Artefactos
Abriendo surcos
Revista Mediaciones
Corporación Universitaria Minuto de Dios – UNIMINUTO, Colombia
ISSN: 1692-5688
Periodicidad: Semestral
vol. 15, núm. 22, 2019
Abriendo surco
Enclavado entre los bosques y cerros de Michoacán, se encuentra San Felipe de los Herreros, una comunidad P’urhépecha que se debate entre la tradición y la modernidad. Su territorio comunal alberga terrenos de cultivo, bosques y manantiales que son fuente de riqueza, trabajo y alimento. El cultivo de maíz –para los pobladores de San Felipe– uno de los pilares fundamentales para la vida desde tiempos inmemoriales. Blanco, amarillo, azul, rojo y pinto son las variedades de maíces que siguen perseverando ante el inminente riesgo de desaparecer por el bajo precio del maíz, la llegada de semillas mejoradas, la introducción de nuevos cultivos, la falta de mano de obra o, simplemente, por el abandono de las tierras debido a lo poco redituable de trabajarlas. No obstante el adverso escenario, algunos pobladores se niegan a dejar sus tierras agotadas de tanto producir.
El gusto de comerse una tortilla hecha a mano; tener hojas para hacer corundas1 y nacatamales2; o quitarse el antojo de comer elotes son razones más que suficientes para continuar cultivando maíz, aun cuando las circunstancias orillan a dejar este menester. Así, obstinadamente siguen abriendo el surco –con tractor o con arado de tiro— para arrojar el grano con la esperanza de que la milpa crecerá, que este año no helará y que el fertilizante hará su parte para que el trabajo no sea en vano. La siembra comienza en marzo para cosechar en diciembre. Sin embargo, el trabajo nunca acaba. Mientras unas parcelas son sembradas, otras son aradas para dejarlas descansar. A la milpa3 se la cuida, se la escarda4 y chaponea5 para que crezca como se espera. De lo contrario, el descuido salta a la vista a través de los colores, tamaño y composición de ésta: pequeños indicios que son fácilmente detectables para el ojo entrenado de quien siembra.
La labor de ese pequeño agricultor es equiparable a la de un artesano. La fuerza de la costumbre y del saber arraigado en la enseñanza intergeneracional, dan la destreza necesaria para conocer la tierra y hacer que el maíz crezca. Hoy en día muchos y muchas luchan por no perder las variedades de maíces que se siembran en la localidad y que representan la herencia de sus antepa- sados, herencia que cada día cuesta más mantener viva.
Notas