María Eugenia Pereira
meugeniapereira@gmail.com
https://orcid.org/0000-0001-6979-0010
Mg en Diversidad Cultural. Universidad Nacional de La Plata, Argentina
Germán Retola
germanretola@gmail.com
Doctor en Comunicación. Universidad Nacional de La Plata, Argentina
Recibido: 15 de Junio de 2020
Aceptado: 25 de septiembre de 2020
Publicado: 16 de diciembre de 2020
ISSN: 1692-5688 | eISSN: 2590-8057
Cómo citar: Pereira, M., y Retola, G. (2020). La escena del arte relacional de poscrisis. Espacios y experiencias en la ciudad de La Plata – Argentina. Mediaciones, 25 (16). https://doi.org/10.26620/uniminuto.mediaciones.16.25.2020.158-171
Este artículo de investigación se deriva de la tesis doctoral “Espacios y experiencias: arte relacional poscrisis 2001 en la ciudad de la Plata” elaborada por la Mg. Pereira y dirigida por la Dra. Lucena y el Dr. Retola, en el marco del Doctorado en Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata.
Los autores han declarado que no existen intereses en competencia.
Resumen
El presente artículo reflexiona cómo los espacios artísticos que emer- gen en la ciudad de La Plata, Argentina, en tiempos de poscrisis gene- ran nuevos modos de organización colectiva desde donde se articulan proyectos creativos, laborales, de resistencia y re existencia. En este caso, el estudio presentado, se centra en las organizaciones de artistas que son producto de la crisis política, económica, social e institucio- nal que tuvo su punto más álgido en la revuelta popular de diciembre de 2001 en Argentina y cuyos alcances podemos dimensionar hasta la actualidad. Creemos que las preguntas y la metodología de esta inves- tigación pueden ayudarnos a comprender la escena actual y, al mismo tiempo, contribuir a pensar escenarios futuros postpandemia Covid19, en tanto estamos presenciando la emergencia de nuevas escenas que configuran nuevas prácticas artísticas y nuevos modos de subjetiva- ción política que impactan en las experiencias estéticas, epistémicas y políticas contemporáneas.
Palabras clave: arte relacional, política, prácticas artísticas.
Summary
In this article we want to ask ourselves about how the artistic spaces that emerge in post-crisis times, new modes of collective organization from where creative, labor, resistance and re-existence projects are articulated. In this case, the study presented focuses on the organiza- tions of artists that are the product of the political, economic, social and institutional crisis that had its highest point in the popular revolt of December 2001 in Argentina and the scope we can measure to date. We believe that the questions and methodology of this research can help us understand the current scene and, at the same time, contribute to thinking about future post-pandemic events covid19, while we are witnessing the emergence of new scenes that configure new artistic practices and new modes of political subjectivation that impact con- temporary aesthetic, epistemic and political experiences.
Keywords: relational art, politics, artistic practices.
Sumário
Neste artigo, queremos nos perguntar sobre como os espaços artísticos que emergem nos tempos pós-crise geram novos modos de organização coletiva a partir da qual são articulados projetos criativos, trabalhis- tas, de resistência e de re-existência. Nesse caso, o estudo apresentado enfoca as organizações de artistas que são produto da crise política, econômica, social e institucional que teve seu auge na revolta popular de dezembro de 2001 na Argentina e cujo escopo podemos medir até o momento. presente. Acreditamos que as questões e a metodologia desta pesquisa podem nos ajudar a entender o cenário atual e, ao mesmo tempo, contribuir para pensar em futuros cenários pós-pandêmicos, covid19, enquanto assistimos ao sur- gimento de novas cenas que configuram novas práticas artísticas e novos modos de subjetivação política que impactam as experiências estéticas, epistêmicas e políticas contemporâneas.
Palavras chave : arte relacional, política, práticas artísticas.
«para juntos practicar nuevas formas de encarar esta densa realidad, oh» (canción de la banda de rock platense Virus)
El presente trabajo tiene como objetivo dar cuenta de cómo se constituye el problema de investigación que impulsa el desarrollo de la tesis doctoral “Espacios y experiencias: arte relacional poscrisis 2001  en  la ciudad de la Plata” elaborada por la magister María Eugenia Pereira y dirigida por la doctora Daniela Lucena y el doctor Germán Retola, en el  marco del  Doctorado en  Comunicación de  la  Universidad Nacional de  La  Plata. La tesis se propone elaborar diversos mapas reflexivos de los debates sobre las prácticas y los saberes que atraviesan el problema de investigación y que, a su vez, generan nuevas preguntas y cartografías.
En  el  proceso, queremos reconocer y  aprender de  las  rupturas, continuidades y tensiones que se  pueden encontrar entre las  experiencias de  los  espacios artísticos autogestionados de  la  ciudad de  La Plata y los  espacios tradicionales de  generación y circulación de  arte como museos, salas de  exposiciones y/o instituciones culturales del Estado. El cartografiado cultural que propone el proceso investigativo permite conocer cómo son  los  vínculos con  otras iniciativas artísticas y cuáles son  las  relaciones con los  territorios donde inscriben sus   prácticas. Al  mismo tiempo, evidencia la  trama de  relaciones que sostiene cada espacio artístico. Finalmente, en  este mismo sentido, promover el diálogo entre las  experiencias que toma la presente investigación con  las vinculadas a las Tecnologías de la amistad de Roberto Jacoby, experiencias que tuvieron lugar a fines de los años noventa del siglo  anterior y durante el primer decenio del XXI, en Buenos Aires.
Sostenemos que las  prácticas artísticas que son  las  unidades de  análisis de  este trabajo de investigación tramaron algo  en común, tejieron una red amplia de discursos, recursos,  sentidos  y  relaciones para  resistir  en   contextos  de   crisis.  Por   lo  tanto, produjeron aprendizajes que, en tiempo de aislamiento social y preventivo por Covid19, son  referencia para la  creación artística colectiva y se  entrecruzan en  un continuum de multiplicidades que surgen del  afán de co-construir y sostener modos de vida otros. Actualmente,  en  el  año 2020,  resulta necesario desentramarlas para hacer visible, lo invisible, para que puedan leerse como ámbitos de  oxigenación creativa, intelectual y afectiva; lugares vitales desde los  cuales sostenerse y construir con  otros y aportar de algún modo al campo de la comunicación, el arte y la política.
En  mayo de  2003,  tuvo lugar en  el  Museo de  Arte  Latinoamericano de  Buenos Aires, MALBA, la  mesa “Arte  Rosa  Light  y Arte  Rosa  Luxemburgo” organizada por Roberto Jacoby. El propósito del  encuentro era “contribuir a que no  se establecieran falsos ejes de debate entre la apoliticidad del arte light  ni la politicidad del arte “Rosa Luxemburgo” y crear un ámbito de  conversación que intentara intercambiar experiencias y puntos de  vista, articular pensamientos acerca de  una cantidad de  iniciativas autónomas de artistas que venían trabajando desde hace algunos años. Cabe  recordar que Roberto Jacoby, que fue  uno de los artistas vinculados al Instituto Di Tella  y a Tucumán Arde, se define como uno de  los primeros conceptualistas políticos, en  Argentina. Jacoby, en  su exposición, señaló como dañino que el arte político fuera entendido en sentido estrecho.
En  el  transcurso del  debate, se  encontraron innumerables puntos de  contacto y colaboración entre artistas considerados light  y artistas políticos que demostraron que esas categorizaciones son  inexactas e inconducentes. En la misma línea, consideramos que el arte no puede estar disociado de la política, porque el arte, y la política, proponen que los  sujetos (de   manera  individual y/o  colectiva) puedan  repensar  su   mundo, transformarlo y reposicionarse al respecto. En esta tensión entre arte y política es que vamos a intentar unir retazos, juntar deshechos, mostrar monstruos y, de  esta forma, nuestra ciudad -cuadrada, prolija y chata- se  tornará sinuosa, barrosa y por qué no, barroca.
Como afirmábamos, el presente trabajo tiene como objetivo historiar las experiencias de  espacios vinculados al arte que surgieron luego de  la crisis del  2001,  en  la ciudad de La Plata. En este sentido, es interés de  esta investigación recuperar, al modo de  Walter Benjamin, los  relatos (desechos) de  quienes impulsaron y  vivenciaron las  siguientes experiencias: Tormenta, Cosmiko, Residencia Corazón, Siberia, Mal  de  Muchos y Felina Superheroína.  Dichas personas  provienen  de  diferentes disciplinas artísticas, y  estas experiencias le han posibilitado hacer diferentes desplazamientos disciplinares, moverse de  su  origen y  acopiar nuevas prácticas de  producción artística y  política, como lo demostraremos más adelante.
  
  En  sintonía con  lo  que plantea Suely  Rolnik (2001),  cuando dice  que el  arte es una  práctica de   experimentación que participa  de   la  transformación  del   mundo, aprenderemos de los modos de hacer de estos colectivos de artistas, donde lo político es 
  desarrollado en  la praxis, en  la generación de  vínculos experimentales, autopoéticos y autorreferenciales, formas de organización, de producción, reflexión artística de cómo se hace, qué es arte y de sus  relaciones con  la vida. A su vez, en  este cartografiado tesis, indagamos en  sus  estrategias de  organización, prácticas y modos de  producir obra y vincularse con los diferentes públicos, con la intención de aportar al entramado político y artístico.
  Consideramos que estas prácticas de gestión artística tuvieron una presencia periférica, fueron autogestoras y se constituyeron en ámbitos de presentación, exhibición y circulación que pusieron en  tensión los modos tradicionales donde el hecho artístico se produce y se reproduce. Asimismo, nos  preguntamos por qué estos espacios constituyeron una escena emergente y alternativa o un nuevo escenario en la construcción del relato de lo que fuera el mundo del arte durante la primera década del siglo XXI.
También, es  de  nuestro interés establecer un dialogo con  las  “Tecnologías de  la amistad” de Roberto Jacoby (abril 2007) que consisten, en términos generales, en prácticas colaborativas sostenidas en  lazos de  amistad y que parten de  la irreductibilidad de  la fusión del  arte y la  vida. El arte entendido como la  expectativa vital de  incidir en  el surgimiento de territorios de creación siquiera mínimos, en  condiciones de autonomía y libertad, al  margen de  las  disciplinas, las  jerarquías o los  estamentos preexistentes, es que surgen las  “tecnologías de  la amistad”. Estas son:  Bola  de nieve, Proyecto Venus, Revista Ramona y La castidad, entre otras.
Creemos que resulta enriquecedor poder contar con  trabajos de  investigación que aborden  problemáticas diversas desde una  perspectiva comunicacional y  a su   vez, situada en  lo local  (ciudad de La Plata). En ese  sentido, recuperamos algunos trabajos de investigación que abordan el arte activista en el espacio urbano donde se demuestra que, desde el campo de la comunicación, se generan herramientas estratégicas para reflexionar sobre nuestra realidad y así,  incidir de  algún modo en  la transformación social (López, 2011,  2017).  Y en  este sentido, para ubicar las  cartografías, vamos a hablar primero del lugar: la ciudad de La Plata.
En principio, La Plata es una de las pocas ciudades en el mundo que fue planificada y construida en su totalidad antes de ser habitada. Era un proyecto racionalista e higienista que iba a demostrar el triunfo de la ciencia por sobre cualquier otra posible episteme. De allí que la Universidad, que se inicia con  un sesgo investigativo positivista, se desarrolla como un polo  para la formación de estudiantes de toda Argentina y América Latina. Si observamos los  planos de  la  ciudad, vamos a observar una organización perfecta del espacio.
  
  Una  ciudad cuadrada, conectada por diagonales, que tiene cada seis  cuadras una plaza. Los edificios más importantes de la ciudad, son  palacetes que marcan la imagen del poder que iba  dar relevancia a la nueva urbe. Entre ellos  se destacan, como en  toda localidad: la Catedral, la Gobernación y la Municipalidad. Pero, con  el mismo nivel de importancia, también se  construyeron los  Teatros oficiales (El Argentino y el  Teatro abierto del  Bosque), la  Universidad, el Zoológico y los  Museos. Es decir que, desde su fundación, hubo una pretensión de  que el arte y la ciencia, estuvieran presentes en  el paisaje de la flamante capital de la provincia de Buenos Aires. Pero, ¿qué pensaban los fundadores cuando pensaban al arte?
  
Sin duda, el habitar situado modificó a La Plata, con  el transcurrir del  siglo  XX; el cuadrado se rompió, la ciudad se expandió sobre lugares no  pensados, se conformó un conurbano signado por la  desigualdad. Fue  una de  las  ciudades más afectadas por la última dictadura cívico-militar, ya que en sus  calles y plazas se gestaban nuevas formas políticas y artísticas que fueron brutalmente reprimidas, teniendo nuestra Universidad el caudal de desaparecidos más alto  del país.
  
  Kury y Abelleira (2012)  afirman que, desde los comienzos del  rock nacional ya en democracia, la  ciudad de  La  Plata se  caracterizó por tener un amplio movimiento de creación artística, cuya producción alcanzó niveles nacional centrales (como la banda de rock Virus, por ejemplo). 
  
  También Kury y Abelleira afirman que esto  se debe a que la ciudad de La Plata se caracteriza por el fluir permanente de jóvenes de distintos orígenes, por un lado, por su condición geográfica y por otro por la presencia de la Universidad Nacional de La Plata. A su  vez,  resaltan que este mundo universitario alimenta la producción artística local, espacialmente el rock. (Kury y Abelleira, 2012).
  
Consideramos que este contexto urbano, con  menor escala que la Ciudad Autónoma de  Buenos Aires, tiene la constante transacción de  flujos materiales e inmateriales entre personas -en particular de jóvenes- ideas y valores. Sin embargo, las relaciones e intercambios que la  ciudad promueve se  encuentran atravesadas por lógicas de  conflicto e intereses diversos que se traducen en  una percepción del  territorio como en  permanente tensión. Las experiencias artísticas con las que trabajamos se montan sobre este mapa de tensiones.
  
Aquí  se toman en cuenta los artículos publicados por Matías López en relación a la dimensión política y disruptiva del  espacio público en  experiencias de  intervenciones simbólico- culturales que se desarrollaron en la ciudad.
  
  
Planteamos que el espacio público urbano –sus calles, paredes, plazas y veredas–es tomado como un recurso para poner de manifiesto tensiones, reclamos y discursos sobre diferentes acontecimientos sociales y políticos que atraviesan y construyen la realidad, reconfigurando parte de las narraciones de la trama urbana. Estas acciones generan un desplazamiento de la ciudad concebida a la ciudad practicada. Es decir, de la ciudad pensada y construida como cuadrícula, como ámbito cerrado, a una ciudad vivida y ejercida desde las relaciones y apropiaciones –dispares, contradictorias, disruptivas, conflictivas–. (López, 2011: 3).
El mismo autor afirma que existe una nueva escena cultural en la ciudad de La Plata a partir de lo que él define como: espacios culturales emergentes. La palabra cultural los distingue de las galerías o espacios de arte, terminología que nos resulta útil para poder definir las experiencias con las que trabajaremos y no limitar sus prácticas. Además, manifiesta que estos nuevos espacios ponen en escena una nueva camada o generación de productores culturales. (López, 2013).
El trabajo de tesis se propone como un aporte desde una perspectiva crítica al campo de  la  comunicación/arte en  relación al  surgimiento de  espacios artísticos que ponen en  tensión los modos de  circulación, exhibición y producción artística; reactualizan el debate sobre arte y política.
  
En el proceso de tesis planteamos los siguientes núcleos de debates, entre otros:
  
  
Según la propuesta de  Bourriaud, el arte se instala en  el intersticio social, en  esa  zona de  actividad económica que escapa a la  regulación; la  obra de  arte es  en  sí misma u intersticio social. Y lo que la obra de  arte propone es un modelo de  organización, una forma, algo que puede ser  trasladado a la vida cotidiana, o algo que puede ser  apropiado por el receptor, ya no concebido como espectador pasivo sino como agente que interactúa con  la propuesta artística.
    
Desde esta perspectiva, y procurando la  apertura al  diálogo, las  obras producen espacio-tiempos relacionales, experiencias interhumanas y generan esquemas sociales alternativos, modelos críticos de construcción de las relaciones amistosas. Como destaca el  autor hoy  “Parece más urgente inventar relaciones posibles con  los  vecinos, en  el presente, que esperar días mejores” (2006,  p.  54) y se  plantea aquí una opción frente a la utopía: la ‘Utopía de  la proximidad’; como la condición de  las  obras seleccionadas por él,  y que a su  juicio, burlan la  cosificación del  mundo imperante y se  atreven a enaltecer los vínculos intersubjetivos porque: “la utopía se vive  hoy  en  la  subjetividad de  lo  cotidiano, en  el  tiempo real de  los  experimentos concretos y deliberadamente fragmentarios” (2006: 45).
    
    Desde el Sur, autores como Reinaldo Ladagga, Andrea Giunta, Ana Longoni, Roberto Jacoby, Syd Krochmalny entre otros, reflexionan y discuten sobre lo que sucedía con  las prácticas artísticas en  la escena argentina de fines de los noventa y primera década de 2000.  Como  afirmaba al principio de este trabajo, reconocen el estallido popular del  19 y el 20 de  diciembre de  2001  como una bisagra, un antes y un después que supuso la reconfiguración de  las  prácticas artísticas, en  tanto prácticas de  experimentación que participan de la transformación del mundo (Rolnyk, 2001: 6).
    
    Estas experiencias por su  carácter novedoso y colectivo, llamaron la atención de ensayistas, teóricos y críticos de  arte que intentaban encontrar marcos conceptuales desde donde poder interpretar, traducir lo que estaba sucediendo. Reinaldo Ladagga en  “Estética de  la emergencia” (2006)  se propone comprender el surgimiento de  estos proyectos como producto del agotamiento del paradigma moderno, de disipación de las obras de arte entendidas de acuerdo al modelo dominante del  siglo  XVIII y XIX. En este régimen, él lo llama así,  el artista es  quien, desde un retiro, constituye una aparición separada y saturada, por eso mismo, de exterioridad. En el siglo  XIX, la idea dominante es que el arte debe practicarse en  la producción de  objetos o de  eventos separados del mundo. El presupuesto del  antiguo régimen estético es: lo familiar es asfixiante, el arte es liberador en tanto que rompe lo familiar e introduce lo otro. Con la globalización, las transformaciones del trabajo, la emergencia de la red y de nuevas formas de individuación mediante, desde fines del siglo XX asistimos al nacimiento del nuevo régimen práctico de las artes. Estos  grupos generan colecciones de textos, de películas, de bandas de sonido, paquetes de información que reenvían y que rara vez o nunca terminan de estabilizarse. Y diseñan estructuras para la  exhibición de  estas producciones, que muchas veces tienen lugar en  espacios inhabituales: en  encrucijadas, más que en  salones apartados. En definitiva, en el régimen práctico no se producen tantas obras enmarcadas en límites precisos, sino comunidades experimentales, procesos abiertos y cooperativos, formas de vida y mundos comunes.
El objetivo esencial está sintetizado en la expresión tecnologías de la amistad. Es el arte de conectar a la gente. O también, de tejer redes, de cruzar fronteras simbólicas, de multiplicar las oportunidades de encuentros fértiles.
      
Andrea Giunta, filósofa e investigadora del  arte, en  su  libro Poscrisis (2010)  realiza una caracterización de finales del siglo XX, y principios del XXI, donde el arte se insertaba en  el  ritmo de  las  transformaciones que se  vislumbraban  como fin  de  un periodo. La ciudad se  colectivizaba y también las  formas de  producción artística. Giunta, al  igual Ladagga, vuelve sobre la imagen que se agota del  artista aislado en  su taller quien para volver a inscribir su  nombre tendría que hacerlo desde un colectivo. De esta forma se reactualizó el debate sobre el vínculo entre arte y política. Si bien quienes habían formado parte de  la  tradición local  del  arte político reclamaban la  construcción de  genealogías y el reconocimiento de  antecedentes como Tucumán Arde o el Siluetazo, la percepción era la  de  un cambio radical de  escena. Grupos de  jóvenes participaban de  escraches, asambleas, tomas de fábricas y sentían que eran parte de la experiencia colectiva con  el poder de transformar el presente. Estas manifestaciones tenían un fuerte impacto en  las prácticas artísticas. Aunque el origen de ellas puede rastrearse ante de la crisis del 2001, la radicalidad del cambio, la sorpresa, la velocidad con que se sucedía produjo la percepción de  que todo lo que acontecía colocaba a las  prácticas artísticas en  un nuevo punto de partida. Dentro de esta escena, se pueden identificar los colectivos Grupo de Arte Callejero, GAC, grupo Etcétera, ¡Arde! Arte,  Taller Popular de Serigrafía, vinculados al arte activista. Ana  Longoni investigadora que trabaja sobre arte y política se refiere a estos grupos en su  trabajo “Encrucijadas del  arte activista en  Argentina” (2011).  Reconoce el  auge que tuvieron al calor del  estallido popular de  diciembre de  2001  con  el protagonismo de  los movimientos sociales de desocupados, asambleas barriales y con quienes los colectivos de artistas se vieron interpelados e involucrados en  el reclamo de un cambio rotundo en  el sistema político y social del país bajo el lema “que se vayan todos.”
      
Syd Krochmalny (2011), investigador sobre arte contemporáneo argentino, retoma los  trabajos de  Giunta y Longoni sobre las  características de  este periodo y realiza un recorrido sobre los  vínculos entre los  modos de  producción del  arte y  los  avatares de  la  vida social y política iniciada con  la  crisis del  2001.  En  este sentido, hace foco en  los  modos en  qué algunos artistas se  anticiparon a este fenómeno y desarrollaron nuevas formas de  asociación en  espacios auto organizados con  proyectos artísticos que se caracterizan por la producción de relaciones y formas sociales, sea  una galería de arte, una editorial, instalaciones, performances o proyectos que se gestaron luego del  2001 hasta convertirse en rasgos del período.
      
Krochmalny afirma que hacia fines de los noventa emergieron numerosos grupos, colectivos, redes con autonomía de las instituciones estatales y privadas del sistema del arte y que esta tendencia no fue  solamente local, sino que caracterizó el arte contemporáneo internacional. Sin embargo, estas manifestaciones se amplificaron con  la crisis del 2001 y con  los  antecedentes de  Tucumán Arde, convirtiendo a Argentina en  un emblema global de tendencias en autogestión y activismo, político y artístico.
Por  otra parte, en  los  trabajos de  Matías López (2011,  2017)  y Magdalena Pérez Balbi  (2012,  2020),  encontramos unas referencias a la  escena de  La  Plata y en  donde coinciden en  establecer otra temporalidad que se emparenta con  el surgimiento de  las experiencias que nos  proponemos analizar en nuestro trabajo.
        
López analiza las  prácticas de grupos de arte urbano que intervienen en  el espacio público para  visualizar y  producir  debates sobre los  usos del   espacio  público,  las frustraciones y deseos colectivos “donde se desenvuelven los  dramas del  presente pero también se traman los proyectos de  cambio” (López, 2017:  8). En su  tesis doctoral sobre estos colectivos artísticos toma dos  temporalidades 2006-2011 donde se  registra cierto momento de reflujo, emergencia, alza de este tipo  de prácticas en  relación a situaciones políticas que impulsaron reclamos callejeros en  la  ciudad en  ese  mismo lapso. Y una segunda temporalidad, 2012-2015, donde  se  analizaron otras intervenciones culturales que surgieron en el curso de su investigación.
        
Por  su parte, Magdalena Pérez Balbi  (2020)  analiza tres casos locales de activismo artístico: Ala  Plástica, los  escraches a genocidas y centros clandestinos de  detención de  HIJOS La Plata y la Mesa de  Escrache Popular, y las  acciones online de  LULI por la desaparición de J. J. López, con  el objetivo de dar cuenta que no  son  experiencias cuyo fin último es producir una obra de arte sino intervenir en  y desde lo político. Así como en  las  experiencias que analiza López (2017),  todas esas intervenciones en  el espacio público hacen y construyen ciudad, y pueden ser  estrategias para interpelar al otro y establecer lazos comunicativos. Si bien, ambos autores trabajan con  otros colectivos, coinciden con el presente trabajo en desarticular la idea de fin último como obra de arte y la falsa dicotomía arte vs. política, desde el análisis de experiencias locales y recientes.
Ahora bien, nuestra principal estrategia metodológica es el cartografiado cultural, que, retomando  la  propuesta de  Jorge González, de  Frentes Culturales, se  buscará construir una herramienta para hacer observables “los modos históricos, estructurales y cotidianos en  los que se construye una urdimbre de relaciones de hegemonía en  una sociedad determinada.” (González, 1996: 3).
          
Esta técnica de investigación nos permitirá obtener los materiales que fundamenten y ajusten nuestras preguntas iníciales, pero, sobre todo, nos  permitirá registrar el andar y trazar un mapa.
          
          El ejercicio de  elaborar mapas, cartografías y marcar lugares en  un territorio se construye por representaciones del  mundo que pueden ser  diversas, contradictorias y hacer estallar las  propias referencias. Un  mapa no  es  un fin,  es  un medio. Es una de  las  múltiples herramientas que, mediante la  delimitación de  un escenario durante un periodo determinado, permite dimensionar los alcances, los vínculos entre y de  las prácticas de  los  espacios artísticos. Es una excusa para caminar un camino incierto, un camino para construir-nos a partir del  objeto. Y esa  incertidumbre que genera el hecho de  que la  cartografía no  es  un fin,  o un producto acabado, permite salirse de una forma preestablecida y tener la posibilidad de  (re)inventar los modos de  transitar esos  territorios al hacer esta cartografía; es decir, aplicar performatividad a un estudio comunicacional.
          
          Desde la perspectiva de Jorge A. González “hacer una cartografía implica necesariamente ejercer el arte de trazar un mapa”. (González, 1995, p. 143). De este modo, el mapa “es un instrumento que muestra una serie de  relaciones entre elementos registrados bajo un código explícito y con  ello nos  vuelve observable una configuración de la realidad. El mapa, objeto semiótico complejo, está hecho para  significar, y  en  la  medida que significa con  precisión, nos  sirve para representarnos una realidad desde un punto de vista y desde una escala”. (González, 1995, p. 153).
          
Es la excusa para caminar el territorio, producir diálogos, reconocer, identificar las prácticas que estos espacios artísticos realizaron en  la ciudad en  el período indagado y, a la vez,  (re)construir la trama colectiva de intensidades y flujos, apuestas y puestas en acto, subjetividades y enunciados tejida en su entorno espacial, histórico y cultural.
Las  experiencias de  espacios culturales con  los  que trabajaremos son:  el  grupo “Tormenta  salvaje”, “Cosmiko”, Residencia Corazón, Siberia. La elección particular de cada caso no  responde a preferencias de  contenido ni  la  relevancia respecto a otras experiencias, sino a la amplitud de criterios y disciplinas desde las cuales se construyen y a la correlación entre los discursos, las prácticas en  las que intervienen en  función de sus  objetivos.
            
Ahora bien, nos  interesa describir brevemente cuáles son  estos espacios y hacer una aproximación a las prácticas que desarrollan.
Cösmiko– un río con un movimiento constante- : se define como “galería de arte: club de amigos”, ubicado una casa antigua de las calles 71 y 10, abrió sus puertas en 2010 y conforma un polo de producción cultural en la zona sur-este de la ciudad. Las principales actividades del espacio consisten en realizar exhibiciones y muestras mensuales, obras de teatro, talleres intensivos, recitales y fiestas. Otra de sus propuestas es la peluquería “Corte Salvaje” que funciona en el espacio. Y con la cual en unos años funcionaron en conjunto con Tormenta. El colectivo de artistas que compone este proyecto, se caracteriza por participar en actividades vinculadas a la militancia LGTB a nivel local, organizan encuentros, charlas y acciones destinadas a la lucha por la diversidad sexual y se identifican con el movimiento Queer (s.f.).
Siberia comenzó siendo Isla, un proyecto de distribución y venta de libros y fanzines de editoriales en su mayoría independientes que funcionó primero en la casa de su impulsora, en Mal de Muchos (tienda de ropa y diseño y también galería) y en la tienda del Museo de Arte Latinoamericano. Luego tuvo sede en dos lugares donde pudieron desarrollar una propuesta de exhibiciones prolífera, tanto en el salón principal como en el sótano y la trastienda. En su proyecto de galería se definía como “una Galería y Librería de arte y diseño contemporáneo, única en la ciudad de La Plata. Bastión del arte local y espacio de pertenencia de artistas jóvenes emergentes temerarios y audaces. Un lugar en el que se vinculan las artes visuales, la música y la literatura en distintos eventos, inauguraciones y talleres.” En 2016 y debido al gran aumento del alquiler se fusionó con el café Big Sur y conformaron Big Siberia hasta mayo de 2019, mes en que debieron cerrar sus puertas por la suba desmesurada de tarifas de gas, luz y materias primas. El proyecto según Magdalena, es seguir con la librería.
En principio debemos recordar que el objetivo principal del trabajo es historiar las experiencias de espacios vinculados al arte que surgieron luego de la crisis del 2001 en la ciudad de La Plata para recuperar los relatos de aquellos que las vivenciaron y conocer cuáles son  los significados, representaciones y transformaciones que produjeron en  las prácticas artísticas locales.
              
En esta cartografía vamos a conocer cuál fue  la relación de  los espacios artísticos con el territorio y si este vínculo incide en transformaciones de otro tipo. También es un propósito comparar la escena del arte y la cultura durante la poscrisis 2001 en la ciudad de La Plata con  la escena posdictadura y tal  vez,  la escena en  el tiempo intermedio que representa el aislamiento social preventivo, contexto de la escritura de este artículo.
              
Una de las cuestiones a resaltar del proceso es que en todas las experiencias notamos, como bien lo decía Jacoby en  el año 1968, que “el arte no tiene ninguna importancia, es la  vida la  que cuenta” (Longoni, 2011:117). Y el  espectador ya  no  es  un desconocido silencioso, sino un colaborador activo que realiza acciones orientadas a modificar estados de  cosas inmediatos en  el  mundo. La  modalidad de  producción se  construye directamente en  mundos de  vida (o interviene en  ellos). Lo que se  hace no  son  tanto obras-eventos que magnetizan o agreden al espectador, sino contextos de investigación y aprendizaje colectivo, laboratorios donde la trama de  vivencias es lo fundamental y fundante.
              
En el proceso de esta investigación realizada hasta el momento podemos concluir que efectivamente, cada colectivo produce  vínculos y  conexiones, visibilización de esas conexiones, interrogación sobre lo conectado. Esto  se compara con  lo que afirma Ladagga (2006)  al  decir que son  proyectos irreconocibles desde la  perspectiva de  las disciplinas, en tanto son  indisciplinados. Al mismo tiempo, hemos confirmado que estos espacios habilitan a la conformación de modos de vida disidentes a la hegemonía de la producción artística, en tanto se descentran de la obra como mercancía o como elemento de consumo.
              
              Asimismo, podemos afirmar que el espectador se libera del  lugar del  consumidor pasivo, porque es parte de la trama de los espacios. En este sentido, comprobamos que los  espacios producen desde prácticas colaborativas sostenidas en  lazos de  amistad y que parten de la irreductibilidad de la fusión del arte y la vida. Esto se corresponde con una noción de  arte, que se  entiende como la  experiencia vital donde podemos surgir como comunidad de  reconocimiento, donde las  diferencias no  están mediadas por las jerarquías, donde el miedo a transformarse se disipa en  el colectivo que crea desde el derrumbe, el deseo. Así es como en este artículo concluimos que el arte permite producir territorios donde la autonomía y la libertad son  los pilares de  la construcción política. Entendemos que son  espacios que están al margen de las disciplinas, de los estamentos preexistentes, de  los  aprioris, son  verdaderas  tecnologías de  la  amistad que operan construyendo subjetividad política. Es por ello  que consideramos que investigar sobre estas prácticas nos  permite encontrar en  claves para comprender la  escena actual de crisis. En síntesis, nuestra pregunta es: ¿Qué  tanto de estas experiencias emancipadoras se trasladan a la construcción de un proyecto de ciudad, de país o de mundo?
Bourriaud, N. (2008).  Estética relacional. Adriana Hidalgo Editora.
              
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