No todo es como lo hemos aprendido: obstrucciones epistemológicas de la educación inclusiva 1, 2
Not everything is as we have learned: epistemological obstructions of inclusive education
Nem tudo é como aprendemos: obstruções epistemológicas à educação inclusiva
1. Aldo Ocampo González
1.Doctor en Ciencias de la Educación, Universidad de Granada - España, Director Centro de Estudios Latinoamericanos de Educación Inclusiva (CELEI), aldo.ocampo@celei.cl Chile
https://orcid.org/0000-0002-6654-8269
Recibido: 25 de noviembre de 2024 publicado: 20 de diciembre de 2024
Para citar este ensayo | To cite this essay | Para citar este dissertação::
Ocampo González, A. (2024). No todo es como lo hemos aprendido: obstrucciones
epistemológicas de la educación inclusiva.. Inclusión y Desarrollo, 11 (número
especial), pp. 45-66.
1. Conferencia impartida en el Coloquio Internacional Pensar la Interculturalidad, organizado por el Centro de Estudios Latinoamericanos de Interculturalidad y la Cátedra Internacional de Educación Intercultural: Rodolfo Kusch de la Universidad La Serena, La Serena, Chile, el día 20 de junio de 2020.
2. Este texto corresponde a la transcripción directa de la conferencia antes indicada.
Resumen
Inclusión y Desarrollo No ENERO | JUNIO 11 .2 En esta oportunidad se analizan algunas opresiones fundamentales que afectan al género académico indexado como educación inclusiva. A tal efecto, sostengo que lo que conocemos como educación inclusiva no es tal cosa. Sólo conocemos un disfraz pseudo-heurístico que impone los paradigmas fundantes de la educación especial, su modelo didáctico y epistemológico, para rellenar estratégicamente un espacio en blanco. Lo que nombramos a través del sintagma ‘educación inclusiva’ no es más que un sistema de transliteración arbitraria de diversos cuerpos de saberes, formas categoriales y repertorios metodológicos propios de la educación especial, cooptando signos definitorios – identidad y rostricidad– de la educación inclusiva. Estamos en presencia de un territorio de investigación que deambula con gran fuerza por diversas estructuras académicas, compromisos éticos y proyectos políticos –muchos de ellos, de dudosa reputación– sin saber quién es. El trabajo concluye observando que, tomar la educación especial como educación inclusiva es incurrir en el mismo fallo. Por ello, resulta fundamental comprender a la educación inclusiva en tanto estética de lo sensible, no solo porque construye un sensorium específico, sino, porque sus fuerzas de organización intelectual tienen la difícil tarea de desarmar el ensamblaje sobre el que se asienta el reparto de lo sensible, para permitir que emerjan nuevas formas de distribuir las formas de ver, de representar, de escuchar, de hablar, etc. Esta es una capacidad críticamente democrática.
Palabras Claves: educación inclusiva, problemas de análisis, epistemología y construcción del conocimiento.
Abstract
On this occasion I analyze some fundamental oppressions that affect the academic genre indexed as inclusive education. To this end, I maintain that what we know as inclusive education is not such a thing. We only know a pseudoheuristic disguise that imposes the founding paradigms of special education, its didactic and epistemological model to strategically fill in a blank space. What we name through the phrase ‘inclusive education’ is nothing more than a system of arbitrary transliteration of diverse bodies of knowledge, categorical forms and methodological repertoires typical of special education, co-opting defining signs - identity and face - of inclusive education. We are in the presence of a research territory that wanders with great force through various academic structures, ethical commitments and political projects – many of them, of dubious reputation – without knowing who it is. The work concludes by observing that taking special education as inclusive education is making the same mistake. For this reason, it is essential to understand inclusive education as an aesthetic of the sensitive, not only because it builds a specific sensorium, but also because its forces of intellectual organization have the difficult task of dismantling the assembly on which the distribution of what is based is based. sensitive, to allow new ways of distributing ways of seeing, representing, listening, speaking, etc. to emerge. This is a critically democratic capacity.
Keywords: inclusive education; analysis problems; epistemology; construction of knowledge.
Resumo
Nesta ocasião analiso algumas opressões fundamentais que afetam o gênero acadêmico indexado como educação inclusiva. Para este fim, afirmo que o que conhecemos como educação inclusiva não é tal coisa. Conhecemos apenas um disfarce pseudo-heurístico que impõe os paradigmas fundadores da educação especial, o seu modelo didático e epistemológico para preencher estrategicamente um espaço em branco. O que denominamos através da expressão “educação inclusiva” nada mais é do que um sistema de transliteração arbitrária de diversos corpos de conhecimento, formas categóricas e repertórios metodológicos típicos da educação especial, cooptando signos definidores – identidade e face – da educação inclusiva. Estamos diante de um território de pesquisa que vagueia com muita força por diversas estruturas acadêmicas, compromissos éticos e projetos políticos – muitos deles, de reputação duvidosa – sem saber quem é. O trabalho conclui observando que considerar a educação especial como educação inclusiva é cometer o mesmo erro. Por isso, é fundamental compreender a educação inclusiva como uma estética do sensível, não só porque constrói um sensório específico, mas também porque as suas forças de organização intelectual têm a difícil tarefa de desmantelar o conjunto sobre o qual se dá a distribuição do que é baseado é baseado em sensível, para permitir que surjam novas formas de distribuir modos de ver, representar, ouvir, falar, etc. Esta é uma capacidade criticamente democrática.
Palavras-chave: educação inclusiva; problemas de análise; epistemologia; construção do conhecimento.
DOI del artículo: https://doi.org/10.26620/uniminuto.inclusion.11.2.2024.45-66
Introducción
En primer lugar, quisiera agradecer a la Universidad de La Serena (ULS) y, muy especialmente, al profesor
Marcos Elizondo Vega3, por esta amable y sorpresiva invitación para compartir con todos ustedes el día
de hoy. Cada vez, disfruto con mayor intensidad compartir con otras comunidades de sentido y campos
de aplicación mí trabajo sobre epistemología de la educación inclusiva.
Quisiera aperturar esta conferencia, sosteniendo que lo que conocemos como educación inclusiva no es tal
cosa. Sólo conocemos un disfraz pseudo-heurístico que impone los paradigmas fundantes de la educación
especial, especialmente su modelo didáctico y epistemológico tradicional para rellenar estratégicamente un
espacio en blanco que no conocemos plenamente. Lo que nombramos a través del sintagma ‘educación inclusiva’
no es más que un sistema de transliteración arbitraria de diversos cuerpos de saberes, formas categoriales
y repertorios metodológicos propios de la educación especial, cooptando los signos definitorios –identidad y
rostricidad– de la educación inclusiva.
Estamos en presencia de un territorio de investigación que deambula con gran fuerza por diversas estructuras
académicas, compromisos éticos y proyectos políticos –muchos de ellos, de dudosa reputación– sin saber quién
es. A este complejo proceso he denominado ‘edipización del objeto de la educación inclusiva’ es decir que la
verdadera inclusión no la conocemos ni mucho menos la comprendemos en su inmensidad. Lo que más circula en
la literatura especializada, en las políticas públicas, en la investigación y en la formación de pre-y post-grado de los
educadores es su fracaso más exitoso, esto es, tomar la educación inclusiva como educación especial cristalizando
un saber que nace engañado y que produce múltiples formas de engaño, un saber que no posee referencias
objetivas sobre sí mismo. Esta es la base de lo que describo a través de la metáfora del ‘engañador-engañado’.
Ahora bien, la idea hegemónica de ‘inclusión’ –campo de estudio y el fenómeno– y la ‘educación inclusiva’ –
circunscripción intelectual– se sustenta sobre lo que he mencionado anteriormente, bajo la expresión de
su fracaso más exitoso, lo que induce a diversas clases de errores de aproximación a su objeto y término,
tergiversaciones categoriales y malentendidos analítico-metodológicos. En el discurso mayoritario, la categoría
de ‘inclusión’ confirma su gran sentido de elasticidad, dando paso a una singular política de todo vale, de
aceptar cualquier cosa en aras de un calificativo usado desmedidamente. Sostengo esto, pues existe mucho
reduccionismo y trivialización para hablar de educación inclusiva, pareciera que todo lo que se pone en juego y
valor se relaciona con significantes desde mi posición política y teórica, algo restrictivos, que inducen a diversas
clases de oportunismos políticos y reduccionismos epistémicos.
Mi presentación, en esta oportunidad no va a girar en torno a lo que mis compañeros, con toda su sabiduría,
experiencia y conocimiento han comentado hasta aquí en torno a la interculturalidad –principal objeto de
interpelación de este coloquio–. Más bien, voy a inscribir mi presentación en un terreno sintagmático tal
como suelo denominar a la educación inclusiva, esto es, una forma epistemológica que nos devela su orden de
producción en lo que nombro bajo la etiqueta de diasporismo epistemológico4, una expresión que nos informa
que el conocimiento especializado se construye en la dispersión, en el movimiento, en el pensamiento de la
relación y del encuentro, en la plasticidad, en la traducción, en la fuerza de las relaciones exteriores, etc. Cada uno de los recursos epistemológicos que dan vida al campo de producción de la educación inclusiva forman
un ensamblaje cuya orgánica se sustenta a través del principio de relaciones exteriores. No olvidemos que, la
educación inclusiva construye un nuevo objeto que no le pertenece a nadie, ella misma no es indolente, no niega
ninguna de sus herencias, sino más bien, se encarga de producir algo nuevo cuya singularidad es que no puede
ser descrita en los paradigmas de ninguna de las disciplinas actuales, pues las desborda. Su base epistemológica
es de orden post-disciplinar, reconociendo que su saber especializado se construye por fuera y más allá de los
límites de cada una de las disciplinas que la informan.
"La educación inclusiva como campo de conocimiento es un
territorio inexistente en el que se cruzan los márgenes y se
dislocan una serie de ideas que son afectadas por una serie de
mutaciones, traducciones y rearticulaciones."
Antes de comenzar, quisiera efectuar dos advertencias cruciales. La primera es que, cuando hablamos de
educación inclusiva no hablamos de educación especial. Quisiera dejar esto sumamente claro, pues, es esto, lo que
constituye su principal fallo genealógico o fracaso cognitivo, produciendo un efecto de hibridación y travestización
de la fuerza del calificativo como forma de lo especial. Frente a esto, quisiera aclarar que, si bien lo especial es
una forma de lo inclusivo, lo inclusivo no es una forma de lo especial, es una estrategia de transformación de
todos los campos de conocimientos y escenarios de desarrollo del ser humano, concebido este, como un sujeto
de singularidades múltiples
La segunda advertencia, consiste en sostener que la educación inclusiva como campo de conocimiento es un
territorio inexistente en el que se cruzan los márgenes y se dislocan una serie de ideas que son afectadas por una
serie de mutaciones, traducciones y rearticulaciones. Para alcanzar tal comprensión creo conveniente reconocer
cinco problemas fundamentales que atraviesan a lo inclusivo en tanto territorio investigativo. Estos problemas
son: a) problema fundamental 1. El problema ontológico de la educación inclusiva: el (anti)humanismo y el régimen
inventivo de las formas de lo humano, b) problema fundamental 2. El problema epistemológico de la educación
inclusiva: el error del calco y la mimesis y la inconsciencia del argumento versus el poder de la creatividad del
desempeño epistemológico, c) problema fundamental 3. El problema metodológico de la educación inclusiva:
cómo pensamos acerca de algo, el desafío imaginativo de performatiar las prácticas investigativas y los modos
de formación de los profesionales del campo, d) problema fundamental 4. El problema morfológico de la educación
inclusiva: del estudio de las formas del esencialismo-individualismo a la renovación de un vocabulario coherente con
la multiplicidad y e) problema fundamental 5. El problema semiótico de la educación inclusiva: iconos e imágenes que
se sancionamos para reconocer que estamos en presencia de la inclusión versus los modos de ver y discursividad.
El primer problema fundamental describe la ausencia de una política ontológica con criterios de legibilidad y
mecanismos de homologación que permitan reconocer al sujeto por sobre una simple política de reconocimiento
de abyectos de conocimientos o sujeto objetualizados que es lo que la visión errónea fundada en lo especial
produce –neo-especial–. Esta acción en tanto resultado de una compleja política que encubre una serie de
esencialismos-individualismos que son muy similares a lo que los profesores que me antecedieron en esta
presentación aludían.
El segundo problema refiere a lo epistémico. Aquí, la idea clave es la ausencia de una teoría que aclare los sentidos,
los alcances y la naturaleza de este enfoque desde su diferencial intelectual. Este es un territorio que carece de
una teoría, en la actualidad se observa un conjunto de influencias de diverso tipo. Solo existe la epistemología
planteada por Ocampo (2017, 2018, 2019 & 2020). Para mí, lo epistémico se aleja de un significante canónico
que se relaciona con grandes paradigmas, obstruyendo de esta manera, el estudio de las formas heurísticas
propias de este campo. Es así que centro mí trabajo en la exploración de las condiciones de producción de su
conocimiento especializado, reconociendo que el problema –o su déficit– epistémico confirma la incapacidad
del campo para aclarar qué es la educación inclusiva en cuanto a su naturaleza, función, sentido y alcance, en un
terreno analítico-metodológico con serios problemas de comprensión en cuanto a su índice de singularidad o
identidad científica.
El tercer fundamental que identifico, nos informa acerca de la ausencia de métodos y metodologías de
investigación, lo que no sólo afecta a la comprensión detallada de cada uno de sus problemas de investigación,
sino, especialmente a los parámetros de formación de sus profesionales. Lo metodológico en diálogo con la
especificidad de la educación inclusiva confirma tres dimensiones de análisis: a) el interés por lo metodológico
nos invita a reflexionar acerca de cómo pensamos sobre un determinado fenómeno o, en su defecto, el tipo de
desempeños epistemológicos que sus practicantes emplean al interactuar con un determinado objeto, b) cómo
estructuramos los repertorios de formación y enseñanza de los futuros profesionales del campo atendiendo a
la naturaleza epistemológica y ontológica de ésta y c) cómo accedemos a la comprensión de su objeto teórico,
empírico y de análisis.
El cuarto problema, denominado morfológico, referido al estudio de sus formas conceptuales o la naturaleza de
sus instrumentos conceptuales, nos informa acerca de la naturaleza de las categorías que fundan este campo,
documentando un déficit significativo de instrumentos conceptuales que nos permitan describir la autenticidad
de cada uno sus objetos. Recordemos tal como sugiere Bal (2009), en el maravilloso libro publicado en su versión
castellana por Cendeac, titulado: “Conceptos Viajeros en las Humanidades: una guía de viaje”, que los conceptos
son teorías en miniaturas, crean condiciones de diálogo y equidad entre diversos campos del saber, asegurando
condiciones de legibilidad y comprensión para cada uno de sus objetos. Cuando estos son empleados de forma
errónea, tienden a distorsionar la función del objeto, que dicho sea de paso cuando se fundamenta sobre la
imposición de lo especial, da cuenta de un objeto construido a partir de categorías erróneas, que difuminan el
poder de su acción intelectual. Sobre este punto discutiré a lo largo de mi presentación. El objeto de la educación
inclusiva de naturaleza post-disciplinar, es excéntrico y de voz exterior, lo que reafirma que este escucha y enuncia
sus problemas en la exterioridad del trabajo teórico, es decir, más allá de una amplia variedad de proyectos de
conocimientos en resistencia, proyectos políticos y compromisos éticos, muchos de ellos, anti-humanistas.
El último problema fundamental de la educación inclusiva refiere al estudio de sus imágenes o de sus formas
visuales. La difícil destrucción y/o alteración del imaginario visual dominante de lo inclusivo subyace en la
persistencia del ser que no es. A este problema, he otorgado la dominación de la edipización del objeto de la
educación inclusiva, algo más que una especie de resentimiento heurístico, una operación que castra la plena
comprensión vital de sus formas intelectuales, ontológicas y, ahora, visuales. Es producto de dicha castración
que se mantiene fiel a un corpus propiedades que no le pertenecen. De este modo, se mantiene una consistencia
que mantiene fija propiedades que le han sido asignadas por error, todo ello permite sostener que ella misma es
objeto de persistentes deterioros formativos.
Ahora bien, el estudio de las imágenes de la educación inclusiva nos debe proporcionar herramientas “para
cambiar el orden que define sus propiedades, la habilidad de introducir una alteración decisiva en su modo de
darse” (Soto, 2023, p.61). Estas, son imágenes que pueden ser leídas en términos de imágenes, en movimientos
que no poseen una destinación clara, lo que sí tienen claro, es su capacidad para dirigirnos a otros planos de
sensibilidad. La educación inclusiva consagra un sensorium específico centrado en la multiplicidad/heterogeneidad.
"la educación inclusiva construye un nuevo objeto que no le
pertenece a nadie, ella misma no es indolente, no niega ninguna
de sus herencias, sino más bien, se encarga de producir algo
nuevo cuya singularidad es que no puede ser descrita en los
paradigmas de ninguna de las disciplinas actuales, pues las
desborda."
A continuación, se presenta un cuadro de síntesis con las principales características de los problemas
fundamentales de la educación inclusiva5.
Si ponemos en relación estos cinco grandes obstáculos de orden analítico, podemos concluir que, este es un
campo que es tierra de nadie –supuesto que me lleva afirmar que, la educación inclusiva no suscribe a ninguna
práctica teórica y metodológica en particular, a pesar de encontrar y producir su propio método–, en el que
muchos proyectos de conocimientos se cruzan, interactúan, median, traducen, dialogan y negocian, etc., pero que
en su (re)articulación –refiero a su pragmática epistemológica– poco o nada se encuentra rearticulado, traducido
y puesto en relación según las disposiciones heurísticas de este singular terreno de análisis, conduciéndonos
a la proliferación permanente de prácticas de asimilación entendidas como prácticas de reivindicación social –
principios de regulación de la zona del ser6, espacialidad imaginaria y geopolítica propia del eurocentrismo y de
los múltiples regímenes políticos y analíticos legitimados por una razón occidentalocéntrica–, las que sin duda
alguna, conducen al desperdicio de la experiencia social de múltiples grupos atravesados por el significante de lo
abyecto, instrumentos que actuarán como figuraciones reguladoras –invenciones o regímenes ontológicos prefabricados
estratégicamente– a nivel cognitivo trazando efectos-de-sujeto y efectos-de-legibilidad en la comprensión
de los sujetos de la educación inclusiva.
3. Académico del Centro de Estudios Latinoamericanos de Interculturalidad de la Universidad de La Serena (ULS), La Serena, Chile.
4. Apelación que se inscribe en la transformación del orden de sus productos de análisis, rechazando cualquier apelación exclusivamente retórica, que
encarna un cambio sintagmático que afecta al orden disposición de los productos.
5. Identificados por Ocampo.
6. Espacio interseccional y multiposicional de la existencia plena.
La inclusión como singular fenómeno estructural y micropráctico7: un lazo de rearticulación sociopolítica
La complejidad que devela el fenómeno de lo inclusivo ratifica una naturaleza estructural y micropráctica. Nos
invita a pensar de-otro-modo las coordenadas políticas y microprácticas –lo cotidiano, la experiencia vivida, el
corpus de objetos que fomentan nuestra orientación en dichas experiencias– y de las espacialidades que se
cristalizan a la luz de las exigencias políticas, sociales, culturales y económicas que enfrenta este singular programa
de cambio.
El llamado que efectúa el título de esta sección, consiste en entender que muchas de las propuestas sobre
justicia, especialmente, a través de la partícula agregativa de lo social, nos dejan en el mismo lugar, al enfrentar
un sistema de cooptación por parte de la racionalidad hegemónica y supremacista del capitalismo, exigiéndonos
transitar hacia transformaciones situadas, entendimientos complejos e imaginaciones desafiantes para pensar las
intersecciones entre lo estructural –reglas institucionales de funcionamiento de la sociedad– y lo micropráctico
–la cotidianidad– que se juega en la complejidad que imputa la intermediación de lo social y lo pedagógico. Si
hablamos de educación e interculturalidad también hablamos de fenómenos eminentemente sociales y políticos
y, es en esa intersección donde se amalgaman, casi todas, por no decir todas, las discusiones que sostenemos para
transformar la interrelación de múltiples sistemas que confirman parte del mundo contemporáneo que habitamos.
Pensemos ahora, ¿por qué y para qué una educación inclusiva? Desde el centro de investigación que dirijo –Centro
de Estudios Latinoamericanos de Educación Inclusiva, articulamos nuestra actividad intelectual en torno a la
educación inclusiva en tanto proyecto político –no relación parlamentaria, sino, resguardando lo propio de los
conflictos sociales–, idea que viene a deslindarse de la política –los medios de reproducción institucional, tales
como, las leyes, los decretos, etc., aquello que norma–, allí nos movemos en el entendimiento proporcionado
por Chantal Mouffe, en su libro publicado en 2007, por Fondo de Cultura Económica (FCE), titulado: En torno
a lo político, para entender que, en tanto proyecto político y, a su vez ético, interroga la temperatura ética y la
fibra de nuestro tiempo, colocando en tensión, cómo pensar las formas de relacionamientos que estructuran la
trama ciudadana y los dispositivos de producción de la subjetividad. La educación inclusiva crea otros ordenes
relacionales, otras tramas de coexistencias, articula otros dispositivos de producción de la subjetividad, etc.
En la actualidad, la investigación educativa en nuestro continente confirma un círculo de reproducción significativo
al interior del campo de la educación inclusiva siempre asociado a lo mismo, es decir, a la metáfora planteada por
Ocampo (2018), sobre inclusión a lo mismo, a esa inclusión que nos obliga a construir estructuras de asimilación
inclusivas manteniendo intactas la multiplicidad de opresiones, desigualdades, dominaciones, segregaciones,
etc., reflejo de actuaciones performativas y regenerativas del poder; características centrales de los formatos
del poder. Llamo formatos del poder8 a las distintas manifestaciones que encarnan a nivel material y subjetivo
la segregación, la violencia estructural, la opresión, la dominación, la discriminación silenciada, entre otras; expresiones del poder que actúan en la realidad de diversas maneras, afectando la vida de cada grupo social e
individuo de un modo estratégicamente singular.
"la educación inclusiva no suscribe a ninguna práctica teórica y
metodológica en particular, a pesar de encontrar y producir su
propio método"
En tal caso, es importante entender que la educación inclusiva se funda en la tesis once de Feuerebach sobre la
transformación social –y por consiguiente, educativa– del mundo, viendo obstruido su propósito producto de
la elaboración de un significante vacío que de igual forma afecta a las formas de justicia, las que se encuentran
cooptadas y alojadas en el centro del capitalismo avanzando y, es de ese centro, que se enuncia un discurso a
favor de la inclusión y de la justicia confirmando lo que sostiene bell hooks en ese maravilloso texto titulado: El
feminismo es para todo el mundo; en el que afirma que la gente desperdicia mucho tiempo luchando desde dentro
del sistema, desde las mismas estructuras que generan un conjunto de anudamientos críticos imperceptibles
que finalmente restringen la fuerza transformadora del mundo. No sabemos cómo salir de dichas estructuras
que cooptan silenciosamente la agencia de múltiples colectivos.
En este sentido, desde el Centro de Estudios Latinoamericanos de Educación Inclusiva (CELEI) entendemos
la inclusión como un proyecto de conocimiento en resistencia motivado por el deseo de la justicia social y la
transformación progresiva de las estructuras de participación social y escolar. Entendemos de este modo,
que los proyectos de cambio social y, en más, proyectos políticos en su mayoría, se encuentran agotados en su
función histórica, ejemplo de ello es, el socialismo, el comunismo, etc. Si tuviésemos que pensar acerca de la idea
de la inclusión en términos críticos, observaríamos que este enfoque no tiene nada nuevo en sus apelaciones
intelectivas, lo que exige la emergencia de una nueva consciencia ética para discutir en torno a la diferencia. Desde
otra arista, el calificativo ‘inclusivo’ ha circulado por diversos campos, geografías y proyectos de conocimiento
e incluso estructuras académicas con otros nombres al tiempo que ha sostenido los mismos objetivos de lucha.
Este punto goza de una sugestión relevante en torno a su compresión epistemológica y las cualidades sobre las
que se erigen sus objetivos políticos.
La pregunta es entonces, ¿cuándo comenzará lo nuevo? aquí, nuevamente habrá que retomar esta insistencia
que he venido manifestado en diversos trabajos y conferencias, inspirado en Braidotti (2009), lo que confirma
que gran parte de los programas de cambio han agotado su función histórica deveniendo en un falaz reformismo
social y radicalismo crítico que reafirma la banalidad de un interés propio en tanto mal menor necesario para
que la orgánica constitutiva del liberalismo político de carácter neoconservador haga lo suyo en nuestra era. Lo
nuevo no alcanza a ser tal en las propuestas teóricas actuales, es necesario someter a escrutinio crítico el orden
sintagmático sobre el que se erige cualquier acto declarativo a favor de lo nuevo.
Todo ello, reafirma la violencia fundacional de lo nuevo, reforzando así una concepción de inclusión liberal como
suelo denominar, una matriz regulada por un conjunto de esencialismos-individualismos de carácter que inducen
a nuevas formas de oportunismos políticos y reduccionismos epistémicos que atraviesan la función educativa
que en ocasiones, ubica en la interioridad de las prácticas de investigación un conjunto de intereses de orden
multicategórico cuyos receptores son definidos a través de políticas de cuotas –abyectos de conocimientos– sin
razonar acerca del funcionamiento de las estructuras sociales y de las espacialidades educativas, culturales y
políticas, por ejemplo.
Nos enfrentamos a una clave interesante para pensar cómo funcionan las estructuras sociales y escolares al
momento de habitar la inclusión, el énfasis está puesto exclusivamente en la apertura de las puertas de la escuela
y el incremento de estudiantes matriculados, lo que hasta cierto punto es erróneo. Sin embargo, por derecho
constitucional los niños y jóvenes en Latinoamérica, deben cursar alguna modalidad, tramo o nivel educativo.
Esto nos conduce a otro fallo de aproximación, no porque aumentemos el número de niños matriculados en las
escuelas, estamos haciendo inclusión. Al interrogar las modalidades de funcionamiento de la gramática escolar
nos invita a examinar cómo funcionan esas estructuras que producen poblaciones excedentes ejerciendo el
derecho en la educación. En este punto, la investigación confirma un gran vacío que no es otra cosa que entender
la mecánica constitutiva de las múltiples expresiones del poder.
Al constituir un proyecto de conocimiento en resistencia, la inclusión actúa en contra de cada una de las narrativas
maestras que tienden a capturar la naturaleza de la educación inclusiva. Heurísticamente, interpela las narrativas
impulsadas por la psicología, las ciencias sociales y la política; espacios de análisis que capturan y reducen
su función en tanto actividad pasiva, ingenua, imponiendo una política ontológica fuertemente esencialista,
basada en el déficit y/o en dispositivos semióticos que imponen la diferencia como ausencia de reciprocidad
reimplantando el problema ontológico de los grupos sociales. A través de este entendimiento la diferencia termina
siendo cosificada a identidades restringidas, alteridades sin potencia, etc. Es una operación que se afianza en la
sustracción de la agencia de cada individuo y/o colectividad, esta es la sujeción que efectúa el esencialismo y el
individualismo a la multiplicidad. Sin duda, este punto es importante poder revisarlo críticamente pues existe
una instancia casi irrestricta para habar de las diferencias imponiendo formas sutiles de diferencialismo. Este
punto merece una nota a pie de página.
"desde el Centro de Estudios Latinoamericanos de Educación
Inclusiva (CELEI) entendemos la inclusión como un proyecto de
conocimiento en resistencia motivado por el deseo de la justicia
social y la transformación progresiva de las estructuras de
participación social y escolar."
La política ontológica de la educación inclusiva no tiene que ver con las diferencias ni la diversidad, sino que
inscribe su fuerza en torno a la singularidad, categoría que posee un potencial político de orden subversivo para
rescatar lo propio del ser sin cosificar su potencia tal como lo hacen las categorías de diferencias y diversidad.
A nivel analítico, estas dos categorías demuestran una fuerza semiótica y un ethos mucho más poderoso en
términos de sus significantes en la trama intersubjetiva, no así la singularidad –déficit de audibilidad del término–.
Continuar insistiendo en las diferencias es perpetuar un corpus de efectos analíticos y ontológicos erróneos que
nos conducen a prácticas de segregación, apartheid y devaluación a partir de una comprensión que es regulada
por ausencia de reciprocidad. Cabría poner en tensiones estas formas semiológicas que actúan como fallos
de cognición de la experiencia (inter)subjetiva de constitución de los sujetos o de la multiplicidad de modos
particularistas de la subjetividad.
Ahora bien, regresar a las tensiones de orden políticas de la educación inclusiva, consistiría en reconocer la
creciente demanda de las singularidades subjetivantes, las que ponen de manifiesto la transitividad desde
una ontología sustancialista/humanista–centrada en el déficit, en un locus de enunciación y/o producción de
abyectos de conocimiento– estrechamente vinculada a la reproducción de ciertos códigos coloniales, como por
ejemplo, la raza, entre otras formas categoriales que no han sido destrabadas en la zona del no-ser, espacialidad
geopolítica en la que se agudizan diametralmente toda forma de dominación y opresión. En ella, se intensifica
la deshumanización. Me interesa comprender su mecánica de constitución y sus mecanismos materiales de
afectación en el mundo infra-psíquico del ser. Por consiguiente, el desafío es sortear esa barrera y posicionar la
comprensión del ser y su devenir en una ontología materialista o procesal como sostendrá Braidotti (2009), esto
es, la producción infinita del ser, un ente de variabilidad permanente que pone en jaque las formas de construir
justicia desde el plano de la simplicidad como nos dirá Walzer (1993). En superación de ello, propongo una
concepción de justicia compleja, planteamientos que rechazan la lógica del universalismo en bloque –gramática
de homogenización–, pues reconoce que esta empresa niega las diferencias y las necesidades de cada colectividad
y sus respectivas vías de conexión con el territorio al que cada singularidad pertenece. Asimismo, reconoce que
el universalismo es responsable de mayores tramas de segmentación.
Comparto, de este modo, uno de los planteamientos centrales en el pensamiento del filósofo y sociólogo italiano,
Mauricio Lazzarato (2006), en: Políticas de lo menor, sostendré que sí el deseo es lograr la igualdad y la equidad,
pero, al mismo tiempo, llegar a todos, un todo integrado por múltiples singularidades, será necesario asegurar
un piso básico para dar vida a cada uno de los derechos acorde a lo que cada comunidad necesita –lógica de los
todos distributivos–. Esta empresa sugiere poner en tensión el paradigma distributivo reflejando la incapacidad
de los diseños societales para pensar otras coordenadas de intervención en el mundo contemporáneo.
En estas propuestas, el individualismo funciona en términos de un estándar deseable imbricándose en ciertos
logotipos, marcas y clichés epocales, conduciéndonos a rescatar una filosofía materialista y nómada que inaugura
un marco conceptual alterativo que consolida un esquema para transitar desde un significante alternativo hacia
uno que altere el orden de funcionamiento de sus unidades de regulación –alter-disciplinariedad, pues los
movimientos alternativos confirman un estatus similar al de la hegemonía obturando diversos contra-puntos de
oposición que reducen su acción a un simple acto de oposición a las formas normativas de lo establecido, incluso
haciendo uso de las mismas categorías– un futuro sostenible coherente con las demandas de cada colectividad. Lo
que hace lo alterativo desde una inspiración guattariana y deleuziana es remover tales estructuras –intelectuales,
sociales, políticas– invitándonos a salir de esas espacialidades –es sinónimo de otras lógicas de sentido– para
producir algo completamente nuevo. Se inaugura así, un tercer espacio, zona que no surge de lo lineal, sino, de
lo nómade, lo inacabado, lo imprevisible, lo transponible, etc., reafirmando la necesidad de retomar la categoría
sintagmática de pasiones políticas, propuesta por Mouffe (2007). La tarea política de la educación inclusiva no
se reduce a la reproducción del daño sistemático del yo, o el daño a la individuación que, hasta cierto punto se
torna funcional al capitalismo avanzado.
En tal caso, la subjetividad nómade implicará un enfoque materialista de la afectividad y una marca no esencialista
de vitalismo, es un lugar de múltiples mutaciones que se distancian de marcos de adherencias de orden tecnológicas
e imperativos morales o neoconservadurismos imbricados en discursos críticos a favor de la multiplicidad. En este
punto, tendremos que interrogarnos acerca de cuáles son las alianzas opresivas y el conjunto de presiones que
fomentan la proliferación de acciones imperceptibles con proyectos de conocimientos destinados a reproducir la
desigualdad –preferentemente–, ateniendo al tipo de cadenas analíticas y metodológicas que atrapan progresiva
y silenciosamente el poder de tales propuestas.
7. Concepto introducido por Ocampo.
8. Concepto acuñado por Ocampo, en su tesis doctoral elaborada en el Programa Oficial de Doctorado en Ciencias de la Educación de la Universidad de
Granada (UGR), España.
¿Singularidades múltiples y ética de la diferencia?
La educación inclusiva ratifica, inspirada en los planteamientos Braidotti (2006), que la subjetividad no-unitaria es
significada en términos de lo nómada, lo disperso, lo fragmentario, visión que sin embargo es funcional, coherente
y responsable en la liberación del ser y de su consciencia ética. Si tuviésemos que pensar qué tipo de ética
requiere la educación inclusiva tendremos sin duda alguna que remitirnos a la obra de la destacada filosofa ítaloaustraliana,
Rosi Braidotti y de la académica chicana, Chela Sandoval, quien, en su maravillosa obra Metodología
de oprimidos, nos permiten redefinir este halo de figuraciones.
En Braidotti (2009), encontraremos la necesidad de buscar respuestas reactivas y alterativas a la racionalidad
ética-política que sustenta el carácter liberal e individualista que hoy articula el discurso de la inclusión a través de
formas de relacionamientos ingenuos que restringe la fuerza para producir otros mundos –uno de los propósitos
más relevantes de lo inclusivo–. La inclusión es un signo de alteración social y un signo heterodoxo, y a la vez,
es un acontecimiento; es algo que irrumpe, nos saca de la convencionalidad colocado en tensión la matriz de
esencialismos-liberalismos sobre la que hoy se estructura su tarea. Pone en tensión las formas comprehensivas
del ser humano, por ello, en el caso de lo inclusivo la política ontológica se inscribe en lo que Ocampo (2018),
denomina ontologías de lo menor, de las múltiples singularidades o de la revolución molecular. En estos grandes
entendimientos la inclusión asume el deseo crítico y la pulsión dislocadora de producir otros mundos posibles
que trabajan para destruir las huellas de enunciación del ser humano dominante.
¿Ética de la diferencia? Hablamos de una noción positiva de la diferencia cuya figuración analítica y espectralidad
la inscriben en proximidad con los significantes de la singularidad, cuyo propósito busca subvertir y deslindar las
formas de individualismos-esencialismos que fundan el problema ontológico de los grupos sociales –también
conocida como ontología sustancialista– que coloca en desmedro y cosifica a un amplio grupo de personas,
justificando así, un corpus de políticas públicas que no hacen otra cosa que reproducir un efecto de asimilación y
un problema multicategórico justificando su tarea en torno a los significantes pasivos de la inclusión.
Esta figuración ontológica conduce a la jerarquización del ser, lo que en la interioridad de las propuestas de
educación inclusiva devienen en políticas de cuotas o sistemas duales, pero no de transformación del mundo.
En efecto, Braidotti (2009), agrega que esta figuración categorial
[…] hizo posible la distinción entre ordenes jerárquicos del ser, clasificando como más avanzado o
más próximo al ideal civilizatorio de la cultura occidental y al prototipo de ser humano impulsado en
esta: el Hombre blanco, heterosexual, cristiano y propietario, por sintetizarlo en sus atributos más
significativos (González, 2018, p.174).
Esta afirmación es fundamental para poner en tensión la ceguera del par dialéctico ‘centro/periferia’. Emerge así
otro problema analítico, este da cuenta que pensamos los problemas del campo de forma lineal y categorialmente,
los problemas de incluido/excluido, mi analítica relacional trasciende la figuración dialéctica de tipo hegeliana que
es lo que define las coordenadas de estar –experiencia vivida– dentro o fuera, tal como reafirma la coyuntura
investigativa mainstream del campo.
El desafío es pensar relacionalmente la trama de cómo cada una de estas articulaciones de inclusión/exclusión
se imbrican de forma multinivel y escalar. Digo esto, porque en países como Argentina, se discute mucho acerca
de lo común y de lo colectivo. Me causa curiosidad pensar que estamos tratando de implantar en la materialidad
y en el psiquismo de estas propuestas nuevas formas de homogenización y no una revolución de las moléculas
o de las múltiples minorías constitutivas del mundo. Esta fórmula de pensar el centro y la periferia en nuestro
continente es una ficción eurocéntrica, no se encuentra relacionada con una regulación interpretativa de nuestros
pueblos, reinos e imperios que existieron antes de la llega del hombre europeo a las ciudades ancestrales que
componían Abya Yala. Poner en tensión el margen y el centro constituye una invención eurocéntrica que restringe
la proliferación de entendimientos complejos sobre la desigualdad, la injusticia, la redistribución, etc.
Por consiguiente, sostendré que la figuración ontológica correcta que reclama la educación inclusiva auténtica
–de carácter diaspórica, viajera, nomadista; aquella que crea un nuevo objeto que no le pertenece a nadie–
rescata al decir de Braidotti (2006), la pluralidad individual o en términos de Ocampo (2019), una multiplicidad
de singularidades. La política ontológica que ratifica este enfoque es coherente con los principios de la revolución
molecular, es decir, lo menor –la singularidad–. En otras palabras, es un espacio de multiplicación de una amplia
variedad de entidades vivas creado para que la singularidad acontezca en la materialidad de dichas estructuras.
Los “desplazamientos creativos que engendran las interconexiones de tipo no-lineal” (Braidotti, 2009, p.244)
conducen al reconocimiento que la conducta humana no pretende imponer la propia individualidad y con
ello “anticipar y controlar todo, sino desterritorializar, abrir espacios de movimientos fluidos donde el sujeto
discontinuo (desigual a sí mismo, aunque no fragmentado) que ha renunciado acéticamente a sí mismo” (Braidotti,
2009, p, 245) desarrolla su potencia humildemente, esto sin dañarse a sí mismo ni a los otros (González, 2018).
Aproximaciones para una comprensión epistemológica de la educación inclusiva
Partiendo de la premisa que señala que la educación inclusiva no solo produce nuevos conocimientos, sino que
poderosos ángulos de visión alterativos de la realidad, sostendré que su finalidad no se reduce exclusivamente
al aseguramiento del derecho, más bien, se ocupa de su puesta en marcha –pragmática epistemológica de la
que suelo hablar, interesada por crear hábitos de acción a partir de marcos conceptuales que beneficien la vida
de las personas, especialmente, aquellas atravesadas por la zona del no-ser–. Toma distancia el significante que
lucha por aglutinar y aumentar el número de estudiantes al interior de las estructuras de escolarización, sin
atender a sus lógicas de funcionamiento. Se propone trabajar sobre arquitecturas que no están ideadas por la
trama ciudadana y sus respectivas reglas institucionales de funcionamiento, lo que nos invita a tomar distancia
del significante que aboga persistentemente por crear condiciones de equidad, justicia e inclusión desde lo más
profundo de las gramáticas dominantes sobre las que se erigen cada una de estas declaraciones.
La gramática educativa dominante trabaja en oposición al género, a la interculturalidad, a la inclusión. Si
observamos con atención, hoy hablamos con gran fuerza del aporte que efectúa el feminismo, la justicia social
y educativa, lo postcolonial, la interculturalidad, etc., suscitando algo mucho más sintomático, especialmente, a
nivel de las estructuras académicas un gran número de sus investigadores y docentes se declara a favor de cada
uno de estos movimientos críticos sólo a perse con la intención de seguir habitando e interactuar con dichas
estructuras de conocimiento y ser parte de la discusión, sin entender, en muchos casos, la profundidad analítica,
los compromisos éticos y las tensiones políticas que estas nuevas formas de pensar el mundo y sus estructuras involucran. Este (des)encuadre correlaciona aquello que es articulado, sus marcos de valores y sus lenguajes de
adherencia, confirmando repercusiones diametralmente diferentes.
La inclusión disloca y altera la gramática escolar validada por los sistemas educativos como consecuencia de la
racionalidad occidentalocéntrica, acción que pone en tensión la noción del tiempo, invitándonos a transitar desde
la monocronía a la heterocronía –tiempos múltiples heterogéneos entrecruzados en una misma espacialidad–,
cuyo llamado nos induce a pensar en torno a un espacio heterotópico cuyas coordenadas de enseñanza
ponen en jaque las formas habituales de pensar la enseñanza. En este punto, vale la pena recuperar uno de los
propósitos erróneos finalísticos en los que incurre la inclusión, como es el caso de la consolidación de una práctica
especializada o de un modelo fijo y programático para atender a niños especiales.
Una de sus propiedades heurísticas de mayor poder de la educación inclusiva es su fuerza psíquico-relacional que
esculpe la realidad, a esto denomino principio de audibilidad –conjunto de coordenadas que sólo con enunciar
la palabra genera un ethos particular que moviliza singulares estados de consciencia en sus receptores– y
principio escultórico del mundo, es por ello que, el calificativo inclusiva no actúa en términos de una disposición
paratáctica o de simple reunión de elementos ubicados uno al lado del otro, sino que, en términos de un elemento
de disrupción y movilización que nos permite recuperar lo más intrínseco de la práctica educativa –el sentido
auténtico de lo educativo–.
Por norma, se tiende a pensar que un profesor inclusivo será aquel que respeta a todos los estudiantes, el que
acoge y abre oportunidades, pero, si nos detenemos a observar cada una de estas premisas, reconoceremos
que tales prescripciones no tienen nada que ver con la inclusión, más bien, entran en contacto con lo propio
y lo medular de la práctica y del quehacer docente –lo intrínseco del oficio pedagógico, es algo íntimamente
constituido en la razón ética del oficio de maestro–. Lo interesante de examinar son las causas que inducen a la
transfiguración, la cooptación y los descentramientos de cada una de estas tensiones ligadas al calificativo que
exigen un análisis multiaxial que toca lo social, lo cultural, lo político, lo educativo, lo económico, etc. La inclusión
performa la realidad y los modos de relacionamiento que en ella tienen lugar, así como las tramas de regulación de
lo (inter)subjetivo y los dispositivos de semiotización que producen determinados signos y criterios de legibilidad
de múltiples colectivos sociales. No olvidemos que la educación inclusiva es la pregunta por los múltiples modos
existenciales del ser humano.
En efecto, desde mi posición teórica y política, observo tres propósitos finalísticos centrales de la educación
inclusiva, entre los que destacan: a) la configuración de un proyecto de conocimiento en resistencia y una
estrategia analítica destinada a producir nuevos conocimientos y ángulos de visión sobre la vida, la existencia,
la afectividad, la subjetividad, el deseo, la educación, entre otras. b) La transformación alterativa de la realidad
y de cada uno de los campos de desarrollo humano devenidos en la creación de otro mundo de posibles y c) la
emergencia de un poderoso dispositivo de recognición de la teoría educativa contemporánea y de todos los
campos constitutivas de las Ciencias de la Educación.
Si nos adentramos ahora en algunas coordenadas epistémicas de lo inclusivo, sostendré que, su heurística
trabaja a partir de la metáfora post-colonial ‘hablar de vuelta’, configurando un nuevo vocabulario y un sistema
recognoscitivo dedicado a comprender la multiplicidad de problemáticas que confluyen en su centro crítico.
De acuerdo con esto, afirmo que, la inclusión hoy puede ser entendida en términos de una metáfora y no de
un paradigma ni de una metodología. ¿Por qué una metáfora? Simplemente, porque sus coordenadas analíticas
describen su campo argumental en términos de una explicación que circula con gran fuerza en diversas latitudes
del mundo, es empleada por diversos grupos, utilizándose de maneras diferentes, ratificando múltiples puntos
de contacto con diversos objetivos de lucha a favor del cambio social positivo a favor de las mal denominadas minorías que no son otra cosa que mayorías en el mundo. Para evitar que su significante sea restrictivo y
cristalice diversas maneras de hacer carne este propósito, necesitamos develar otras expresiones heurísticas y
epistemológicas que se esconden tras este calificativo.
"La educación inclusiva ratifica, inspirada en los planteamientos
Braidotti (2006), que la subjetividad no-unitaria es significada
en términos de lo nómada, lo disperso, lo fragmentario, visión
que sin embargo es funcional, coherente y responsable en la
liberación del ser y de su consciencia ética."
"La inclusión es sinónimo de producción de otros mundos, impone
un significante alterativo de la realidad y del quehacer educativo,
interpela profundamente al saber pedagógico."
Hoy este campo se encuentra en fase de descubrimiento, este reconocimiento nos conduce a la pregunta por
el índice de singularidad y nos sitúa en la explicación acerca de la especificidad del territorio. Si bien, este es
un discurso del que todo el mundo habla –se encuentra presente en los postgrados, en los medios masivos
de comunicación y en diversos eventos académicos y no-académicos–, etc., sin embargo, dichas tramas de
argumentación no logran explicar en términos concretos su naturaleza, su índice de singularidad no es claro. Su
orgánica sintagmática, como suelo denominar a territorios heurísticos de dos o más palabras que emergen en
el marco de la denominada post-modernidad, trabaja en torno a una red de relacionamientos e imbricaciones
que comparten cinco problemas fundamentales ya comentados, tales como, un marcado déficit epistémico,
metodológico, ontológico, morfológico y semiótico/visual.
Según estas características, la inclusión en tanto categoría de análisis se convierte en una estrategia para
desarrollar formas interpretativas más profundas acerca de la multiplicidad de rostros del poder, reconociendo
que cada uno de ellos es endémico y articulador de la experiencia social. Es tarea crítica de la educación inclusiva
establecer las formas de relacionamiento que van convergiendo y legitimándose en su trama argumentativa,
examinando profundamente sí cada una de estas permiten producir otros entendimientos sobre lo afectivo, lo
vincular y lo relacional exigido por la autenticidad de este verbo y calificativo. Todo ello, nos lleva a atender las
configuraciones de los dispositivos retóricos de interpelación del propio término, objeto y significante.
Desde aquí, me parece importante recuperar esta idea de ‘inclusión a lo mismo’, metáfora que describe
la invariabilidad o la insistencia de los agentes de lo social, respecto de los entendimientos sobre los que se
sustenta la idea de inclusión liberal que puntualiza en reincorporar a lo mismo que muchas veces es el centro de
articulación de diversos mecanismos de exclusión, marginación, frenos al autodesarrollo, etc., en las trayectorias
sociales y escolares y en los procesos de biografización de las personas. Es importante revisar profundamente
las articulaciones del proceso de regulación del centro-periferia, esta metáfora describe la incapacidad de las
estructuras educativas y sociales, así como, de los diseños curriculares, didácticos y evaluativos, así como, la
ceguera de sus conceptos fundantes para crear otras propuestas y arquitecturas educativas. Exigencias que
involucran atender los obstáculos complejos, concebidos como unidades relacionales multinivel de orden
complejo y dinámico que cooptan en diversos planos y momentos la experiencia de escolarización y participación
social de determinados colectivos.
La inclusión es sinónimo de producción de otros mundos, impone un significante alterativo de la realidad y del
quehacer educativo, interpela profundamente al saber pedagógico. Si lo inclusivo produce nuevos ángulos de
conocimientos, su epistemología configura un contra-espacio intelectual, político y ético, demostrando que esta
categoría se encuentra en búsqueda permanente de su significado, cuyo dominio deviene en la creación de un
“espacio intermedio de zigzag y de cruce no lineal, pero caótico, nómada, pero responsable y comprometido,
pero también cognitivamente válido, discursivo y también materialmente incrustado, es coherente sin caer en
su racionalidad instrumental” (Braidotti, 2002, p.13). La inclusión en términos derridaniano puede ser entendido
como un filosofema, puesto que se encuentra presente en todos los campos y matrices de participación de la vida
ciudadana –de la vida misma– y de la experiencia social.
Al afirmar que la educación inclusiva es un campo ensamblado por silenciosas formas de esencialismosindividualismos,
enfrenta el desafío de avanzar en la subversión de imponiendo una gran lista de formas categoriales para pensar sobre la fuerza singularizante que portan diversos
grupos, esto es, uno de los fundamentos centrales de definición del problema ontológico de los grupos sociales
[…] un tipo de diferenciación que en última instancia es aditiva u opera por vía de método acumulativo
que requiere que otros nombren como Otros, mientras que retener el término genérico como
cuadrícula de inteligencia general, ofrece una morfología que tiene el poder de dar cuenta de
adicionales, incluidos divergentes o desviados (Chow, Crenshaw & McCall, 2013, p.792),
Entrando en lo relativo a lo epistemológico de lo inclusivo, sostendré que, la problemática de la diferencia y lo
común constituyen conceptos relacionales que residen en lo más profundo de este singular terreno heurístico.
Si pensamos acerca de cuál es el saber auténtico que presenta este dominio, es plausible sostener que esta es
una teoría que no puede ser delimitada en los paradigmas de ninguna disciplina en particular. Es este argumento,
el que permite afirmar que, su naturaleza es de orden post-disciplinar. En este punto, quisiera recuperar la
idea de Chambers (2009), quien introduce el sintagma ‘exterioridad del trabajo teórico’, es decir, operaciones
analíticas que enuncian y/o escuchan su campo de problemáticas, objetos y fenómenos por fuera y más allá de
sus tradicionales formas de aleación y elementos –disciplinas, discursos, conceptos, teorías, métodos, sujetos,
compromisos éticos, proyectos políticos, problemas, entre otras, que en él confluyen.
Su objeto desborda a todos estos elementos, producto de ello, recurre en términos heurísticos a formas de
traducción, lo que en mi trabajo dice relación con la creación de condiciones de legibilidad mediante formas de
rearticulación, oponiéndose a la técnica de aplicacionismo epistémico, atrapando el saber y sus pulsiones de
autenticidad en marcos, lenguajes y coordenadas analítico-metodológicas que no le pertenecen. Este punto
es clave para crear condiciones de legibilidad en torno a los múltiples aportes que se imbrican en la trayectoria
rizomática de la educación inclusiva, reconociendo que hace uso de una infinidad de rearticulaciones de proyectos
intelectuales y paradigmas teóricos que, si bien no comparten con gran claridad un objeto y un lenguaje teórico,
logran crear nuevos modos de indagación y aplicación, lo que Ocampo (2017), denomina traducción epistémica.
Sin embargo, coincidiendo con Oppermann (2011), emerge el desafío de formular un corpus de nuevos principios
teóricos coherentes con la naturaleza heterogénea de su constelación de fenómenos. A su vez, su objeto y praxis
investigativa refleja un marcado carácter sociopolítico, puesto que trabaja sobre un conjunto de problemas
apremiantes de orden mundial, tomando en consideración la singularidad subjetivante de sus comunidades de base.
Su singular naturaleza rizomática ofrece salidas significativas para superar la presencia de la “pluralidad y la
diseminación, produciendo diferencias y multiplicidades, haciendo nuevas conexiones” (Best y Kellner, 1991,
p.99). Lo rizomático alude a la forma en la que su cuerpo de fenómenos circula por diversos proyectos de
conocimiento en resistencia –mayoritariamente–. Nos enfrentamos a una singular regionalización multifacética, lo
que al decir de Deleuze y Guattari (1970), “asume diversas formas, desde la extensión de la superficie ramificada
en todas las direcciones hasta concreción en bulbos y tubérculos. Más importante aún, el rizoma está compuesto
no de unidades sino de dimensiones, o más bien direcciones en movimiento” (p.78).
Si su práctica intelectual designa un espiral de procesos de transformación, adaptación y conexión de múltiples
puntos y formas de aleación diversas, entonces su organicidad acontece a través del principio de heterogénesis,
develando un problema gramatical complejo que actúa desde, y hacia la conexión y la multiplicidad.
Lo inclusivo destaca los diversos significados que este adopta en diferentes discursos, siendo utilizado de
forma prominente entre algunas de las corrientes intelectuales críticas más prominentes del momento actual.
El discurso de la multiplicidad y de la diferencia figura en un lugar destacado en muchos discursos y políticas
feministas, antirracistas y postmodernas, las que débilmente han logrado impactar en las relaciones sociales que
sostienen dichos fenómenos.
Sintetizando sus principales coordenadas de constitución y regulación heurística y/o metodológica del dominio,
se asume que sus niveles de construcción científica ratifican: a) una dimensión ontológica que focaliza en lo
menor, es decir, en la revolución molecular, centrada en las singularidades múltiples, b) una base epistemológica
de carácter post-disciplinar9, cuya acción opera en el diaspórismo y el nomadismo epistemológico –orden de
producción o leyes internas que definen el funcionamiento del campo–. Esta premisa nos lleva a retomar la
afirmación: la educación inclusiva no suscribe a ninguna práctica teórica y metodológica en particular, surge de complejos
de enredos genealógicos que configuran su locus de enunciación (Ocampo, 2017). c) Su universo conceptual emerge
del centro crítico de la multiplicidad y d) no presenta un método claro, más bien, documenta el entrecruzamiento
y contaminación metodológica que operan bajo la táctica de abducción.
A modo de síntesis, sostendré que:
• El campo de la educación inclusiva es un terreno fundamentalmente disputado por una multiplicidad
de disciplinas, teorías, objetos, métodos, territorios, sujetos, influencias, intereses, modos de análisis,
conceptos, saberes, compromisos éticos y proyectos políticos.
• Construye un espacio no-disciplinar. Viaja permanente y no-linealmente, por cada uno de ellos; en cada
nuevo aterrizaje extrae –operación de traducción– lo más relevante y significativo de cada recurso
epistemológico, con el propósito de fabricar un nuevo objeto y saber.
• Forja un espacio de disposición de disciplinas y una disposición histórica específica de verdad (forma
de saber). Se convierte en una categoría analítica de intermediación.
• Su trabajo se organiza en torno al análisis de su estructura de conocimiento en términos de una teoría
sin disciplina, devenida como una caja de herramientas, se propone repararlos, ponerlos en orden,
comprender qué nuevas ideas pueden ser añadidas, y luego, cuáles de ellas favorecen una lectura situada
sobre su coyuntura intelectual. Concebido así, deviene en un mapa crítico plurilocalizado, integrado
por intensas influencias. Su construcción teórica es concebida como un sistema de permanentes
importaciones y exportaciones de diversas clases de recursos epistémico-metodológicos.
• La inclusión es un concepto eminentemente relacional y estructural. Como tal, se convierte en una
estrategia de investigación y en una práctica crítica para (re)articular una comprensión más compleja
del mundo y de sus patologías sociopolíticas crónicas, entre ellas, la opresión, la injusticia social y la
desigualdad en su pluralidad de ámbitos.
• La inclusión como categoría de análisis se convierte en una estrategia para desarrollar formas
interpretativas más profundas acerca de la multiplicidad de rostros del poder, reconociendo que cada
uno de ellos son endémicos y articuladores de la experiencia social.
• La inclusión como categoría analítica posee la capacidad de albergar una amplia variedad de teorías
y enfoques críticos, es un campo de conexión de diversas perspectivas críticas contemporáneas.
Concebida así, constituye un movimiento social de oposición diferencial y transformación.
• Al ser concebida como movimiento social diferencial toma prestada mediante la performatividad de lo
rearticulatorio, aportes de diversa envergadura procedentes de movimientos principalmente de base
anti-humanista a favor de la mujer, los niños, la raza, el género, el sexo, las sexualidades no-normativas,
la liberación humana, etc. La inclusión como estrategia escultórica y de intervención en el sistemamundo,
designa un signo heterodoxo y un proyecto de conocimiento en resistencia, se convierte en
un dispositivo de trasformación y alteración de los aspectos opresivos que afectan relacionalmente a
la identidad y a sus coordinadas de configuración de lo social.
• La comprensión epistemológica de la educación inclusiva aporta elementos que contribuyen a
materializar tales acciones, muchas de ellas, manifestaciones autoconscientes de resistencia que no
sólo atienden a la proliferación de ideologías de oposiciones, sino a nuevas estrategias de resistencias
y creatividad.
• A pesar de no presentar estatus disciplinario fabrica un objeto ambivalente, complejo y multidimensional,
de carácter eminentemente fronterizo y postdisciplinar, articulando cuestiones específicas en torno a
este, vinculadas esencialmente a la educación, que puede ser aplicado en términos sociales, políticos,
culturales, etc. Concebida así, configura un objeto abierto, utilizándose de diferentes maneras.
Finalmente, cabe señalar que, el campo epistemológico de la educación inclusiva se compone de complejas e intensas
estrategias y mecanismos de importación y exportación analítico-metodológicos, que, sin traducción, no gozaran de
la fertilidad de sus propósitos. Recursos epistemológicos de naturaleza heterogénea que son extraídos de otros
campos, disciplinas, territorios epistemológicos. Sin duda, el proyecto epistemológico de la educación inclusiva
recurre a tomar prestadas herramientas teóricas, instrumentos conceptuales, recursos metodológicos de otras disciplinas. No obstante, sus formas constructivas no se limitan y/o reducen a un sistema de préstamos arbitrario,
más bien, recurren a condiciones de traducción y/o rearticulación, dislocando sus fuerzas hacia otros rumbos.
La epistemología de la educación inclusiva –en adelante, sistema de actualización/traducción de la teoría
educativa contemporánea– se enmarca en las epistemologías de la dispersión –de ahí, que su orden de producción
se exprese en la diseminación y en lo diaspórico–. Sus vínculos se sustentan en flujos móviles dando lugar a
expresiones de entrecruzamientos, hibridación, plasticidad, entre otras, de los que emergen nuevos flujos –
más sólidos– que pueden “conectar y desconectarse con cualquier otro creando o aniquilando” (Esperón, 2016,
p.22). Cada uno de sus objetos, métodos, influencias, teorías, compromisos éticos, proyectos políticos, sujetos,
territorios, disciplinas, conceptos, saberes, discursos, etc. –multiplicidad infinita de singularidades epistémicas–
configuran una estructura teórica y metodológica compuesta por un sistema de constelaciones, explícita una
agrupación inestable de la que emerge la irrupción de lo nuevo –caos–.
El adjetivo ‘inclusivo’ opera en términos de ‘trayecto abierto’, lo que alude a su propiedad epistemológica más
importante, esto es, el movimiento, configura un saber que se perfila en permanente construcción, movimiento,
cambio, en proceso y construcción que incorpora lo social y lo político en una singular trama de configuraciones
de la subjetividad.
La inclusión en tanto proyecto de conocimiento en resistencia, estrategia analítica y praxis crítica crea
conscientemente condiciones de liberación y profundos procesos afectivos –creación de otro estilo de
subjetividad– devenidos en posturas históricas alterativas del orden social dominante. Fabrica un conocimiento
capaz de romper con el corpus de formaciones sociales e ideológicas específicas que articulan profundos procesos,
contextos y dinámicas opresivas, de freno al autodesarrollo, esencialistas, etc., dedicadas a romper con su lógica
de sentido. Interviene en, desde y a través de dichas formaciones explorando nuevas conexiones otros objetivos
sociales y políticos más amplios, agudiza un compromiso dialéctico con diversas formas ideológicas de liberación
y concienciación destinadas a esculpir la transformación.
"Lo inclusivo destaca los diversos significados que este adopta en
diferentes discursos, siendo utilizado de forma prominente entre
algunas de las corrientes intelectuales críticas más prominentes
del momento actual."
9. La partícula post- se aleja de un tránsito lineal para inscribir su fuerza en algo que altera, rearticula y re-enfoca los modos de disponer determinados
análisis que confluyen en el terreno de lo inclusivo. Las post-disciplinas construyen un nuevo objeto de conocimiento que no le pertenece a nadie,
develan una naturaleza diaspórica y viajera, forjando una constelación analítico-metodológica caracterizada por movimientos que operan de forma
armónica en el desorden o la figuración próxima a la heterogénesis.
Conclusiones
La educación inclusiva como categoría de análisis nos permite investigar y comprender la especificidad y la fibra de
nuestra época, en este punto, reconoce que esta es una categoría esencialmente incondicionada. Corona (2018),
explica que su ontología opera en términos de un sistema de re-enfoque de la teoría crítica ante la diversalidad
de problemáticas constitutivas del presente, coincide en este punto, con el principio de negatividad en tanto
deseo crítico de desestabilización y transformación permanente de los sistemas intelectuales implicados en el
estudio de la justicia, las políticas de resistencia humana, la inclusión y las coordenadas de creación del presente
coherentes con las problemáticas de la zona del no-ser. La educación inclusiva es, en sí misma, un deseo negativo
para pensar el mundo contemporáneo deviene en una insistencia por la transformación, “nos revela cuál es el
espacio de libertad del que todavía podemos disfrutar, y qué cambios se pueden aún realizar en nuestras vidas”
(Corona, 2018, p.318).
La ontología del presente constituye otra tarea crítica que enfrenta la educación inclusiva, en parte, crea una
figuración ontológica del tiempo actual, empresa que recupera la interrogante kantiana referida al qué somos en
este instante, coordenadas espacio-temporales de orden evanescente, cuya estructura profunda de regulación
asume el reto de ofrecer un diagnóstico específico sobre la coyuntura política, cultural, social y educativa. En
este punto, las formas interpretativas de la educación inclusiva ponen en evidencia sus limitaciones. La ontología
del presente en tanto actividad analítica persigue desestabilizar para contra-argumentar sobre la función de los
mapas cognitivos –teorías– que inciden en la configuración de los sujetos educativos, los
[…] que deben ser indagados en sus condiciones de emergencia y de conservación en una determinada
época o cultura, mas también en su propia contingencia, de tal modo que sea posible superar todas
aquellas formas de sumisión o de exclusión a las que, como sujetos, hoy por hoy estamos expuestos
(Corona, 2018, p.320).
La trama heurística de la educación inclusiva al trabajar en la construcción de un saber propio del presente debe
ser capaz de ofrecer un comentario sobre las condiciones generales que fuerzan los dispositivos de pensamiento
de una época. Su singularidad epistemológica se convierte en un complejo sistema de pensamiento sobre las
coordenadas de constitución del encuadre cultural que nos toca vivir. En efecto,
[…] el saber sobre el presente se constituye entonces ya no por medio de la conciencia trascendental
del sujeto, sino a partir de un conjunto de prácticas de poder que le otorgan al saber mismo tanto las
condiciones de su emergencia, como su continuidad y permanencia. No obstante, a pesar de la crítica
demoledora al trascendentalismo, Foucault no buscó menospreciar el papel del sujeto en la historia;
más bien, a través precisamente de un minucioso análisis histórico del saber científico, trató de elaborar
un diagnóstico del presente que diera cuenta del poder y del dominio que el discurso hegemónico
ejerce en la constitución y definición del sujeto contemporáneo (Corona, 2018, p.320).
Vista así, la educación inclusiva es, en sí misma, una ontología del presente, atravesada por un conjunto de
pliegues y formas de producción de la subjetividad que se convierte en una forma histórica de conocimiento cuya
profundidad y complejidad queda signada por el propósito de reconfigurar la matriz de constitución de sus formas
de verificación. La inclusión es un espacio del saber en permanente transformación, giro y deformación10, es un
territorio de reacciones, formas e invenciones-de-lo-posible. La ontología del presente interroga las coordenadas
de relación e implicación de las diversas tramas de temporalidades legitimadas por la acción educativa de orden
universal/monocrónicas, articula una visión espacializada del acontecimiento educativo cuyas “condensaciones
ontológicas (discursivas, de dispositivo y subjetivas) que funcionan como condiciones de posibilidad del presente”
(Perea, 2011, p.21) al irrumpir en las lógicas de producción del pensamiento pedagógico contemporáneo
Los propósitos de la ontología del presente, ratificados por la educación inclusiva coinciden con la creación de
un saber que permite a la multiplicidad de singularidades –política ontológica de lo menor– existir y articular
su fuerza intervencionista-creadora en un espacio completamente diferente, un espacio fuera-de-serie o
heterotópico, un tercer espacio (Ocampo, 2017). La educación inclusiva acontece en un giro multi-escalar
–constituye un error afirmar que es un sólo giro el que esta experimenta– que afecta a lo ontológico, a lo
epistemológico, a lo político, a lo morfológico, a lo metodológico, a lo visual, a la temporalidad, a la espacialidad;
en suma, a todos los niveles de regulación del mundo. El beneficio teórico de la ontología del presente opera en
lo que Spivak (2006), denomina doble vínculo, inaugura una crítica histórica y una crítica de la práctica educativa
y del análisis de los problemas de la cultura.
Referencias Bibliográficas
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Derechos
Artículo de investigación / Research Article / Artigo de pesquisa
Conflicto de intereses: Los autores han declarado que no existen intereses en competencia