Artículo de investigación.

Comunicación y nuevo comunalismo: discurso y realidad en comunidades indígenas de Chiapas y Oaxaca en el sur de México

Communication and new communalism: speech and reality in indigenous communities of Chiapas and Oaxaca in southern Mexico

Comunicação e  novo comunalismo: discurso e realidade nas comunidades indígenas de Chiapas e Oaxaca no sul do México.

María Guadalupe Trejo Estrada
lupitatrejo@uvaq.edu.mx
Doctora en Filosofía, Maestra en Comunicación y Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Docente e investigadora de tiempo completo en la Universidad Vasco de Quiroga y profesora de asignatura en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo – Mexico.

ISSN: 1692-5688 | eISSN: 2590-8057
Recibido: 5 de febrero de 2019
Aceptado: 2 de abril de 2019
Publicado: 12 de diciembre de 2019

Cómo citar: Trejo, M. (2019). Comunicación y nuevo comunalismo: discurso y realidad en comunidades indígenas de Chiapas y Oaxaca en el sur de México. MEDIACIONES, 15(23),131- 162. https://doi.org/10.26620/uniminuto. mediaciones.15.23.2019.131-162.

Conflicto de intereses: los autores han declarado que no existen intereses en competencia.


Resumen

El  trabajo problematiza  sobre  las   contradicciones entre  un discurso que propone que la comunicación en  las comunidades indígenas maya-tojolabales de Chiapas y las del estado de Oaxaca es representativa de un tipo  de democracia superior y evidencia sobre la inequidad y violencia de  género presente en  dichas comunidades. El análisis se  basa en   la necesidad de  develar la  posible contribución  de  este discurso a la dominación que viven las  mujeres en  ellas o,  por el  contrario, a su  liberación, y se  realiza a partir de  un enfoque de  género. La  metodología utilizada proviene del análisis crítico del discurso. Los resultados revelan una ideología patriarcal en  el discurso analizado, que no  invalida sus  aportaciones a la construcción de  una sociedad de  la  comunicación, sobre todo debido a que la  comunicación comunitaria descrita por aquél puede servir de  modelo para el resto de los niveles del sistema social.

Palabras-clave: comunalismo, discurso, ideología, indígenas, violencia de género.

Resumo

O trabalho discute sobre as  contradições entre um discurso que propõe que a comunicação nas comunidades indígenas maya-tojolabales de  Chiapas e  oaxaqueñas no   México é representativa de um tipo superior de democracia e a evidência sobre a desigualdade e a violência de gênero presentes nestas comunidades. A análise se baseia na necessidade de descobrir a potencial contribuição deste discurso à situação de dominação que as mulheres vivem nelas ou, pelo contrário, a sua liberação e  foi  feita  com   uma  abordage de   gênero. A  metodologia utilizada é análise crítica do discurso. Os resultados apontam para a existência de  uma ideologia patriarcal  no  discurso analisado, o  que não invalida as  suas contribuições para a construção de uma sociedade da comunicação, especialmente porque a comunicação comunitária descrita por esta corrente pode servir como um modelo para o resto dos níveis do sistema social.

Palavras-clave: comunalismo, discurso, ideologia, indígenas, violência de gênero.

Abstract

The  dissertation shows problems regarding the contradictions in  the  discourse that proposes that communication in  some mexican indigenous communities, such as maya-tojolabales in Chiapas and others in  Oaxaca, represents a superior type of democracy and the  evidence of inequity and gender violence in those same communities. Analysis is based in the necessity to  expose the  possible contribution of  this discourse to  the situation of domination that women suffer or, on the contrary, their liberation, and is made from a gender approach. The methodology used is  critical discourse analysis.The results suggest the  existence of a patriarchal ideology in the  analysed discourse. This,  however does not  invalidate its  contribution for  building a communication society; especially because the community communication described by this current thought, can be seen as a role model for other levels of the social system.

Keywords:  communalism,  discourse, ideology, indigenous, gender violence.


Introducción

Este  trabajo parte de  identificar una contradicción entre la situación de violencia que viven las mujeres en  las comunidades indígenas de   México y  un discurso propuesto y  avalado por intelectuales y académicos de distintas procedencias, en el sentido de la existencia en ellas de una comunidad ideal de comunicación1. Este  discurso es conocido como del  nuevo comunalismo. En este análisis, se entiende por discurso un conjunto de textos lingüísticos interrelacionados por una temática particular; posiblemente, portadores de  una cierta ideología, producidos en  un contexto histórico social, que pueden ser  ubicados en un género discursivo particular y ser  concebidos como una práctica social. El discurso en  su  calidad de  práctica social no  sólo  está “…moldeado por las  situaciones, instituciones y  estructuras sociales”, sino que también les da forma (Fairclough y Wodak, 2001, p. 367).

En el presente documento se seleccionan algunos elementos de una tesis doctoral de  Filosofía (Trejo, 2014),  relativos a las  preguntas que guiaron dicha investigación y que fueron planteadas en  los siguientes términos: ¿Existe en el discurso del nuevo comunalismo mexicano una propuesta de comunicación dialógica e igualitaria (de  democracia participativa2) respecto de  todas las  relaciones de  comunicación existentes dentro de  la  comunidad indígena o sólo  de  algunas de  ellas y, si es  así,  de  cuáles? ¿Qué  aporta este discurso a la construcción de una sociedad de la comunicación?

El  objetivo central de  este trabajo se  planteó en  términos de develar, si  existiera, una  ideología sexista en   el  discurso del llamado “nuevo comunalismo” en  México o, por el contrario, aportar a la idea de que en  este discurso se halla, como aseguran sus  autores, un modelo de  democracia que debiera ser  ejemplo para todos los mexicanos.

La selección se centra en particular en la presencia y participación de  las  mujeres en  las  instancias decisorias de  las  comunidades que sirven de  referente al  corpus a analizar. Como  elementos teóricos se  recurre a, entre otros, algunos principios de  la  ética discursiva propuesta por Axel Honneth.

1. Sobre la dominación y la violencia de género en México3

1.1 Panorama nacional

El machismo puede ser  calificado como una ideología hegemónica en  México, por lo que se halla presente con  sus correspondientes representaciones en las prácticas cotidianas como un elemento que atraviesa las  distintas culturas particulares de   este país, incluidas las   culturas  indígenas. Esta  ideología, sin  embargo, bien puede estar en proceso de cambio como consecuencia de las ideologías de resistencia de los  grupos y movimientos feministas y por la  defensa de  los derechos humanos con  las que entra en conflicto, así como de sus  correspondientes prácticas sociales.4

La   estructura de  una ideología (en  la que se   incluyen, entre otros elementos, la pertenencia, los  valores, la posición y las relaciones de  grupo) está orientada a establecer la identidad del  grupo y al hacerlo establece también la diferencia con  los otros grupos y las  relaciones con  ellos  (Van Dijk, 2000,  p. 95). Por  tanto, el objeto de  estudio fue  la  propuesta de  identidad que la comunidad académica del nuevo comunalismo propone para la comunidad indígena en México, con los objetivos antes expuestos.

En relación con  la violencia de  género en  México, el Instituto Nacional de  Geografía, Estadística e  Informática, INEGI,  ha realizado cuatro Encuestas Nacionales sobre la  Dinámica de las  Relaciones en  los  Hogares (ENDIREH  2003,  2006,  2011  y 2016)5 y publicado varios documentos con  los resultados. En ellos se revela la verdadera dimensión de esta violencia en el país.

Del total de información recogida por la ENDIREH del  INEGI de 2003,  la ejercida por la pareja mereció una publicación especial del  Instituto con  el título de Mujeres violentadas por  su pareja en México (2004),  lo cual habla de  la importancia de  esta particular manifestación de la violencia de género en él.6

La violencia por parte de la pareja es la que más casos reporta en el país. Y aunque el porcentaje de mujeres que sufren de violencia física en  la pareja es de sólo  13.1%,7 el total de  mujeres que han sufrido o sufren cotidianamente de éste u otros tipos de violencia de género en  esta relación representa el 47% de las de 15 años y más.8 Así, en México, prácticamente una de cada dos mujeres con pareja ha sufrido violencia de  algún tipo  en el ámbito privado o doméstico (emocional, económica, sexual o física).

La violencia de  parte de  la pareja permite observar la ideología machista en  acto, es el instrumento para garantizar la sumisión de  la mujer en  el ámbito doméstico, la búsqueda del  control de sus  actos y su  mente y, en  consecuencia, el  mantenimiento de la  dominación de  género como “un  hecho cultural que hace de la  mujer un ser  inferior” (INEGI, 2004,  p.  X) y que se  perpetúa generación tras generación “…conforme las nuevas generaciones aprenden de  las  anteriores, así  como las  víctimas de  sus agresores…” (AMIC, 2011).

Al hablar del  poder social como la  capacidad de  un grupo de controlar los actos y las  mentes de  otros grupos, Van Dijk señala que este control rara vez es absoluto y que los grupos dominados pueden bien resistirlo o, por el contrario, participar de una falsa conciencia que lo  legitima en  contra de  sus  propios intereses (2005,  p.  354  ss.).  De  esta manera,  según Torres Falcón, “…la obediencia de  las  mujeres no  se  da  de  manera  ciega, pasiva y sin  cuestionamientos, lo  que equivale a decir que desarrollan diversas estrategias para resistir” (2004,  p.  16).   Aunque, como era de  esperarse, de  acuerdo a los  datos estadísticos de  la ENDIREH 2006, en México, “Las mujeres que toman la decisión de  hacer valer sus  derechos y defender su  individualidad en su  relación de  pareja, son  en  mayor medida violentadas” (p. 46)  y, por el contrario, las  que asumen como aceptables los roles tradicionales de género, lo son menos (p. 40).

Respecto a la relación entre dominación, violencia de género y comunicación, se recuerda que, como Eco asegura,

los comportamientos [los actos ejecutivos en  el caso de  la violencia no comunicativa] se convierten en signos gracias a una decisión por parte del destinatario (educado por convenciones culturales) o a una decisión de parte del emisor para estimular la decisión de entender dichos comportamientos como signos (1991, p. 39).

Así,  en   el  ambiente cultural  en   México dominado  por  la ideología machista, todos los  actos violentos ejercidos en  el hogar y fuera de  él contra las  mujeres pueden ser  integrados como actos de  comunicación.  Todos ellos   son   vehículos de una ideología y  pueden ser   interpretados por las  víctimas desde una postura de  falsa conciencia o desde una postura de  resistencia. Así, tanto la violencia física como la simbólica incluyen una dimensión comunicativa. Por  ello,  todos deben ser  denunciados y sustituidos por relaciones de comunicación propias de seres humanos que reconozcan la universalidad de sus derechos, en un esfuerzo por evolucionar como individuos y como sociedades.

1.2 La violencia de género en las  comunidades indígenas de México

El  INEGI  desagrega en   el informe final de la encuesta sobre la dinámica de las relaciones en los hogares de 2006, los datos concernientes a las  mujeres “hablantes de  lengua indígena”. De los 2.3 millones de ellas registradas en los censos y conteos nacionales de población, este informe incluye lo reportado por las  mujeres de  los  estados de  la  República donde la  muestra de  la  ENDIREH de  ese  año tuvo mayor representatividad estadística. Estos estados son: Guerrero, Quintana Roo, Puebla, Chiapas y Yucatán.9

A las  cifras sobre violencia, hay que añadir el rezago económico de esta población, así como su marginación y exclusión histórica de  los  beneficios sociales (educación, salud, participación política, etc.), lo cual comparte con los varones. Esto conforma un panorama que permite ubicarlas como “un  grupo en desventaja, débil y en una franca posición de  vulnerabilidad social” (INEGI, 2006).

En  relación con  la  violencia por parte de  la pareja citaremos algunos datos provenientes de  esta fuente, a fin  de  demostrar que las mujeres hablantes de  lengua indígena no  se encuentran en  mejor situación que las  no hablantes, lo  que significa que el  machismo se  presenta en  sus relaciones sociales igualmente hegemónico.

Si bien en  el  reporte general de  mujeres casadas o unidas que hablan lengua indígena y que padecen violencia por parte de  su pareja a lo largo de su relación, el porcentaje de ellas es inferior en 5.3 puntos porcentuales respecto del promedio nacional de las no hablantes de lengua indígena (INEGI, 2006, p. 73), es necesario revisar con  más detalle los aspectos particulares ocultos tras este promedio (41.8 para las primeras y 46.7 para las segundas).

Para empezar, es necesario recordar que las mujeres que asumen como aceptables los  roles tradicionales de  género son  menos violentadas que las que los cuestionan o se resisten a ellos  (p. 40). Por  otro lado, la variable “aceptación de  los roles tradicionales” tiene una relación directa, de  acuerdo con  la  encuesta, con  la variable “nivel de estudios”.

Así,  las  mujeres sin  instrucción registran una de  las  menores proporciones de  violencia, pero son  también las  que en  mayor medida asumen roles tradicionales (INEGI,  2006,   p.  40).  Para nuestro grupo de interés,

Son pocas las mujeres hablantes de lengua indígena que tienen un grado escolar, del conjunto de ellas, 764 849 no asistieron nunca a la escuela, es decir, una tercera parte (33.1%). En el nivel nacional, las  mujeres de  15  y más años que no  han asistido a la  escuela representan una cifra mucho menor, de 8.9 por ciento (p. 79).

Se  puede concluir, entonces, que el  hecho de  que las  mujeres hablantes de  lengua indígena asuman los roles tradicionales sin resistirse a la  autoridad del  varón se  encuentra en  correlación con  la menor presencia de violencia contra ellas por parte de sus parejas.

A estos datos se  oponen además los relativos a las  clases de violencia que se  ejercen en  uno y  otro grupo (hablantes y no  hablantes de  lengua indígena). A este respecto, el  INEGI reporta

Es  de   llamar  la   atención, que al   revisar las   declaraciones del  grupo de  mujeres hablantes de  lengua indígena por tipo de   violencia, se  observa que las   respuestas son   similares al  promedio nacional obtenido para todas las  mujeres no hablantes de  lengua indígena, a excepción de  aquellas que declaran haber vivido violencia física y sexual (p. 74).

En  el  primer  caso se  supera el  promedio nacional en   7.4 puntos porcentuales; en el segundo también se rebasa aunque en  menor medida, por 3.7  puntos porcentuales. Ambas diferencias denotan una importancia particular para las hablantes de lengua indígena, cuando el objeto de agresión es su propio cuerpo. (p. 76).

Dando seguimiento a estas variables, se hizo una comparación entre las  clases de violencia reportadas como más frecuentes por las  mujeres de  ambos grupos tomando solamente las primeras siete clases, de un total de 30.

De acuerdo con  esta comparación, se observa que:

- La primera clase de violencia que reportan ambos grupos de mujeres como presente con  mayor frecuencia en  su  relación con  la  pareja es  de  tipo  emocional (le  ha dejado de  hablar), aunque existe una diferencia de  5.9  puntos porcentuales de mayor incidencia en  el grupo de  las  no  hablantes de  lengua indígena. Así, los  hombres urbanos o no  relacionados como pareja de  una mujer indígena recurren más a bloquear la comunicación (a  utilizar un acto comunicativo) como forma de violencia contra ellas.

- En  ambos grupos aparece en  segundo lugar de  frecuencia un acto de  violencia física (la  ha empujado o le ha jalado el pelo). En este caso, las  mujeres hablantes de  lengua indígena reportan 5.3 puntos porcentuales más que las no hablantes.

- Contra las mujeres hablantes de lengua indígena aparece un indicador relativo a los  roles tradicionales de  género como tercera clase de  violencia, esta vez  emocional (se ha enojado mucho porque no  está listo  el  quehacer, porque la  comida no  está como él  quiere, o  piensa que no  cumplió con   sus obligaciones) con  40.0%  de  reportes, mientras que esta misma clase es  informada por las  no  hablantes, en  cuarto lugar, con 31.5%  (8.5 puntos porcentuales menos).

- Por  último, las mujeres hablantes de lengua indígena informan en  cuarto lugar de frecuencia  nuevamente  violencia física (la ha golpeado con  las manos o con  algún objeto), aunque esta vez con  10.5  puntos porcentuales más que las  mujeres no hablantes quienes reportan esta clase de violencia en  el lugar número seis, después de  tres clases de  violencia emocional (le  ha reclamado cómo gasta el dinero; se ha enojado mucho porque no  está listo el quehacer, porque la comida no  está como él quiere, o piensa que no  cumplió con  sus obligaciones, y la ha ignorado, no la ha tomado en cuenta o no le ha brindado cariño).

En  conclusión, de  acuerdo a los  datos estadísticos, en  relación con  la  violencia ejercida por la  pareja en  el  ámbito doméstico, prácticamente no  existe ninguna ventaja para las  mujeres habitantes de  comunidades indígenas o provenientes de  grupos indígenas en   nuestro  país en   relación con   las   no   indígenas, a pesar de  la  extendida opinión acerca de  los  valores vividos en   estas comunidades, tales como solidaridad, respeto por la naturaleza (que debiera incluir a las personas como parte de ella) y,  sobre todo, comunicación incluyente, participativa, abierta, democrática, etcétera. No sólo  debido a su  existencia (41.8%  de mujeres hablantes de lengua indígena violentadas por su pareja), sino por la  mayor presencia de  violencia física y sexual contra ellas.

2. Análisis crítico del  discurso del  nuevo comunalismo mexicano

El   nuevo  comunalismo puede definirse como una propuesta de  identidad de  los  pueblos originarios de  México conformada principalmente por los  textos de   dos   antropólogos indígenas del  estado sureño de  Oaxaca: Floriberto Díaz  Gómez, mixe de Tlahuitoltepec y  Jaime Martínez  Luna, zapoteco  de  Guelatao, a los  que pueden  añadirse  algunos trabajos  de   intelectuales y  académicos  no   indígenas  como los   producidos  por  Carlos Lenkersdorf (2008).

2.1 El nuevo comunalismo en México

El surgimiento del  movimiento de  la  recomunalización y de  su discurso se ubica en  los últimos 20 años del  siglo  pasado a partir del  trabajo organizativo y pastoral de sectores del  magisterio y  la  Iglesia Católica en  las  diócesis del  sur de  la República Mexicana  así   como de   la   lucha  campesina  de   la   década anterior, que tuvo alcances nacionales.

La comunalidad es concebida por estos autores como la base sobre la  cual se  propone el  eje de  lo indio y es  reconocida como algo  omnipresente, respetado, esgrimido como propio e  incluso vigente fuera de  la comunidad (en  el  caso de los migrantes). Es así,  el aspecto central y definitorio de  lo indio (Maldonado, 2002,  pp.  5-6 y 9) y ha empezado a ser valorada en toda su magnitud por el nuevo comunalismo.

Sin  embargo, Zárate asegura que en  este discurso las comunidades indígenas en  México han sido  idealizadas como “lugares edénicos” a partir de la construcción de un imaginario que proyecta un sentido de comunidad ideal, producto de cierta ideología proveniente de  círculos intelectuales y de  prácticas culturales históricamente forjadas. Así,  el  significado de comunidad en  la actualidad, asegura este autor, es resultado de  una “compleja combinación de  discursos y  prácticas provenientes de muy diversas fuentes” (2005, p. 63).10

Carlos Lenkersdorf parece uno de  los  casos paradigmáticos de  este discurso, entre otras causas debido a que sus  textos son  producto de  su  experiencia directa en  las  comunidades maya-tojolabales entre 1972  y 1994.  Esto  es,  su  discurso fue construido teniendo como referente comunidades indígenas históricas en  el  momento mismo en  que el  movimiento de recomunalización en  el  país inició y  se  consolidó. Por  ello, puede resultar de  gran interés al  ser  analizado a partir del Análisis Crítico del  Discurso y permitir a través de  él un acercamiento a la realidad de estas comunidades.

Su  relevancia como una posible influencia en  la  relación entre discurso  y  práctica social  o   como  discurso  simplemente  se hace evidente en   los testimonios que sus   alumnos,  colegas y admiradores en  general han expresado en  distintos textos. Por ejemplo, Luis  Villoro lo  cita  como fuente en  su texto “El poder y el  valor: la  comunidad”, al  hablar de  las características de  la democracia del  consenso a la que califica como el  ejemplo a seguir para  la  organización  política en   México (2009,   p. 10). Este  texto de  Villoro está siendo tomado como inspiración en algunas  comunidades  históricas. 11    Asimismo, Enrique  Dussel dedica un apartado completo de su  trabajo “La introducción de la “transformación de la filosofía” de K.-O. Apel y la filosofía de la liberación (reflexiones desde una perspectiva latinoamericana)” (1989) a la versión que Lenkersdorf ofrece sobre la comunicación en las comunidades que toma como referentes.

De  la  obra de Lenkersdorf, se  elige  como corpus a analizar, el texto Aprender a escuchar. Enseñanzas maya-tojolabales (2008), publicado por Plaza y Valdés. En  el proceso del  análisis, sin embargo, se incorporan textos de otros autores de esta corriente, debido a  la   propiedad  dialógica de   los   que  componen todo discurso (Maas y Batjin y Kristeva, cit.  en Fairclough y Wodak, 2001, pp.  378-379).

2.2 Carlos Lenkersdorf y su obra

Carlos Lenkersdorf (Berlín 1926 - Ciudad de México 2010) se formó en  teología en  su  natal Alemania y en  la Universidad de  Chicago en  los  Estados Unidos de  América (León, 2011).  Se  desempeñó como pastor luterano en la Columbia Británica en Canadá de 1954 a 1957  y más tarde como profesor y rector del  Centro Augsburgo en  la Ciudad de México. Estudió la licenciatura y el doctorado en Filosofía en  la  Universidad Nacional Autónoma  de  México, en donde trabajó como profesor hasta 1968,  cuando regresó a EUA para ocupar el cargo de  Director de  Estudios Latinoamericanos en la Antioch College  en Yellow  Springs, Ohio.

Ya como doctor, Lenkersdorf se vincula con  el movimiento conocido como “cristianismo liberacionista”, en  el que comparte con obispos católicos y otros pensadores cristianos la preocupación por los pobres, propia del Concilio Vaticano II.

En 1972  conoce a Samuel Ruiz,  entonces Obispo en funciones de  San  Cristóbal de  las Casas,  Chiapas y decide colaborar en el proyecto diocesano de organización de la Iglesia autóctona promovido por aquél. 12 Así, renuncia a su  cargo en  Ohio  y se muda junto a su familia a Comitán, Chiapas en donde, a partir de 1973 y hasta el estallido del  movimiento zapatista en  1994, él y su  esposa, trabajan en  La Castalia, Escuela de  Promoción Educativa y Cultural para los Indígenas de la Región Tojolabal. En 1994  regresa a la UNAM como investigador del  Centro de Estudios Mayas y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, en donde permanece hasta poco antes de su muerte.

Su    obra  comprende,   entre  otros,  los    siguientes   libros: Tojolabal para  principiantes. Lengua y cosmovisión mayas en Chiapas (1994);  Los  hombres verdaderos. Voces y testimonios tojolabales. Lengua y  sociedad, naturaleza y  cultura, artes y comunidad cósmica (1996); Filosofar en clave  tojolabal (2002); Conceptos tojolabales de filosofía y del altermundo (2004);  La semántica del tojolabal y su cosmovisión (2006),  y  Aprender a escuchar: enseñanzas maya-tojolabales (2008).

Según se ha anunciado, esta última obra conforma el corpus de estudio. Para justificar esta elección se argumenta en torno a dos  hechos, que ella  trata de  principio a fin  el  tema de  la comunicación según es  practicada por los  tojolabales y que al ser  una obra escrita por Lenkersdorf a la edad de  82 años, después de   62  ininterrumpidos de   formación,  reflexión  y trabajo como teólogo, filósofo y lingüista, de haber interactuado y estudiado durante 35 años con  los indígenas de  Chiapas, su visión de  la  dimensión comunicativa de  la  cultura indígena puede ser  calificada, por lo menos, como completa.

Aprender  a   escuchar:  enseñanzas  maya-tojolabales  es   un libro de  165  páginas, dividido en  dos  partes. La  primera se titula “Aprender a escuchar” y se  compone de  10  apartados sin  numeración; la segunda parte llamada “El escuchar en  el contexto tojolabal” tiene 4 apartados. Se añaden conclusiones, apéndices (3) y bibliografía integrada por 51 referencias.

2.3 Ruta  metodológica

En  el  marco teórico-metodológico se  diseña una “ruta” procedimental que se ajusta en el análisis crítico del discurso. En síntesis, queda planteada así:

1. Búsqueda de la relación de los enunciados con  las  intenciones del  sujeto de  la enunciación, según la perspectiva de  la reconstrucción, esto  es, con  su ideología, y sus  intereses políticos y aspiraciones sociales. 2. Identificación de  las  “palabras clave” y las  “partes opacas” a fin de descubrir aquello que se quiere no decir o falsificar, en  el entendido de  que las  creencias pueden ser  tomadas como ya conocidas por los miembros del grupo y, en consecuencia, no  hacerse explícitas en  el discurso (cfr.  Van Dijk, 2000, pp.  31-75). 3. Identificación de  las  relaciones sintagmáticas y  sus  funciones. 4.  Descripción de  las  connotaciones contenidas en  las  lexias 13 en  busca de  los  sentidos posibles del  texto. 5. Establecimiento de  las  relaciones entre el discurso, la información histórica y la coyuntura política y social en  que se  inscribe. 6. Interpretación del   sentido que sobre la  comunicación ofrece el discurso del nuevo comunalismo, guiada por las preguntas de investigación y orientada en particular a la identificación de una cierta ideología. En todos los casos, se busca la referencia del autor a los hombres y las mujeres en  estos contextos, además de otros relativos al tema central del corpus.

Durante la construcción de  los marcos teórico-metodológico, histórico y referencial de la tesis de la que se deriva este artículo, se señalan algunas cualidades del  objeto de estudio con  base en las  cuales construir un sistema de  supuestos a partir del  cual seleccionar las  ideas relevantes para este ejercicio y establecer las  relaciones entre el texto y la ideología de  la que dicho texto es  portador, según se anuncia en  la  ruta metodológica. En  esta entrega, no  obstante, se cita  enseguida solamente aquellos supuestos de  investigación relativos al segmento del  análisis presentado:

- El  discurso del  nuevo comunalismo sobre la comunicación en las comunidades indígenas se construyó a partir de las relaciones directas con el referente.

-  En   este  referente  es   visible  la   operatividad  del   sexismo (machismo) como ideología hegemónica.

- No  obstante, en  la descripción que el  discurso del  nuevo comunalismo  hace  de   la   realidad de    las    comunidades históricas actuales en  México se  minimizan las  inequidades en  el ejercicio de  la comunicación, la autoridad y la toma de decisiones existentes en ellas que dicha ideología hegemónica les impone.

- En este discurso se utilizan ciertos recursos retóricos y argumentativos para, a partir de las características ideales de la forma tradicional de  organización y toma de  decisiones de la comunidad, esto  es, la asamblea de comuneros, generalizar y presentar a la comunicación entre todos los miembros de la comunidad como “ideal”.

De  acuerdo con   nuestro  marco  teórico-metodológico, este ejercicio no  pretendió agotar absolutamente todas las  ideas incluidas en el discurso analizado, lo que sería imposible, sino seleccionar las  mínimas indispensables para responder las preguntas de investigación.

2.4 Selección de un segmento del  análisis realizado: la comunicación política y la instancia decisoria

La máxima instancia decisoria en  las  comunidades indígenas de  México es, por ley, la asamblea de  comuneros, la cual está conformada por todos los  comuneros en  pleno goce  de  sus derechos y es  considerada como la  máxima autoridad en  la comunidad, artículos 22  y  107  de  la  Ley  Agraria  Mexicana (2012).   Un  comunero es  quien tiene en  posesión la  tierra, aunque  en   pocas  comunidades  en   este  país,  las   mujeres tienen esta calidad. 14 Uno  de  los  supuestos establece que es justamente la idealización de la asamblea comunitaria la que lleva a los autores del  discurso del  nuevo comunalismo y, en particular, a Carlos Lenkersdorf a sostener que los  pueblos indígenas en   México son   ejemplo de  comunidades ideales de  comunicación. 15 Se inicia con  una lexia, particularmente rica para el análisis:

…hay   una  condición para ser   autoridad  elegida, debe saber escuchar. Porque entre  las  autoridades  políticas y  el  pueblo debe existir un diálogo que presupone que las  autoridades escuchen al  pueblo…El diálogo además  se  caracteriza por una relación necesaria entre elegidos y electores, deben reconocerse mutuamente como iguales que se escuchan…el escuchar conduce al diálogo por el cual se emparejan los dialogantes, quiere decir, rigen relaciones de  una democracia de  iguales y  participativa (Lenkersdorf, 2008, p. 27).

Esta  lexia sintetiza la condición que Lenkersodrf establece como necesaria para una verdadera democracia y  que Luis   Villoro retomará  como la  relación política ideal (2009,  p.  10).  El tema es  de  primerísima importancia en  Aprender a  escuchar, como enseguida se ve.

Lenkersdorf dedica un número muy importante de  páginas al asunto de  la  democracia de  iguales y de  sus  características en el  contexto de  las  relaciones entre gobernantes y  gobernados o  entre autoridades y  subalternos, aunque refiriéndose a ellos en  el  contexto tojolabal como hermanos  y  hermanas, o  como constituyentes de la autoridad (todos ellos).

Es en  el análisis de  la descripción que Lenkersdorf hace sobre la asamblea comunitaria y sus  reflexiones en  torno a ella,  en  donde se aporta la evidencia a favor de los supuestos planteados.

2.4.1  La asamblea comunitaria tojolabal según Lenkersdorf

a)  En  síntesis, a lo  largo de  Aprender a escuchar se  distinguen dos  ideas centrales respecto a la  asamblea comunitaria de  los tojolabales: la primera es que su origen es prehispánico, exclusiva de  los  tojolabales (y otros pueblos originarios de  América) y ha permanecido incontaminada por otras influencias (y cuando ha sido  contaminada, ya  no existe, ya  no  se practica), y la segunda es  que es  completa y  totalmente incluyente; esto   debido a la capacidad de  escuchar de  sus  miembros, ideas a refutar. En este último presupuesto y en  su amalgama con  el resto de las relaciones de comunicación en  las  comunidades indígenas radica, es posible, la idealización en torno a su comunicación.

De manera semejante a la  del  propio Lenkersdorf, en  quien se  documenta, Dussel presenta  a los  tojolabales como fácticamente “[…] un caso paradigmático de una “comunidad de  comunicación” que, aunque es  real cumple con  las “exigencias de  una comunidad de  comunicación ideal”,  de una comunicación sin  violencia, sin  dominación, tiene una configuración histórica (Dussel, 1989, pp.  70-71).

No obstante, y como más adelante se expone, la exclusión de las  mujeres de  las  asambleas tojolabales es un hecho 16 y una cara de  la dominación, y más cuando en  el discurso en  torno a las  comunidades históricas como los  que se está revisando aparece  una  “hegemonía no-consciente”, la  patriarcal, esa que Dussel señala como “la  más peligrosa y  “fetichista” de las  “evidencias” (culturales e  históricas)” en  su  crítica a la comunidad de comunicación cerrada sobre lo Mismo (Dussel, 1989, p. 64).

bRespecto al ejercicio de la autoridad en las comunidades tojolabales, dice Lenkersdorf: “Las autoridades están controladas por el pueblo, cuyos consensos tienen que ejecutar” (2008, p. 82). En este caso, el autor destaca con toda justicia la especial cualidad de los tojolabales respecto a la construcción de consensos no  sólo en la asamblea comunitaria, sino en  otros grupos con  finalidades decisorias.

La  escucha y  el  diálogo son   sin   duda, tal   como Lenkersdorf testifica y registra, cualidades comunicativas irrenunciables (y presentes entre los tojolabales) para el logro de dichos consensos. No  obstante, se  debe también evidenciar que, tal  como se ve más adelante, el emparejamiento que este autor ubica en el fundamento de  la construcción de  consensos no  existe de  hecho o existe sólo parcialmente, en especial, el caso de la participación de las mujeres en la asamblea comunitaria y en otros espacios de decisión. Más adelante se retoma el tema del consenso.

c) La dinámica de la comunicación en el contexto de la asamblea comunal según es  descrita por Lenkersdorf se  caracteriza por el  diálogo grupal “hay un  hablar  y  escuchar  entre  todos los asambleístas” (2008,  p.  75),  siempre con  la  intención de  lograr el  consenso; al  finalizar el  diálogo, se  cierra la  sesión diciendo “nosotros pensamos, nosotros  decidimos y  nosotros vamos a hacer” (2008,  p.  76).  Y explica que el  nosotros comunitario no implica la anulación de la individualidad. es decir, se puede lograr el consenso solamente si cada individuo del grupo aporta su opinión […] no se niega la aportación de cada uno para el consenso […] Éste  se construye por la síntesis de  las aportaciones de todos y son todos quienes elaboran la síntesis […] no se excluye al individuo ni se desprecia (2008, p. 88).

Asimismo, describe  con  detalle el tema de la relación de comunicación que existe entre  los  tojolabales en  el apartado titulado El tojolabal. En este, el autor presenta su análisis lingüístico para comprobar a partir de  él la hipótesis de  que los tojolabales son  aquéllos que saben escuchar. Esto significa que “ponen su atención en  los  otros para entenderlos bien […] al respetar sus palabras, respetar su manera de ser  y de expresarse” (2008, p. 61). Es esta una comunicación distinta a la unidireccional, vertical o autoritaria. Así, en el tojolabal “el nosotros/ke’ntik aparte de ser el pronombre mencionado [el de la primera persona del plural] y una palabra muy, muy frecuente, es el concepto clave que explica la organización socio-política del pueblo y su cultura” (2008, p. 24).

En   este  momento,  se   trata  de   discutir  si   efectivamente  el escuchar y  el  diálogo son   propios de  la  cultura  tojolabal en todas sus  procesos comunicativos o si se presentan solamente o primordialmente en su organización socio-política, en particular respecto al caso de la participación de las  mujeres o incluso, ni siquiera en  esta forma de organización. 17

d) Al explicar  las  características   del    emparejamiento democrático entre los tojolabales y otros pueblos mayas   18 en el  contexto de la asamblea comunitaria, Lenkersdorf aclara que este no implica una solidaridad mecánica, esto  es, las diferencias económicas, culturales, de género o de  otra clase siguen existiendo, pero no se toman en cuenta. Entendemos aquí, que no se toman en cuenta en el ámbito de la asamblea comunitaria esto es, en el cuerpo socio-político que representa la máxima autoridad en las comunidades agrarias mexicanas incluidas las mayas. Así

la  persona que tenga más no  tiene más peso en  el  cuerpo socio-político por el emparejamiento. No importa si es mujer u hombre, maestro o milpero, obispo o comunero…Cada uno tiene voz  y voto sin  más o menos importancia. Todos saben escuchar, todos son escuchadores y el escuchar no lleva títulos ni tiene género (2008, p. 28).

A pesar del  énfasis que Lenkersdorf hace sobre el asunto, en otra parte de su libro encontramos testimonios que nos  llevan a dudar seriamente de  que esta generalización se ajuste a la realidad y que analizamos en el siguiente apartado.

2.4.2  Realidad versus idealización

Por  la importancia del  tema, reproducimos aquí varios segmentos completos:

En otra ocasión nos  encontramos en una reunión comunitaria a la  cual se  explicó un problema que tuvo que solucionarse. Para hacerlo se  dividió la  comunidad de  dos  modos. Por  un lado, todas las  mujeres formaron un grupo. Los hombres, en cambio, se juntaron en grupos de 10 a 15 personas para hacer el debate más fácil  y para encaminarse hacia el consenso comunitario (Lenkersdorf, 2008, p. 89).

Esta   lexia lleva a preguntarse por, no  sólo   las  razones de  la división por género que se aclararan más adelante, sino también por el número de participantes en la reunión comunitaria. Todas las  mujeres en  un grupo, y los  hombres en  grupos de 10  a 15. Esto  puede significar que bien las  mujeres eran menos que los hombres y la cantidad de ellas no hacía necesaria su organización en  subgrupos o bien, ellas requerían menos tiempo para debatir sus  ideas. Esto es, hablaban menos, opinaban menos o requerían menos tiempo para llegar al consenso y formularlo. O ambas.

En otra descripción de Lenkersdorf en  que aparecen las mujeres en el contexto de un debate grupal al estilo tojolabal se lee:

Estuvimos en una pequeña reunión de unos 10 a 15 participantes […] Al tocarle el turno a la hermana Paula, dijo  ella:  ‘Pienso igual que la  hermana  Margarita’. El coordinador le  respondió:  ‘Oye hermanita, ya  escuchamos el  pensar de  la  hermana Margarita. Pero hace falta y nos importa escuchar lo que dice tu corazón’. Así se obligó a la hermana Paula que diga lo que piense (2008, p. 88).

Más  adelante, las  mujeres aclaran un poco las  razones de  estos hechos. Dice Lenkersdorf:

Observamos  en   ambas ocasiones una  reacción particular  de las  mujeres. Se  juntan en  un grupo aparte o  una mujer tiene dificultad de  decir lo  que ella   piensa.  ¿Cómo se  explica esta particularidad? Al hablar aparte con  algunas mujeres del  grupo nos  dieron la razón. ‘Nos juntamos solamente entre mujeres, porque entre nosotras nos  es  más fácil  hablar en  público. Los hombres ya están acostumbrados a hacerlo. Algo parecido parece explicar la  respuesta que dio  la  hermana  Paula [la  que tuvo dificultades para decir lo que pensaba en  una pequeña reunión de  10 o 15 personas]. Pero entre mujeres nos  salen las  palabras sin  avergonzarnos’ (2008, p. 89-90).

Dificultad para decir lo que se piensa, o facilidad para hablar en público sólo  entre mujeres parecen originarse en  el sentimiento de vergüenza para hablar frente a un grupo donde se encuentran hombres presentes. La explicación histórica de  esto  es asentada por Lenkersdorf enseguida:

Hace poco que las  mujeres no  participaron en  asambleas y reuniones. Les faltaba la experiencia del  hablar en  público. Pero en  tiempos recientes, hace unos 30  años, más o  menos, las mujeres empezaron a participar en las reuniones comunitarias, sea  entre sí mismas o junto con  los hombres. De esta manera se está superando un problema de  tiempos pasados. Todavía no  es  un hecho terminado, sino que se  trata de  un proceso en   marcha. Hay   comunidades donde ya  se  practica y  hay otras donde todavía no  es  el  caso. Según informan, en  años anteriores dieron su opinión en casa (2008, p. 90).

Llama la atención, primero, la palabra utilizada por el autor para referirse a la situación de las mujeres en el contexto de la asamblea o de las  reuniones comunitarias (donde el nosotros comunitario tiene lugar; se  forma a partir de la  diversidad y la  capacidad de  escuchar de  sus  miembros, y es,  según la tesis de  Lenkersdorf, la  característica más sobresaliente de la   comunidad  tojolabal):  la   palabra   “particularidad”. No es  un “problema”, o  una “evidencia de  la  imperfección del nosotros comunitario”, o  una “injusticia”, una “inequidad” o una “falta de  emparejamiento”, sino una “particularidad”. Nos  encontramos así,  frente a un eufemismo. Segundo, esta particularidad no merece más comentarios del autor. No hay un solo juicio valorativo en torno a ello. Después de registrar que en  “años anteriores dieron su opinión en  casa”, Lenkersdorf cambia de  tema. Estas lexias, concentradas  en apenas dos  y media páginas serían suficientes para contradecir el discurso completo de Aprender a escuchar. Probablemente por esto,  no son  mayormente explotadas.

Lo que es más, en  uno de  los anexos de  Aprender a escuchar titulado “La Otra Palabra y las tergiversaciones sobre Acteal”, Aída  Hernández asegura refiriéndose a la matanza de Acteal:

El tipo  de violencia utilizada en  la masacre, las  armas de alto poder y las  botas militares que portaban los  perpetradores, rompían con  las  características de  los  conflictos intracomunitarios  descritos por investigadoras como Ana María Garza y  Graciela Freyermuth, quienes durante  años habían analizado la  violencia de  género en  ese   municipio (Lenkersdorf, 2008, pp.  159-160).

Más  allá  de  la  importancia del  artículo de  Hernández (publicado originalmente  en   el   periódico  La   Jornada), es relevante para esta discusión el hecho de que en  el municipio de San Pedro Chenalhó en donde se ubica la comunidad tzotzil (maya-tzotzil) de  Acteal exista violencia de  género. Y tal  que, sin  haberse presentado nunca “[…] de manera masiva contra grupos de  niños y mujeres” (p. 160)  como sucedió durante la matanza de Acteal, hubiera dado trabajo a dos  investigadoras para  analizarla “durante años”, como parte  de   los  conflictos intracomunitarios en las comunidades del municipio (p. 160).

Es  ésta una segunda evidencia de   que no  sólo   la  inequidad de  género, sino la violencia de  género está presentes en  las comunidades mayas de  la zona donde Carlos Lenkersdorf convivió con  las  comunidades tojolabales, pero este autor no  da importancia a estos hechos.

2.4.3  La visión de otros neo-comunalistas

Para cerrar la  revisión y análisis de  la  situación de  las  mujeres en   relación con   la  institución decisoria, se  refiere el  caso de Oaxaca, porque se  encuentran en  los  textos de  Floriberto Díaz y Jaime Martínez Luna (fundadores del  nuevo comunalismo) referencias a aquélla que ayudarán a comprender algunas de las  situaciones descritas por Lenkersdorf. Se hace el paralelismo por la  integración de  los  movimientos indígenas regionales en uno nacional (y  aún internacional) que están en  la  base de  la recomunalización y su discurso en varios estados de la República Mexicana y entre ellos,  sin  duda, en Oaxaca y Chiapas. 19

En 1989, Díaz reconocía que las asambleas comunitarias indígenas presentan deficiencias que pueden tener su  origen en  la Colonia o aún antes. Así, dice  este autor, hay comunidades en  las  que la asamblea la  forman los  jefes-hombres de  familia, “quedando la intervención de  la mujer en  casa”, aunque hay otras en  las  que “parece ser  que es la mujer la que decide los asuntos, porque es la mayoría de los asistentes a la asamblea comunitaria” (p. 74). Se debe recordar que cada comunidad indígena ha ido  recreando a lo largo de su historia rasgos culturales propios e incluso distintos a los  de  comunidades geográficamente cercanas, aun cuando todas ellas pertenezcan a un mismo pueblo.

Aguirre Beltrán se refería a las  comunidades indígenas como “sociedades cerradas,  grupos locales ligados a  un  territorio, y  a menudo en  pugna y  feudo ancestral con  las  comunidades vecinas, de  las  que siempre se considera [n] diferente [s]” (1991, p. 16). Por ello se explican las diferencias referidas por Floriberto Díaz en  relación con  la asamblea comunitaria; diferencias que el movimiento de la recomunalización está luchando por disminuir. No se sabe en  qué porcentaje de  las  comunidades indígenas del país sean las mujeres las de mayor presencia en las comunidades, pero se piensa que la preminencia sigue siendo la masculina. En todo caso, para las comunidades tojolabales, los testimonios que citamos en este apartado así lo establecen. 20

En un intento por matizar el caso de  las comunidades donde son  los hombres los que forman la asamblea, Díaz aclara que, aunque la intervención de la mujer se queda en  casa, aun así es la palabra de ella la que “sostiene la del varón, porque ella anima, reflexiona y propone en  los casos difíciles”, aunque siempre desde la casa (1989, p. 74).

Martínez Luna, por su parte, aborda el asunto de las  mujeres y la asamblea disculpándose: “Siento mucho tratar esto  como un apartado, pero creo que no  me  queda otra”, y  describe que “[…] las  mujeres desarrollan profundo el silencio” en  la asamblea. Aunque, las mujeres que asisten a ella “o son viudas, madres solteras o bien hermanas mayores” y “su  silencio es importante, si  no  están ellas la  asamblea no  se  conforma  y si no  están no  hay mayoría en  el debate”. Este  asunto lo toca Martínez Luna, en relación con “los silentes”, no sólo mujeres; aunque  ellas aparecen  como silentes en   general. En   este plano, continúa, “la  mujer asciende a una dimensión quizás de poco aprecio pero que determina con  su asistencia el todo comunitario” (s.f., p. 97).

Llaman la  atención en  estas lexias tres asuntos. El primero que las  mujeres casadas o con  pareja no  aparecen en  la lista de  asistentes a las  asambleas; al  parecer en  estos casos, el hombre lleva la palabra de  la mujer a la instancia decisoria. El  segundo, la  identificación de  las  mujeres  como silentes (en  la asamblea) y tercero, la necesidad de  su  presencia para que exista mayoría en  el  debate. Respecto a este último, es posible que esta necesidad derive de  que, como ya  se dijo,  la asamblea comunitaria es la institución de toma de decisiones que el Estado mexicano reconoce como máxima autoridad de la comunidad y el ejido, y que para que las decisiones tomadas en  ella  sean legales tiene que existir mayoría demostrada (lo que no se lograría sin la presencia de las mujeres comuneras).

Interesa más el  caso de su  silencio en  la asamblea. Antes de detenerse en  esto,   se  hace referencia a la  comunicación en  la comunidad, esto  es  fuera de la  asamblea, como es  descrita por Martínez Luna, como continuación u origen de  la que se  da  al interior de la asamblea.

No hay necesidad de buscar tanto en cada caso, hay una necedad y necesidad de hablar el uno con el otro de lo que sucedió horas atrás. La comunidad está en  tu cama. No te puedes esconder, lo cierto es  que las  intimidades se  convierten en  palabra pública y por lo  mismo fenece la  intimidad. La  charla no  es sinónimo de  disipación, sino un vaso comunicante que relaciona las actividades y las  emociones de  todas las  personas habitantes de una comunidad (s.f., p. 97).

No se trata de  poner en  duda el sentido comunitario que los miembros de una comunidad indígena construyen a partir de la comunicación, sea  en la charla cotidiana o en la asamblea, una es continuación de la otra y viceversa. Sí de analizar, la ausencia de las mujeres en las asambleas (de la mayoría de ellas, o de las que están emparejadas con un hombre) y el silencio de las que asisten a ellas.

2.4.4  La perspectiva de Axel Honneth

Para dicho análisis, se debe aclarar que se adhiere a la perspectiva de Axel Honneth cuando asegura que:

La representación de  justicia contenida en  la ética discursiva distingue en  última instancia  “como “justa” sólo  la  estructura interna normativa de  todo orden  social de  vida, que pone a disposición de todos los miembros de la sociedad los presupuestos institucionales de la adquisición del saber socialmente disponible y de la consecución de la autoestima individual (1991, p. 174).

No se duda de  la apreciación de  Martínez Luna y el resto de  los comunalistas revisados quienes justifican de diversas maneras el rol  que juegan las  mujeres en  la  asamblea comunitaria (con  su ausencia, con  su silencio o como conformadoras de mayoría), de no ser  por los testimonios de ellas mismas al respecto, ya citados. Uno  en  concreto, el  que habla de  la  vergüenza que sienten las mujeres para hablar frente a los  hombres en  las  reuniones decisorias parece central. La vergüenza de  externar lo que uno piensa, es propia de quienes han sufrido dominación, de quienes consideran que sus  pensamientos o sentimientos no son  valiosos, o no son  igualmente valiosos que los de los demás; en concreto, para el caso de  los hombres presentes en  una asamblea comunitaria o en cualquier otra instancia decisoria.

Honneth lo expresa claramente: la participación en  igualdad de condiciones en los discursos prácticos

…exige  además la medida de  reconocimiento social y la autoestima  individual  correspondiente  que  es   necesaria para poder reconocer y  defender públicamente las  propias intuiciones morales; pues la expresión de convicciones morales presupone, por parte de  los  sujetos afectados, el sentimiento de ser reconocidos por todos los demás como alguien que juzga en  serio y con  competencia; una persona debe poder saberse considerada como sujeto capaz de  juicio para poder confesar públicamente las propias intuiciones morales (1991, p. 173).

Si  las  mujeres de  las  comunidades indígenas, de  la  misma forma que las del resto de los ámbitos sociales, se desarrollaran en un ambiente libre de machismo; entonces se podría pensar que su  ausencia, su  silencio y su  vergüenza en  las  instancias decisorias de  la comunidad pudieran deberse a principios de propia voluntad o a otras razones; pero según se argumenta a lo largo de este trabajo, éste no es el caso. Se piensa así, que estos hechos son producto de una historia y una conformación cultural en  las  que la  ideología machista o patriarcal ha permeado la  mayoría  de   las   relaciones entre géneros en nuestro país, del  nivel individual al  macrosocial y  son,   en consecuencia, inequitativos e injustos.

Pensadoras   indígenas   feministas   aymaras    acuñaron la  categoría “Entronque patriarcal” para referirse a la refuncionalización, fundición y renovación de un patriarcado ancestral milenario existente en   las  sociedades originarias en   el  continente y  el  patriarcado occidental impuesto por los  colonizadores europeos. Entre feministas de  Guatemala, se   llamaba  a  este proceso “refuncionalización patriarcal” (Cabnal, citado por Gargallo, 2014, p. 22).

Por otro lado, la descripción que de la charla en la comunidad indígena hace Martínez Luna, lleva a pensar que la ausencia de  las  mujeres en  las  asambleas o  bien la  presencia de  su palabra a través de su pareja masculina podrían ser sinónimos de  justicia y equidad. Sin embargo, las  asambleas son  las instancias decisorias de la comunidad, y los mecanismos para la  construcción del   consenso requieren  la  presencia  física de  los  constructores y su  participación en  las  discusiones “a viva voz”, en el diálogo, en la escucha, en la negociación, en el convencimiento. Se duda que, la palabra de las mujeres tenga el mismo valor cuando es  dicha sin  la  posibilidad de  participar en  la  construcción del  consenso, esto  es,  desde su  casa a través de sus  parejas hombres y previa a la asamblea en la cual, se debe recordar, se  tomarán las  decisiones que afectarán la  vida de  la comunidad, incluida la  de  las  mujeres ausentes y sus  familias; aun cuando ellas mismas no tengan la calidad de comuneras.

A este respecto, y retomando a Honneth, la  libertad igualitaria para la  toma de posición moral debe incluir, como uno de  sus presupuestos institucionales y culturales “Una  posibilidad igualitaria de  acceso a aquellas informaciones sociales y tradiciones culturales de  formación” que permitan “afirmar argumentativamente  las  propias  condiciones  morales  en  el círculo de los participantes de un discurso”. Una persona ausente de   una situación del   habla no   puede tener  acceso a todo el espectro de  alternativas que representen las  posibles soluciones a un conflicto (a  una situación sobre la  cual se deberá decidir) (1991,  p.  173). En  este caso, no  está de  más decirlo también, la situación misma del habla (en  este caso sí la ideal), la asamblea en  una comunidad o ejido, se  ve  empobrecida por la  ausencia o el silencio de  las  mujeres. Y bueno, sabemos también que las mujeres no   sólo  están ausentes de   la  asamblea comunitaria, sino también de  otras posibilidades de  acceso a informaciones sociales y tradiciones culturales de  formación; son  ellas quienes son  expulsadas en  mayor medida y a más temprana edad de la educación formal en México.

De manera enfática, concluye Honneth que sólo puede valer como justa una sociedad cuya infraestructura  normativa “dispone de los presupuestos para diálogos libres de dominio y que por ende garantiza recién en general a todos sus  miembros la oportunidad de  una negociación igualitaria y sin  coerción de  las  normas en discusión” (1991,  p.  170).  Para la  asamblea comunitaria, como se  ve,  la  infraestructura normativa existe en  la  Ley  Agraria  de México. Entonces, se piensa que la asamblea y, en  consecuencia, las  sociedades de  tipo   comunitario  (comunidades  indígenas  y ejidos en México) no pueden valer por justas a menos que a dicha infraestructura normativa le  acompañe de  hecho, un sistema cultural no  patriarcal que garantice a todos sus   miembros la oportunidad de una participación igualitaria y sin coerción no sólo de las normas en discusión sino de toda otra decisión (elección de autoridades, participación en comisiones, las relativas a la acción de todo tipo) aplicable a sus  miembros o que les afecten.

2.4.5  Sobre la antigüedad de la asamblea y la participación de las  mujeres en ella

Por  último, se  quiere llamar la  atención respecto a otro asunto. Lenkersdorf  sostiene  en    su    libro  que  tanto  la   asamblea comunitaria  como las  cualidades del  escuchar en  la  cultura maya existen desde hace miles de años y lo hace con un detalle en  las  descripciones y una vehemencia en  la  valoración que no dejaría lugar a dudas. No obstante, registra una antigüedad de  30 años (desde fines de  la década de  los setentas del  siglo pasado) para  la  presencia de  las  mujeres en   la  asamblea. Además de las lexias citadas, se añade la siguiente, inserta en la descripción de la asamblea comunitaria en la que Lenkersdorf asegura, “La  presencia de  mujeres todavía se  encuentra en proceso de crecimiento” (2008, p. 133).

Además de  presentar esto   como evidencia a favor de  esta crítica, es muy interesante el hecho de que se puede establecer una coincidencia temporal entre la aparición de  las mujeres en la asamblea comunitaria y la inserción de los tojolabales en movimientos organizativos y políticos campesinos e indígenas en general y que inician justamente en esos  años. Se identifica aquí una influencia de otras culturas, ésta muy reciente, sobre las   relaciones de   comunicación entre  los  tojolabales que pudieran explicar el  proceso de  crecimiento de  la presencia de   las   mujeres  en   sus  asambleas.  Este   periodo  coincide, además, como se ve, con el de la “recreación identitaria” entre los tojolabales, uno de  cuyos factores influyentes ha sido  la pastoral indígena de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas.

Lenkersdorf y otros autores en  México, quienes registran  y generalizan los  rasgos idealizados de  la  comunicación en  el seno de  la  asamblea comunitaria, se  suman a la  corriente teórica de  la  comunicación participativa.21  Ella  se  conforma a partir de  dos  vertientes, una que propone el  deber ser  de la  comunicación humana  y  otra que aporta su  testimonio de  la  práctica, imperfecta según este análisis, de  este tipo de  comunicación en  la  comunidad indígena en  México. Y es quizás en  el afán de demostrar la existencia de este tipo  ideal de  comunicación en  las  realidades indígenas mexicanas que Lenkersdorf y otros comunalistas mexicanos son  incapaces de reconocer sus  limitaciones históricas.

Algunas reflexiones finales

En las comunidades indígenas actuales se sigue encontrando en el ámbito familiar una subordinación de las mujeres a los hombres y  en  muchos casos, de  los  jóvenes (hombres y  mujeres) a los mayores. Y esta subordinación puede hacerse visible inclusive en la asamblea de comuneros y en otras asambleas para la toma de decisiones en comunidades en donde las mujeres juegan un papel secundario, como se ve  para el caso concreto del  referente del discurso de  Lenkersdorf (los  mayas-tojolabales). Esta  inequidad es  visible, asimismo, en  el  discurso de  los ideólogos indios del nuevo comunalismo, aunque matizado por ciertos elementos que evidencian procesos de cambio.

Con toda seguridad, estas diferencias de género son  parte de una cultura nacional conformada y recreada históricamente en la que las mujeres han ocupado un lugar secundario en la participación y la toma de  decisiones en  los niveles familiar y social, y que es producto de  la  ideología patriarcal o  machista calificada como hegemónica en  este país. Esta  ideología llega a manifestarse de manera muy injusta en  la violencia contra las mujeres, lo mismo dentro de  las  familias que en  el resto de  los  ambientes sociales. Las  mujeres de  las  comunidades indígenas actuales no  se libran de padecer, al igual que otras muchas mujeres en México, de este tipo  de violencia.

En  relación con  la  inequidad y  la  violencia de  género, asunto central en  las  preguntas, supuestos y  objetivos de  esta investigación, como parte del  marco teórico se  desarrolla en  la tesis una discusión que buscó fundamentar las propuestas de una ética de la comunicación derivada de la ética de la vida humana en  concreto, según la  nombra y  propone  Enrique Dussel. Esta ética sostiene que todo lo que en sentido amplio cuida y estimula la  vida humana forma parte de  una ética liberadora, debido a que la conservación y desarrollo pleno de  la vida personal es el principio universal para juzgar toda acción moral (Dacal, 2000, p. 213). Para ello, se busca establecer relaciones entre las necesidades humanas de  bienestar, felicidad y desarrollo con  la  dimensión comunicativa en  la vida de los seres humanos. La conclusión fue que, sin una práctica libre de la comunicación entre personas, no es posible alcanzar la calidad de vida a la que todos y todas tienen derecho, por encima de las particularidades culturales.

En relación con la comunicación entre géneros, se sostiene que la equidad y la no  violencia son  condición irrenunciable para que tanto hombres como mujeres alcancen esta calidad de  vida. Así, no sólo  se defiende una postura feminista al denunciar los daños producidos por la inequidad y la violencia contra las mujeres sino también la necesaria liberación de ambos, hombres y mujeres, de la ideología patriarcal o machista que impide la realización humana plena.

Esta  discusión sirvió de  modelo para evaluar el  discurso de Carlos Lenkersdorf y otros comunalistas. Esta  entrega recoge sólo  las  conclusiones relativas a la presencia y participación de las mujeres en las instancias decisorias de las comunidades que sirven de referente a los textos analizados:

1.  El  discurso de Carlos Lenkersdorf analizado puede ser calificado como una práctica social orientada a transformar la realidad a través de la apología de un sistema de comunicación originario de los pueblos indígenas, que se vincula directamente al ejercicio de  una democracia del  consenso. Su importancia dentro del  conjunto de  textos que conforman el discurso del nuevo comunalismo resulta de su inserción en dicha realidad, y también en el ámbito académico de las universidades, en las que encuentra seguidores.

2. Lenkersdorf hace evidente la identidad comunicativa de los tojolabales y en  consecuencia la diferencia con  el resto de las personas y culturas, especialmente con  los antivalores de  las culturas occidentalizadas. Sin embargo, en  el establecimiento de  esta identidad no  lo  hace respecto de  los  hombres y las mujeres tojolabales mismos.

3. Así, aunque registra las  inequidades existentes en  la participación de  los  hombres y mujeres en  el  ámbito comunitario no  profundiza  sobre ellas ni  emite juicios de valor al respecto, como lo hace de manera notable respecto al resto de los temas tratados en su libro. Como se dijo, es posible que esto  sea  porque estos hechos cuestionan las hipótesis que desea comprobar: los tojolabales verdaderamente escuchan y son  capaces de practicar una democracia de iguales.

4. Por  otro lado, el  hecho de  haber registrado dichas inequidades hace pensar que el de Lenkersdorf es un discurso que está siendo “sensible al contexto”. Esto es, en  él es visible una ideología en proceso de cambio que comienza a insertarse en  un proceso social más general, producto de  la resistencia de las mujeres a las relaciones inequitativas y a la dominación de género.

5.  La  ideología machista, la  que promueve la  dominación, el sometimiento y el control de  las  mujeres por parte de  los hombres,  es   el   ambiente  de   socialización predominante en   estas  sociedades y  mientras no   cambie este ambiente, difícilmente se  pueda hacer realidad la  búsqueda de  consensos públicos, en la que todas las personas sean incluidas.

En  relación con las  aportaciones que el discurso de  Carlos Lenkersdorf, como un representante  de  la corriente de pensamiento  del   nuevo  comunalismo en   México, hace  a la construcción de esta utopía, se cree que la principal es el detalle revelado, aun cuando idealizado, de  las  prácticas comunicativas entre los tojolabales en relación con la construcción de consensos y la idea subyacente de la necesidad de la corresponsabilidad de unos hacia los otros.

Notas al pie

1 Investigación de  la  que deriva el  artículo: Trejo, M.G (2014).  El discurso del  nuevo comunalismo en  México y  sus  aportaciones para la  construcción de  una sociedad de la  comunicación. Análisis crítico de  Aprender a escuchar de  Carlos Lenkersdorf  (2008). Tesis  doctoral en  Filosofía. México: Instituto  de  Investigaciones Filosóficas Luis  Villoro. Universidad Michoacana de San  Nicolás de Hidalgo.

2 Democracia de  iguales y  participativa, esto  es, la  democracia del consenso que es participativa (v. Lenkersdorf, 2008, p. 27-28).

3 La violencia de  género es la forma de  dominación más directa y responde a una ideología patriarcal, machista, que ha adjudicado simbólicamente la “prepotencia de lo masculino y la subalternidad de lo femenino”. Estos  son  los rasgos fundamentales que han definido en  prácticamente el mundo entero, las  relaciones de  poder de  los hombres sobre las mujeres, su sometimiento a un orden de valores que las victimiza en  un espacio de  poder dominado por otros y que, en  consecuencia, la legitima (cfr. Maqueda, 2005, p. 1, 9 y 10). Esta violencia es calificada por Marta Torres Falcón como una “…estrategia de  dominación ejercida por el  varón para mantener su  posición de  poder” (2003,  p. 4) y, a decir de  Maqueda, ha “…evidenciado su  efectividad para corregir la transgresión y garantizar la continuidad de un orden tradicional de valores impuesto por razones de género” (2005,  p. 5). La violencia de género es pues, mucho más que la suma de  los  hechos de  violencia particulares o que se dan en  el ámbito privado, es un tipo  de violencia estructural en  el mundo entero, y en  nuestro país, y por ende sucede en prácticamente todos los espacios sociales; en palabras de Marcela Lagarde, es así  un supuesto de la relación genérica patriarcal previa a las relaciones que establecen los particulares (citada en  INEGI, 2006,  p. 90). Para una recuperación de  las  acciones y los  logros del  movimiento mexicano contra la  violencia hacia las mujeres, así como de las limitaciones actuales sobre el asunto (Torres Falcón, 2003).

4 El trabajo original no  tuvo como intención documentar las  experiencias de lucha de las mujeres indígenas en México o en América Latina en general, ni sus  denuncias sobre machismo y segregación; sin  embargo, pueden resultar de  interés a algunos lectores los textos de Gargallo (2014) y Lomelí y Ochoa (2017) quienes sí tuvieron esos objetivos.

5 Para el  momento en  que se  realizó este estudio, solamente se  habían publicado los resultados de las tres primeras.

6 En  el ámbito doméstico, las  mujeres pueden sufrir asimismo la  llamada “violencia familiar” proveniente de  agresores distintos a la  pareja, tales como suegros, cuñados, padres e hijos (INEGI, 2006).

7 La violencia física se presenta acompañada de  los otros tipos. Así, 67.6%  de este 13.1, sufren de la combinación de violencia física con  económica y emocional, y 23.7%  de física con  emocional.

8  La ENDIREH 2003  reporta los datos relativos a las  mujeres que han vivido o viven en pareja y se refiere a la violencia sufrida durante los 12 meses anteriores al levantamiento de la información

9 “Los  agresores de  este grupo de  mujeres son   variados: la  pareja, familiares, conocidos y desconocidos. Las expresiones de violencia hacia estas mujeres adquieren distintas formas, desde violencia emocional, económica, física y sexual en  el ámbito privado, hasta de intimidación en todos los espacios comunes, y de discriminación, en los centros educativos y laborales” (INEGI, 2006, p. 78).

10 Esta  idealización de la comunidad indígena es reportada por Francesca Gargallo varios años después que Zárate, en  relación con  su originalidad y con  algunas de sus cualidades, como se lee en los siguientes segmentos de su libro Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en nuestra América: “Mientras intentaba discernir el carácter colectivo del  sujeto comunitario, Gladys Tzul  Tzul  me cuestionó la originalidad o “ancestralidad” de  la comunidad. Para la teórica k’iche’, ésta es tan hija de la violencia colonial como los gobiernos criollos, pues fue  -y sigue siendo- una forma de  organización social para la  vida y la  producción alimentaria que resultó de  la destrucción de  las  formas de  gobierno originarias, convirtiéndose durante la época colonial en  un lugar de pervivencia y de cautiverio a la vez”  (2014, p. 71).  Y:

“En los pueblos mayas todavía es predominante una visión idealista y romántica que considera al  machismo y otros vicios sociales como si fueran siempre ajenos, y un discurso de  justicia que no siempre se  aplica en  el interior, y ahora las  mujeres lo cuestionan. Por  ello,  es necesario descolonizar la  teoría feminista e integrarla a la cosmovisión de los pueblos originarios de América” (p. 121).

11 Como evidencia directa de esto, se cita al Maestro Celerino Felipe Cruz, originario de la comunidad indígena de Comachuén en la Meseta Purépecha (Michoacán) quien no hace mucho aseguró que en su comunidad están apoyándose en la teoría política de Luis Villoro para generar nuevas formas de gobierno purépecha (2012).

12  Por  iglesia autóctona se entiende una iglesia construida por y para los indígenas (Valtierra, 2012).

13 Se usa el concepto de  lexia en  el sentido que le da  Roland Barthes, esto  es segmentos continuos y  en  general muy cortos seleccionados arbitrariamente como unidades de lectura, útiles para segmentar el  texto a analizar (v. 1994,  p.  292-293). La  lexia, dice Barthes, comprenderá en algunas ocasiones unas pocas palabras y en otras algunas frases. El criterio para esta segmentación del texto parte de que la lexia sea el espacio mejor para hacer observación de los sentidos connotados y recomienda que en cada una de ellas haya no más de tres o cuatro de dichos sentidos (Barthes, 1980, pp. 8-12). Y por sentido, entiende “…todo tipo  de correlación intratextual o extratextual, es decir, todo rastro del relato que remita a otro momento del relato o a otro lugar de la cultura necesaria para leer el relato” (1994, p. 289).

14 En relación con las mujeres y la posesión de la tierra dentro del territorio comunal, Rendón asegura que “El aprovechamiento del  territorio mediante su  distribución familiar, ya  sea  actual o  de  épocas pasadas, o  por su  defensa y conservación (en las  que hay una participación igualitaria de  derechos y obligaciones), muestra su carácter eminentemente comunal”, aunque concluye “Cabe  señalar que actualmente en  muy pocas comunidades indias las  mujeres tienen derecho a poseer la  tierra” (2003, p. 25). Asimismo, en Lomelí y Ochoa se encuentra un testimonio recogido en el 2001  de  una mujer de  Calakmul, en  el estado de  Campeche en   el sureste mexicano, quien asegura que en  las  asambleas ejidales “máximas instancias de  deliberación… excepcionalmente aparecen las  mujeres, pues por lo  general los  poseedores de  la tierra son  los varones” (Sánchez en Lomelí y Ochoa, 2017).

15 Este  tipo   de  comunidad es  entendida  por Dussel como aquella en  que no  existe violencia ni dominación y que permite a sus integrantes llegar al acuerdo por unanimidad y democráticamente. En sus  palabras es una  “comunidad de  vida (Lebensgemeinschaft) institucionalizada racionalmente según las exigencias éticas de la argumentación” (Dussel, 1989, pp.  70-71).

16 Lomelí y Ochoa, en  2017,  presentan la experiencia organizativa y de participación en  el espacio público de  mujeres indígenas y mestizas en  el municipio de  Calakmul, Campeche (México), a partir de las comunidades eclesiales de base (CEBs) promovidas por la Iglesia Católica en la zona, a las que califican como la experiencia organizativa más importante y  origen de  otras organizaciones y  procesos sociales y  políticos. Como parte de la teorización sobre esta experiencia, estas autoras hacen la distinción entre el  espacio público político o institucional (que se  expresa en  las  asambleas) y  el  espacio público social (catequesis, cooperativas,  CEBs), y  aseguran que es  en este último donde las  mujeres en  comunidades indígenas y ejidos sí han tenido la posibilidad de   participar  masivamente.  Asimismo, establecen  las   diferencias en la  concepción del  poder entre uno y otro ámbito. En  el  público social, el  poder es entendido como “un  proceso de deliberación que descansa sobre el intercambio y la solidaridad, y “no supone constreñir al otro, (por lo que) no sería un poder sobre otro, sino un poder para  algo”.  Así, el poder se define como una situación comunicativa que “se alcanza mediante la persuasión, por medio de la cual intento que el otro/a acepte mis  argumentos, en  un debate (…), en  el transcurso del  cual se  forman y clarifican las opiniones”. En el otro, por el contrario, “los abismos siguen siendo enormes, pues la  lógica del  poder institucional ha cercado toda posibilidad de  una participación genuina de las mujeres (Sánchez, 2001, pp.  50-51, en Lomelí y Ochoa, 2017).  Gargallo, por su  parte, y refiriéndose a situaciones más generales en  Latinoamérica, asegura que en  los  pueblos indígenas en  donde existen procesos de  resistencia sólo  algunas pocas dirigentes participan junto a los  hombres en  las  luchas por distintas causas, mientras que para la  mayoría de  las  mujeres esa  complementariedad sigue siendo un deseo más que una realidad. Es muy posible, que los ejidos maya-tojolabales, muy cercanos geográficamente a Calakmul y con  una historia reciente similar a los ejidos de este municipio, participen también de estas realidades.

17 Aunque  no  sólo  de  las  mujeres.  “Luego de  los  Altos  la  región tojolabal, sobre todo el  área de  Los  Valles  y la  de  las  tierras frías, presenta los  mayores índices de expulsión violenta por la conversión religiosa. La conflictividad en la región tojolabal es resultado de  la distancia que guardan los  conversos respecto al legítimo sistema de  pertenencia a la  comunidad, el  cual exigía, por ejemplo, la  cooperación para las  fiestas” (Cuadriello y Megchún, 2006,  p.  22).  Aquí  nos  parece encontrar no  sólo evidencia de la preeminencia de la comunidad por sobre el individuo y sus libertades, sino limitaciones en el ejercicio de escuchar y en la construcción de consensos.

18 En  el pueblo maya, Lenkersodrf incluye a los  tojolabales, los  tzotziles y a los indígenas guatemaltecos (p. 38).

19 Esta  recomunalización comienza a surgir históricamente en  México hacia los  años setentas del  siglo  pasado, vinculada a la  emergencia de  importantes movimientos campesinos e indígenas en todo el país, así como a procesos organizativos que cristalizaron, ya en  los ochenta, en  la conformación de dos  organizaciones nacionales, la Coordinadora Nacional de  Organizaciones Campesinas Independientes  “Plan de  Ayala” (CNPA)  y  la Coordinadora Nacional de Pueblos Indígenas (CNPI) (Trejo, 1997).

20 En relación con las diferencias existentes sobre la concepción de las características y  las  relaciones de  género, Gargallo llega a la  misma conclusión al  establecer que todas las  culturas originarias (matrilineales, patriarcales, con  roles económicos intercambiables o excluyentes, etc.) fueron sometidas al cristianismo y que el resultado no  fue   (no  ha sido),   una única concepción de  dichas características  o  relaciones. Sin  embargo, asegura esta autora, “No obstante, tal  y como la  comunidad misma, el sistema de  géneros que se sostiene en  la supremacía masculina, en  la actualidad, ya es inseparable del orden normativo que muchos pueblos originarios reivindican en su renovada identificación nacional con  los  símbolos identitarios tradicionales (los  mal llamados “usos y costumbres” (Gargallo, 2014, p. 79).

21 De  manera  muy sintética, Díaz  Bordenave define este tipo   de  comunicación como: “[…] aquella en  que todos los  interlocutores ejercen libremente su  derecho a la  autoexpresión, como una función social permanente  e inalienable, generando e  intercambiando sus  propios temas y mensajes, con  el  objeto de,  solidariamente, crear conocimiento, compartir sentimientos, organizarse y adquirir poder colectivo, resolver sus   problemas comunes y  contribuir a transformar la  estructura de  la sociedad para que se  vuelva libre, justa y participativa” (citado en  Vejarano  et  al. 1989, p. 24).


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