Societies,
utopias and human reality
Silvio José
Castellanos Herrera
Catedrático de la carrera de Derecho en la Universidad
Católica de Cuenca. Extensión “San Pablo de la Troncal”
silvio.castellanos@ucacue.edu.ec
https://orcid.org/0000-0001-6378-8753
RESUMEN
El
ser humano en su paso por este plano terrenal, siempre se ha preocupado por la
vida después de la muerte, es decir, por la inmortalidad del alma. Por eso, no
hay religión que no plantee la obligación de hacer el bien, so pena de pasarla
muy mal en la segunda morada. Es así como se plantea en diferentes cultos,
quimeras de felicidad eterna a manera de utopías teocéntricas, o amenazas de
sufrimiento eterno, dependiendo del comportamiento observado en su existencia
carnal. Pero también ha pensado el hombre en el disfrute pleno terrenal, sin
esperar la muerte. Para eso, observándose en sus dimensiones, social,
económica, política y jurídica, se ha planteado diferentes utopías
antropocéntricas que perseguirá incansablemente, tratando de hacer realidad sus
ilusiones de seguridad y tranquilidad en su paso por el planeta, a pesar de las
decepciones que lo agobiarán en esa infructuosa búsqueda. Sobre estos asuntos
discurriremos en el artículo que a continuación se presenta.
Palabras
Clave: jurídica, política, seres humanos
ABSTRACT
Human beings in their passage through this earthly
plane, have always been concerned about life after death, i.e., by the
immortality of the soul. Therefore, there is no religion that does not pose the
obligation to do good, at the risk of having a very bad time in the second
abode. This is how it is stated in different cults, chimeras of eternal
happiness in the way of theocentric utopias, or threats of eternal suffering,
depending on the behavior observed in their carnal existence. But men have also
thought of the full enjoyment of Earth, without waiting for death. For that,
observing its social, economic, political and juridical dimensions, men
determined different anthropocentric utopias to be pursued tirelessly, trying to
realize its illusions of security and tranquility in its passage through the
planet, despite the disappointments that will overwhelm them in that fruitless
quest. On these issues we will go through in this.
Keywords: legal, political, human beings
Introducción
Las utopías siempre han estado presentes en la mente
del hombre. Constantemente a través de
los siglos, ha soñado y visualizado situaciones felices a las que le es
imposible llegar (Ferrater Mora, 1983, p.3363)[1] . Sin
embargo, no deja de planteárselas y ante su impotencia ha inventado
místicamente, estados de vida pura después de la muerte, en la que no tendrá
ninguna preocupación y su bienestar, personal, familiar y social estará
asegurado por la eternidad. Pero para
alcanzar ese espejismo, todos los libros que sirven de base a las distintas religiones, han establecido un esquema moral teocéntrico
como condición necesaria, en el cual coinciden todas ellas con mínimas
diferencias, es decir, el cielo después de la muerte se le presenta al ser humano
como una utopía mesiánica con el objeto de moderar su conducta. En pocas palabras, si te portas tal y como lo
establece nuestro texto sagrado, adoras a Dios, lo concibes como el eje de tu
existencia, lo alabas y te humillas ante Él, serás salvo y tendrás vida eterna
en el paraíso.
En el sentido anterior, nos pasearemos por algunos
pasajes utópicos mesiánicos presentes en el Viejo Testamento y Nuevo Testamento
de la Santa Biblia[2].
Verificaremos el alcance de las predicciones de algunos Profetas y de la
entelequia planteada por San Juan en el Apocalipsis (La Santa Biblia, Ap.20,
v1-15, v21, v1-27, v1-5), para llegar a ciertas conclusiones sobre estos
particulares.
En este recorrido comentaremos también, cómo el
hombre comenzó a proponerse, sin descartar la estructura teocéntrica, la
factibilidad de lograr en este plano, esquemas de máximo bienestar a fin de que
su paso por el estadio terrenal resultara menos agobiante. Nacieron así las utopías antropocéntricas en las
que se le explica al ser humano, la posibilidad de acceder a una felicidad que
pudiera hacer llevadera y placentera nuestra presencia en el planeta. Esto por supuesto, sin abandonar la fantasía
del máximo gozo en el más allá, si nos comportamos tal y como nuestros códigos
religiosos nos lo exigen.
Pero, aunque la creación de ciudades o estados en
los cuales se vive en felicidad total han sido quimeras humanas, ellas han
servido para el diseño e implantación de proyectos sociopolíticos que han
venido sucediéndose a través de los siglos con resultados que no han sido
satisfactorios para los individuos que las experimentaron, sin que esto haya
obstado en algún momento, a la continua búsqueda de la ventura que ansiamos por
naturaleza. Sobre estos particulares
discurriremos en el presente trabajo.
El juicio a los hombres por su conducta de acuerdo a un sistema normativo, aparejado con el
respectivo sistema político, es algo subyacente en el ser humano, de hecho, es
la norma la que permite el tránsito del salvajismo a la barbarie. De esa manera dramática Hobbes describe la
libertad total (la guerra de todos contra todos (Hobbes, 1967, p.67-72), la
cual desaparece cuando el hombre decide sacrificarla, en pro de mantener la
especie, al realizar pactos creando simultáneamente una estructura social, política
y económica. Esto representó el origen
de la norma como instituto más importante en la humanidad, al permitir que el
ser humano no se autodestruyera como especie.
Este “pactar”, “normar”, “legislar”, determina el paso del salvajismo a
la barbarie y luego a la civilización (Engels, 1884, p.13)[3]. En este contexto, podemos decir que se
estableció una libertad en el marco de la costumbre, la moral, la norma y la
religión, aclarando que siempre existió la moral
aunque no se conociera como disciplina objeto de estudio, sino a partir de la
introducción de la misma como categoría filosófica por parte de Aristóteles (Ferrater Mora, 1984, p.1057 y 2272).
Cuando nos ubicamos en el Viejo Testamento, nos
damos cuenta de que la humanidad como especie siempre se ha debatido, desde la
expulsión de Adán y Eva del paraíso (La Santa Biblia, Gn.
3, v22-23), entre guerras y contiendas bélicas, además de sufrir la ira de Dios
en varias ocasiones[4]. En este devenir, se asume que Dios llevó a
cabo alianzas o pactos con los hombres.
El primero de ellos fue con Adán y Eva (La Santa Biblia, Gn. 2, v4-25, Gn. 3, v1-24). El
pacto edénico incluía:
Responsabilidad de ser el padre de la raza humana
Sojuzgar la tierra
Tener dominio sobre los animales
Cuidar del huerto y no comer del árbol del
conocimiento del bien y del mal.
Por haber fracasado Adán y Eva al comer de la fruta
prohibida, fue impuesta la pena de muerte para la desobediencia. Adán y Eva
murieron espiritualmente de inmediato y necesitaron nacer de nuevo para poder
ser salvos. Más tarde también murieron físicamente. Su pecado hundió a toda la
raza humana en un molde de pecado y muerte.
El segundo pacto fue con Noé (La Santa Biblia, Gn. 7, v1-24, 8, v1-22, 9, v1-17), en donde Jehová después
del diluvio, se compromete a no atentar más contra la humanidad: “No volveré
más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón
del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser
viviente, como he hecho. Mientras la
tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el
verano y el invierno, y el día y la noche.”
El tercero fue con Abram –posteriormente Abraham-
(La Santa Biblia, Gn. 12, v1-20; 17, v1-27), quien se
muestra triste e inseguro ante su presunta imposibilidad de tener hijos. Se compromete Dios a dotar a Abram de muchos
descendientes y del reinado sobre una gran nación y como señal del pacto
Abraham (como después lo llamó Jehová), se obligó a la circuncisión de todo
varón nacido en el reino. Reforma luego Dios su compromiso en el sentido de que
los descendientes de Abram heredarán la tierra y este pide a Dios una señal de
que su promesa es cierta. Ante la duda
de Abram, Dios le obliga a que se selle el pacto a la usanza de ese tiempo, lo
que consistía en que los que se gravan, recorrerán las partes desmembradas de
animales sacrificados, queriendo significar esto: “Esta misma fortuna correrán
mis rebaños si no cumplo con mi promesa”.
El paso de Jehová a través de los restos de animales,
tomó la apariencia de una antorcha ardiente, sellándose así la promesa.
El cuarto pacto de Jehová con los seres humanos lo
realiza a través de Moisés (La Santa Biblia, Ex. 3, v1-22; 33, v1-23; 34,
v1-10), donde Dios ofrece al pueblo hebreo una Nación en una Tierra Prometida,
a cambio de que Moisés conduzca la liberación de su gente y que posteriormente
cumplan con la ley que Jehová dictará a Moisés.
Estas leyes se establecieron en forma de estatutos
aunque otras tienen la naturaleza de decisiones de casos o deberes éticos. Algunas se dan para cumplir con necesidades
transitorias o inmediatas, y otras tienen la intención de perdurar durante
siglos. El compromiso implicaba que las
leyes debían leerse al pueblo periódicamente en el año, para que los moradores
pudieran aprenderlas y no tuvieran excusas para no obedecerlas. Habiéndose completado la declaración de las
leyes, los israelitas reafirmaran su pacto con Dios, tal como lo hicieron en el
Monte Sinaí cuando se les entregó por primera vez la ley. Esto no se tomó a la ligera debido a las
maldiciones taxativas establecidas cuando se produjeran violaciones a la ley.
El quinto pacto lo realiza el Señor con David (La
Santa Biblia, Cr. 17, v1-27). En el mismo, promete Dios a David estabilidad y
ausencia de enemigos, a cambio de que este último construya un templo para su
adoración. Aunque sufre David la pena de
no poder construir él mismo el templo, comienza a organizar el proyecto para
asignar a su hijo Salomón, la responsabilidad de la edificación, pidiendo la ayuda
de sus príncipes en el levantamiento de este símbolo nacional de compromiso con
Dios.
Finalmente, el sexto pacto lo lleva a cabo Jehová, a
través de Jesús (La Santa Biblia, Ap. 20, v11-15) su único hijo que es Él
mismo, con San Juan el Evangelista en el Apocalipsis, donde se asegura la vida
para después de la muerte, previo a un juicio final de la siguiente forma:
Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en
él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se
encontró para ellos. Y vi a los muertos,
grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro
libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los
muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él;
y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron
juzgados cada uno según sus obras. Y la
muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de
la vida fue lanzado al lago de fuego.
y el nuevo cielo y una nueva tierra, así (La Santa
Biblia, Ap. 1, v1-25)
Vi un cielo nuevo y una tierra
nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya
no existía más. Y yo Juan vi la santa
ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una
esposa ataviada para su marido. Y oí una
gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y
el morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos; y
ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las
primeras cosas pasaron.
En pocas palabras, Dios le muestra a Juan cómo será
el juicio final y el cielo. Es la imagen
de una Ciudad Santa, con un río que fluye a través de ella con un árbol de la
vida a cada lado. Las preocupaciones y
las congojas de esta vida no se conocerán en el cielo y abundará gran gozo. Esta visión de un nuevo cielo y una nueva tierra, proporciona una emocionante conclusión a un libro,
que en su inicio, habló de la majestad de la primera creación de Dios. Concrétase de esta manera una utopía mesiánica y
teocéntrica.
Podemos observar que la agresión de Dios a los seres
humanos, obedece al comportamiento desviado de
ellos. Ahora bien, cuando Jehová decide
no agredir más a los humanos en su pacto con Noé, creemos, que es que se da
cuenta, de que la naturaleza del hombre nada tiene que ver con la perfección,
que el libre albedrío que Él le dio, lo hace independiente e impredecible, que
sus pasiones no siempre puede controlarlas, que no puede intervenir en la
agresión entre ellos y que en general, la templanza como virtud la lograrán solo
unos pocos. Se conformará Dios, con que
se sigan sus leyes tanto como se lo permita la esencia humana y que a pesar de los desvaríos de los mortales, se le adore.
Ahora bien, en el contexto bíblico del viejo
testamento, entre guerras y pactos de Jehová con el hombre, es importante
resaltar el hecho de que existieron profetas que ofrecieron al hombre utopías
teocéntricas. En ese sentido, Isaías, no
solo anuncia el nacimiento de Cristo (La Santa Biblia, Is.
7, v14), sino que decreta el juicio final a través de profecías mesiánicas,
dando el nombre de Emanuel al Salvador, quien será descendiente de David, hijo
de Isaí. Así anuncia que El Señor
construirá un reino y se quedará con los que le aman, imponiendo en los últimos
días, justicia, paz y regocijo en el reino del Salvador, de tal forma que (La
Santa Biblia, Is. 11, v1-9):
Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago
retoñará de sus raíces. Y reposará sobre
él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de
consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Y le hará
entender diligente en el temor de Jehová.
No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus
oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los
mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el
espíritu de sus labios matará al impío.
Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el
cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos,
y un niño los pastoreará. La vaca y la
osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león con el buey comerá
paja. Y el niño de pecho jugará sobre la
cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la
víbora. No harán mal ni dañarán en todo
mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como
las aguas cubren el mar. (resaltado mío)
Otra utopía teocéntrica nos la presenta Ezequiel (La
Santa Biblia, Ez. 37, v1-14) cuando Dios le da una visión fascinante, de huesos
secos que vuelven a la vida y de resurrección, narrando de esta forma narra su ilusión:
Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos,
oíd la palabra de Jehová. Así ha dicho
Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y
viviréis. Y pondré tendones sobre
vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en
vosotros espíritu y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová.
(…)
Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos
son la casa de Israel. He aquí, ellos
dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del
todo destruidos. Por tanto, profetiza, y
diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo
mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de
Israel. Y sabréis que yo soy Jehová,
cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo
mío. Y pondré mi Espíritu en vosotros, y
viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé
y lo hice, dice Jehová.” (resaltado mío)
Las profecías de Ezequiel, en un lenguaje
apocalíptico, conducen a sus seguidores al reino del Buen Pastor y al momento
en que las fuerzas del mal serán destruidas para siempre. La visión que Dios
muestra a Ezequiel es la de una gran batalla en un panorama vasto universal en
el que la muerte y la destrucción son catastróficas, con origen en la rebelión
y la maldad, imponiéndose a los impíos un castigo eterno, sin que haya
renovación para los malvados, sólo una paz y gozo eternos para los rectos y
justos.
En el mismo camino utópico-teocéntrico, ofrece Dios
a Daniel una visión futurista pero lejana entre otras, en el que se muestra a
la deidad gobernando en este mundo y en el mundo del más allá, después de que
ocurra la restauración prometida. Son
momentos en los que Daniel debe mirar lejos hacia el futuro y asegurar a los
que viven en Dios, el consuelo de que todas las luchas de esta vida van a ser
reivindicadas. Así en la visión, dice Dios a Daniel (La Santa Biblia, Dn. 12, v1-4):
…pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo,
todos los que se hallen escritos en el libro.
Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados,
unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. Los
entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan
la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad. Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella
el libro hasta el tiempo del fin. Muchos
correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará. (resaltado mío)
En cuanto a Daniel (La Santa Biblia, Dn. 12, v13), la visión termina con la seguridad de que
después de su muerte, resucitará para recibir su recompensa: “Y tu irás hasta
el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los
días.”
En general, después de comentar las utopías
teocéntricas, podemos inferir que tanto Isaías, Ezequiel y Daniel como Juan,
son mandatarios de Dios en el sentido de que debieron ellos llevar un mensaje
asociado al comportamiento de los hombres en la tierra. Esta palabra sagrada, está plena de
esperanza, justicia, paz y felicidad, después de la muerte, indiferentemente de
cuantas vicisitudes hayan aquejado a la humanidad. Es decir, es una posible
realidad incomprobable que no está en ninguna parte apreciable por nuestros
sentidos, lo que caracteriza en esencia a una utopía.
Desde nuestro punto de vista, puesto que esta
estructura dual de “juicio final – paraíso”, está presente en los principales
cultos del mundo, consideramos que puede extraerse de ellos, una especie de
episteme (Moreno, 2015, p.46 y p.51)[5]
contentivo de un código universal axiológico, ético y moral que puede moderar
de manera trascendente el desenvolvimiento humano, independientemente de la
religión a la que pertenezca cada quien.
Lamentablemente, este esquema de aguantar toda clase
de sufrimiento con la expectativa de un juicio final y un paraíso al pasar al
otro plano, fue aprovechado malévolamente por
religiones que se aliaron al poder para subyugar a los pueblos, encargándose
los jerarcas de las iglesias de inculcar en la población, una especie de
conformismo e indiferencia en cuanto a los abusos recibidos, con la promesa de
un juicio final y un edén al acabarse la vida.
Con el pasar de los siglos, el hombre se fue
planteando la idea de que, sin abandonar su fe aceptando la utopía
mesiánico-teocéntrica, pudiera crearse en la tierra sin necesidad de morir, un
estado de cosas en la que los seres humanos pudieran disfrutar del paraíso pero aquí en nuestro planeta, dando paso así a
diversas utopías antropocéntricas (Marsal y
Garmendia, 1976, p.138)[6],
algunas de las cuales trataron de implantarse pero sin éxito.
Aunque están documentadas varias utopías
antropocéntricas, comentaremos aquí las tres que consideramos más importantes.
La primera que tocaremos será la de Platón con su
magna obra, social, política y jurídica “La República” (Platón, 433a), donde
hace una descripción del estado ideal cuyo fin es el logro de la justicia, entendida
como la función asignada a cada cual de acuerdo con las necesidades del estado,
apuntando así a una visión orgánica de la sociedad con una clara división del
trabajo, aunque es bueno aclarar que “No fue Platón el primero en entregarse a
semejantes ejercicios de la imaginación.
Aristóteles refiere que Faleas de Calcedonia e
Ihpodamo de Mileto habían intentado antes echar las
bases del Estado idea” (Pardo, 1983, p.60)[7].
Platón armoniza tres clases de hombres: los
gobernantes filósofos o sabios[8], los guerreros
y los que se dedican a los trabajos productivos. No está presente en su obra el
equilibrio de poderes, sino un cuerpo de ciudadanos que desempeñan las
funciones directivas del estado. Es esta
la creación fundamental en su tratado.
Aparejado a todo esto, propone la abolición de la propiedad, lo cual
trae asociado la desaparición de la familia, lo que según él mismo avizora,
habría de chocar abruptamente con la opinión general (Platón, 450 ss.).
Impone clara y tajantemente la comunidad de mujeres y
de hijos (Platón, 457b), dispone en su tratado, de manera inclemente e
implacable, los matrimonios en ciertas épocas del año bajo la dirección del
Estado, de tal forma que los así casados van a considerar a los hijos como de
todos y a la vez los hijos van a considerar a todos los casados como sus
padres. La crianza en común de los hijos y su apartamiento de las madres apenas
nacidos, deja claro que para Platón lo primero y
principal es el Estado, a la sazón de que su sentimiento de vida familiar es
totalmente inexistente. Esto pudiera explicarse en cierta forma, debido a que
él no fue esposo ni padre. No conoció la
naturaleza de los sentimientos familiares y lo revela claramente suponiendo que
al eliminar la sociedad natural donde tradicionalmente la gente vive y
prospera, resurgirá como por arte de magia, una comunidad más poderosa donde
padres y madres no podrán distinguir entre la muchedumbre a aquellos a quienes
han engendrado.
Consideramos entonces que la característica
fundamental de “La República”, es el rechazo radical de la democracia en favor
de una estructura comunista, principalmente por lo de la comunidad de propiedad
y de mujeres. Tal y como lo comenta
Pardo (1983, p.100), trató Platón “La República” (Platón, 420bc y 421bc) (al
proponer la implantación de su visión de sociedad política, jurídica y
económica) de establecer las bases “…de un Estado donde la felicidad estuviese
garantizada a todos y no a un grupo social.
Con vista a fin tal elevado era necesario
llevar a los ciudadanos, sin distinciones, a cumplir cabalmente la función
asignada a cada uno de acuerdo con el metal que el destino hubiese puesto en su
alma…”.
La segunda utopía social, política y normativa,
cuyas principales características trataremos, será la plasmada en la obra de
Tomas Moro (1517) “Utopía”, cuya primera edición se publica en París en 1517,
una vez que ha sido revisada por Erasmo de Rotterdam. Pretendió Moros describir un Estado ideal a
la manera de la “República” de Platón y se trata de una supuesta isla pequeña
situada en un “no lugar”. Habla Moros de una nación sumamente limpia urbanizada
de forma perfecta. Allí no existe la
propiedad privada, todo es de todos, “No hay ninguna casa cuya puerta principal
no dé a la calle y no tenga un aljibe en el jardín. Las dos hojas de cada puerta se pueden abrir
con una simple presión y se cierran solas; puede entrar quien lo desee, puesto
que no existe la propiedad privada, y cada diez años, previo sorteo suelen
cambiar de vivienda.” (Moro, 1517, p.62), hay una sola clase y el rey sólo se
diferencia de los demás porque porta un puñado de espigas, su título es
honorífico porque su única misión es fomentar la paz, las artes y las ciencias;
pero “los que no quieren acatar las leyes, son desterrados y sus posesiones son
adjudicadas a otros nativos.” (Moro, 1517, p.61).
El sistema político es la democracia perfecta en la
que todos los cargos son nombrados por votación. Todos los habitantes deben dedicarse a la
agricultura y las ciudades de la isla mandan cada una, 10.000 hombres para esas
labores. “Antes de las cosechas, los
prefectos agrícolas informan a las autoridades de la ciudad el número de
trabajadores que necesitan; en la fecha indicada llegan los cosechadores y se
hace la recolección de una sola jornada si el tiempo es propicio.” (Moro, 1517,
p.61), al final:
Cada familia entrega los productos de su trabajo a
unos almacenes especiales, los cuales se preocupan de seleccionarlos y
repartirlos según su especie en diferentes almacenes. Cada padre de familia va a buscar allí lo que
precisan de el y sus familiares, y recoge lo que quiere, sin dar dinero ni otra
cosa a cambio. ¿Por qué no habrían de
entregárselo? Poseyendo tanta abundancia de todo, ¿qué temor hay de que nadie
solicite más de lo preciso? ¿Pues a quién se le ocurrirá desear cosas vanas si
está seguro de que no ha de faltarle nada? El miedo a las privaciones es el
motivo que hace egoístas y avaros a todos los seres vivientes, y en el hombre
el orgullo, pues le hace jactarse de la exhibición de cosas vanas para
distinguirse de los demás, vicio que las instituciones de Utopía no toleran en
modo alguno. (Moro, 1517, p.70)
Los magistrados, embajadores, sacerdotes e incluso
el monarca se escogen entre los más aptos. Es permitida la eutanasia, el
divorcio y el adulterio es castigado severamente.
Las relaciones sexuales son controladas,
impidiéndose a los jóvenes casarse antes de los 18 años. Si alguna pareja, tienen relaciones sexuales
ilícitas, son castigados severamente impidiéndoseles casarse, excepto que opere
el indulto. Existe en Utopía la costumbre
de que:
…la mujer, sea doncella o viuda, es expuesta ante su
futuro esposo desnuda, por una grave y honesta mujer ya entrada en años, y lo
mismo se hace con el varón. Y como nosotros nos reímos de ese hábito, diciendo
lo que nos extrañaba, se maravillaron de la insensatez de los otros países,
donde al comprar un caballo, aunque valga poco dinero, son tan precavidos que,
aunque esté casi desnudo, no lo compran si no le quitan los arneses, por miedo
a que escondan alguna llaga o imperfección, y en la elección de cónyuge, que
puede llenar de placer o de pesar el resto de nuestra vida, son tan descuidados
que juzgan el valor de una mujer con sólo haber visto un palmo de élla (ya que sólo descubre el rostro, pues el resto del
cuerpo está tapado por los vestidos), y se casan sin prever el peligro de no
congeniar si luego se encuentran con algún desagradable descubrimiento. (Moro,
1517, p.95)
Todos manejan las armas, aunque odian la
guerra. Existe tolerancia religiosa,
creen que el paso por la tierra es pasajero y que en la otra vida se premiará a
los virtuosos y se castigará a los malos, eliminando cualquier honor a los que
no piensen de esa manera o no crean en Dios, es más, se les prohíbe que
defiendan el argumento contrario a la inmortalidad del alma (Moro, 1517, p.113
y p.114). En esta senda comenta Pardo
(1983, p.729):
Cuando Hitlodeo y sus
compañeros hubieron explicado a los utopienses la
vida de Cristo y la esencia de la religión cristiana “fue de ver el entusiasmo
con que, a su vez, asintieron a ella, ya por secreta inspiración divina o por
parecerles muy semejantes a las creencias predominantes en el país”. Fueron muchos los que se hicieron bautizar y
lamentaban que ninguno de los ultraequinocciales
estuviese en capacidad de administrar los sacramentos.
Plantea Moro que en Utopía los nobles odian el
despotismo, la ambición de poder y de riquezas.
No existen en Utopía, la hipocresía, la codicia, las intrigas, las
guerras, las injusticias, la pobreza y la población vive con una diáfana visión
cristiana de la existencia.
En esta isla, la ley no establece ninguna pena
determinada. El Senado la impone en cada
caso según su gravedad. Los maridos
castigan a sus esposas, los padres a los niños.
Los crímenes graves son castigados con la esclavitud, al considerar esta
como más útil que la pena de muerte Pardo (1983, p.96-97). Están eliminados los abogados” que defienden
astutamente las causas y discuten sagazmente sobre las leyes. La experiencia les ha demostrado que es más
conveniente que cada cual sea defensor de su propia causa y exponga al juez lo
que le habría declarado a su abogado defensor.
De este modo se evitan muchas dificultades y es más fácil averiguar la
verdad. Mientras habla el denunciante sin las argucias que enseñan los
defensores, el juez examina los argumentos y ayuda a los hombres humildes
contra las calumnias de los acusadores.” Pardo (1983, p.99-100)
En fin, en un sitio donde todo es común, nadie
siente temor de que pueda faltarle algo. La distribución de los bienes se hace
equitativamente, no hay pobres ni mendigos.
Todos tienen de todo.
Creemos finalmente que la fantasía de Moro es al
estilo de Platón, comunista y socialista, irrealizable y sus postulados más
temerarios fueron idealizados por marxistas que ensalzaron tanto a Moros como a
Platón. A pesar de lo comentado,
misioneros españoles intentaron poner en práctica estas teorías a través del
humanismo cristiano. En este sentido expone Imaz
(1941, p.15):
El joven investigador mexicano Silvio Zavala, en su
estudio La Utopía de Tomás Moro en la Nueva España (1937), ha llamado por vez
primera la atención sobre un hecho que, a mi entender, reviste extraordinaria
importancia; la influencia de la Utopía de Moro en los “hospitales” fundados
por don Vasco de Quiroga. Ha llamado la atención y ha puesto en
evidencia documental el alcance de estas influencias. Para cualquiera que conozca las diversas
interpretaciones, sin que falten las banales, que ha recibido el “utopismo” de Moro, este estudio de Zavala aporta un dato
significativo: que la Utopía de Tomás Moro ha sido, además de la primera, la
primera también que, con anticipación de siglos, es ensayada en la práctica y
en suelo de América. Y que quien la
ensaya, gran amigo del erasmista Francisco padre Zumárraga, primer obispo de la
Nueva España, lo hace con plena conciencia de la intención “práctica” de Moro y
con intuición fresca de que éste escribió la Utopía por haber conocido las
condiciones de América.
Con motivo del párrafo anterior, vale la pena aquí
traer a colación la enconada lucha de los religiosos españoles, apoyados por
Carlos V, durante la época de la conquista, en dos sentidos, en el primero
dilucidando el carácter de seres inferiores o no, susceptibles de educar o de
esclavizar, y en el segundo, en cuanto a los experimentos sociales que se
realizaron en América, para crear colonias en las que el tratamiento a los
indios obedecía a un concepto acerca de ellos como para concretar en dichas
colonias, modelos sociales siguiendo las líneas de Platón y de Moros en sus
obras ya comentadas.
Sobre los debates asociados a la naturaleza de los
conquistados, se llevaron a cabo verdaderos combates conceptuales entre los
mismos clérigos o de ellos con los conquistadores. Son famosos por
ejemplo, el intento del gobernador Nicolás Ovando en 1508, para demostrar la
capacidad de los indios para vivir en libertad y a la manera de los
españoles. Dicha experiencia terminó en
verdadero fracaso al verificarse todo lo contrario de lo que pretendía probar
Ovando (Hanke, 1968, p.96-97).
En la misma dirección, Rodrigo de Figueroa, con
cédula de Carlos V de mayo de 1520, recibió órdenes de llevar a cabo un ensayo
con indios libres en La Española, para constatar que realmente los indígenas
podían vivir en libertad de manera autónoma. Figueroa estableció tres villas de
indios libres sin reparar en las opiniones adversas de otros frailes y
conquistadores. En efecto, el
experimento fracasó rotundamente por la incapacidad de los indios, lo que
contrarió la hipótesis que se quería verificar.
Finalmente los indios fueron entregados
nuevamente a los españoles (Hanke, 1968, p.32-33).
Casi con los mismos resultados se intentó en Cuba en
1535, cuando el gobernador Guzmán nombró al fraile Francisco Guerrero como
administrador de los indígenas que debieran ser liberados para llevar a cabo un
nuevo tanteo con la intención de demostrar lo que ya anteriormente se había
examinado en cuanto a la capacidad de los indígenas de vivir libres y de manera
autónoma. En este caso particularmente ”… el padre Guerrero visitó pocas veces la
villa y pasó poco tiempo adoctrinando a los indios o enseñándoles cómo vivir
como labriegos españoles. Ordenaba a los nativos a servirle en su propia casa,
tomó a una mujer india llamada Isabella, llevándola
lejos de su esposo, y la mantuvo para sus propios endemoniados propósitos, y
cuando los indios llegaban a obtener cosecha, invitaba a todos sus amigos a
festejar.”(Hanke, 1968,
p.43-45)
En general la posición de humanidad de los indios, fue liderizada a través de
innumerables escritos por Fray Bartolomé de las Casas, lucha esta con dos picos
épicos. El primero fue su agria disputa
en 1519 con el Obispo de Darien Juan Quevedo
(partidario de la doctrina de Aristóteles sobre la esclavitud) en Barcelona,
ante el emperador Carlos V. La tesis
fundamental de De las Casas era: “Nuestra religión
cristiana es igual y se adapta a todas las naciones del mundo y a todas
igualmente rescibe y a ninguna que la libertad ni sus
señoríos ni mete debajo de servidumbre, so color de achaques de que son siervos
a natura o libres como el reverendo obispo parece que significa.” (Hanke, 1968, p.306)
El segundo hito de esta causa sostenida por De las
Casas, fue en 1550 ante Sepúlveda, acérrimo partidario de la guerra contra los
indios y de su consecuente esclavitud, en virtud de la doctrina
aristotélica. La polémica surtió el
efecto inicial de la suspensión de todas las conquistas del nuevo mundo hasta
tanto no se llegara a una definitiva como resultado de
esta contienda conceptual. La querella
no llegó a ninguna conclusión y los jueces se dispersaron sin concluir nada al
respecto, por más que se les conminó innumerables
veces al dictamen. Ambos contrincantes
reclamaron para sí la victoria (Hanke, 1968,
p.310-323).
Paralelamente, desde nuestro punto de vista, De Las
Casas acompañó su lucha con esfuerzos concretos de establecer en América, sociedades
a la manera de Utopía y La República. Su
primer impulso en este sentido lo llevó a cabo entre 1519 y 1520, al tratar de
fundar una colonia en la costa de Paria con labradores españoles, el cual no se
cristalizó debido a la férrea oposición de coterráneos que no compartían sus
creencias. Su segundo empeño lo llevó a
cabo en Guatemala durante los años 1537-1550 denominado la Vera Paz, en la
provincia de Tuzutlán, con el siguiente desenlace (Hanke, 1968, p.117-126):
El final del
experimento se narra en una triste carta enviada por los frailes al Consejo de
Indias el 14 de mayo de 1556. La
escribían dice el informe, para que el Rey pudiera saber con claridad lo que
había pasado. Durante años los frailes
habían trabajado con energía a despecho del gran calor y de la “aspereza” de la
tierra, habían destruido ídolos, edificado iglesias y ganado almas. Pero siempre “el demonio estaba vigilante” y por último, había espoleado a los sacerdotes paganos, que
apelaron a ciertos indios infieles vecinos para fomentar la rebeldía. Los frailes y sus acólitos fueron expulsados
de sus casas, a las que se prendió fuego, y unos treinta fueron muertos a
flechazos. Dos de los frailes fueron
asesinados en la iglesia, y no fue sacrificado ante un ídolo. Uno de los que murieron fue fray Domingo de
Vico, misionero celoso y sabio, que sabía predicar en siete lenguas indias
diferentes. Cuando los frailes pidieron
auxilio a los españoles de Santiago para castigar a los indios infieles, lo
rehusaron suavemente, citando la disposición real que les prohibía tener trato
con los indios o entrar en el territorio.
Con posterioridad el Rey ordenó el castigo de los indios rebelados. La Tierra de la Vera Paz se empobreció
todavía más y se desvaneció la posibilidad de ganar a los indios por medios
exclusivamente pacíficos.
La tercera utopía que expondremos es la del filósofo
italiano Tommaso Campanella.
Fue escrita en dos versiones (1602 y 1611) en italiano y tuvo también en
latín por lo menos dos versiones (1613 y 1631), se trata de “La imaginaria
Ciudad del Sol” (IDEA DE UNA REPÚBLICA FILOSÓFICA), con una fuerte influencia
de Moro y Platón como él mismo afirmara.
“La ciudad del Sol” es narrada por Campanella por
intermedio de un diálogo entre personajes imaginarios, en donde cobran
importancia las técnicas mágicas y astrológicas. De hecho, se trata de una
ciudad mágica en la que un inmenso faro era capaz de irradiar luces de diversos
colores con las que los sacerdotes podían alterar la luz solar, manipulando así
las influencias astrales en la vida de los ciudadanos.
El Máximo jerarca de la ciudad es un sacerdote
llamado Hoh (metafísico) co tres ministros, Pon, Sin y Mor, (Potencia,
Sabiduría y Amor). Pon es el jefe militar; Sin es el encargado de la educación
y Mor dirige la procreación y la puericultura (Fondo de Cultura Económica,
1973, p.147-151).
En la Ciudad del Sol no existe la propiedad privada
debido a que la misma origina el egoísmo que es terrible para la sociedad. No
existen amos ni criados, todos trabajan por la común prosperidad. Entre otras
cosas, hay una comunidad en cuanto a los sitios para el descanso, el sueño y la
comida, así como también, el vestido es uniforme, el cual cambia según la
estación del año. Aclárase aquí que
también hay una comunidad de mujeres pero en cuanto a la crianza y educación de
los hijos, mas no en cuanto al lecho.
Esto a imagen de Platón en La República (Fondo de Cultura Económica,
1973, p.157-160).
Para impedir discordias, los magistrados son
seleccionados por los triunviros Pon, Sin y Mor, según su idoneidad para los
diversos oficios. Al cargo de Hoh nadie puede aspirar si no posee las
cualidades de un hombre sabio con altísimos conocimientos en las ciencias
existentes, incluyendo la política, la metafísica y la teología (Fondo de
Cultura Económica, 1973, p.155).
El mantenimiento óptimo de la raza es reglado y
administrado por funcionarios que asocian las parejas que pueden dar los
mejores hijos; las mujeres no pueden engendrar antes de los diecinueve años, ni
los hombres antes de los veinte. La
mujer estéril es privada de todas las facultades y prebendas asignadas a las
matronas (Fondo de Cultura Económica, 1973, p.160-161).
Los niños luego del destete, son entregados a
instructores que inician su educación
pasando después a la custodia de los maestros, que comienzan su
enseñanza. Igualmente hombres y mujeres
son instruidos en el manejo de armas y en todas las artes. Es también considerada la pericia en la
actividad náutica, la agricultura y la ganadería como aptitudes de alto
reconocimiento a diferencia de las labores mercantiles, dándosele preferencia
al trueque en las operaciones comerciales, utilizándose el dinero para los
viajes de los habitantes en procura de recursos y para aprender la cultura de
otras civilizaciones (Fondo de Cultura Económica, 1973, p.162-163, p.169 y
p.177).
En relación al sistema político, los mayores de
veinte años participan en las asambleas populares en donde exponen libremente
sus ideas y reparos sobre el ordenamiento jurídico. Las leyes son concisas y
cortas. Los delitos se castigan utilizando la ley del Talión. Los procesos son
breves y las cárceles solo se usan para los prisioneros de guerra (Fondo de
Cultura Económica, 1973, p.182-186).
En cuanto a religión se refiere, Los magistrados,
que también asumen funciones sacerdotales, oyen las confesiones, enterándose
así de las desviaciones más comunes en la comunidad. La religión se asume como
una especie de cristianismo natural; toman al universo como la imagen viviente
de Dios. Son firmes creyentes de la
inmortalidad del alma, pero no conciben los lugares de premio o de castigo ni
de la duración de la pena. Sus
principios místicos son el Ente, que es Dios, y la Nada, que es su contrario y
adoran en Dios la trinidad de Potencia, Sabiduría y Amor y creen en los astros
como poderosas fuerzas negativas con poder para afectar los sentidos del
hombre, desordenando su razón (Fondo de Cultura Económica, 1973, p.186-188).
2. Conclusiones
El experimento de Dios en la tierra,
comienza con su formación y la creación de dos seres humanos (macho y hembra –
Adán y Eva). Los dota de “libre
albedrío”, de sentimientos y les impone una sola norma: no comer del árbol
prohibido. Sin embargo, al proveerlos de decisión autónoma en sus actos,
instaura en ellos la posibilidad de realizar conductas propias del razonamiento
y de la pasión. El primer acto de ira de
Dios, sucede al verificar que los humanos faltaron al
pacto. Su castigo no se hizo esperar y
los echo del paraíso. Comenzó Dios a darse cuenta que
su constructo de carne y hueso, era falible, susceptible de errores y de ser
vencidos por las emociones y pasiones.
Esta venganza implicó penurias para los dos primeros habitantes y les
implanto un verdadero martirio para vivir el resto de sus existencias.
El desarrollo de la especie humana a partir de Adán
y Eva, estuvo plagado de toda clase de desvaríos
cometidos por los habitantes de la tierra.
Este comportamiento cargó al Creador progresivamente de ira, por lo que
decidió como nueva represalia, acabar con los mortales, dejando a una sola
familia que tendría la misión de poblar otra vez al planeta, con la esperanza
de que la humanidad naciente, transitara un camino recto. Pero se dio cuenta
Dios, de que, aunque dejara a un solo hombre, este podría actuar en cualquier
momento de manera correcta, desviada, apasionada o inconveniente, debido a que
su psique estaba armada, de manera irreversible, de una estructura emocional en
la que imperaba “el libre albedrío”. Por
esta razón se compromete a no tentar más contra la especie humana en un nuevo
pacto, esta vez con Noé.
En adelante, llevaría Dios sucesivos acuerdos con
los hombres, en los que Él se comprometía a ayudarlos en su evolución
económica, política, jurídica, social y espiritual a cambio de que se
respetaran las normas conductuales y políticas establecidas conjuntamente
con ellos, se le adorara y se le construyeran templos[9]. Con los siglos, el comportamiento humano
siguió molestando al Creador y a manera de amenaza o premio, prometió a los
hombres, a través de utopías mesiánicas-teocéntricas, un paraíso imaginario al
que irían todos los que, después de la muerte y la consecuente resucitación,
salieran airosos de un juicio final en el que se evaluarían todas sus obras en
el paso por este plano[10]. Inventa así un castigo eterno para los
corruptos, injustos, malvados o portadores de los males que Él siempre
reprochó.
Esta intimidación, conjuntamente
con las utopías teocéntricas, estarían llamadas a trascender por los
siglos de los siglos hasta la actualidad, marcando de una u otra forma, la
conducta de los seres humanos que creen en la existencia de Dios, a la manera
de como se le describe en las escrituras.
Con posterioridad a la invención de las utopías
teocéntricas, a excepción de la promulgada por Juan en el Nuevo Testamento,
algunos sabios, filósofos e intelectuales, sin negar el esquema premio-castigo
propuesto en las referidas utopías referidas en las que se asegura la
inmortalidad del alma, se propusieron a través de utopías antropocéntricas,
crear en la tierra sin necesidad de morir, un estado, con una estructura
política y jurídica ideal, en el que los humanos pudieran disfrutar del paraíso
pero aquí durante la vida terrenal, algunas de las cuales trataron de
implantarse pero sin éxito.
En efecto, las utopías antropocéntricas que
expondremos en este trabajo[11],
desarrollan un mágico y fantasioso escenario, en el que el hombre es
completamente feliz pero a través de un esquema
político, normativo y económico comunista-socialista irrealizable, con
postulados impracticables en la realidad, los cuales fueron idealizados por
marxistas que intentaron emular a Moros, a Platón y a Campanella,
entre otros utopistas. Por consiguiente, las pretensiones de establecer en el
mundo real un estado irreal, fracasaron todas, desde las empresas emprendidas
por los frailes españoles en América, como lo refiere Imaz
(1937), comentando al mexicano Silvio Zavala[12],
hasta la aventura comunista propuesta por Marx y Engels, cuya ambición al
tratar de imponerse, fracasó rotundamente en los países en donde se pretendió
tal exabrupto, independientemente de que aún subsisten dictaduras atroces en
las cuales se pretende, en contra de una población indefensa, continuar con
estas prácticas utópicas indeseables.
Esto por supuesto, desde el punto de vista de quien escribe.
Ahora bien, es nuestra postura, que las utopías
teocéntricas no perderán vigencia nunca, debido a que se basan en la presunción
de la inmortalidad del alma y en la felicidad después de la muerte. Asuntos estos que encuentran su asidero en
dogmas de fe instituidos por las diferentes religiones, a ser acatados por los
creyentes, así como en la práctica de un código moral terrenal que permitirá a
los hombres superar airosamente un juicio final, para transitar sin traumas al
paraíso prometido.
Entre tanto, creemos en vía contraria, que las
utopías antropocéntricas están destinadas todas a un estrepitoso fracaso debido
a que de manera inmanente, nacen con el germen de su
propia destrucción, que no es más que contrariar la naturaleza humana. Justamente, si podemos definir la libertad de
manera general, como la capacidad del ser humano de tomar decisiones, de
actuar, de abstenerse, de obrar en uno u otro sentido, de optar por una cosa o
por su contraria sin que nadie se le oponga, en un marco normativo, aludimos
entonces a la libertad de acción, a la libertad exterior, lo cual oponiéndose a
la esencia humana, se destruye de manera directa, abierta y sin
cortapisas en las utopías antropocéntricas analizadas. Desde un punto de vista religioso-cristiano,
se trunca el don de la creación, consistente en el libre albedrío (Ratzinger,
2005, p.89).
Es claro así que, por ejemplo, atentar contra la
propiedad privada es una aberración presente en todas las entelequias
revisadas, cuando es harto conocido que el hombre siempre ha sido dueño de su
arco, de su hacha, de sus instrumentos de labranza, y hasta en cierta épocas y
civilizaciones, de sus hijos y de su mujer; lo que contraríe esta verdad es
opuesto a la esencia humana y por lo tanto desnaturalizado. Es también inaceptable por cualquier
civilización, la eliminación de la familia en pro de un Estado, cuando el
núcleo histórico de cualquier agrupación humana es la familia. Inconcebible también la comunidad, no solo de
bienes, sino de las madres y de padres, de tal forma que no se reconocen los
hijos al ser estos confundidos en la multitud de niños educados por maestros y
maestras impuestos por el Estado.
Increíble también que tenga algún viso de éxito en cualquier sociedad,
la eliminación del amor entre las parejas que formarán familias, en virtud de
apareamientos reglados, en donde está ausente todo conocimiento de alma a alma
entre quienes deben unirse, no solo sexualmente sino espiritualmente. Esto último es lo más grave, decepcionante e
inaceptable. A la sazón, finalmente,
compartimos con Fromm lo que se transcribe a continuación (Fromm, 1959, p.128):
La sociedad debe organizarse en tal forma que la
naturaleza social y amorosa del hombre no esté separada de su existencia
social, sino que se una a ella. Si es
verdad, como he tratado de demostrar, que el amor es la única respuesta
satisfactoria al problema de la existencia humana, entonces toda sociedad que
excluya, relativamente, el desarrollo del amor, a la larga perece a causa de su
propia contradicción con las necesidades básicas de la naturaleza del
hombre. Hablar del amor no es ≪predicar≫, por la sencilla razón de que significa hablar de la necesidad
fundamental y real de todo ser humano.
(…)
Tener fe en la posibilidad del amor como fenómeno
social y no sólo excepcional e individual, es tener una fe racional basada en
la comprensión de la naturaleza misma del hombre.
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Dios y el mundo – Las opiniones de Benedicto XVI sobre los grandes temas
de hoy. 2005. Editorial Melvin. Caracas. Venezuela.
[1]“Literalmente, <utópico> significa <lo
que no está en ningún lugar> (topos).
Se llama (desde Tomás Moro, que acuñó la palabra), utopía> a toda
descripción de una sociedad que se supone perfecta en todos los sentidos. La sociedad misma descrita es calificada de
<utopía>. Se llama <utópico>
a todo ideal –especialmente, a todo ideal de sociedad humana- que se supone
máximamente deseable, pero que muchas veces se considera inalcanzable.
‘Utópico’ equivale en muchos casos a ‘modélico’ y a ‘perfecto’.” De la misma
opinión, Osorio, 1984, p.773; y Marsal y Garmendia, 1976, p. 1138.
[2] La Santa Biblia – Antiguo y Nuevo Testamento –
Antigua versión de Casiodoro de Reina (1569), revisada por Cipriano de Valera
(1602) y otras revisiones: 1862, 1909 y 1960
[3]Salvajismo: Período que predomina la
apropiación de producción que la naturaleza da ya hechos; las producciones
artificiales del hombre están destinadas, sobre todo a facilitar esa
apropiación.
Barbarie: Período en que aparecen la ganadería y la agricultura y se aprende
a incrementar la producción de la naturaleza por medio del trabajo humano.
Civilización: Período en que el hombre sigue aprendiendo a elaborar los
productos naturales, período de la industria, propiamente dicha, y del
arte.
[4]La Santa Biblia. Gn. 7. v1-24 (El diluvio
universal); Gn. 11. v1-9 (La torre de Babel); Gn. 29. v1-29 (destrucción de
Sodoma y Gomorra)
[5]En positivo, episteme es un modo general de conocer. (…) Siendo la
episteme un modo de conocer, los sentidos son mediaciones que posibilitan su
formación. Dado que éstos funcionan
concretamente dentro de un régimen determinado, dicho régimen decide sobre la
constitución misma de la episteme…A primera vista puede parecer natural y de
validez universal pero, es sencillamente histórica,
ligada a un modo de vida propio de un grupo humano en su existencia temporal.
[6]“El
antropocentrismo en antropología es la teoría que afirma que el hombre es el
primer agente y la primera causa dentro de una cultura. El individuo es quien en última instancia piensa,
actúa, sueña y se rebela y la cultura tiene su origen en los actos creadores
individuales, siendo el individuo lo único real. El pensamiento, las ideas, las formas giran
alrededor del hombre. (…) Dos hechos apoyan la visión antropocéntrica en la antropología:
- todas las especies no humanas tienen un comportamiento basado en sus
constituciones biológicas, lo cualno pasa en la especie humana. – como
organismo biológico, el hombre es un sistema dinámico y reacciona positivamente
ante su hábitat y su cultura.”
De la misma idea: Gilson, Étienne (1922)
[7]Faleas
consideró indispensable, para alcanzar la perfección de la república, igualar
las fortunas por un reparto de la tierra en lotes semejantes, medida –decía él-
más fácil de adoptar en el momento de la fundación del Estado que de introducir
en uno ya constituido. Los obreros o
artesanos de aquella república trabajarían para la polis, posiblemente como
esclavos. Y hasta aquí las noticias
transmitidas por Aristóteles, quien reprochaba a Faleas creer que la riqueza
estaba formada sólo por la tierra, sin tomar en cuenta esclavos, muebles ni
dinero; no haber previsto las rentas del Estado ni la organización militar ni haber
dicho en qué consistiría la educación.
El proyectista pecaba, además, de ingenuo al imaginar que las
disensiones de los hombres nacían sólo de problemas materiales.
[8] Cabe aquí recordar a Erasmo de Rotterdam (1511, p.76 y 77) en su obra “Elogio de la Locura”, en donde describe
a los sabios como sigue:
“XXV. No obstante, podría
tolerarse que gobernaran los sabios, aun cuando ejerciendo las funciones
públicas produjeran el efecto de asnos tocando la lira, si mostraran maestría
en todos los actos de la vida. Mas
llevad un sabio a un convite, y aguará la fiesta con su triste silencio o con
molestas cuestioncillas. Llevadlo a un
baile, y diréis que salta como un camello.
Llevadlo a un espectáculo, y sólo su rostro bastará para que el público
no consiga divertirse y piense en pedir a Catón que salda del local, ya que no
puede desarrugar el entrecejo. En las
conversaciones, caerá de repente como el lobo de la fábula. Si se trata de compras, de contratos, en
resumen, de alguna de esas cosas de las que no se puede prescindir en la vida
cotidiana, diréis que ese sabio es un leño, no un hombre. En consecuencia, como ignora los negocios
ordinarios y discrepa de tal suerte de la opinión y las costumbres generales
del pueblo, nunca podrá ser útil a los suyos, ni a la patria, ni siquiera a sí
mismo. Esto explica también que,
habiendo entre él y los demás tan gran diferencia de costumbres y de
inclinaciones, sea inevitable que se capte el odio de todos.
¿Qué hay, pues entre los mortales
que no sea hecho en plana locura, por locos y para locos? Y si alguien quiere
ir contra el sentimiento universal, le aconsejaría que, imitando a Timón,
emigrara a un desierto, donde sólo consigo mismo gozara de su sabiduría.”
[9] Ver en el “desarrollo”
de este trabajo, los pactos con Noé, Abraham, Moisés y David
[10] Ver en el “desarrollo”,
las utopías teocéntricas propuestas a los hombres a través de: Isaías,
Ezequiel, Daniel y Juan.
[11] Ver en el “desarrollo”, las utopías
antropocéntricas de Platón, Moros y Campanella
[12] Ver en el “desarrollo”, Rodrigo de Figueroa
1520 (La Española – Santo Domingo), De las Casas 1519 (Costa de Paria), De las
Casas 1537 (Tuzutlán), Francisco Guerrero 1535 (Cuba)