Natalia Aguerre
aguerre.natalia@yahoo.com
Doctora en Comunicación, Profesora e investigadora en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata.
Gestora en comunicación del Centro de Arte Experimental Vigo.
Lía Gómez
lialaig@gmail.com
Doctora en Comunicación por la Universidad Nacional de La Plata, donde ocupa el cargo de secretaria de Posgrado.
Recibido: 10 de julio  de 2019
Aceptado: 22 de mayo de 2020
Publicado: 23 de junio de 2020
ISSN: 1692-5688 | eISSN: 2590-8057
Este artículo es producto del trabajo de una de las autoras en el Centro de Arte Experimental Vigo y de la convergencia de ambas alrededor del cine como lenguaje para la expresión de alteridades y, por ende, como medio de reinvención política. Por ser el mencionado Centro una entidad sin ánimo de lucro, las autoras están exentas de cualquier conflicto de interés.
Desde el archivo personal de Edgardo Antonio Vigo ―hoy bajo custodia del Centro de Arte Experimental en su memoria―, se reconstruye la etapa de la historia del movimiento cineclubista plantense, entre los cincuenta y los sesenta, durante la cual el mencionado artista plástico, al margen de los circuitos comerciales, conectó nuevos públicos con las corrientes cinematográficas latinoamericanas y europeas de su tiempo.
Palabras clave: cineclub, La Plata, Edgardo Antonio Vigo
AbstractFrom the personal archive of Edgardo Antonio Vigo ―today under the custody of the Centro de Arte Experimental in his memory―, the article reconstructs the stage in the history of the film club movement in La Plata, between the fifties and sixties, during which the aforementioned plastic artist connected new audiences with the Latin American and European cinematographic trends of his time, outside the commercial circuits.
Keywords: cine-club, La Plata, Edgardo Antonio Vigo
ResumoA partir do arquivo pessoal de Edgardo Antonio Vigo ―hoje sob a guarda do Centro de Arte Experimental em sua memória―, reconstrói-se a etapa da história do movimento cineclube de La Plata, entre os anos cinquenta e sessenta, durante a qual o referido artista, em margem de circuitos comerciais, conectou novos públicos às correntes cinematográficas latino-americanas e europeias de seu tempo.
Palavras-chave: cineclube, La Plata, Edgardo Antonio Vigo, arquivo
La ciudad de  La Plata, capital de  la provincia de  Buenos Aires, es el escenario de una ya larga tradición de  producción y participación artística que se refleja no  solo  en el  circuito oficial, con  las  actividades en  los  museos, galerías, centros de  arte, teatros o escritores y bandas de  música trascendentes del  ámbito local, sino en  los  colectivos artísticos intervinientes en casi  todos los escenarios de lo cotidiano: restaurantes, bares, plazas, calles, escuelas, muros y fachadas.
  
Edgardo Antonio Vigo (1928 -1997), artista experimental, fue  una pieza fundamental  del  arte argentino, así  considerado hoy  por la revisión crítica de investigadores, curadores e instituciones que albergaron o gestionaron exhibiciones en  torno a su figura. Vigo nació en la ciudad de La Plata, el día  de los inocentes de 1928.  A los veintiodós años comenzó a trabajar en  el poder judicial cosiendo expedientes. En paralelo a esta labor, inició estudios en  la  Escuela Superior de  Bellas  Artes de  la  Universidad de  La  Plata, donde, en  1953,  obtuvo el título de  profesor de  dibujo. Ese mismo año viajó a Francia, donde inició un reconocimiento de los principales movimientos de arte contemporáneo y estableció contacto con  el artista venezolano Jesús Rafael Soto y con  diferentes grupos y artistas de la vanguardia parisina. En palabras de su colega cubano Pedro Juan Gutiérrez, para Vigo, París fue  el sitio  que agitó lo que ya estaba a punto de germinar.
  
Luego de  ocho meses de  intensas experiencias, Vigo regresó a La  Plata con  una mirada radicalmente renovada sobre el arte ―en especial sobre su formación previa en la Escuela de Bellas  Artes―, y fue  a partir de allí que comenzó a darle vida a creaciones de  carácter experimental con  la composición de  imágenes y palabras, formas y modos alternativos de comunicación, para expresar y difundir sus  ideas y sensibilidades. Esto lo llevó  a cabo mediante el establecimiento de sus  propios conceptos, teorías y metodologías, que empleó en sus  creaciones, las mismas que tensionan al máximo su potencial crítico y evidencian el entramado social y la fuerte conflictividad de los años sesenta y setenta en Argentina.
  
Ana  Longoni (2014),  para definir la obra de  Vigo, advierte que, a lo largo de  toda su producción, él demostró libertad de acción desde los bordes del  sistema establecido por el arte, postura desde la cual organizó un «programa estético revulsivo», que sistemáticamente puso en  tensión crítica el valor «arte», a partir de intercambios por fuera de  los  espacios institucionalizados y por la desestabilización de  los  roles tradicionales del  artista y del  público. Para la  autora, la  acción de  «revulsionar» ha pretendido en Vigo «desarreglar la cotidiana adecuación a prácticas y normas instituidas» (Longoni, A., 2014, p. 56).
  
  Ahora bien, tal vez  la máxima demostración de su apuesta límite de la práctica revulsiva la podemos encontrar en la manera como él mismo se calificaba como artista, al presentarse como un deshacedor de objetos. En palabras de Vigo:  
Revulsionar es la palabra para la actitud límite del arte actual, y para ello, insistimos, la «obra» se perime para dar paso a otro elemento: la acción. Esta está basada en despertar actitudes de tipos generales por planes estéticos abiertos, y que buscan dentro de ese terreno expandir su acción revulsiva a otros campos. No hay otro método posible para batallar dentro del plano estético (por supuesto dentro del campo del arte) para conseguir este cambio, pero el cambio «revulsivo» no debe ser únicamente en las formas de la cosa, sino en la profundidad y propio interior de la misma, y si buscamos lo interior llegaremos a lo mental, es decir a la propuesta más que a la realización (Vigo. E. A., 197, s. p.).Su compromiso revulsivo lo hubo traducido en la práctica continua de perturbar las normas preestablecidas, no solo en el campo del arte sino en todo lo que lo rodeaba en la vida cotidiana, hasta alcanzar una permanente potencia política, en términos de desestructurar el régimen estético (Rancière, J., 2011), y para asumir un tipo de práctica de vanguardia que pregonaba la participación y rechazaba las formas tradicionales de exposición. Sin embargo, se diferenció de los movimientos que concebían la creación como un acto momentáneo, ya que persistió en una conducta de cuidadoso y riguroso registro de sus expresiones y búsquedas estéticas. A partir de ello, construyó archivos en los que conservó recortes de diarios y revistas, críticas, cartas, obras, escritos personales, fotos, textos de conferencias o clases, entre otros. Este repositorio armado por carpetas ―además con datación detallada del mes y del año de cada material― lo denominó «biopsias» y se constituye en su acervo personal.

Fuente: Archivo CAEV
Pero las  biopsias no  fueron las  únicas documentaciones guardadas, pues junto a ellas encontramos centenares de libros, catálogos, diarios, revistas, folletines, boletines, afiches de  época, sellos, estampillas, xilografías, tacos, y cintas de  VHS con  imágenes, palabras y sonidos de  su  trayectoria artística y de  las  manifestaciones estéticas de  su época. Esta acción formó parte de su esquema operativo en la realización de sus proyectos, pero inferimos que este acto de inventariar fue  comprendido por el artista como un recurso prospectivo, para que el tiempo los pusiera, a sus  proyectos, en  diálogo con  la historia y con la memoria, y provocar ―quizá de forma premeditada― una transformación del mapa de lo perceptible y de lo pensable en sus  potenciales «lectores».
  
Tal es así, que estos registros funcionaron en  el quehacer artístico como un medio articulador de  su  obra, un medio que ha posibilitado trazar procesos históricos, construir tipologías y exponer temporalidades diferentes, para formular una alternativa a las intenciones vanguardistas que promovían una presencia instantánea de las obras de arte mediante el impacto y la ruptura perceptual.
  
  Gracias a este acervo conservado en  el Centro de  Arte  Experimental Vigo, CaeV ―dedicado a resguardar  su  legado artístico y a posibilitar su  consulta―, podemos conocer una parte de  la  experiencia del  cineclub platense, ya  que dentro de  su numerosa y diversa documentación se  encuentran algunos programas de  aquellas funciones y los  boletines elaborados por el  mismo Edgardo Antonio Vigo  cuando ocupó el rol  de  secretario de  la Comisión Directiva durante algunos meses de  1957.
Hacia 1920  surgió en  Francia el movimiento «impresionista fílmico» liderado por el director, guionista y crítico de cine Lois Delluc. A partir de la primera publicación del Journal du  Cineclub ―14 de enero de 1920―,  conocemos que esta práctica daba vida a una nueva mirada sobre el cine a partir de  la innovación en  las  críticas de  los  filmes, ya que trascendían la simple descripción del argumento para buscar nuevos horizontes de  discusión y debate sobre las  modos de  representación audiovisual y para alcanzar, además, un posicionamiento relevante frente a las grandes productoras y distribuidoras cinematográficas. En términos de exposición, la experiencia del  cineclub conllevaba la publicación de  boletines y folletos, la presentación de  la película y su  proyección, y la disposición de un espacio de debate y crítica en los medios masivos.
  
Cada  una de  estas etapas pretendía captar la  atención de  los  espectadores como también que ellos  adquirieran conocimientos sobre las  películas. En el caso de  la producción de los boletines y folletos, el objetivo era el anuncio de la agenda de las programaciones, a lo que se  adjuntaba la  ficha técnica de  cada cinta, una breve sinopsis de los filmes y la información general de  cineclub. Antes de  su  proyección, un encargado presentaba la película comentando aspectos omitidos en la programación. Finalizada la función, el foro/debate era el momento donde la participación adquiría una dimensión sustancial, dado que, a diferencia de las experiencias tradicionales, el cineclub permitía romper con  la unidireccionalidad comunicacional, para posibilitar al público la intervención activa con  sus  percepciones y comentarios.
 Fotografía 2. Boletines cinematográficos

Fuente: Centro de Arte Experimental Vigo, CAEV
Durante los años cuarenta, en Argentina, la industria cinematográfica incluía a empresas productoras de noticiarios y documentales institucionales. Pero considerado tan solo  como un entretenimiento de masas, el cine no  alcanzaba el prestigio cultural de la literatura ni de otras artes consolidadas como la plástica, el teatro o la música. A partir de  los años cincuenta esta concepción fue  modificándose por la proliferación de  los cineclubes, los  que, influenciados por Delluc y partiendo de  intereses propios, abrieron un espacio nuevo.
  
  En Argentina, en la ciudad de Buenos Aires, entre 1929 y 1931 funcionó el cineclub de Los Amigos del Arte. El debate entre proyecciones sumaba espectadores que se acercaban a ver, pero también a conocer a través del cine como ventana al mundo. La crítica empieza a tornarse central y las  revistas de la época acompañan con  reseñas y comentarios afines. Entre los miembros asiduos del  público podemos mencionar a escritores reconocidos posteriormente en  la  historia de  la  literatura,  como Jorge Romero Brest, Ulyses  Petit de  Murat, Jorge Luis  Borges, José  Luis  Romero y Leopoldo Hurtado, entre otros. La experiencia incipiente luego se extenderá con  el clásico cine club El Núcleo y con  prácticas similares en  otros lugares del  país, como Córdoba y su cineclub Hugo del Carril.
  
  Los  años sesenta se  convirtieron en  un tiempo convulsionado por la  política en América Latina y por las vanguardias artísticas en todo el continente. Así emergieron el nuevo cine mexicano, el cine imperfecto en  Cuba, el cinema novo en  Brasil y el nuevo cine argentino. Por esos  años, con  la cinefilia instalada como práctica y en salas alternativas a las  comerciales ―en  escuelas, sindicatos, clubes y centros culturales―, La Plata se convirtió en una ciudad que acunaba el cineclub como ejercicio político.
  
  Desde su hábito archivista, Vigo nos  devuelve esa  memoria con  información sobre el Teatro Cine Ideal de Calle 47 entre 7 y 8; sobre el Teatro Cine París, de Avenida 7 entre 47 y 48; el Teatro Cine  Select, de  Avenida 7 entre 55 y 56; el Teatro Cine  Avenida Hall, de 7 entre 58 y 59; el Cine Splendid, de 12 entre 56 y 57; el Cine Princesa, de Diagonal 74 entre 3 y 4; Cine Bar  América, de 51 entre 5 y 6; Cine Bar  Colón,  de diagonal 80 entre 49 y 50; Cine Sarmiento, de 5 entre 63 y 64; Teatro del Lago, del Paseo del Bosque; Sociedad Unione e Fratellanza, de  Diagonal 74 entre 3 y 4; La Gauloise, de  4 entre 45 y 46; Cine Edén Palace, de  12 entre 61 y 62; y Cine  Bar  San  Martín, de  7 entre 50 y 51. En el edificio que ocupaba el Cine París, en  la ciudad de La Plata, y el Cine Astro, en  Ensenada, la experiencia del  cineclub se inició presentando filmes en  16 mm. Un recorrido por las diagonales que atraviesan la ciudad y los alrededores ofrecía el cine como experiencia estética y cultural de una época. Algunos ya funcionando desde los años cuarenta, otros ya entrados los sesenta, pero todos con el espíritu de encontrar en los filmes proyectados una imagen de los caóticos e innovadores años en curso.

Fuente: Guereña, M. (1957). Archivo CAEV.
Dada la necesidad de los socios de exhibir programaciones en 35 mm, se adelanta ron gestiones en diversos centros de la ciudad, y fue la Biblioteca Euforion ―en diagonal 70 esquina 62, en la que se encontraba habilitado el Cine Alberdi― donde se comenzaron a proyectar estas películas, a partir del 30 de marzo de 1957. Con un número mayor de asociados, el cineclub apostaba a una extensión de la cultura cinematográfica para evitar «el languidecimiento o la esterilidad a que se condenan los circuitos culturales cerrados», según lo indicaba Vigo, en el boletín número 2, de 1957.
Fotografía 4. Xilografía (1957) de Edgardo Antonio Vigo para ilustrar un folleto
Fuente: Centro de Arte Experimental Vigo, CAEV
Como  lo hemos manifestado en  párrafos precedentes, Vigo intervino en  el armado y organización de dichas plataformas, en ruptura con  lo establecido, con  la inclusión de fichas técnicas explicativas del filme que se proyectaría, sumadas a una crítica de periodistas especializados, como el uruguayo Homero Alsina Thevenet, o personajes dedicados a la cultura, como el bandoneonista Oscar Bozzarelli o el escritor Claudio Castelmar. Estas críticas a veces se incorporaban dentro del  programa o bien se publicaban el día anterior en  el diario El Argentino o en  determinados programas de Radio Universidad. Por  estos documentos conocemos la realización de ciclos de cine europeo, con  films de Alexander Ford, Blastti, Carlos Reed,  Paul Paviot o Jean Mitry. También se exhibieron los llamados «films malditos», como Río sagrado, de Renoir; o La llanura púrpura, de Robert Parrish; y películas italianas, como Il bandito, de Alberto Lattuana; Bellisima, de Visconti; o Milagro en Milán, de Sica.
  
Pero más allá  de  sus  contenidos específicamente cinematográficos, Vigo  hizo de esos  programas de mano obras de arte en  sí mismas, por la incorporación de imágenes propias o elaboradas por otros artistas plásticos platenses.
  
  Estos  programas revelan una comunicación alternativa y facilitadora de la visibilización de aquello que los medios masivos, el sistema del  arte y el mercado expulsaban. Por  eso  mismo, la comunicación ―en  tanto constructora de  significaciones y elemento fundamental de los canales de difusión― adquiere un carácter crítico en función de considerarla como los modos de estar-con-otro; es decir, como las formas de configuración de las tramas de vinculación subjetiva que otorgan sentido a lo que llamamos la realidad y que conforman con  ello la densidad de la cultura.
Vigo fue  ―ha sido―  un incansable explorador de las formas estéticas de la cotidianeidad, a las cuales otorgó nuevos sentidos mediante todo tipo  de canales comunicativos por los cuales pudo expresar situaciones radicalmente distintas con  respecto a la invención del objeto o acontecimiento artístico y a su percepción por el público.
    
En este punto, entendemos que en  su práctica de archivo Vigo proponía un hecho comunicativo para desencadenar la  traslación de  la  mirada sobre sus  creaciones y/u objetos de registro hasta el campo de las mediaciones.
    
    
Y si uno de los tantos signos que distinguen nuestra época es la incomprensión entre las entidades individuo y comunidad, la dualidad en los intereses del artista podría ser vista como un diálogo entre el significado, el destino del individuo y sus obras. Pero está más allá o más acá del territorio del arte, como Vigo bien sabe (Zabala, H., 2004 [1987], p. 52).La realidad de las fuentes archivísticas derivadas de la actividad de los cineclubes demuestra que la mayor parte de esta documentación no se conserva en los archivos oficiales y la que se conserva está descatalogada o no se ha descrito. Es por ello que este recorrido nos ha permitido visualizar que el ser de posibilidad es tan racional como poético y que «se realiza en su búsqueda, en la creación y en la fraternidad con los otros […] tratando de comprenderse en relación con sus límites y con el fundamento que lo hace ser» (García-Canclini, 1968, pp. 100-101).
García-Canclini, N. (1968).  Cortázar: una  antropología poética. Buenos Aires: Editorial Nova.
  
Longoni, A. (2014).  Vanguardia y revolución. Arte e izquierda en los años sesenta. Buenos Aires: Ariel.
Herrera, M.  J.  (2004).   «Vigo  en   (con)   texto». En:  Espacio. Buenos Aires: Fundación Telefónica. Pp. 13-24.
Rancière, J. (2011).  El malestar en la estética. Madrid: Clave  intelectual.
Vigo, E. A. (1972).  «La calle: escenario del  arte actual». Revista Hexágono ’71 n.°  6. La Plata: E. A. Vigo (ed.).  s. p. https://libreriaelastillero.com/1796-thickbox_default/la-calle-escenario-del-arte-actual-por-edgardo-antonio-vigo-1971.jpg
Zabala, H. (2004  [1987]). «Las  obras de  Edgardo Antonio Vigo: transgresión, irregularidad, incertidumbre». En: Espacio. Buenos Aires: Fundación Telefónica. Pp. 52-53.