Perspectivas – Vol. 6 – No. 21 2021
Riesgo público en las trabajadoras sexuales de Facatativá
provoca inseguridad en el sector (Duque, 2020). Ante tanta violencia,
muchas mujeres y personas transgénero que prestan sus servicios sexuales
desarrollan el llamado proceso de disociación, el cual consiste en que
pierden conexión con su propio cuerpo para poder soportar el maltrato.
En el libro La prostitución en el corazón del capitalismo, Hernández Velasco
(2019) habla de cómo en el siglo XXI la prostitución se ha convertido en
una completa barbarie, ya que, se alimenta de mujeres que han sido
expulsadas de sus hogares y que tienen pocos recursos, y se ven obligadas
a ejercer esta actividad, estas mujeres tienen como destino clubes,
macroburdeles, calles, entre otros, en donde preparan sus cuerpos para
su comercialización. Es allí donde la violencia vulnera el derecho a la
soberanía de sus cuerpos y donde la prostitución encarna
transformaciones sociales que se han producido de la mano del
capitalismo global, y que consideran la sexualidad de la mujer como
mercancía cuyo fin es complacer la urgencia sexual natural de los
varones, hasta el punto de llegar a considerar que la prostitución es un
escudo para salvar a las mujeres de violaciones y agresiones sexuales.
Cabe destacar que en la relación patriarcal, el género femenino es
destacado como fundamentalmente sexual, por esta razón, se les asigna
una sobrecarga de sexualidad a las mujeres prostituidas, representando
en ellas todo lo que no debe ser una mujer recatada, ya que, esta última
es solo para uso de un varón y no de todos, pero no se deja atrás el papel
de la mujer como ser sexual para uso masculino, resumiéndolo así: “lo que
las mujeres prostituidas ofrecen a todos, la mujer decente debe
ofrecérselo a su varón”, con un mensaje amenazante de no ser elegidas,
además de corroborar el núcleo ideológico patriarcal donde las mujeres
son para otros, no para ellas mismas, donde deben dar todo de ellas, pero
siempre para otros; de esta manera se afirma que la prostitución es una
forma extrema de violencia relacionada con la posición de poder de
aquellos que se benefician de la industria del sexo, tanto los proxenetas
como los consumidores de este servicio.
La prostitución no es la actividad más antigua del mundo, es la
explotación, la esclavitud y la violencia de género que los hombres se
pudieron haber inventado para el sometimiento y disposición sexual de las
mujeres para ellos. Algunos hombres empresarios poseedores de grandes
sumas de dinero que financian generosamente los prostíbulos han
impulsado a que esta esclavitud sexual sea algo legal. Pero esta
explotación debe ser abolida y no verla como una profesión que hay que
reglamentar. Por lo tanto, esto se comprende como violencia de género,