un trabajo al servicio de los hombres y para la procreación. El sexo por placer fue prohibido no sólo por su intención demoníaca, sino también porque violaba el fin último de la existencia de la mujer, el de procrear. (Citado en Rivera, 2016, p. 935)

Adicionalmente, Elisabeth Badinter (2019) indicó que los discursos científicos, en su momento, también contribuyeron a construir el instinto maternal, el amor espontáneo, inmutable e incondicional que surge en toda mujer hacia sus hijos, creando en las mujeres la obligación de ser madres, ante todo.

De esta manera, vemos cómo la mujer históricamente ha estado rodeada de discursos dominantes que han demarcado una serie de “funciones asignadas” para su cuerpo y su sexualidad; donde la maternidad se define como el núcleo natural y fundante de la identidad femenina (González, 2005). Este hecho que ha repercutido de manera social, política, económica e incluso física y emocional en la vida de las mujeres. Adicionalmente, la dicotomía público-privado situó (según el contexto) a la mujer en el ámbito doméstico/reproductivo y al hombre en el ámbito laboral/productivo. Esto marcó la brecha entre el trabajo reproductivo y el productivo, y con el tiempo el trabajo reproductivo fue desplazado y subestimado por los mercados. De esta manera, el trabajo doméstico ha funcionado como una pieza fundamental del sistema mercantil que se mantiene gracias al trabajo de la reproducción de la vida, y que, a pesar de su importancia, al día de hoy no es reconocido.

Hasta aquí, se ha expuesto un pequeño acercamiento al panorama del estudio de la maternidad como construcción histórica desde algunas autoras feministas, que han visto en la maternidad una institución, que ha sido fuente de opresión y dominación para la mujer. Sin embargo, este “deber ser” para las mujeres, no se ha construido como arquetipo para todas, pues existen otras posturas feministas que ven en la maternidad una forma distinta de ser y pensarse en el mundo como mujeres-madres. Este pensamiento está encabezado por Adrienne Rich, quien marcó la diferencia entre maternidad como institución y maternidad como experiencia, fuente de conocimiento y placer para la mujer (Saletti, 2008). Este nuevo orden simbólico3, supone una resignificación de los valores y principios maternos que son definidos por las mismas mujeres, y de esta manera logran coexistir con los estereotipos establecidos por el modelo hegemónico de la maternidad.

En este sentido, y reconociendo este nuevo orden simbólico de las otras maternidades agenciadas desde las mismas mujeres que experimentan el ser madres fuera de los órdenes sociales, me propongo responder a la pregunta: ¿cuáles son los sentidos y significados que las mujeres farianas le otorgaron a la maternidad durante la guerra y cómo se han transformado o no en el proceso de posacuerdo? Guiada por la teoría de Eco (2000)que define la cultura como un fenómeno de significación y de comunicación donde la humanidad y la sociedad existen solo cuando se establecen relaciones de significación y procesos de comunicación […] (p.44)pretendo reconocer la comunicación como práctica de producción de sentidos que se constituye desde la historia personal de cada personaje.

Con esto en mente, en el siguiente apartado presento algunas de las investigaciones que se han preguntado por los sentidos, significados y por las representaciones sociales sobre la maternidad dentro de contextos de violencia desde diferentes posturas y metodologías, y con las que busco trazar una imagen que permita comprender el estado de la cuestión.

2. Maternidades en la guerra

Las investigaciones consultadas evidencian que tanto hombres como mujeres históricamente han estado atravesados por las relaciones de género que los han situado en lugares diferentes. Las mujeres, al haber sido condicionadas a la reproducción y al cuidado, han sido relacionadas culturalmente con la paz; y los hombres con la guerra o la violencia.

Siguiendo esta lógica, se puede decir que la participación de la mujer en el conflicto habla de una contradicción de los “roles asignados” culturalmente. Dicha contradicción entre mujer-madre y violencia ha sido discutida por Sara Ruddick en su Maternal Thinking, quien defiende que la dedicación mayoritaria de las mujeres a lo que llama mothering o maternal work (‘trabajo de maternaje’) genera una priorización de las vidas que hace a éstas más proclives al rechazo de la violencia. Con esto no se demuestra que las mujeres son más pacíficas, sino que el trabajo de la reproducción de la vida va en contravía de la participación en la guerra (Portolés, 2012, p.21). En contraste con esto, las diversas motivaciones que llevan a las mujeres a ser partícipes del conflicto armado en Colombia hablan de la alteración de los estereotipos de género que han identificado a las mujeres en la violencia en un mayor porcentaje como víctimas, pacificadoras o cuidadoras.

Ahora bien, contrario a esto la investigación de Patricia Ramírez (2011), sobre la participación de las mujeres-madres desmovilizadas de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), deja en evidencia que no siempre se cumple la regla, pues la historia de estas mujeres plantea que su motivación principal al vincularse a las AUC fue el sacrificio por lo hijos. Otros motivos secundarios tenían que ver con las condiciones de vida indignas que llevaban, su desplazamiento por motivos económicos, la poca cobertura de educación y demás condiciones básicas. Dichas condiciones convencieron a estas mujeres de que la opción más viable para ellas era vincularse al grupo armado ilegal, todo con un objetivo claro: el sacrificio por los hijos y velar por su bienestar (Ramírez, 2011). Una conclusión muy importante a la que llega esta investigación es que la participación de la mujer en la guerra replica el marianismo4 y al mismo tiempo lo transgrede: cuando la mujer sale de casa, abandona a sus hijos y comienza a desempeñar un rol diferente al socialmente establecido.

Del mismo modo, y en consonancia con los objetivos trazados en la presente investigación, Castillo (2018), en su trabajo Roles De Género: Maternidad y feminidad en mujeres excombatientes en proceso de reintegración vinculadas a la ARN, hace un recorrido por las diferentes concepciones en torno a la maternidad y la feminidad, de la voz de las mujeres que en su momento pertenecieron a las guerrillas de mayor incidencia a nivel nacional: FARC-EP, ELN. (Castillo, 2018)

La autora muestra que las excombatientes resignifican la feminidad y la maternidad de acuerdo con su experiencia, su contexto y los roles que ocupaban al hacer parte de un grupo armado. La feminidad para estas mujeres es asociada con delicadeza, pero no la delicadeza que las hace frágiles o débiles. Por el contrario, interpretan la delicadeza como algo valioso que las diferencia de los hombres; conciben la feminidad como una fortaleza, en la medida en que existe una confianza en sí mismas y en sus capacidades. Así entonces, Gabriela Castellanos (1995, citada por Castillo, 2018) declara que “la feminidad no es algo estático que perdure en el tiempo, sino que se somete a cambios constantes” (P. 29). De igual manera, la maternidad podría ser asumida de la misma forma, pues ser madre no es una condición natural de la mujer, no es algo estático que perdure en el tiempo; se somete a cambios que varían según el contexto en el que se nazca mujer, la experiencia personal, las condiciones sociales, las posibilidades económicas, los sentimientos y las emociones, etc.

Por su parte, Riveros (2019), en su trabajo sobre el cuerpo y la maternidad al interior de las FARC-EP, nos hace saber que, aunque las diferencias biológicas entre hombres y mujeres determinaron algunas funciones y roles para cada género, esto no impidió que las mujeres se auto-reconocieran como mujeres libres, y capaces de decidir sobre su cuerpo.

Así mismo, Santamaría (2019), en su Investigación Acción Participativa (IAP) sobre las memorias corporales de las mujeres indígenas excombatientes de las FARC, hace una lectura sobre las cartografías que realizaron las excombatientes, quienes encontraron en la militancia una forma de autonomía y emancipación propia que les permitió cuestionar las estructuras de poder paramilitar que operaban en sus comunidades, o las designaciones de la cultura patriarcal indígena. Así pues, la militancia de estas mujeres les permitió generar una transgresión del género y los roles tradicionales establecidos al interior de sus comunidades (p. 164). Un componente importante que señalan las dos investigaciones es que la maternidad para las excombatientes era un tema “prohibido” (o intocable para muchas), pues el ser madre pasaba a un segundo plano dado que en ese momento era prioridad su lucha armada y política.

Hasta ahora, he expuesto un pequeño panorama del estudio de la maternidad que, como construcción social, ha sido intervenido por discursos “naturalizados” que decantan en un “debe ser” de la maternidad, algo que jugó un papel importante en el imaginario de las sociedades y que ha construido un arquetipo que fue configurando la forma de pensar y de ser en el mundo para las mujeres. No obstante y aunque limitados, los estudios sobre la maternidad en la guerra revelan, por un lado, que la participación de la mujer en el conflicto ha estado subvalorada por las representaciones sociales que desestiman la imagen de la mujer al interior de un grupo armado; y, por otro lado, muestran que la incorporación de la mujer en el conflicto ha desestabilizado el arquetipo mujeres madres.

3. Conflictos metodológicos, el campo como mediador

Vivir de cerca las experiencias comunitarias de las y los excombatientes desde su cotidianidad fue algo que permitió mi participación en el proyecto de investigación Subjetividades y economías comunitarias.5 Inicialmente decidí indagar por las experiencias colectivas en torno a la constitución del jardín infantil Montaña Mágica6. Así pues, el trabajo de campo entre junio y agosto se orientó desde la perspectiva etnográfica, utilizando algunas de sus técnicas como la observación participante, las conversaciones informales y la entrevista semiestructurada.

Los primeros acercamientos a campo fueron conversaciones informales, que me permitieron conocer las historias de las mujeres que se habían convertido en madres dentro de las filas de las FARC-EP. Fue un tema que captó toda mi atención y me invadió de curiosidad, pues aquellas historias no representan necesariamente un tema mediático; por el contrario, han sido poco exploradas. Entonces surgieron preguntas que permitieron un vuelco a mi investigación. En consecuencia, la metodología trazada y la inmersión en el campo sirvieron de puente para llegar a una nueva pregunta que mediara entre la historia personal y la historia colectiva, y permitiera el desarrollo de mi investigación.

Con el propósito de no obedecer a esquemas objetivos, que comprenden realidades estáticas y absolutas, sino buscando desde la subjetividad de cada personaje componer una imagen colmada de complejidad social, acudí al método biográfico, teniendo en cuenta que este recurre a conceptos como el de «identidad» y «memoria», y que además emerge como una ruptura radical de la manera tradicional de concebir, analizar y comprender la realidad, ya que sostiene una mediación entre la historia individual y la historia social (Cornejo, 2006).

Guiada por la indagación y la comprensión del otro, me propuse reconstruir las trayectorias de la maternidad en la guerra y en el posacuerdo, para pensar las subjetividades y al mismo tiempo una historia social compuesta, siguiendo a Lindón (1999): “Una mirada sociológica desde la subjetividad social nos lleva a conocer la realización de las acciones, las formas de obrar, dentro del entramado de sentidos y significados en el cual surge cada acción.” (p. 296).

Opté por comenzar las entrevistas con una pregunta detonante, orientada bajo tres momentos específicos: Motivaciones de ingreso, la cotidianidad en la guerra y la experiencia en el posacuerdo7.

Esto posibilitó una conversación fluida que trascendió el esquema de la entrevista estructurada. En ese sentido, los relatos no obedecieron a un orden cronológico.

Como resultado de esta interacción, las historias a abordar son el resultado de algunas conversaciones informales y la ejecución de cuatro entrevistas que realicé a mujeres que habían experimentado la maternidad dentro de las FARC-EP. En la actualidad las mujeres entrevistadas hacen parte del proceso de reincorporación y algunas de ellas volvieron a ser madres en estos primeros cuatro años de posacuerdo. Todas ellas comparten un factor en común: la maternidad en la guerra, vivenciada desde momentos históricos diferentes, condiciones diversas, trayectorias cortas y prolongadas en las filas de las FARC-EP.

Sin embargo, y para efectos de análisis decidí trabajar sobre dos historias de vida únicamente, pues este reto representó componer una narrativa de dos historias antagónicas que ilustran la variedad de relatos propios de la diversidad de las mujeres farianas; estos revelan contrastes, quiebres, matices, en vez de verdades absolutas.

4. Motivaciones de ingreso: Dos historias, dos momentos históricos de las FARC

Trazar un proyecto de vida resulta ser un desafío, más grande para unos que para otros. Dicho desafío puede estar condicionado por el lugar donde se nazca, las condiciones materiales de vida y, por supuesto, con lo que se sueñe llegar a ser. Conocí las historias de vida de Elena y Verónica8, dos mujeres que por diversas circunstancias eligieron ingresar a las FARC-EP, e hicieron de su participación en la guerra su proyecto de vida. Verónica, motivada por un deseo profesional, ingresó a comienzos de la década de los80; Elena, por su parte impulsada por el amor a un hombre, se incorporó en el año 2003. Los relatos de estas mujeres constituyen el centro de esta investigación.

Parecen ilimitados los testimonios de guerra en un país que ha vivido el conflicto por algo más de 60 años. Tanto víctimas como victimarios -que en algunos casos también fueron víctimasdan cuenta de los horrores que implica presenciarla desde adentro y desde afuera. Los relatos de vida de estas mujeres me remitieron muchas veces al drama que se experimenta al ver una película de ficción, o el típico documental bélico que nos acerca más a la realidad. Pero esta vez no era desde una pantalla, ni era en Beirut, era en mi país y la persona que había presenciado la guerra estaba sentada frente a mí.

Yo me fui pensando en que yo quería hacer una carrera de enfermería, y que como en la vida civil no la podía hacer, entonces creía que había encontrado el mejor camino para hacerlo, y que era lo que a mí me gustaba. Entonces más o menos como con ese fin fue que yo ingresé. (Entrevista, Verónica, 2019)

Verónica creció en el Cafre, Meta, hija de una región donde principalmente habitaban campesinos colonos, sin muchas posibilidades de progreso; en donde la tierra representaba en ese entonces el mayor recurso y el único sustento para las familias, y donde el deseo de estudiar significaba una utopía. Para los años 70 se hablaba de la relación cercana entre los campesinos y “los muchachos” (denominación que el campesinado usaba para referirse a los guerrilleros). Verónica narra que su familia, así como muchas de la región, establecía un diálogo constante con “los muchachos”, todos hablaban de ellos, eran parientes y amigos de varias familias. La de Verónica había construido un legado de participación en las FARC-EP, pues muchos de sus hermanos y hermanas mayores habían ingresado desde temprana edad. Ante la falta de posibilidades y en medio de las condiciones precarias y el abandono estatal en el que vivían, Verónica decidió ingresar también a muy temprana edad y llegó a ver en la organización la única posibilidad de construir para sí misma y su familia algo diferente a las situaciones difíciles.
No teníamos escuela, las familias eran muy pobres, entonces nadie nos brindaba una posibilidad a las mujeres para que nos fuéramos, ni a estudiar, ni a trabajar, ni a nada, ¡A nada! No habían posibilidades de nada, totalmente abandonados y desamparados; entonces lo más que uno miraba y que más tenía contacto era con la organización: con la guerrilla, entonces por eso cada muchacha y cada muchacho que iba creciendo, pues, íbamos ingresando era a las FARC-EP porque era como la única opción en ese tiempo de decir: “Bueno, voy a hacer algo, vamos pa’ las FARC-EP, ¿Cierto?” No había otra posibilidad. (Entrevista, Verónica, 2019)

Contrarias a las motivaciones de Verónica, se encuentran las de Elena, quien encontró en el amor adolescente su mayor incentivo para ingresar. Elena, con más posibilidades, estudiaba el bachillerato en Neiva, y estableció una relación amorosa con un muchacho que conoció un día en una salida al campo; y con quien, aún con la desaprobación de su familia, mantuvo una relación por algo más de un año, cuando se convenció de ingresar. Su compañero no la apoyó en su decisión, pues le manifestaba que la vida en las FARC-EP no era a la que ella estaba acostumbrada, y con el ánimo de doblegar su voluntad le propuso que tuvieran un hijo para que ella se encargara del cuidado de este, al tiempo que él continuara en la organización y así su relación se mantuviera. Aunque la propuesta sonó muy tentadora para Elena, ella la rechazó y, sin importar la aprobación de su pareja y su familia, ingresó.

Aunque el ingreso de Elena finalmente estuvo guiado por la ilusión de construir su vida dentro de las FARC-EP, al principio estuvo en función del amor romántico; el mismo que ha sido cuestionado desde algunas autoras feministas como construcción socio-cultural, en muchos casos justificante de la violencia de género por el arraigo de creencias como: “La media naranja”, “el alma gemela”, o “el amor todo lo puede”. Estas creencias que han recaído de manera negativa en la vida de las mujeres, sometiéndolas a determinados modos de querer o amar. A su vez, el rechazo de asumir la maternidad propuesta por su pareja, rompe con la figura de cuidadora, madre y esposa. Así mismo sucede con Verónica, pues decidir ingresar demuestra el quiebre con el modelo de las “funciones asignadas” del que ya hemos hablado anteriormente. La renuncia al trabajo doméstico, y a su condición como mujer rural al servicio de sus hermanos mayores o al cuidado de sus padres, significa un quiebre con el sistema de dominio sobre el cuerpo y la sexualidad de la mujer; el mismo sistema de dominio que lleva a pensar que las mujeres estarían mejor en la casa al cuidado de los hijos y de la familia, antes que en la guerra o en un contexto laboral.

Las maternidades de Verónica y Elena dan cuenta de múltiples sucesos históricos que involucraron a las FARC como organización armada. Verónica narra su embarazo en medio de un contexto tranquilo, en un campamento en Barranco Colorado, Meta, el cual lejos de asemejarse a uno en combate, parecía más un campamento abierto al aprendizaje:

En ese tiempo no había combate con ejército ni nada, en ese tiempo, mijita, usted pasaba un año ‘encampamentada’ y no se escuchaba el ejército por ningún lado. Ese tiempo era totalmente sano, casi los combates no habían, eso uno se dedicaba era a odontología, a atender gente, a trabajo de masas, a entrenamiento militar, a coser los uniformes, a hacer buenos campamentos, a educar la gente en lo político. (Entrevista, Verónica, 2019).

El relato de Verónica nos traslada a la Colombia de los años ochenta. Durante esos años, las FARC-EP se organizaron bajo un objetivo claro: El Plan estratégico para la toma del poder. Este tenía por objeto la toma de Bogotá por vía armada y, aunque no se dio, sí significó un tiempo de expansión y consolidación por todo el país. Simultáneamente, se adelantaba el primer proceso de paz que se estableció con el entonces presidente, Belisario Betancur. Estas circunstancias constatan lo que Verónica llama ‘un tiempo sano’ para la organización, pues en esa época las FARC-EP estaban concentradas en su expansión y el entrenamiento para la guerra. Según el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH, 2013):
Las FARC, por ejemplo, le pusieron nuevo ritmo a su expansión gradual: a finales de1979 contaban ya con nueve frentes. Era claro para el Ejército que las FARC habían renunciado a su actitud defensiva y, por el contrario, habían decidido seguir multiplicando sus frentes, que se elevaron a 30 en 1986. (p.134)

El crecimiento de las FARC-EP, simultáneo a Los Acuerdos de La Uribe, Meta, llevó a Colombia a la tradicional polarización que nos distingue hasta el día de hoy. Sin embargo, la confrontación armada no era tan palpable en aquella época, como sí lo fue para el final del siglo XX y comienzos del XXI; tiempo en que quedó embarazada Elena, en uno de los momentos de mayor confrontación armada. Según el informe general del Centro de Nacional de Memoria Histórica, entre 1996 y 2005, la guerra en Colombia alcanzó su máxima expresión, extensión y niveles de victimización. El conflicto se transformó en una disputa a sangre y fuego por las tierras, el territorio y el poder local, en la que la relación entre la población civil y la guerrilla se transformó; el dolor, la muerte y el destierro tomaron un papel protagónico (p. 156).

Reconstruir las trayectorias de vida de Elena y Verónica, como madres excombatientes, pasa primero por reconocer los principales motivos que las llevaron a ser partícipes de la guerra. Esto nos traslada a su vida cotidiana antes de decidir ingresar. La vida de niñas, de hijas o de hermanas, que experimentaron con cierto grado de inconformidad, representó quizá la mayor motivación para comenzar una vida dentro de las filas de las FARC-EP, distanciadas de sus familias, de su municipio o ciudad natal. Además, la vivencia de la maternidad en contextos históricos diferentes repercutió en la forma de asumir y experimentar la maternidad para cada una de ellas, y a su vez posibilitó distintas configuraciones del cuidado, lo que las llevó a construir un sentido diferente a la maternidad tradicional.

5. Trayectorias de cotidianidad en la guerra desde la maternidad

5.1 Los contrastes de la experiencia de la maternidad en la guerra

El testimonio de Verónica nos habla de una época dentro de las FARC-EP de la que poco se conoce. Esto demuestra el gran desconocimiento que se tenía sobre los métodos de planificación, lo que resultó en una oleada de embarazos no deseados. Sin embargo, la ideología de las FARC-EP para ese entonces demostraba aún ese legado campesinoconservador, que no aceptaba el aborto como una posibilidad. Ante el embarazo de Verónica y el de dos compañeras más, se reunieron los comandantes para decidir sobre la situación.

El camarada James y el camarada Martin Villa no estaban en favor del aborto; ellos en ese tiempo decían: “No, que eso era dañar las muchachas, que eso no, no, no”, que por encima del reglamento y de todas esas vainas ellos defendían mucho eso. (Entrevista, Verónica, 2019)

Por encima del reglamento, Verónica y sus compañeras vivieron su embarazo alejadas del campamento, en una casa que fue adaptada por orden de los comandantes para tener a sus bebes en buenas condiciones y bajo supervisión de un médico que las asistiera al momento de dar a luz. Pero Verónica con su fuerte convicción de ingresar por su sueño de ser enfermera no aceptaba su maternidad, pues por encima de esta estaba la proyección profesional:
Yo no quería tener hijos porque yo quería hacer mi carrera de enfermería […] no me quería ir del campamento, porque yo estaba pensando era seguir con mi trabajo, trabajar […] irme a hacer mi curso de enfermería, porque yo tenía ya mi proyección, yo dije: “Yo voy a ser es enfermera, ¿Sí?”. Bueno, listo, lo cierto es que ahí paró mi carrera. Un año me tocó dedicarme en una casa de un campesino a quedarme quieta hasta que tuve el chino. (Entrevista, Verónica, 2019)

La maternidad asumida por Verónica refleja un quiebre con el modelo hegemónico de la maternidad que se vivenciaba por los años 80 en el país, y a su vez con la visión patriarcal que situaba a la mujer en la casa, al cuidado de los hijos, los esposos, los hermanos y que no asume un rol diferente al binomio mujer/madre.

Aunque ella no logra renunciar del todo a su maternidad (por cómo se ve). El imperante control sobre su cuerpo y sexualidad queda en manos de los hombres, quienes finalmente deciden por ella y la sitúan en una posición de subordinación, que le significa asumir una maternidad no deseada.

De igual manera, y en consonancia con las conclusiones que nos dejaron las anteriores investigaciones sobre la maternidad en contextos de violencia, vemos que en algunos casos la maternidad queda en un segundo plano; se priorizaba la lucha armada por encima de la maternidad, independientemente de si la maternidad es deseada o no. Por otra parte, la maternidad se sigue mostrando como un tema prohibido. Frente al reglamento, empero, se debe reconocer que la participación de la mujer en el conflicto armado logra romper con la ecuación mujer igual madre. Verónica cuestiona e intenta cambiar su condición y, aunque no lo logra, demuestra su resistencia a esta en la forma en que apropia su maternidad, abriéndose a sí misma la participación en el mundo público que la ubica en un lugar distinto al visibilizado de la esfera privada.

Por otra parte, en la historia más reciente de las FARC-EP mucho se ha hablado del aborto y del control de la sexualidad en las relaciones amorosas que se daban dentro de la organización. Tanto así, que se abrieron jornadas de capacitación a guerrilleras sobre métodos de planificación y se les daba la libre elección (tuvieran pareja o no) para que escogieran el de su preferencia, y en el caso de un embarazo se les imponía abortar. Aunque más allá de la imposición, estaba la urgencia por la lucha armada que no se podía llevar a cabo con mujeres embarazadas o con niños de brazos. Eso era algo de lo que hablaba el reglamento y, de no acatarse, las mujeres farianas debían asumir su respectiva sanción. Esto lo ratifica Elena: “…porque lo primero cuando uno ingresaba a las FARC-EP era: Mire acá está la inyección para que planifique para llevar un control, por el tema mismo de que allá no se podía tener hijos, y uno era consciente de eso.” (Entrevista, Elena, 2019).

No obstante, el relato de Elena muestra los contrastes frente a la historia anterior, ya que se pensaría que su embarazo simbolizaría el fruto de su historia de amor romántico. Por el contrario, su embarazo no fue aceptado por su pareja, quien fue el primero en exigirle la interrupción del mismo,

Yo le dije: “Andrés estoy embarazada”, y me dijo: “No mona usted no puede tener ese hijo, usted tiene que abortar”, y yo le dije: “No Andrés, si me toca irme de la guerrilla, me voy volada; pero yo al chino no lo boto, ¿cómo lo voy a botar? No… Déjeme tener el peladito y yo vuelvo, yo se lo entrego a mi mamá o a algún un familiar y yo vuelvo.” (Entrevista, Elena, 2019)

Y ante su fuerte convicción de no abortar, Elena se mantuvo en su decisión hasta el último momento, sin importar las consecuencias que esto le traería más tarde. Las FARC-EP para ese entonces no reconsideraban un embarazo como ocurrió con Verónica. Todo lo contrario, ya existían los métodos de planificación que antes eran limitados, y el aborto era algo que para la época estaba muy bien consolidado en su reglamento. La mujer que quedara embarazada debía interrumpir su embarazo, y si se negaba, tenía que cumplir con la sanción que generalmente era hacer trincheras o cargar leña. Tener hijos dentro de la organización significaba necesariamente ir en contravía de los objetivos de la guerra en Colombia.

Vemos cómo las dos historias de Verónica y Elena, al ser tan antagónicas en algunos aspectos, pero en otros no, revelan que las posiciones frente al aborto en las FARC-EP no siempre fueron las mismas. Estas dependieron de las condiciones históricas ya mencionadas, además de las decisiones de los superiores al frente y a cargo de cada situación. Por otra parte, los deseos de maternidad fueron opuestos en las dos historias, pero de igual manera el grupo armado terminó decidiendo por ellas. Verónica, quien no deseaba ser madre, contó con el apoyo de la organización en todo, menos en su decisión de no ser mamá. En cambio, Elena tuvo que mediar entre su deseo de ser madre y de querer continuar como militante.

5.2 Sentidos de la maternidad en la guerra

Como ya lo he dejado explícito, la maternidad es una práctica que en su gran mayoría es asumida por las mujeres bajo la marca de las representaciones sociales. Esto supone lo que quiere decir ser o no una “buena madre”, y declara que la existencia de toda mujer se fundamenta en el fin único de convertirse en madre. Aunque estas repre sentacioneshan sido una constante en la vida de las mujeres en generla, existen algunas que desde su experiencia han intentado transformar. Según Puyana (2000):

Aunque las representaciones sociales llenan de significado la vida de las personas, cada subjetividad las reconstruye en el curso de su existencia. Las representaciones sociales se integran a la vida de manera desigual, incluso con frecuencia se vive en contra del deber ser que éstas demandan. (p. 92)

Siguiendo esta autora, debemos entender que las experiencias de maternidad presentadas en este texto revelan representaciones dominantes, sí, pero al mismo tiempo muestran las rupturas que emergieron cuando estas mujeres decidieron asumir su maternidad alejadas de la mirada que las designaba únicamente como madres. Los relatos de Verónica y Elena dan cuenta de un nuevo sentido de apropiación que ellas le otorgaron a su maternidad, alejadas de la figura familiar tradicional.

Verónica, aunque vivió su embarazo de manera tranquila, al momento de dar a luz tuvo complicaciones de salud que desafortunadamente le impidieron regresar al campamento como ella lo deseaba. Después de más de un año, pudo reintegrarse y dejo su hijo al cuidado de su mamá.

Yo dije: “Bueno, voy a ir donde mi mamá, visito a mi mamá, organizo todo lo del niño, lo dejo organizado y arranco al frente a ver qué me toca hacer”, yo llevaba ya programado todo […] pues a mí no me daba mucho pesar, o sea, como que yo no me ponía a pensar que el niño se iba a morir o tal cosa, no, porque yo sabía que quedaba con mi mamá; en ese tiempo vivían mis abuelitos y mi mamá vivía con ellos y eso, imagínese, con las dos abuelitas quedaba. (Entrevista, Verónica, 2019)

El relato de Verónica nos muestra su afán por regresar. Al decir que “tenía todo programado”, pone en evidencia que su compromiso con la organización y su deseo profesional se anteponen a su maternidad; esta no representa el centro de su vida.

Por otra parte, Elena, al vivir su embarazo en un contexto hostil, en el que según ella fue un ir y venir durante los primeros ocho meses de gestación:

Esa barriga me fue creciendo, ya tenía ocho meses y yo con esa barriga el uniforme no me quedaba bueno y pues ahí… la última vez estábamos por allá en una finquita y llegó el ejército y nos tocó salir a todos al trote hijuemadre y todos decían que cojan la mona, cojan la mona porque la mona va botar ese chinito por ahí… conclusión… dejen la mona por ahí en una casita por allá quietica. (Entrevista, Elena, 2019)

Elena permaneció en esta casa hasta que tuvo su bebé, y dos meses después envió una carta diciendo que ya estaba en condiciones para que la recogieran y poder regresar al frente. Pero antes de su regreso tuvo que acordar con sus papás sobre el cuidado de su hijo, y aunque también recibió el apoyo de su familia, en un principio no fue tan aceptado por esta. Incluso su papá le ofreció ayuda monetaria para irse a Bogotá con su hijo y abandonar las FARC-EP. A lo que ella respondió:
Papá yo amo a mi hijo y voy a luchar por él y más adelante, ahorita no papá porque puede ser más adelante que yo me haga un planteamiento de salirme a ver al niño, pero por ahora no papá, yo también tengo un compromiso y es allá. Yo necesito irme para la guerrilla. (Entrevista, Elena, 2019)

La urgencia por la lucha armada, antes que la maternidad, constituye para Verónica y Elena una transgresión al modelo hegemónico de la maternidad, el mismo que nos dice que la madre es la figura principal para la niñez, que es la encargada de la educación de niños y niñas, y quien provee el lenguaje, estimula su crecimiento con la buena alimentación; en resumen, está a cargo de la reproducción de la vida. Contrario es el rol que desempeña una mujer en la guerra: se aleja de estos requerimientos y supone funciones diferentes que van en contravía del trabajo por la reproducción de la vida. De igual modo, este quiebre del modelo hegemónico tiene grietas: vemos que el cuidado de nuevo es delegado a la mujer, en los dos casos, a las abuelas, quienes pasan a ser responsables del cuidado de hijos ajenos, y por representar la figura femenina, son ellas las que ocupan el lugar de la madre ausente.

Aunque estas madres combatientes no estuvieron del todo presentes en los primeros años de vida de sus hijos, en el caso de Elena se mantuvo una crianza compartida con su mamá, debido a que el frente en el que se encontraba, junto con su compañero (Andrés), limitaba con Neiva y, por cercanía, le pedía a su mamá que le llevara a su hijo:

Andrés me dejaba traer el niño, cada mes lo estábamos viendo. Entonces yo llamaba a mamá: “mamacita venga que estoy en tal parte; tráigame al niño” y así fue casi cuatro años, el niño tenía 5 años, en ese ir y venir, el ejército se dio cuenta de la existencia del niño, y se viene esa persecución con mi mamá. Y entonces nosotros para llamarla por celular; “Hola mami ¿cómo está?, ¿cómo está el azulejito?”, el azulejito era el niño. (Entrevista, Elena, 2019)

Elena pudo compartir tiempo con su hijo, aunque no de tiempo completo. Asumió su maternidad paralela a su rol como combatiente, se ocupó de él cuando las posibilidades en la guerra se lo permitían. Del mismo modo, el padre del niño estuvo presente, al ser uno de los altos mandos del frente en el que operaban. Aún con muchas posibilidades a su favor, siempre hubo momentos de mayor confrontación que los separó de su hijo. Su relato continúa:

Entonces ya empezaron a llegarle a mi mamá en Neiva, y a decirle: “bueno, si usted no entrega a su hija, si no hace que su hija deserte, nosotros le quitamos el niño” […] Yo le dije a Andrés ¿qué hacemos? Hablamos con el comandante de frente, nos dijo que tocaba conseguir un abogado y que ustedes le firmen un poder a su mamá para que conste que ese hijo es de ella. Yo le dije a Andrés y él me dijo “no, yo el poder a su mamá no se lo firmo porque el niño es de nosotros,¿qué tal que de acá a mañana, mona, que nosotros podamos recoger el niño? Uno no sabe, y su mamá diga ‘no, yo no les entrego’ y como hay un papel de por medio”. […] Yo le dije “no, pues esperemos”, después ya pasó un poquito ese tema, y entonces en esos días yo le dije a Andrés que me diera permiso de traer al niño, mi mamá que llega y se baja del carro con el niño, donde nosotros lo estábamos esperando, y que: “muévanse que viene un desembarco” ahí, inmediatamente devolvimos a mi mamá en el mismo carro y sí, al momentico cayó el ejército, entonces ya no se pudo volver a ver el niño y en eso ya se entró un operativo muy berraco en esas áreas donde nosotros operábamos y nos sacaron de ahí, conclusión: no pudimos volver a ver al niño. Fueron cuatro años que ya no volví a saber del niño, hasta que llegamos acá. (Entrevista, Elena, 2019)

Lo que nos cuenta Elena pone en evidencia lo que significaba para ella vivir su maternidad en medio de su cotidianidad como combatiente de las FARC-EP; lo que representaba mediar entre el deseo de ver a su hijo y la urgencia de la lucha armada; su testimonio habla de un contexto incierto al que tenía que enfrentarse. Esa inestabilidad y la limitada proyección que podían hacer a futuro eran factores que hacían inestables las relaciones amorosas dentro de las FARC-EP. De lo anterior, Verónica da testimonio al narrar la muerte de su compañero sin poder conocer a su hijo:

Lo mandaron a él a una exploración, nosotros veníamos con otros compañeros y mandaban de a dos (2) a explorar, ellos exploraban, y nosotros avanzábamos atrás, porque estaba muy complicada la entrada: había mucho paramilitar, muy peligroso. Y entonces así iban avanzando; en una avanzada de esas, los emboscaron a los dos (2) que iban explorando y los mataron; hirieron al compañero que iba con él y lo mataron a él. Nosotros habíamos hablado de que cuando llegáramos al frente íbamos a trabajar juiciosos un año y al año planteábamos si traíamos al niño pa’ verlo. Y ahí quedó todo… (Entrevista, Verónica, 2019).

Este episodio revela que los planes eran algo que iba en contravía de ser militante en las FARC-EP, proyectase a futuro se interrumpía por el día a día que se experimentaba afuera con un ejército en movimiento.

Verónica comenzó su carrera de enfermería dentro de las FARC-EP como auxiliar de otra compañera, quien era una de las pocas personas con algún tipo de conocimiento sobre la asistencia en salud. Según Verónica, en esa época no había muchos heridos en combate, por lo cual atendían en su mayoría a población civil. La visión colectiva de las FARC-EP en esos tiempos los llevó a asistir a las comunidades aledañas a donde se asentaban, y a convocar brigadas para hacerle el frente a la limitada cobertura de salud pública que existía en aquellos años. Con el tiempo, Verónica fue capacitándose con un curso y otro hasta que se volvió indispensable para sus dos comunidades: combatientes y civiles. Vivió tiempos más ajetreados que otros, como dice ella, “andando”:

Yo anduve por muchísimas regiones, anduve mucho, eso casi me anduve todos los 32 departamentos de Colombia, entonces en toda esa andanza pues había que atender muchísima gente; pues en unas temporadas que había paz, pues uno atendía a la población civil, pero cuando eran confrontaciones armadas, me tocaba atender los guerrilleros. (Entrevista, Verónica, 2019)

Verónica, paralelo a su trabajo, estableció contacto permanente con su hijo, iba a visitarlo cada vez que se lo permitían:[…] yo iba y le decía: “Camarada, tengo que ir a ver a mi hijo porque van 6 meses y no he ido a la casa”, “¿Cuánto necesita para ir?”, “No, pues tanto”, “Ah, listo”. Yo pedía a veces menos plata y ellos me daban más […] Todo el tiempo lo visité, yo mantenía pendiente también de que no le faltara la leche, que los pañales, y ponga la cara, mija, allá en la organización, porque como yo sí quería que me hicieran el legrado, pero como no era autorizado, entonces pues a mí nunca me pusieron problema por mi hijo.Verónica es muy insistente en todo su relato sobre su intención de no ser madre, pero por el contexto de su época fue obligada a asumir una maternidad no deseada. Ante su situación, se muestra responsable de su hijo, asume su rol de madre, sin embargo, demuestra cualidades contrarias a las que obedecen a una maternidad suscrita a un orden patriarcal. Lo anterior se encuentra en concordancia con las conclusiones a las que llega Santamaria (2019), cuando nos dice que la militancia les otorgó a las excombatientes indígenas una forma de autonomía y emancipación que les permitió cuestionar estructuras de poder en su comunidad.

Asimismo, Verónica en su relato asume el rol de madre proveedora. Mediante su trabajo en la organización, se hace responsable económicamente de su hijo, adquiere una forma de autonomía que le proporciona su trabajo, y al mismo tiempo rompe con la figura tradicional que habla del hombre como el único proveedor. Es ella quien provee a su hijo, sin abandonar su lugar en la organización. La apropiación de esta maternidad no se fundamenta en una protección afectuosa, pero sí en una figura proveedora. Verónica, al renunciar a la esfera privada, hacer su vida afuera, y participando en un espacio diferente al del hogar, puede sostener a su hijo económicamente, y aunque recibe un gran apoyo por parte de la organización, esto representa una retribución al rol que ella desempeña.

Verónica continuó pendiente del bienestar de su hijo hasta que cumplió siete años, cuando decidió recogerlo de la casa de su mamá y mantenerlo cerca de sí. Con la idea de inscribirlo a una escuela, lo albergó en una casa al cuidado de una señora a quien le pagaba por atenderlo y llevarlo al colegio. Sin embargo, ante las constantes quejas por el mal comportamiento del niño, decidió comentarle su situación al comandante, a lo que él le respondió que lo llevara para el frente donde estaba trabajando y que permaneciera a su lado.

Yo con él hablaba, un tiempo que tuve una sastrería, yo lo enseñaba a hacer de comer, y él me decía: “Mami, enséñeme a hacer sancocho, enséñeme a hacer arroz, enséñeme a hacer yo no sé qué”, yo le explicaba todo eso, pues a veces no me quedaba mucho tiempo porque yo cosía en la sastrería, entonces yo le explicaba rapidito, pero él mantenía ahí ayudándome en la sastrería; y cuando íbamos en comisión yo andaba con él, pues en la guerrilla un niño era muy‘halagoso’, entonces todo el mundo lo cogía, todo el mundo lo quería llevar pa’un lado, pal’ otro…Lo cuidaban. […]

Y los camaradas pues eso salían pa’ cualquier parte, y se lo llevaban, y eso jugaba por allá con pelotas y toda esa vaina, entonces: “Verónica, me voy a llevar al chino”, “Bueno camarada, llévelo”, yo sabía que con ellos no le pasaba nada, ellos lo cuidaban, y se lo llevaban pa’ un lado y pal’ otro, y cuando llegaban me decían: “Vea, ahí está su hijo, báñelo” ¡embarrado! pues de siete añitos eso se embarraba…, entonces yo no más lo recibía cuando lo traían y lo bañaba y lo vestía… (Entrevista, Verónica, 2019)

Como ya sabemos, Verónica no estableció la maternidad como el centro de su vida. Al hacerse cargo del cuidado de su hijo al interior de la organización no cambió la forma de asumir su maternidad, pues vemos que la decisión de llevar a su hijo consigo no fue una decisión que tomara por su cuenta, es mediada por las circunstancias. Por otro lado, estar con él no es prioridad, su tiempo lo distribuye entre el rol en la organización (que en este caso es la sastrería) y su trabajo reproductivo. Además, la libertad con la que asume su maternidad lleva a construir un cuidado colectivo en las FARC-EP, ya que el cuidado de su hijo se colectivizó. Esto constituye un nuevo sentido de cuidado que se gestó dentro del conflicto. La anterior configuración del cuidado revela una contraposición al “deber ser” que hemos estudiado anteriormente, cuestiona la asignación de roles que destina a la mujer como la cuidadora ideal e irremplazable que debe existir en la vida de un niño o niña como parte vital de su existencia.

Por otra parte, Verónica vuelve a separarse de su hijo. Ella nos cuenta que después de los 15 años era norma en la organización decidir o no ingresar, además de que el discurso sobre los niños en la guerra era algo les perjudicaba su imagen. Por esto, el comandante le manifestó preocupación y le pidió decidir sobre la situación. Después de ocho años con su mamá, él optó por irse nuevamente a vivir con su abuela, pero no bastaron unos meses para que su hijo regresara a las FARC-EP, pero esta vez no con ella.

[…] cuando llegó donde mi mamá, mi mamá dice que eso no duraron ahí dos meses, pues los hermanos míos eran guerrilleros del séptimo frente y el área de la casa donde mantenían todos los días pa’ arriba y pa’ abajo… Pues apenas llegó vio a los tíos ‘enguerrillerados’ y enseguida se fue con los ellos, ¡imagínese! (Entrevista, Verónica, 2019).

Nuevamente la distancia y las condiciones inconstantes de la guerra los llevaron por distintos caminos que no los volvieron a reencontrar:

Fue en los últimos bombardeos cuando murió, cuando mataron tanta gente que… primero se vino el bombardeo del ‘Mono’, después se vinieron esos otros bombardeos donde se acuerda que mataron una cantidad de gente que andaba por ahí haciendo curso, mataron como a 30 guerrilleros, pa’ allá pal’ bloque oriental, se vienen unos bombardeos a unas comisiones que andaban por ahí y bombardearon a una comisión donde estaba él, y mataron a siete, y ahí lo mataron a él, me mataron al chico. (Entrevista, Verónica, 2019)

Verónica renuncia a vivir una maternidad hegemónica y decide vivirla de una manera que termina por ser paradójica. No es cuidadora principal, al tiempo que escoge una profesión que tiene como propósito el cuidado de otros, cuyas vidas están a su cargo; y, siendo testigo de las heridas que se vivencian en un conflicto interminable, acaba siendo víctima de los despojos de la guerra, al perder la familia que había constituido: su compañero primero y luego su hijo. A pesar todo, Verónica narra su vida con un tono que manifiesta firmeza y una convicción muy clara:

La convicción de que uno se prepara para lo que uno se compromete, el compromiso que uno adquiere, como la preparación que de pronto yo me hice al tomar la decisión de irme para las FARC-EP, de prepararme para atender, era eso de que yo iba a ayudar, y yo me metí eso a la cabeza, de que yo me tenía que preparar era para ayudar a eso, y por eso yo renuncié a todo. (Entrevista, Verónica, 2019)

Su renuncia a todo la llevó a tener una importante participación tanto para la guerra, como para poblaciones rurales olvidadas; como las del Cauca que requerían una urgente asistencia en salud que no daba espera. Verónica vivió por 20 años muy de cerca la compleja realidad del Cauca dentro los balances, que eran producto de las brigadas de salud. Se encontró con la escasez en todas sus dimensiones en una zona indígena caracterizada por la pobreza. Ante las innumerables necesidades, la carencia en salud de las poblaciones de la región, las FARC-EP respondieron con una iniciativa para esta región:

Entonces ellos, la dirección de una vez se reunieron y ellos, me contaba el camarada Carlos, que habían decidido que yo me hiciera al frente de una comisión de salud; entonces bueno, listo, entonces yo le dije: “Bueno, listo camarada”, y que ellos me ponían toda la seguridad y que yo me hiciera al frente de una comisión de salud pa’ que empezara a dictar cursos de enfermería y a explicarle a las muchachas y muchachos que querían trabajar en salud pa’ que empezáramos a hacer una campaña y unas jornadas de salud en todas las veredas para ayudarle a la gente. (Entrevista, Verónica, 2019)

La determinación de Verónica de hacerse al frente de una comisión de Salud constituye una forma de participación indispensable en la guerra, pero al mismo tiempo construye una identidad que va en contraposición de la asignación de roles, que nos dice que una mujer no es distinguida por algo diferente a su meta convertirse en madre. Pero Verónica fue madre, y esto no le impidió ser reconocida y distinguida en las FARC-EP por su compromiso a ayudar. Aunque paradójicamente su deseo de no ser madre se contrapone a su deseo de ser enfermera (un trabajo que comprende el cuidar de otros), su elección de vida de igual manera la lleva a ocupar el rol de cuidadora pero esta vez no desde el entorno privado, sino desde la participación en la guerra.

6. Las maternidades en el posacuerdo

Verónica y Elena en la actualidad viven en el ETCR Antonio Nariño, donde realizan su tránsito a la vida civil desde el año 2017. Acompañadas de sus familias, intentan acoplarse a este proceso que supone nuevos desafíos que pasan por lo personal (esto incluye las nuevas relaciones socio-afectivas) y lo familiar, junto con su vecinos y amigos. Además de la relación con un territorio y una comunidad nuevos, esto por supuesto está anclado en la reincorporación económica, un componente muy importante e imprescindible para la construcción de una vida digna y de larga permanencia en el espacio. Verónica, por su parte, vive con su mamá (una mujer adulta mayor) y una sobrina. Confiesa que este proceso no ha sido nada fácil, comenzando por abandonar una profesión que ejerció por más de 30 años y estableció como el centro de su vida:

Dejar una profesión de un momento a otro causa como cierta frustración, pero era consciente cuando empezó a darse el proceso, que realmente nos tocaba por ciertas circunstancias cambiar, cambiar ciertas cosas de la vida de nosotros y que nos íbamos a enfrentar a otras cosas. Yo también estuve con ciertas dificultades, pero lo asumí como una cuestión de “tocó y ya me voy a someter a eso”, al principio si me dio como durito. (Entrevista, Verónica, 2019)

En la actualidad Verónica no ejerce su profesión en el “espacio”, puesto que es la responsable del cuidado de su mamá, y en parte por las dificultades de salud que le han llegado en los últimos años, producto de una larga carrera en la organización y a lo que ella llama “el andar”. Vemos que Verónica a lo largo de su vida renunció al modelo de familia tradicional, al decidir vivir su maternidad de otra manera y experimentar otras formas de cuidado. Sin embargo, el retorno a la vida civil le significó adaptarse a este orden: aun cuando no es ella la única hija, es quien está a cargo de su mamá. Esto pone en evidencia que el cuidado en esta época de posacuerdo sigue recayendo en manos femeninas. Empero, durante el proceso de negociación Verónica hizo parte de una comisión de salud en Cuba, donde continuó su aprendizaje durante siete (7) meses y se interesó por el estudio de enfermedades mentales.

La transición de las y los excombatientes a la vida civil abarca múltiples tensiones que se acentúan con más fuerza en la vivencia de su cotidianidad, pues este transcurso les ha supuesto un nuevo comienzo. Establecer una familia trae consigo construir un proyecto de vida lleno de procesos de re-significación, en el que los aprendizajes que dejó la lucha armada se mezclan con los que les provee la experiencia de reincorporación. Sin embargo, la experiencia de estos últimos años puso en evidencia que no es algo tan sencillo de llevar a cabo y además requiere de un largo tiempo. La narración de Elena deja en evidencia lo que ha significado para ella la reincorporación:

Han sido unos cambios bastantes bruscos, y bueno el asunto también económico, porque bueno allá uno miraba de alguna u otra forma cómo solucionar muchas cosas, acá uno ya tiene que mirar para el sustento, ya si uno tiene hijos, además que en esta parte no hay una forma que uno tenga un empleo estable o que haya una forma de emplearse para poder decir: bueno a parte de esta rentica básica ¿de qué más voy a echar mano? Porque la idea mía es vivir acá en el ETCR, yo acá vivo muy bien es un ambiente muy sano, es una comunidad muy buena, pero si no hay una forma de trabajo necesariamente le toca uno irse obligado para la ciudad y si uno no tiene un nivel profesional, pues allá le toca es a uno llegar es a llevar de la rienda. (Entrevista, Elena, 2019)

El panorama que nos expone Elena comprende una realidad que está cargada de incertidumbre. Como ella bien lo menciona, las cuestiones económicas dentro de las FARCEP nunca significaron mayor preocupación, tema que ahora cobra gran valor dentro del “espacio”.

Para el año 2019, el “espacio” contaba con 109 niños y niñas y 9 mujeres en proceso de gestación. Estos datos corresponden, en muchos casos, a las familias emergentes que se han consolidado en los últimos años. Del mismo modo tienen estrecha relación con la preocupación económica, ya que tener hijos ha significado proyectarse a futuro; un tema que no lo permitía la lucha armada y que ahora representa un pilar importante para su permanencia en el “espacio”. Asimismo, los nuevos lazos familiares representaron para Elena todo un desafío. Aunque ella pudo ver constantemente a su hijo mientras ejercía como combatiente, durante cuatro años no se volvió a reencontrar con él, hasta que llegó a vivir al “espacio” y decidió llevarlo a vivir con ella:

Y él vino ahorita que lo recogimos, yo quería y al mismo tiempo yo sentía un temor, porque para mí, es mi hijo pero al mismo tiempo es un desconocido, yo no sé de él, los resabios de él, como el cuento, yo no sé nada de él. Y él llega acá, no… eso yo me imaginaba, cómo va a ser la convivencia con él. (Entrevista, Elena, 2019)

Elena, junto con su pareja, intentó establecerse como familia y reconstruir el lazo familiar al lado de su hijo. Sin embargo, y luego de una relación de 18 años, la convivencia terminó en una separación que cambió las proyecciones. Elena es madre soltera y vive su maternidad al ritmo de su liderazgo en el “espacio”. Hace parte del comité de género, además de ser líder y gestora del proyecto comunitario Montaña Mágica. Elena, con su carisma característico, promueve la participación de sus compañeros; su liderazgo la distingue en su comunidad:

A veces que no estoy, por ejemplo, estos días que he estado todo este tiempo por fuera, me dicen: “llegó la jefa”, me dicen ellos, que “mire que la extrañamos que no la habíamos escuchado reír, que no la habíamos escuchado”. No muchachos aquí estoy. Y entonces yo sí trato como de mantener como vivo ese tema, sí, yo a veces salgo: “muchachos vamos a reunión”. Las reuniones que hacemos aquí de comuna. “Vamos a la reunión de partido, muchachos.” Entonces todos van y entonces yo trato que como conservemos ese principio nuestro. (Entrevista, Elena, 2019)

Elena muestra en su relato la importancia de su desempeño como líder en la comunidad, sin dejar de lado su maternidad. Ella distribuye su tiempo entre sus funciones de liderazgo y el trabajo de cuidado que le demanda su hijo. En ocasiones, cuando debe desplazarse a reuniones o encuentros que le implican salir del “espacio” y ausentarse unos días, ella establece acuerdos con amigas o vecinas para dejarlo al cuidado de ellas, permitiendo así cumplir con sus obligaciones. Del mismo modo, su hijo, por ser mayor, contribuye al cuidado de los más pequeños, haciéndose cargo de ellos camino a la escuela y de regreso. Así, vemos cómo Elena, aun siendo madre soltera (cualidad que la ubica en una posición marginal y que podría llevarla a no escapar de la esfera doméstica al tener que elegir entre el sostenimiento económico y el cuidado de su hijo) con o sin el apoyo de su compañero, establece acuerdos que posibilitan ejercer otro rol en la sociedad diferente al de madre. Así ha logrado construir un nuevo sentido de la maternidad: su condición de madre no le impide ser distinguida y apreciada, su trabajo en el “espacio” es reconocido e indispensable para su comunidad, tanto que la nombran como “la jefa”.

Pese a que Elena es una muestra de cómo es posible asumir la maternidad de otra manera, esto no es una constante en el “espacio”. En cambio, sí se repite la imagen de mujeres asumiendo las dinámicas tradicionales de cuidado: desde el interior de sus viviendas son responsables del trabajo del hogar, el cuidado de los hijos y los esposos. Los roles de género que no se visibilizaban al interior de la organización, sí se evidencian en las nuevas dinámicas de posacuerdo.

Aun con la iniciativa del jardín infantil Montaña Mágica, el proyecto auto-gestionado por las mismas mujeres, se cuestionó por qué algunas mujeres preferían estar al cuidado de sus hijos en lugar de dejarlos en el jardín. Esto respondió al duelo que vivieron algunas mujeres. Recordemos que varias de ellas habían sido madres en la guerra, como es el caso de Verónica y Elena, y que de algún modo lograron compartir tiempo con sus hijos, a diferencia de muchas otras que no tuvieron contacto con ellos hasta el proceso de transición. Asimismo, una gran mayoría de ellas volvieron a ser madres al acogerse a proceso de paz y su respuesta se orientaba hacia el deseo de compartir tiempo con sus hijos; algo que la guerra no les permitió hacer con su primer embarazo. Esta situación coincide con la investigación de Riveros (2019, p.74), cuando afirma que las nuevas maternidades se asumen como la capacidad de superar el duelo y solucionar a posteriori los eventos que pudieron haber marcado una crianza con dificultades.

Las maternidades y la idea de familia en el “espacio” no solo han cambiado sus prácticas. Además, han transformado los principios de colectividad y compañerismo que se daban dentro de las filas de las FARC-EP: las nuevas formas de cuidado individual han desplazado los principios y redes de cuidado que nacieron en la guerra. En palabras de Elena: “se ha perdido el compañerismo”, tema en el que ella insiste en no dejar que se pierda:

Eso se ha perdido bastante, se ha perdido el compañerismo. Sí, que llegábamos a un campamento y todos: “que se le mojó la ropa a fulano, voy a entrarle, que la comida de zutano.” No, ahorita, que no me he puesto más como del lado del tema lo mío, lo individual, que el resto mire a ver cómo […]. (Entrevista, Elena, 2019)

7. Conclusiones

En la búsqueda de respuestas a la pregunta sobre los sentidos y significados que las mujeres farianas le otorgaron a su experiencia de maternidad en la guerra y cómo se ha transformado o no en el proceso de posacuerdo, se dieron a conocer los relatos de vida de dos mujeres que se unieron a las FARC-EP en dos momentos históricos distintos y que decidieron vivir su maternidad fuera de lo normalizado por la sociedad. Al hacer esto, intentaron re-significar lo establecido por el modelo patriarcal que las declaraba ante todo madres. Verónica y Elena fueron ante todo mujeres combatientes que hicieron de su participación en la guerra una forma de escapar de la esfera privada que las invisibilizaba y desmeritaba a partir de su mera función reproductiva.

Al tiempo, su experiencia de maternidad les significó crear un nuevo y propio sentido de maternidad libre y autónoma, a partir del que fueron ellas las protagonistas y narradoras de sus historias. Esos “otros” (la religión, el Estado, la familia) no representaron la centralidad de su discurso. Ellas demostraron otra forma de asumir una maternidad libre y aislada de dogmas, sin importar los juicios de valor. Aunque inmersas en una lógica en la que se vivían asimetrías entre los géneros (en los dos contextos históricos), lograron desobedecer los mandatos sociales sobre lo que significa ser una “buena madre” destacada por sus cualidades de abnegación y sacrificio; aunque, como consecuencia de este rechazo, vemos que el cuidado recae nuevamente sobre la esfera familiar y la figura femenina (las abuelas). Aun así, las vivencias de maternidad presentadas demuestran una forma que constituyó un nuevo sentido de maternidad, que tuvo sus variaciones y cambios en el proceso actual de posacuerdo. Este último supuso un retorno al orden de familia tradicional y a la estructura de división sexual entre el trabajo y el cuidado para la gran mayoría. Pero existen excepciones como Elena, quien vive su maternidad entre su labor social y de liderazgo.

Las maternidades en el posacuerdo han significado por parte de las excombatientes una voluntad de cambio, pues en ellas reside el compromiso por construir una vida fuera de las armas y conformar una familia se ha convertido en una motivación de cambio y resistencia. Recuerdo una frase que me dijo una madre excombatiente con quien conversé en varias ocasiones y quien, como Verónica y Elena, había sido madre dentro de la organización y ahora en el proceso de transición había tenido su segundo hijo. Me dijo: “Cambiar un fusil por un niño es algo muy significativo”. Para ella y seguramente para muchas mujeres más la transición de cargar un arma a sostener a un hijo comprende nuevas dinámicas que han transformado sus vidas de manera radical. Para ellas y sus parejas, el cuidado de un hijo representa una motivación de emprender proyectos personales, establecerse en un trabajo y proyectarse a futuro. Pero esto ha implicado ceder a y desempeñar los roles del modelo de familia patriarcal, asignados tanto a hombres y a mujeres dentro de un orden del deber ser, que relaciona al hombre a los proyectos productivos y a la mujer al trabajo reproductivo.

Las experiencias de vida presentadas acá constituyen, primero, una contribución a la desnaturalización de la maternidad y, segundo, un registro de las idealizaciones que se crearon en torno a las FARC-EP. Estas últimas nos remiten, por un lado, a que el deseo por participar en la lucha armada significó ejercer la maternidad de un modo contrario al convencional, construir nuevas redes de cuidado, y separarse del modelo de familia tradicional. Por otro lado, las idealizaciones nos muestran una forma de maternidad invisibilizada y socialmente inaceptable, que evidencia que no todas las mujeres que quedaron en embarazo dentro de las FARC-EP fueron obligadas a abortar, y que tampoco todas las mujeres que ingresaron deseaban ser madres. Por último, vemos cómo en la actualidad por medio de la legislación colombiana se pretende seguir decidiendo sobre nuestro cuerpo y sexualidad“ejerciendo violencia sobre las mujeres y negarnos el poder, sobre nuestras propias vidas, sobre los frutos de nuestro potencial reproductivo, sobre nuestros afectos […]” (Rich 1986, citado en Yañez, 2017, p. 68)con iniciativas que conceden poder a las instituciones o al hombre para que se decida sobre nuestros deseos y aspiraciones. Empero, historias como la de Verónica y Elena demuestran las grietas al interior del sistema hegemónico que nos declaró, por encima de todo, “madres”.

Figura 1. Mama: Un camino por recorrer. ETCR Icononzo, Tolima

Fuente: Vargas, A. (2019).

Notas al pie

1 ETCR (en adelante: ‘El Espacio’), también conocidos como los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación, son áreas temporales que dispuso el Gobierno colombiano para el proceso de transición de los excombatientes de las FARC-EP-EP

2 El proyecto de investigación-acción se preguntaba por las experiencias económicas, gestadas desde el proceso de reincorporación por las y los excombatientes de las FARC-EP en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Antonio Nariño, Tolima. Dicha investigación se propuso analizar las diversas prácticas económicas que no se limitan a la producción mercantil y que hablan de la importancia del cultivo de subjetividades que posibiliten el tránsito hacia nuevas formas de vida.

3 Entendiendo el orden simbólico como un sistema de comunicación que no obedece a un sistema formal, sino que cuestiona y se fija en las particularidades de la cultura y la historia para crear nuevo significado o resignificar significantes existentes, según lo experimentado por cada sujeto. Un ejemplo de ello desde la teoría feminista lo expone Adrienne Rich, cuando se propone dejar de ver la maternidad como institución para retomarla como experiencia.

4 Concepto que hace referencia a la imagen idealizada de la madre, según la cual el sacrificio por los hijos se presenta como el valor fundamental de las "buenas madres".

5 El proyecto se desarrolló en el ETCR de Icononzo – Tolima. Allí adelanté mi trabajo de grado en calidad de estudiante, realizando mi auxiliatura de investigación. La participación en el proyecto me permitió un acercamiento a la comunidad, además me brindó un panorama sobre la organización política, comunitaria y sobre los proyectos productivos que se adelantaban para ese entonces. Mis primeros aprendizajes, que se convertirían en mis primeros aportes a la investigación, fueron la inmersión en el campo y la realización de diarios de campo, producto de las observaciones y conversaciones informales que sostuve desde las primeras visitas a campo con los pobladores del espacio.

6 Montaña Mágica es un jardín infantil considerado como uno de los logros comunitarios más destacados del ETCR. Fue inaugurado el mes de julio del 2019, y emergió en los tres primeros años del proceso de reincorporación con las y los excombatientes en el ETCR de Icononzo – Tolima.

7 Esta misma estructura la había desarrollado el proyecto anterior del grupo de investigación (GICEIC), denominado: Masculinidades y posacuerdos. Experiencias cotidianas de reincorporación y que dio como resultado algunos artículos y una serie web sobre las masculinidades durante la guerra y en el proceso de transición a la vida civil de excombatientes.

8 Por confidencialidad los nombres utilizados aquí no corresponden a los verdaderos.


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