ARTÍCULO DE REVISIÓN

Resiliencia en la infancia en contextos de marginalidad: revisiones sistemáticas

Resilience in childhood in contexts of marginality : systematic reviews

Resiliência na infância em contextos marginalizados : revisões sistemáticas

Cindy Tatiana Carrero Torres
Corporación Universitaria Minuto de Dios , Colombia
Heidy Yohanna Pinilla López
Corporación Universitaria Minuto de Dios, Colombia

Revista Polisemia

Corporación Universitaria Minuto de Dios – UNIMINUTO

ISSN: 2590-8189

Periodicidad: Semestral

vol. 15, núm. 27, 2019

 

Recepción: 04 Marzo 2019

Aprobación: 06 Abril 2019

Publicación: 15 Mayo 2019


DOI: https://doi.org/10.26620/uniminuto.polisemia.15.27.2019.22-38

Resumen: La resiliencia en la infancia ha sido objeto de análisis académicos para su comprensión como habilidad y como capacidad determinante de dicha transición vital. El presente artículo de revisión sistemática se basa en el análisis de 50 artículos ubicados en bases de datos científicas y académicas, así como diferentes repositorios digitales. Mediante la revisión se demuestra que, aunque la resiliencia es una habilidad inherente al ser humano, se puede alterar o no de acuerdo con el sistema en el cual crece el niño y la niña ; por lo tanto, la resiliencia es considerada como una capacidad que se puede desarrollar o no, y depende de dicho contexto sistémico (microsistema, mesosistema, exosistema y macrosistema). Esto podría indicar que, si un niño o una niña crece en contextos de marginalidad, es posible que su resiliencia se vea comprometida.

Palabras clave: resiliencia, infancia, adolescencia, marginalidad, capacidades.

Abstract: Resilience in childhood has been the subject of academic analysis for its understanding as a skill and as a determining capacity of said vital transition. This systematic review article is based on the analysis of 50 articles located in scientific and academic databases, as well as different digital repositories. The review shows that, although resilience is an inherent ability of the human being, it can be altered or not according to the system in which the boy and girl grows up; therefore, resilience is considered as a capacity that can be developed or not, depending on said systemic context (microsystem, mesosystem, exosystem and macrosystem). This could indicate that, if a boy or girl grows up in contexts of marginality, their resilience may be compromised.

Keywords: resilience, childhood, adolescence, marginality, capacities.

Palavras chave: resiliência, infância, adolescência, marginalidade, capacidades

Introducción

Se podría pensar que los niños y las niñas que han crecido en contextos de marginalidad tendrían menos posibilidades de poseer y desarrollar habilidades resilientes, dadas las limitantes que encuentran en sus contextos, no obstante, Grotberg (1995), Vanistendael (2005), Cyrulnik (2006) y Alvarán (2014), plantearían que es posible el desarrollo de la habilidad o capacidad a pesar de la adversidad, si se posibilitan factores protectores como el apoyo, las redes, la motivación constante y la búsqueda de sentido de vida que emerge como recurso interno en el transito vital.

Al respecto de resiliencia como constructo teórico, el concepto ha transitado desde diversas compresiones en diferentes áreas de estudio, en donde se define como : adaptación ante la adversidad, habilidad que emerge ante una situación de crisis, capacidad de afrontamiento ; sin embargo, para este artículo de revisión sistemática será entendido como un constructo que se utiliza para representar las adaptaciones positivas a pesar de la adversidad (Kotliarenco, Mardones, Melillo, y Suárez, 2000). La resiliencia será abordada como un proceso dinámico, constructivo, de origen interactivo, sociocultural, que conduce a la optimización de los recursos propios del ser humano y que le permite sobreponerse a las situaciones adversas (Kotliarenco y Cáceres, 2011), el cual se caracteriza por encontrarse inmerso en un conjunto de procesos sociales y psicológicos que a lo largo del tiempo posibilitan tener una vida sana a pesar de haber enfrentado situaciones adversas.

Si bien los niños y las niñas son resilientes independientemente del contexto social en el que crecen, es importante identificar qué sucede con los que crecen en contextos de vulnerabilidad social ( pobreza, hambre, violencia, desestructuración familiar), razón por la cual, el presente artículo de revisión sistemática, tiene por objetivo conceptualizar sobre lo que sucede con la capacidad resiliente de niños y niñas que han crecido en contextos de marginalidad.

Método

Para el desarrollo de la revisión sistemática se tuvo en cuenta artículos científicos publicados en las bases de datos Academic Search Complete, Cybertesis, Dialnet plus, EBSCO, Redalyc, Scielo, Sciencedirect, Proquest, Scopus, Virtual PRO y en los repositorios digitales de la Corporación Universitaria Minuto de Dios, la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad de Cuenca en Ecuador. Se incluyeron artículos que abordaran las categorías de análisis. El segundo criterio de inclusión fue artículos científicos ubicados en repositorios académicos especializados en ciencias sociales y salud pública.

La revisión sistemática se realizó a partir de la búsqueda de las siguientes palabras clave que sirvieron como horizonte teórico : resiliencia infantil, resiliencia en adolescentes, resiliencia en la marginalidad y resiliencia infantil en condiciones de vulnerabilidad.

Se analizaron 50 artículos científicos producidos en Iberoamérica, y que fueran resultado de investigaciones que cumplieron con los criterios de inclusión, la revisión de las fuentes consultadas se realizó entre abril y julio de 2017. Se excluyeron 15 artículos publicados, por relacionarse con condiciones de vulnerabilidad en salud. Adicionalmente, dos artículos por tratarse de investigaciones de resiliencia en la población adulta y otros dos por tratarse de investigaciones de resiliencia dirigidas a familias con hijos en condición de síndrome de Down. Asimismo, se tomó como referencia producción bibliográfica de reconocidos investigadores del tema, entre ellos: Grotberg (1995), Vanistendael (2005), Cyrulnik (2005), Puig y Rubio (2011) y Alvarán (2014).

Desarrollo y discusión

Del análisis de los 50 artículos y demás textos académicos, se realizó clasificación de acuerdo con las categorías propuestas, se encontraron interesantes resultados y se corroboró lo dicho por Puig y Rubio (2011), por un lado, al respecto del concepto de resiliencia que ha tenido un importante recorrido desde su nacimiento como constructo para las ciencias sociales y humanas, origen que emerge de los resultados de una investigación longitudinal realizada durante 30 años, dirigidida a un grupo poblacional de 698 niños de la Isla de Kauai de Hawai; al respecto, Werner y Smith (1982) acuñan inicialmente el concepto de resiliencia, que inicia con una hipótesis relacionada con las condiciones desfavorables que afectan el desarrollo (Uriarte, 2005) . De esta manera, los primeros albores del concepto lo referencian como un proceso de adaptación, del cual dan cuenta el 10% de los artículos consultados.

Así mismo, fue recurrente encontrar que la resiliencia es una habilidad con la que se nace (22% de los artículos consultados) y se retoma a partir de Cyrulnik (2005), mientras que el 92% de los artículos sugieren que la resiliencia debe ser una habilidad que se desarrolla y se promueve en la etapa infantil, como parte del proceso evolutivo del desarrollo de los niños y niñas (36% de los artículos consultados). De otro lado, también se habla de resiliencia como una capacidad que aparece en el ser humano al enfrentarse a una crisis. El 25% de los artículos hacen referencia a ello.

También se encontró que, los adultos, sean papás, mamás, cuidadores o quienes viven al lado de los niños y las niñas, son recursos indispensables para la promoción de la resiliencia infantil (88% de los artículos consultados) y así mismo, el 42% de los artículos indican que estas personas se convierten en tutores de resiliencia infantil.

Sin embargo, es interesante mencionar que, si bien la resiliencia aparece cuando los niños y las niñas se enfrentan a un momento de crisis o estrés, la palabra marginalidad no aparece en ninguno de los artículos consultados. Al contrario, se hace referencia a términos como vulnerabilidad o adversidad.

Es importante señalar que, en Iberoamérica, los países de México, España y Colombia son los que lideran las investigaciones y la producción de conocimiento científico en resiliencia infantil.

Con lo anterior, se procede a recoger los hallazgos en 3 importantes categorías de análisis:

  1. Habilidades individuales que se desarrollan en los niños y las niñas que los lleva a ser resilientes

    Importancia de los adultos-cuidadores responsables o “tutores de resiliencia”.

    Resiliencia en los niños y las niñas expuestos a condiciones de marginalidad.

Habilidades individuales que se desarrollan en los niños y las niñas que los lleva a ser resilientes

Diferentes investigaciones plantean que la resiliencia resulta de la suma de habilidades individuales que se desarrollan en los niños y las niñas. La investigación propuesta por Guzmán, Rodríguez, y Yela (2012), que evaluó los niveles de autoestima, empatía, autonomía, humor y creatividad en 200 niños y niñas pertenecientes al programa Red unidos de la ciudad de Ibagué, Colombia, dentro de sus postulados definen la resiliencia como “el proceso de lidiar con acontecimientos vitales disociadores, estresantes o amenazadores de un modo que proporciona al individuo destrezas protectoras y defensivas adicionales a las previas a la disociación resultante del acontecimiento” ( p. 3). Asimismo, se tuvo como fundamento teórico el planteamiento propuesto por Vanistendael y Lecomte (2005), quien afirma que “la resiliencia es un proceso que se construye con ayuda de externos y no es el niño o la niña quienes autónomamente forjan la misma” ( p. 3).

En la investigación de Aguirre (2010), se menciona que “aunque la resiliencia es una habilidad que se da en los individuos, también puede caracterizarse en comunidades y grupos sociales que adoptan posturas de aprendizaje y afrontamiento a la adversidad” ( p. 19). El autoconcepto y la autoevaluación, la autoestima, la autonomía, la empatía, el humor y la creatividad adecuados son las características más comunes en los niños y las niñas resilientes, sin embargo, la edad y el género son dos variables, que considera, influyen en el desarrollo de tales características. Aguirre evidenció que las niñas tienen mayores puntajes en los factores resilientes, por lo que es posible considerar que las mujeres y niñas tienen más posibilidades de desarrollar capacidades para afrontar la adversidad, cuando se fomenta el factor de la autoestima, como uno de los elementos más influyentes para su desarrollo.

En los resultados de la investigación de González, Valdez, y Zavala (2008), se estima oportuno reportar una tendencia de alta resiliencia en los factores protectores internos en los niños equivalente al 66 %, respecto a las niñas un 50 %; en los factores protectores externos hay un alto nivel de resiliencia en las niñas con un 58 %, en los niños con un 56 %, y en empatía se evidencia igualmente alto nivel de resiliencia con un 46 % tanto en niños como niñas.

En este sentido, estos factores son sustentados por un gran número de los artículos consultados en autores como Grotberg (2006), quien a su vez señala que los factores implicados en el desarrollo de la resiliencia provienen de tres niveles diferentes: apoyos externos, fuerza interior y factores interpersonales, todos pueden ser promovidos por separado y los organizó en ‘yo tengo’ (apoyo externo), ‘yo soy’ (fuerza interior), ‘yo puedo’ (capacidades interpersonales y resolución de conflictos).

Así pues, González y Valdez (2007) proponen un constructo teórico de resiliencia desde la propuesta de Grotberg (1995) y Melillo y Suarez (2005), donde es posible caracterizar a un niño resiliente mediante la posesión de condiciones que en el lenguaje se expresan al decir ‘yo tengo’, ‘yo soy’, ‘yo estoy’, ‘yo puedo’.

De hecho, en sus constructos teóricos se agruparon todas las palabras que han sido propuestas por diferentes autores denominadas: factores protectores internos, creatividad, humor, autonomía/independencia, intelectual, inhibidores de la resiliencia y agresión. Por lo que se pretende conocer el significado psicológico de la resiliencia en niños en condiciones normales, al considerar que situaciones de la vida cotidiana o exigencias de la vida diaria, pudieran dar muestras o indicios de su resistencia a la adversidad (González y Valdez, 2007, p. 39).

La investigación de (Orozco y Covarrubias , 2013) define la resiliencia como una oportunidad para que el individuo la desarrolle desde un ámbito positivo, así como lo señala el autor Cyrulnik (2001) en el texto Aprender la maravilla del dolor “ el sufrimiento es una oportunidad para aprender a ser sabios y generar resiliencia”. ( p.9)

Se entiende que la resiliencia es el resultado de la combinación entre los atributos del individuo (internos) y su ambiente familiar, social y cultural (externos) que lo capacitan “para superar el riesgo y la adversidad de forma constructiva” (González, Valdez y Zavala, 2008, p. 35).

Por otra parte, la investigación de Muñoz y De Pedro (2005) indica que la resiliencia es un aspecto que se construye al transcurrir el tiempo y con interacción de la sociedad. De hecho, la resiliencia se caracteriza por permitirle al individuo un comportamiento asertivo respecto a las situaciones difíciles que han pasado o que están vivenciando. Argumento que es sustentado por Vanistandael y Lecomte (2002).

Adicionalmente, estos autores entienden la resiliencia no como un proceso que se vive posterior a una situación problemática sino también se puede abordar como una estrategia preventiva mediante la cual los niños o niñas, al vivenciar una situación difícil, posean las habilidades para afrontarla, así lo autores la sustentan bajo el siguiente argumento : La resiliencia es

Una respuesta global en la que se ponen en juego los mecanismos de protección entendiendo por estos no solo la valencia contraria a los factores de riesgo sino aquella dinámica que permite al individuo salir fortalecido de la adversidad en cada situación específica y respetando las características personales. (Ospina y Sarmiento, 2010, p. 8).

En el estudio de Velásquez y Aguayo, citado por Vera y López (2014), se señala que entre las características que distinguen al 39% de los estudiantes más resilientes se destaca la autodeterminación, la seguridad en sí mismos, el optimismo, la empatía y el autoestima (yo soy); se responsabilizan de sus actos, motivados (yo estoy); cuentan con personas que cubren la necesidad de afecto y que los apoyan (yo puedo); trabajan por diferentes motivos, afrontan las situaciones, toman decisiones, resuelven sus problemas (Vera y López, 2014, p. 11).

La promoción de características resilientes en etapas como la niñez y adolescencia son fundamentales para el futuro desarrollo saludable de la persona, pues la infancia se constituye en la base emocional del niño, la cual sigue activa durante el resto de la vida de la persona, ya sea desde sus experiencias de dolor o experiencias positivas. Las decisiones que como adulto se toman, las conductas y pautas de relación son movidas por esa base emocional que desde niño se establece a la que se denomina el niño interior. (Ospina y Sarmiento, 2010, p. 10).

Entre los factores determinantes podrían expresarse los atributos promovidos, en primera medida, por las relaciones con el sistema más cercano, referente a la familia, pues desde ellas (más específicamente con la figura materna), se inicia la formación del primer vinculo de apego seguro, que vendría siendo esencial para el desarrollo socio afectivo del niño o niña, teniendo en cuenta que este lazo, hace parte de un “nicho sensorial”, el cual, tutoriza y envuelve los procesos de desarrollo en la infancia, con el objetivo de formular una buena competencia social y brindar seguridad.

En definitiva, en la resiliencia se distinguen dos componentes: la resistencia frente a la destrucción, es decir la capacidad para proteger la propia integridad bajo presión y más allá de la resistencia, la capacidad de forjar un comportamiento vital positivo pese a las circunstancias difíciles. El concepto incluye, además, la capacidad de una persona o sistema social de afrontar adecuadamente las dificultades, de una forma socialmente aceptable.

En concordancia a lo anterior, Grotberg (1995) expone que “la resiliencia es parte del proceso evolutivo y debe ser promovida desde la niñez” ( p.10). Así, vemos cómo se comienza a plantear la importancia de los factores protectores para el desarrollo sano de la infancia, lo que permite precisar la existencia de mecanismos de protección viables para hacer de la resiliencia infantil un hecho más concreto. Estos “mecanismos de protección”, permiten que el niño o niña, desarrolle potencialidades de las que pueda salir fortalecido ante situaciones que podrían considerarse aniquiladoras, y a su vez, puedan efectuar un ejercicio de enfrentamiento efectivo y adaptabilidad como una fuerza motivacional significativa de superación.

En este orden de ideas, la resiliencia infantil, involucra diversas características personales, socioculturales, familiares, que influyen en la conducta resiliente –o no–, del individuo y que pueden verse resumidas en los llamados “factores de riesgo” y “factores de protección”, determinados por las relaciones de este con su entorno y consigo mismo.

Entre los factores de protección en la población infantil, pueden encontrarse las capacidades personales, como :

  1. El autocontrol adecuado, es la base para el desarrollo de otros recursos que favorecen la resiliencia, ya que mejora el manejo de las frustraciones, las situaciones de estrés, las preocupaciones, la focalización de objetivos, la concreción de lo que se comienza y la espera necesaria de lo que se desea. (Grotberg, 2006).

    La creatividad como factor protector y pilar de la resiliencia, pues da al individuo la capacidad de pensar sobre sus propios pensamientos, generar ideas y nuevas posibilidades de acción ante las situaciones adversas. La creatividad es un potencial que ayuda al individuo a afrontar las situaciones presentes y futuras, mejorando la capacidad de adaptación del sujeto a diferentes entornos. (Fuentes y Torbay, 2004).

    La empatía contribuye a la competencia social del niño. Un niño socialmente competente es capaz de ser sensible y empático, esto le permite participar en actividades sociales positivas, formar relaciones de amistad, adaptarse a las situaciones estresantes. (Lemos, Krumm, Gutierrez y Arán, 2016).

    La autoestima como una variable que se relaciona con la resiliencia en la medida en que permite lograr mayor resistencia a sucumbir a los mensajes negativos de las experiencias de maltrato. Los niños con alta autoestima podrían establecer mejores procesos atribucionales de las razones del maltrato que reciben, evitando la internalización de autopercepciones negativas. De este modo, mantener representaciones internas positivas de sí mismo puede ser beneficioso para reducir la probabilidad de desarrollo de sintomatología depresiva e incrementaría la percepción de eficacia personal. (Rossi, 2015).

Importancia de los adultos cuidadores responsables o “tutores de resiliencia”

Para Vanistendael citado por Guzmán, Rodríguez y Yela (2012), la resiliencia está mediada por el desarrollo del yo (microsistema), el cual logra su surgimiento por los efectos educativos propios del medio en el que se desarrolla un individuo, es decir, se entiende la resiliencia no como un elemento innato de la personalidad sino como una construcción hecha por la persona a partir de su relación con el medio, los individuos y sus acontecimientos (p. 3). Es por esto que se entiende la resiliencia como un proceso que se construye con ayuda de externos y no es el niño o la niña quienes autónomamente la forjan, entendiendo que el mesosistema (la familia) es el primer lugar que promociona la capacidad resiliente: las prácticas de cuidado, los niveles de expresión de afecto, involucramiento y orientación positiva en los niños y las niñas, por lo que se da cuenta de la influencia de la familia en el desarrollo de niñas y niños resilientes.

La primera condición es la estructura y reglas claras dentro del hogar, el apoyo entre los cónyuges; las estrategias familiares de afrontamiento eficaces, las prácticas de cuidado y crianza efectivas, la interacción y apego entre padres e hijos (la presencia de una relación calidad, nutricia y de apoyo al menos con uno de los padres, protege o mitiga los efectos nocivos de un medio adverso). (Guzmán, Rodríguez y Yela, 2012, p. 104).

La resiliencia puede ser inherente al ser humano, pero es necesario ser potencializada por el contexto, especialmente por las condiciones sociales, que posiblemente pueden estar asociadas a políticas públicas y a las relaciones sujeto-Estado (macrosistema), haciendo de la resiliencia un proceso individual (microsistema) y colectivo (exosistema). (Morelato, 2014).

Aguirre (2010) analiza que 3 de cada 5 niños entre los 7 a 12 años poseen factores personales de resiliencia en las relaciones existentes entre rasgos resilientes: autoconcepto y autoevaluación, autoestima, autonomía, empatía, humor y creatividad.

En cuanto a las prácticas de crianza en las dimensiones de apoyo afectivo y regulación de comportamiento están las expresiones de afecto, orientación positiva, involucramiento, prácticas de cuidado, sensibilización e inducción. Se destacan las prácticas de cuidado, los niveles de expresión de afecto, involucramiento y orientación positiva en los niños y las niñas, por lo que se da cuenta de la influencia de la familia en el desarrollo de niñas y niños resilientes (Aguirre, 2010).

La resiliencia, concepto en el que coinciden la pediatría, la educación, y otras disciplinas, propone trabajar no sólo sobre los factores de riesgo que pueden poner en peligro a los niños y adolescentes, también, sobre la capacidad de los individuos para afrontar las dificultades, poniendo en juego sus aptitudes. Las investigaciones en resiliencia han cambiado la percepción del ser humano, pasando de un modelo centrado en el riesgo, a un modelo de prevención basado en las potencialidades y en los recursos que el ser humano posee y en relación con su entorno. (Vanistandael y Lecomte, 2002).

Se construye resiliencia con el apoyo de un intermediario y uno de los factores que pueden contribuir es la escucha incondicional de alguien, quien puede ser un familiar, un coetáneo, una maestra, un vecino, que se convierte en tutor de resiliencia (Cyrulnik, 2005).

En este sentido, la familia es un factor de protección de la resiliencia infantil en la medida en que la presencia significativa de un padre, madre, cuidador, o tutor, nutre los procesos de resiliencia individual del niño, pues una relación estrecha y afectiva con alguno de ellos, permite que los impactos ante adversidades puedan verse minimizados y se evidencie la existencia de una red de apoyo, cuidado y reparación, reconociendo los límites y posibilidades sin caer en el proteccionismo.

Cabe mencionar, que esta conexión y sensación de apego y calidez, suele ser fortalecida por un “tutor de resiliencia”, que cumple el papel de acompañar, aceptar y reconstruir junto al niño, procesos de confianza y superación, a pesar de las condiciones adversas vividas. Estos tutores, no necesariamente se encuentran en relación con un sujeto de la familia, sino que puede encarnarse en un amigo, un vecino cercano, un profesor, una pareja e inclusive una actividad, una mascota, una canción, que en cierta medida administra calma, seguridad, autonomía e independencia y permite que el niño potencie sus fortalezas internas. Ellos, se convierten en los superhéroes de carne y hueso de la vida cotidiana, gente del común, no necesariamente diplomada que reconfigura el antes, durante y después del trauma (Rubio y Puig, 2015).

Resiliencia en los niños y las niñas expuestos a condiciones de marginalidad

Las personas se caracterizan por ser individuos socialmente competentes, capaces de establecer relaciones positivas con otros seres humanos, poseedores de habilidades para la vida tales como el pensamiento crítico, la capacidad de resolver problemas y autonomía, es decir el tener control y un sentido de poder personal. No todo ser humano sometido a graves situaciones durante la infancia está condenado a convertirse en un adulto con diversas dificultades, ya que cuenta con capacidades recursivas que le permiten salir adelante y formar una vida coherente y llena de muchas oportunidades, siempre y cuando viva o se desarrolle bajo una mirada resiliente (Vanistandael y Lecomte, 2002).

El contexto en que se desarrolla el niño y la niña aporta o limita su proceso de aprendizaje y formación, en términos de lo que él mismo determina como el microsistema, el mesosistema, el exosistema y el macrosistema, determina o promociona la resiliencia, al depender de las relaciones y vínculos sociales, directos e indirectos, que influyen en el desarrollo de los niños. Los niños y niñas que son capaces de identificar y expresar situaciones de maltrato o problemáticas familiares tienden a ser mucho más resilientes en comparación con los niños y niñas que no logran identificar y verbalizar la problemática (Morelato, 2014).

A pesar de que los niños y niñas viven en condiciones de riesgo a causa de la pobreza, ellos poseen altos índices resilientes (González, Valdez y Zavala, 2008), pero al tejer resiliencia se es más efectivo cuando hay un acompañamiento de los padres de familia. Los niños y niñas en condiciones de extrema pobreza se encuentran en media capacidad resiliente para hacerle frente a la adversidad (Guzmán, Rodríguez y Yela, 2012, p. 101).

Por ende, la resiliencia no debe catalogarse como una capacidad única y exclusiva del individuo, si no por el contrario, los grupos, los colectivos y las organizaciones sociales también pueden desarrollar aspectos resilientes que favorezcan su desarrollo individual y grupal, como forma alternativa de acción transformadora de situaciones adversas o traumáticas. En ese sentido, las escuelas, las familias y las comunidades son ambientes clave para que los individuos desarrollen la capacidad de sobreponerse a la adversidad, se adapten a las presiones y problemas que enfrentan y desarrollen las competencias social, académica y vocacional, necesarias para salir adelante en la vida (Castiblanco y Lora De las Salas, 2008, p. 3). La resiliencia no está necesariamente relacionada con una mayor aptitud intelectual ni con una clase social determinada (Vsillant y Davis, 2000), pero sí con la salud mental y la calidad de vida (Seligman y Czikszentmihaly, 2000), por tanto, la resiliencia es el resultado de la combinación o interacción entre los atributos del individuo (internos) y su ambiente familiar, social y cultural (externos) que lo capacitan para superar el riesgo y la adversidad de forma constructiva. Para ello, se requiere de un contexto que promueva “Seguridad que corresponde (…) a una necesidad prioritaria en el ser humano de sentirse protegido, estable y aislado del miedo, la ansiedad y el caos, necesidad que ve limitada su satisfacción en contextos de vulnerabilidad y violencia”. (Vanegas, Bolivar, Camacho, 2011, p 17).

Así pues, las condiciones de marginalidad se convierten en “factores de riesgo” en población infantil, entre los cuales se resalta la sobrecarga de responsabilidades, maltrato físico y psicológico, falta de atención médica, marginación y situación de pobreza extrema. Los niños que están en mayor situación de marginalidad son aquellos que están expuestos a factores acumulados de riesgo, ya sea por dificultades económicas, enfermedad mental de alguno de los padres, prácticas de crianza inadecuadas, abuso, conflicto familiar o armado. Es decir, un contexto material y psicosocial empobrecido.

No obstante, aquellos factores de riesgo no deben visualizarse como “verdades lapidarias”, en relación con las maneras de visualizar o intentar predecir un posible desarrollo de patologías como la vulnerabilidad emocional, respecto al haber vivenciado o experimentado una situación consideraba devastadora.

Teniendo en cuenta que la resiliencia no es congénita, pues no se adquiere naturalmente durante el desarrollo propio del niño, es una interrelación entre el niño y el entorno en el que se desenvuelve, teniendo este una capacidad formativa, en donde se pretende que los docentes visualicen sus prácticas educativas con una mirada resiliente, con la promoción y el planteamiento de actividades y estrategias, como el arte, el juego, la narración, entre otras (Ospina y Sarmiento, 2010, p. 17).

La categoría de vulnerabilidad social

Resulta de una sumatoria que contiene una condición social de riesgo a la pobreza y exclusión, más la incapacidad de los sujetos para enfrentarlos y la inhabilidad de adaptarse activamente a la situación, afectando en lo inmediato o en el futuro su bienestar en un contexto socio histórico y cultural determinado. (Villalta y Saavedra, 2012, p.69).

Un último elemento teórico para destacar es la relación entre la vulnerabilidad social y los tipos de riesgo de Esping-Andersen (2000), citado por Villalta y Saavedra (2012), los cuales, pueden asociarse con situaciones de carácter natural y sociocultural que inciden en la vida de los sujetos. Los tipos de riesgos son:

1) los que afectan de manera universal, como el deterioro físico durante la vejez o la mortalidad, 2) los riesgos que afectan a grupos específicos de la población, como es el caso de las llamadas enfermedades profesionales, 3) los riesgos asociados al ciclo vital de las personas y 4) los riesgos intergeneracionales, ligados a la transmisión de rasgos adversos de padres a hijos, ya sea a nivel genético o sociocultural, ejemplo de lo anterior es la pobreza. (Villalta y Saavedra, 2012, p. 69).

De esta forma, se comprende que la vulnerabilidad y el riesgo pueden presentarse de forma individual o colectiva, al exigir de los sujetos mayores capacidades para intervenir en las situaciones que impiden su bienestar, desarrollo y óptima calidad de vida, especialmente, en las situaciones de riesgo y vulnerabilidad asociadas al contexto social, económico, político y cultural.

A partir de lo anterior, los sujetos que han sido expuestos a situaciones de marginalidad pueden desarrollar capacidades resilientes que no solo estén relacionadas con la emotividad, las emociones y proyectos de vida mejores, sino que también, dentro del mismo proceso de aprendizaje y crecimiento desarrollan habilidades del pensamiento que inciden en la resiliencia.

Conclusiones

Esta revisión documental permite comprender que el desarrollo de la habilidad resiliente infantil depende de los contextos en los cuales crecen los niños y las niñas, pero, sobre todo, depende de la familia, la comunidad y el Estado, pues las diferentes publicaciones revisadas, reconocen que, a pesar del contexto, la resiliencia está instalada como habilidad individual, pero es el contexto el que la promociona o no como capacidad para la vida.

A continuación, se presenta un mapa mental, resultado de la presente revisión sistemática (Figura 1. Mapa mental de resiliencia infantil ).

Mapa mental de resiliencia infantil
Figura 1.
Mapa mental de resiliencia infantil
Fuente: elaborado por Stefanny Victoria Palacios, auxiliar de investigación

En este mapa mental se destaca que los mecanismos de protección y los factores de riesgo son igual de influyentes en la resiliencia infantil, como los recursos personales, pues se establece que la resiliencia es un comportamiento que nace a partir de las relaciones que establecen los sujetos con los otros, con lo otro y con los diversos contextos de su realidad.

Por tanto, la resiliencia también puede ser fomentada individualmente por la relación entablada consigo mismo, con sus familias o tutores de resiliencia, y con el contexto en el cual crece el niño o la niña. Igualmente, puede suponerse que las condiciones de marginalidad inciden en el fomento de la resiliencia, sin embargo, esta no es exclusiva de los contextos vulnerables, los estratos socioeconómicos, bajos o la pobreza.

Por lo anterior, esta revisión teórica permite llegar a la conclusión que la resiliencia, aunque es una habilidad inherente en el niño y la niña, depende del contexto en el cual crece y se desarrolla, por lo tanto, la resiliencia será considerada como una capacidad que se puede desarrollar o no. Para los niños y las niñas que han crecido en contextos de marginalidad se requiere una atención especializada para la promoción de la resiliencia, por cuanto los niños y niñas han crecido en sistemas de vulneración permanente en sus familias, sus comunidades y la ausencia de Estado. Se requieren programas de atención que impactan los diferentes sistemas para promover factores de protección.

Y es en este contexto donde se concluye que es necesario consolidar propuestas de atención psicosocial que promuevan la habilidad resiliente en los niños y las niñas, pero sobre todo que trabajen en los contextos donde ellos y ellas crecen: la educación para la resiliencia se convierte en una necesidad para las políticas públicas y para la respuesta de Estado para la atención a la población en contextos marginales.

La resiliencia puede definirse como la capacidad y el proceso que surge de cada persona en la medida en que esta se enfrenta a situaciones que puedan representar adversidad o marginalidad, y frente a ellas, el individuo pone en marcha y se apoya en distintas habilidades o recursos internos y externos, que permiten que este pueda considerarse capaz de enfrentar y trascender de una forma positiva, ante el momento “estresor” en concreto. De aquí, que la resiliencia se entienda como una potencialidad y una posibilidad universal que permite a personas, grupos y comunidades hacer frente a las adversidades, con la utilización de aptitudes personales como un escudo protector.

En este sentido, la resiliencia puede analizarse en distintas dimensiones referentes al ser, teniendo en cuenta la existencia de capacidades resilientes en los niveles colectivos o comunitarios, familiares, individuales, y del mismo modo, los evidenciados en etapas como la infancia.

Así pues, la resiliencia infantil, estaría constituida por diversos procesos sociales, personales y culturales, construidos y promovidos, mediante relaciones efectuadas entre el niño y su contexto más próximo, el cual, refiere a un entramado de sensaciones, vínculos y conexiones, que en cierta medida determinan y configuran el posible ver, actuar y sentir del infante frente a situaciones específicas. Ello, refiere a que la resiliencia infantil, no puede visualizarse como algo innato, sino que trata de un proceso de intercambios entre el medio y los niños, interacción permanente con recursos externos.

En síntesis, se puede denotar que la resiliencia infantil, refiere a capacidades, personales y sociales, que se nutren con el tiempo, en concordancia con las relaciones con el medio o contexto social, cultural o familiar, en los que a pesar de impartir dinámicas que generan estrés o encontrarse rodeado de condiciones de marginalidad (factores de riesgo), puede el niño o la niña recurrir a sus recursos internos que le permiten alcanzar un renacer psicológico y del alma, que reconfigura las percepciones del trauma, del sufrimiento, por reconstrucción, sabiduría, y fortaleza.

Agradecimiento

F.A. para las auxiliares de investigación y profesionales en formación Astrid Velandia, Lorena Acuña, Stefany Victoria, Emily Villegas, Paola Guatava y Nathalia Robles por su aporte al proyecto de investigación y su dedicación a la consolidación de estado del arte.

Referencias

Aguirre Forero, A. M. (2010). Prácticas de crianza y su relación con rasgos resilientes de niños y niñas. Informe de tesis de maestría, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. Recuperado de http://www.bdigital.unal.edu.co/2984/

Alvarán, S. M. (2014). Impactos psicosociales del desplazamiento forzado en Colombia, una propuesta de intervención para niños y niñas (Tesis). Universitat Jaume I., Castellón de la Plana, España.

Castiblanco, J. y Lora De las Salas, M. (2008). Potenciación de pautas parentales resilientes de familias con hijos adolescentes. Revista Tendencias y Retos, (13), 39-54. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/servlet/ articulo?codigo=4929282

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