Saberes de vida, para dar vida: historias de vida de comunicadores populares
Knowledge of life, to give life: life stories of popular communicators
Saberes de vida, para dar vida: histórias de vida de comunicadores populares
1. Andrés Enrique Cifuentes Andrade
1. Maestría en comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana, Doctorando en Comunicación e Información Contemporánea de la Universidad Santiago de Compostela (España) y Docente investigador de la Escuela de Artes y Letras. acifuentes@artesyletras.edu.co
Recibido: 20 de enero de 2017 Aceptado: 10 de marzo de 2017
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Cifuentes-Andrade, A. (2017). Saberes de vida, para dar vida: historias de vida de comunicadores populares. Revista Inclusión & Desarrollo, 5 (1), 87-98.
Resumen
La presente investigación busca reconstruir el oficio del comunicador inserto en procesos y proyectos participativos, sociales o comunitarios, a través de la metodología de historias de vida y su aplicación, enfocados en cómo se usan los saberes y oficios en sus prácticas, tratando de mostrar la manera en que perciben la academia desde su contexto. Los comunicadores seleccionados son personas que trabajan con las comunidades por vocación; se evidenciará aquí su experiencia y la especial sensibilidad social de su campo de acción. De esta manera, se abordó y se conversó con cuatro comunicadores: Néstor Cárdenas, Soraya Bayuelo, Alma Montoya y Jorge Uribe.
Palabras Claves: prácticas, comunicación popular, comunicación para el cambio social, historias de vida, usos, saberes.
Abstract
This paper/document seeks to reconstruct the profession of communicator and the processes embedded in social and community participation projects, through the “life stories” methodology and applying, focused on how knowledge and crafts are used in their practices, they are trying to show how they perceive the academy from its context. The selected communicators are people who, by choice, work with communities, showing special expertise and social awareness in their fields of action. The four communicators that were interviewed are Néstor Cárdenas, Soraya Bayuelo, Alma Montoya and Jorge Uribe.
Keywords: practices, popular communication, communication for social change, life stories, uses, knowledge.
Resumo
A presente investigação busca reconstruir a profissão de comunicador inserida em processos e projetos participativos, sociais ou comunitários, por meio da metodologia de histórias de vida e sua aplicação, focalizando como os conhecimentos e ofícios são utilizados em suas práticas, tentando mostrar como percebem a academia a partir de seu contexto. Os comunicadores selecionados são pessoas que trabalham com comunidades por vocação; aqui evidencia-se sua experiência e a sensibilidade social especial de sua área de atuação. Dessa forma, foram abordados e conversados com quatro comunicadores: Néstor Cárdenas, Soraya Bayuelo, Alma Montoya e Jorge Uribe.
Palavras-chave: práticas, comunicação popular, comunicação para a mudança social, histórias de vida, usos, saberes.
DOI del artículo: https://doi.org/10.26620/uniminuto.inclusion.5.1.2018.87-98
Introducción: Sobre los Cimientos de los Saberes
Es algo más que un dato; es ese saber que trasciende libros puestos en anaqueles, pues hay valores y disposiciones de vida que no se logran retratar en palabras –así se tenga ese noble propósito–. Hay seres humanos que conocen acerca de esos valores y disposiciones que se forman con sus comunidades, ponen a disposición sus conocimientos, anhelos e ilusiones, y elaboran con ellos, recíprocamente, sus proyectos de vida.
Este trabajo pretende enfocarse en cómo estos comunicadores populares usan los saberes y los oficios en sus prácticas, mostrando la manera en que perciben la academia desde su contexto, a partir de la investigación Saberes de vida para dar vida. Se recogen fragmentos y conclusiones de esas historias, tratando de encausar el objetivo de esa investigación con el presente escrito, el cual es recuperar las prácticas comunicativas de algunos de estos seres humanos, con esa disposición esencial presente en otros campos y ámbitos de la vida; en este caso, se reconstruirá el oficio del comunicador inserto en procesos y proyectos participativos sociales o comunitarios. En tal sentido, esta investigación trata de responder cómo se construye la práctica comunicativa, esto es, el oficio del comunicador en la experiencia de la comunicación dentro de procesos sociales y comunitarios en los diferentes ámbitos que este ejerce; en otras palabras, los saberes que, desde la experiencia vital, construyen o han construido estos comunicadores a partir de la práctica (Cifuentes, 2016).
Con dicho objetivo se conversó con cuatro comunicadores, Néstor Cárdenas, Soraya Bayuelo, Alma Montoya y Jorge Uribe, quienes han trabajado procesos y proyectos de comunicación para el cambio social. A través de sus testimonios, ellos van tejiendo sus historias de vida y recuperando los saberes tácitos de su quehacer diario, ya que usualmente esas prácticas no se recuperan mediante la palabra escrita –muchos de esos saberes quedan en sus charlas con la comunidad, en sus experiencias fragmentadas o en los proyectos que formulan, por lo que se procura retratar a estas personas en su oficio, puesto que hay una cantidad de matices que no se alcanzan a plasmar, como lo son sus motivaciones internas para ejercer el rol de su profesión día tras día–; por lo mismo, el fundamento de este trabajo fue escribir esas experiencias a través de la metodología de la historia de vida.
Los comunicadores seleccionados son personas que trabajan con las comunidades por vocación; es decir, su trabajo comunitario da cuenta de su rol como comunicadores, con la experiencia y especial sensibilidad social de su campo de acción. Los diálogos que se sostienen con ellos les dan vida y buscan retratarlos.
Respecto a la vocación de los comunicadores, los cuatro tienen una motivación invisible que, en el silencio, ‘la gritan a voces’, como lo advierte el filósofo lituano Lévinas (como se citó en Sábato, 2000): “Lo humano del hombre es desvivirse por el otro hombre” (p. 69). De ahí que lo humano, las sensibilidades, las motivaciones, los sueños y las desilusiones de estos hombres se irán describiendo a través de sus historias, pues la historia es memoria, y los seres humanos somos memoria –ya sea de largo o corto plazo; el día o momento en que no la tengamos, estaremos en otro plano o realidad, con otras formas de interrelación–. La memoria está cifrada; cuando la comunicamos intentamos descifrarla y, en ese momento que sale, toma otro valor, deja de estar en el recuerdo y pasa a formar parte de un instante, del presente, para volver a la memoria latente hasta cuando se le vuelva a requerir. Al develarla, tiene diferentes significaciones, dependiendo de la cosmovisión del que la recibe, ya que cada cual le da su valor, la ajusta a su propia vida. Un ejemplo de esto es Neruda (2002), quien cuando habla de sus memorias o recuerdos en el prólogo de su libro *Confieso que he vivido*, dice: “Tal vez no viví en mí mismo; tal vez viví la vida de los otros” (p. 3).
Vale recordar que Lévinas (como se citó en Kapuscinski, 2007) llama acontecimiento al encuentro con el otro. Lo califica incluso de “acontecimiento fundamental”, pues el otro es un ente único e irrepetible y, al relacionarme con él, no solo debo colocarme en pie de igualdad con ese otro con quien debo mantener el diálogo, sino que tengo la obligación de “ser responsable de él”. Esos “extraños”, parafraseando a Kapuscinski (2007), esos desconocidos, esos otros, no solo constituyen una de las fuentes más ricas de nuestro conocimiento del mundo, sino que también nos ayudan en nuestro trabajo de mil maneras: nos posibilitan contactos, nos acogen en sus casas e, incluso, nos salvan la vida.
En cuanto a la historia de vida como relato, en uno de los apartes de *La vida: un relato en busca de narrador*, Ricoeur (2006) nos dice que: A esta relación entre relato y vida quisiera aplicar la máxima de Sócrates, según la cual una vida no examinada no es digna de ser vivida. Tomaré como punto de partida, para atravesar esta zona crítica, la afirmación de un comentarista: las historias son narradas y no vividas; la vida es vivida y no narrada –por eso cuando escribimos acerca de la vida la estaríamos examinando, estaríamos haciendo digna la vida–; además, afirma que: La historia de una vida procede de historias no dichas y reprimidas, transformadas en historias efectivas que el sujeto podría asumir y considerar como constitutivas de su identidad personal. Esta búsqueda de identidad personal es la que garantiza la continuidad entre la historia potencial o virtual y la historia expresada cuya responsabilidad asumimos.
Matizando si la vida es un relato en busca de narrador, creo que la vida guarda para sí misma su propia denominación y, al intentar sacar eso que aparentemente está oculto, es difícil captar toda su inmensidad. Sería como contar cuantitativamente el aire o los sentimientos. Por eso creo que los relatos son más bien réplicas de y a la vida, en los que la palabra es apenas uno de los medios de muchas de sus formas de representación.
Sobre los Comunicadores
Comunicadores: esos seres humanos que a través de su conocimiento inciden en la vida de sus comunidades y, a la vez, las comunidades inciden en ellos. Esas personas con una sensibilidad especial, que deciden trabajar en lo social, con unos gustos y pasiones que se ven relacionados directamente en sus oficios o profesiones. Populares, alternativos, participativos para el desarrollo social –o como se quiera llamar a este tipo de comunicadores, pues su oficio se ha acuñado con diferentes nombres a través de su corta historia– son, en definitiva, sujetos que se interrelacionan con su medio, el cual transmiten de una manera especial, ya que si no lo hicieran, no desempeñarían el rol que tienen en sus comunidades.
Uno de los pioneros en esta materia, Kaplún (1985), señala que la verdadera comunicación –dicen– no está dada por un emisor que habla y un receptor que escucha, sino por dos o más seres o comunidades humanas que intercambian y comparten experiencias, conocimientos, sentimientos –aunque sea a distancia y a través de medios artificiales–. Es a través de ese proceso de intercambio que los seres humanos establecen relaciones entre sí y pasan de la existencia individual aislada a la existencia social comunitaria. Pero este autor no solo entiende así la comunicación, sino que expresa que esta “(...) por sí sola no es una panacea, no hace milagros (...) aislada sirve de poco. En el trabajo popular ella tiene que estar al servicio de la organización” (Kaplún, 1985, p. 78). Esto es lo que hacen en su día a día esos comunicadores, con unos saberes de vida que aprenden de la vida misma, basados en valores y conocimientos tomados desde sus primeros años de existencia, desde su familia, y luego desde sus diferentes entornos –cultural, social, económico, etc.–; toman de la fuente de vida de las comunidades y de los seres con los que trabajan para poner en común la comunidad y todos sus saberes y prácticas.
Según Alfaro (citado en Gumucio y Tufte, 2008): “Sospechar o subvalorar a la comunicación popular ha sido y es un fenómeno más o menos común en el mundo académico, salvo excepciones” (p. 928); además, agrega que también es cierto que desde el campo de los comunicadores comprometidos ha existido una negación casi absoluta del quehacer teórico y una actitud contraria a la actividad intelectual del mundo universitario. Y en este desencuentro no solo hay saberes y valoraciones en competencia, sino lógicas comunicativas de incomprensión mutua, unas argumentadas y otras no, pues se hacía énfasis en los errores y no en las posibilidades (Gumucio y Tufte, 2008).
Pues bien, lo que se busca en este trabajo es conocer los perfiles y recuperar las motivaciones, los saberes y los oficios de estos comunicadores con el fin de generar un puente entre la academia y la práctica, ya que, como diría Kaplún (1985) “en comunicación popular todo es y será provisorio” (p. 78). A eso que se le denomina “provisorio” –que es así porque se modifica continuamente su entorno y por las diferentes circunstancias que lo rodean, puesto que es la comunidad misma en transformación– hay que abordarlo para que esos conocimientos de los comunicadores no se nos escapen ‘como el agua entre las manos’, y lamentarnos cuando ya no estén, sino que a través de sus historias de vida sigan siendo saberes de vida, para dar vida, y otros comunicadores que quieran saber sobre el tema puedan retomar estos relatos simbólicos y recuperen la vida, la historia, los saberes y las prácticas de estos personajes –los llamo ‘personajes’, pues son los actores de sus relatos–.
Estos personajes se enfrentan, en su día a día, a la comunicación desde sus proyectos –personales e institucionales–, ilusiones, pobrezas –de todas las que se encuentran a nivel espiritual, mental y material–, pero también desde sus riquezas – de igual forma, espirituales, mentales y materiales–. Andan en constante relación con los sentimientos propios y de las comunidades, en los que, parafraseando a Orlando Fals Borda, es posible entender las fuerzas fundamentales de la cultura y los símbolos de las personas; son una especie de lógica afectiva (Gumucio y Tufte, 2008).
Acerca del compromiso de vida de estos comunicadores, Alfaro (citado por Gumucio y Tufte, 2008) dice que el reto nos queda grande. Pero una sociedad tan comunicativa como la actual, en la que no es posible ni la vida económica ni la cultural ni la política sin la intervención mediática, nos lleva a priorizar la comunicación como un quehacer altamente estratégico que se recoloca en el centro visible de la búsqueda de una sociedad distinta, desde un nuevo paradigma comunicacional. Nuestra propuesta es que la comunicación popular sea un referente sumamente rico para incorporar en las nuevas tareas sociales y políticas que tenemos por delante, invitándolo a formar parte de una nueva búsqueda de sentidos utópicos.
En la actualidad, el comunicador se encuentra en un debate frente a algunas definiciones de la palabra comunicación; entre ellas, está la de Martín-Barbero (2012):
(...) La comunicación significa hoy el espacio de punta de la modernización, el motor mismo de la renovación industrial y las transformaciones culturales que nos hacen contemporáneos del futuro, ya que, asociada con el desarrollo de las tecnologías de la información, ella nos proporciona la posibilidad de alcanzar, al fin, el tren de la definitiva modernización industrial, de la eficacia administrativa, de las innovaciones educativas y hasta del avance democrático que entrañarían las virtualidades descentralizadoras de la informática. Pero, por otro lado, la comunicación hoy es también sinónimo de lo que nos manipula y engaña, de lo que nos designa políticamente como país y de lo que nos destruye culturalmente como pueblo (p. 21).
En medio de esta modernidad están las coyunturas en las que se encuentra el comunicador; dentro de ese crecimiento arrollador de la tecnología y la información en la actualidad, procurar darle sentido a la profesión es una de sus misiones para poder buscar las transformaciones culturales y sociales, y no solo las instrumentales. Pero, en el campo profesional...
(...) Al no estar integrado por una disciplina, sino por un conjunto de saberes y prácticas pertenecientes a diversas disciplinas y campos, el estudio de la comunicación presenta dispersión y amalgama, especialmente visibles en la relación entre ciencias sociales y adiestramientos técnicos. De ahí la tentación tecnocrática de superar esa amalgama fragmentando el estudio y especializando las prácticas por oficios, según los requerimientos del mercado laboral. Pero atender únicamente los referentes empíricos que parecen dominar el mercado laboral nos ubica ante un mapa profesional no solo estrecho, sino engañoso, ya que en él no son directamente visibles los diferentes tipos de cambios que atraviesa la profesión y sus oficios (Martín-Barbero, 2012, p. 23).
Esta modernidad sería casi imposible de concebir si no se entendiera en términos de economía de mercado, tecnología o globalización, porque la influencia de los mismos hace que el mapa profesional de la comunicación se encuentre entre los límites de las ciencias sociales y los adiestramientos técnicos, que es otra variable a la que están expuestos los comunicadores.
Tal coyuntura la muestra el mismo Martín-Barbero (2012):
Las ideologías profesionales no son evidentemente una creación de la escuela, sino el lugar de ósmosis entre las imágenes que sobre el oficio produce el mercado y proyectan los profesionales de la comunicación, y las expectativas de trabajo que las universidades movilizan (p. 24).
Los interrogantes que surgen de esta reflexión son: ¿en quién recae la responsabilidad de crear las ideologías de las profesiones que construyen el futuro de un país?, ¿en el mercado o en la universidad? Pues, si las mismas economías mundiales andan quebradas y se basan en el mercado, ¿cómo podríamos analizar bien el mercado –sin demeritarlo, ya que la culpa no es del término sino de cómo lo usan– para tener profesionales de calidad en un medio que los requiera?
Ante ese panorama, Martín-Barbero (2012) señala cuatro ideologías, predominantes en las escuelas de comunicación, con las que trata de darnos una idea de dónde están los oficios del comunicador: la de empleado, cuyo horizonte vital es el de la seguridad laboral y el ascenso social, y cuya expectativa profesional es la de ejecución o administración; la de investigador, que teniendo como ubicación ideal las instituciones académicas, identifica su trabajo primordialmente con el análisis, la crítica y la docencia; la de animador o promotor, cuya ubicación suele encontrarse en las instituciones públicas o en las organizaciones comunales, y cuyo horizonte de trabajo es la planificación y la promoción de actividades que alienten la participación comunitaria; la del artista o creador, cuyo horizonte primordial es el de la autonomía de su trabajo, lo que lo identifica con el diseño, la experimentación y la producción innovadora, ya sea en la empresa privada o en la institución pública.
En esta coyuntura es en la que se encuentran los comunicadores. Considero que, con los que se dialogó para este proyecto, asumen las cuatro ideologías; cada personaje tiene más afinidad con una que con otra, pero todos, en algún momento de su vida, asumieron o asumen las cuatro.
Así pues, lo que se busca en este trabajo de investigación es abordar y representar las vidas de los comunicadores, con todos esos matices.
Los Comunicadores en el Marco de la Comunicación para el Cambio Social
La comunicación para el cambio social plantea unas características en su definición, las cuales, al relacionarlas con las que identifica la historia de vida, crean este trabajo de investigación. Referirse a esos campos del saber da como resultado un nuevo conocimiento: las historias de vida de comunicadores que ejercen la comunicación para el cambio social.
La relación entre estos campos es lo que se propone en el presente apartado. Saber el marco en el cual se fundamenta la comunicación para el cambio social es transversal para ver los matices y los aportes que les serán dados a las historias de vida que se van a tratar; esos relatos tienen unas dinámicas interiores que permiten equilibrar mejor el método de investigación que se quiere emplear, ya que sin el marco de la comunicación para el cambio social las historias de vida serían sencillamente eso: historias de vida.
La esencia de la comunicación para el cambio social no pretende otra cosa que establecer términos más justos en el proceso de interacción cultural, que se producen en el encuentro entre las culturas.
Para establecer un diálogo horizontal entre dos culturas es necesario primero afirmar la propia. Alguien que no maneja bien su propia lengua difícilmente puede dialogar con otro e intercambiar valores y símbolos en igualdad de condiciones. Los golpes recibidos por muchas culturas empobrecidas y dependientes han causado desconcierto y confusión, como un boxeador que acaba de recibir un derechazo en la oreja y no está seguro de dónde está parado (Gumucio, 2004).
Lo anterior es lo planteado por Gumucio (2004) en cuanto a lo que pretende la comunicación para el cambio social. A propósito de esto, se pregunta cuál es el perfil ideal de este nuevo comunicador. Por experiencia propia, puedo decir que es un perfil difícil de obtener, casi inexistente. “No hay más de cincuenta especialistas en comunicación para el desarrollo en el mundo, y muy pocos tienen un título que los acredite como tales, por la sencilla razón de que la disciplina no existe” (p. 19). En mi caso, tuve que “desaprender” lo que había aprendido como periodista, para aprender a ser un comunicador para el desarrollo. Un periodista puede tener una gran habilidad para escribir, para elaborar un programa de radio o de televisión, pero carece de la visión estratégica y de la experiencia comunitaria que es indispensable en los procesos de desarrollo. Lo que hace a un nuevo comunicador es esa mezcla, difícil de obtener en una sola persona, del conocimiento de los temas de desarrollo, la experiencia directa de trabajo en las comunidades, la sensibilidad para abordar la interculturalidad y el conocimiento de los medios y la tecnología de la comunicación. Al equilibrar todos estos elementos el nuevo comunicador puede concebir e implementar estrategias de comunicación para el cambio social.
Por otro lado, Gumucio (2004), hablando del concepto de comunicación para el cambio social, dice no ser fanático de las palabras y manifiesta que, ya que se ha creado este término no hay que verlo como “el último término” o lo mejor que hay, sino de manera amplia desde sus orígenes, pues en cualquier momento puede volver a llamarse de otra forma más adecuada. Piensa, además, que somos herederos de muchas tradiciones y experiencias distintas, y lo que hemos tratado de hacer es articular las cosas que nos parecían más útiles en diferentes experiencias y teorías de la comunicación en este cuerpo llamado comunicación para el cambio social. De ninguna manera dice que sea la única visión, que sea la más novedosa, pero infiere que la denominación actual es un paso más allá de la comunicación para el desarrollo. También opina que la denominada comunicación para el desarrollo se volvió muy institucional, muy de Naciones Unidas –como el abecé, el cómo hacerlo, cómo aplicarlo en un manual–. En conclusión, la comunicación para el cambio social no busca hacer sistemáticamente un manual o una receta de cocina que pueda explicar el primer paso, el segundo, el tercero, etc., y que con esto se asegure que al aplicarlos así a una comunidad todo vaya a salir bien.
Metodología
El enfoque de esta investigación se ubica en la perspectiva fenomenológica. Husserl (1985), que es quien da las herramientas para investigar en este campo rechaza todo tipo de psicologismo.
La fenomenología es una actitud y una forma de conocer la realidad de una manera objetiva. No se queda en una mera explicación de los hechos (positivismo), sino que se adentra en su propio núcleo constituyente: la esencia de las cosas. Según el filósofo, hay que procurar ir a las cosas mismas, pero estas no consisten más que en un “aparecer”, un mostrarse, una manifestación en la que surge todo aquello a lo que le atribuimos “ser”. Los fenómenos no se refieren a algo exterior. No hay ningún noúmeno (cosa en sí –planteado por Kant, la verdad pura–) detrás del fenómeno, y este no es apariencia de ser, no es imagen o representación de “algo” distinto a su propio “aparecer”. De esa manera, Husserl (1985) distingue entre los actos en los cuales la conciencia tiende hacia su objeto, que tienen distintos modos de ser representados, y al contenido de estos.
En la fenomenología, según Husserl (1993), el conocimiento se construye en la medida en que el investigador es capaz de hacer una epojé, puesta entre paréntesis, de los factores que mediaticen la relación sujeto-objeto, para llegar a percibir la esencia del objeto más allá de sus apariencias como fenómeno; es decir, no verlo como una verdad revelada, sino aislarlo para entenderlo y comprender todas sus relaciones como fenómeno de quienes los interpretan.
La realidad o realidades humanas conforman un mundo que ha dado origen a la denominación de especificidad de los fenómenos humanos. Centrarse en el estudio de la vida humana para poder comprenderla exige dedicarse a ella tal como es sentida, experimentada, vivida y percibida, lo que Husserl (1962) denomina el mundo vivido o mundo de la vida, campo objetivo de la experiencia sobre el cual trabaja la fenomenología.
Esos “fenómenos” propuestos por Husserl (1982), la descripción de lo que aparece a la conciencia humana (realidades humanas), es lo que se denomina el mundo de la vida, siendo la fenomenología la descripción de lo que se muestra tal como se presenta en ella.
De esta manera, encontramos que la historia de vida está ubicada en la perspectiva epistemológica de la investigación cualitativa desde el enfoque fenomenológico.
Ahondando un poco más sobre el enfoque epistemológico, Michel Foucault (1998) precisa el término episteme para definir un conjunto de reglas o presupuestos epistémicos inconscientes que rigen el discurso general de la cultura en un periodo histórico determinado, reglas que cambian con el tiempo. Para este autor no existe una lógica universal y permanente del discurso, sino un conjunto de reglas epistémicas que lo definen en un momento histórico. Por eso Foucault infiere que ningún discurso se explica en sí mismo; su verdad no está en él, sino en la episteme del discurso. Esto lo podríamos entender como la práctica de la vida que se revela en el discurso, y antes de cualquier discurso está presente la práctica; algo muy similar a lo que persigue la fenomenología, como se venía enunciando.
Sobre el Método
Veamos brevemente cómo ha sido cronológicamente el desarrollo de la historia de vida como un método que ha tomado herramientas de los diferentes campos del saber.
Desde la antropología norteamericana, buscando reconocer de modo reconstructivo culturas en proceso de descomposición o destrucción, lo ven como un método alternativo en la construcción del conocimiento social. De esa manera, hay trabajos biográficos como los de Radin en 1963 sobre los indígenas norteamericanos en los que retoma sus vidas para analizar el contexto en que vivieron; análisis etnológicos sobre estos mismos grupos, como los realizados por Kluckhow (1940, 1958), o los estudios de historias de vida en la ciencia antropológica, como los de Du Bois de 1961 o Mintz de 1976 quien trató el tema de los trabajadores de caña en Puerto Rico, o *Los hijos de Sánchez* de Oscar Lewis de 1968 (Vásquez, 2005).
Con un enfoque sobre desviaciones sociales, la Escuela de Chicago ha investigado sobre el tema; también Wright (1961) escribió sobre la relevancia de la memoria histórica en la reconstrucción de procesos relacionados con los movimientos sociales y el aporte en este proceso de la biografía, la historia, dentro de las estructuras sociales.
Marcel Mauss y Roger Bastide, en Francia, utilizaron esta metodología buscando comprender un conjunto de significaciones que reflejan, de alguna manera, las condiciones en que vivían las comunidades y las personas. Su propuesta se siguió trabajando en la escuela de los Anales en Francia, planteando que a través de los relatos de vida puede aparecer lo significativo de los comportamientos de un grupo y reencontrarse las relaciones sociales que soportan las conductas humanas.
Daniel Bertaux (1989), en la década de los setenta, muestra interés por las historias de vida desde la escuela de sociología francesa no visto como solo una nueva técnica sino como una nueva posibilidad sociológica, puesto que una de las características de la misma sería reconciliar la observación y la reflexión. En el Reino Unido, Thompson (1978) escribe sobre la utilización de la narración oral como reconstrucción histórica.
En Latinoamérica, en los noventa (1992), luego de un seminario que trata el tema de las historias de vida en las ciencias sociales –en Villa de Leyva, Colombia–, en el que se intercambian saberes y experiencias, se trabaja el tema desde la visión mundial-local, con presencia de investigadores representativos de esta rama del saber, para revisar los diferentes elementos teóricos que contribuyan al debate global sobre el tema (Lulle, Vargas y Zamudio, 1998).
En Colombia, para hacer un breve contexto, científicos sociales de vertientes como la antropología, la sociología y la historia, trabajan las historias de vida para establecer las transformaciones de comunidades indígenas, obreras y campesinas: Fals-Borda (1979), Mauricio Archiva y Arango, sobre el movimiento obrero; en los noventa, Rocío Londoño sobre líderes campesinos y movimientos sociales; sobre reflexiones metodológicas, Puyana (1999) y, entre muchos otros, Alfredo Molano (1985, 1987, 1990, 1999).
Para esta investigación se trabajaron las historias de cuatro comunicadores colombianos formados por la academia en comunicación y con experiencia en trabajo con comunidad (se entrevistaron en sus regiones y lugares de trabajo): Néstor Cárdenas, Soraya Bayuelo, Alma Montoya y Jorge Uribe.
Según Vásquez (2005) las historias de vida tienen la particularidad de partir de relatos individuales para construir una visión de la sociedad en su conjunto. Desde las historias que ha vivido la gente, así como su forma de recordarlas y narrarlas, se puede encontrar el tejido que sustenta los imaginarios sociales que se mantienen y se modifican en el tiempo. Lo más importante de la experiencia social es identificar cómo el individuo vive los distintos procesos sociales y se inserta en los diferentes grupos sociales o ejerce prácticas de cualquier carácter, sean reiterativas, revolucionarias, cotidianas o extraordinarias. En esta medida, un relato de vida no es simplemente una suma de informaciones que podría obtenerse por otros medios sino, ante todo, una estructura, la reconstrucción de una experiencia vivida en un discurso, un acto de comunicación.
Recuperar el saber, la memoria de esos personajes dispuestos a la comunicación, los cuales generan procesos participativos sociales o comunitarios (pues sus historias de vida son silenciosas, no se visualizan, se quedan en la oralidad, los libros o en los proyectos de la cotidianidad), es el principal objetivo de este proyecto, si bien no se sabe realmente quiénes están detrás de esas prácticas comunicativas de vida. Así pues, la idea es acercarnos a esos procesos a través de estas personas, procurando interpretar sus prácticas y saberes; tejer aquellas historias de vida que estos seres humanos toman en el día a día para seguir dando vida; esas reflexiones y prácticas que en varias situaciones son ajenas a la academia, pues pareciera que, a veces, mucha teoría nos vuelve inmóviles y nos insensibiliza.
Lo anterior se ve reflejado en apartes del artículo “Poner este roto país a comunicar”, de Martín-Barbero (2005):
Pero ¿cómo compartir los duelos si no podemos llorar juntos, si ni siquiera entre los académicos y los intelectuales estamos de acuerdo en cuál es el mínimo que para nuestro país es lo insoportable? Ésa es la tarea absolutamente prioritaria de los comunicadores en Colombia, y de sus investigadores de la comunicación: tejer los relatos en los que este país pueda de veras comunicar. Y para ello se torna más que nunca expresiva la polisemia en castellano del verbo contar. Contar significa narrar historias, ser tenidos en cuenta por los otros y hacer cuentas. Es decir, en ese verbo tenemos la presencia de las tres dimensiones del comunicar y sus dos relaciones constitutivas (pp. 168-169).
Continúa Martín-Barbero (2005) diciendo, acerca de la primera dimensión que es la relación del contar historias, relatos, con el contar para los otros, el ser tenido en cuenta, pues:
(...) Para ser reconocidos necesitamos contar nuestro relato, ya que no existe identidad sin narración, pues ésta no es sólo expresiva, sino constitutiva de lo que somos, tanto individual como colectivamente. Y, sobre todo en lo colectivo, las posibilidades de ser reconocidos, tenidos en cuenta, esto es, de contar en las decisiones que nos afectan, dependen de la capacidad que tengan nuestros relatos para dar cuenta de la tensión entre lo que somos y lo que queremos ser. Que nadie confunda esto con la maldita obsesión por la ‘buena imagen’ que tanto preocupa a los políticos y a muchos comunicadores colombianos, como si se tratara de la honra familiar que a toda costa, y con la mayor hipocresía, debemos defender (p. 169).
Se ve, entonces, que este tipo de relato no es simplemente una suma de informaciones esparcidas que podrían obtenerse por otros medios, sino que, ante todo, es una estructura en donde se reconstruye una experiencia vivida en un discurso, y esto es un acto de comunicación, ese relato o relatos que ponen a este país a comunicar.
Las historias de vida son una intensa y elaborada indagación, desde la investigación y la escritura, de experiencias humanas individuales y colectivas. Es la interioridad de un hombre expresada y vivida a través de mediaciones sicológicas, sociales y políticas, y a través de la vida de este hombre encontrar el sentir vital y la mirada profunda de una comunidad en todo su entorno. Individualidad e historia reunidas en una sola voz testimonial que cuenta y reflexiona. Y en este sentido, nos permite un acercamiento y recuperación en todas sus instancias de emoción y perdurabilidad de los laberintos misteriosos y hermosos de la memoria (…). Desde la sicología en sus historias clínicas, desde la antropología y sus historias de cultura, desde la sociología como una aproximación a experiencias de comportamientos sociales, desde el periodismo como construcción de realidad, y desde la literatura como escritura totalizante” (Alape, 2003, pp. 29-30).
Es así como a través de la comunicación podemos dar cuenta de esos hechos sociales y generar relatos de vida en nuestro contexto.
Siguiendo con el autor, las historias de vida ofrecen una inmensa posibilidad de aprehender, “(...) ya no como sombra de la memoria olvidada sino como escritura contemporánea de ese devenir de huellas que tanto nos acosan”, pues el personaje deja de ser el personaje que habla de su propia historia para convertirse en uno que totaliza su experiencia vital a lo largo de las páginas del texto.
Por otro lado, referente al uso de los métodos cualitativos para el estudio de los aspectos comunes –para poner en perspectiva las historias de vida–, Ragin (2007) afirma:
Los investigadores usan los métodos cualitativos cuando creen que la mejor forma de construir una representación adecuada es a través del estudio en profundidad de los fenómenos. En muchas ocasiones, estudian fenómenos que creen que han sido representados de una manera equivocada (a veces por otros investigadores sociales que usan diferentes enfoques) o que tal vez no han sido nunca representados. Esta investigación en profundidad se concentra muchas veces en un caso especialmente relevante, en los aspectos comunes entre manifestaciones separadas del mismo fenómeno o en fenómenos paralelos identificados a través de una estrategia deliberada de muestreo teórico (p. 176).
En este caso, según las consultas previas realizadas en bases de datos académicas sobre el tema, son muy pocas las investigaciones que tratan el asunto de la reconstrucción de prácticas comunicativas, en las que se profundice este fenómeno a través de la metodología de historias de vida; por tanto, se hace pertinente en esta investigación en cuanto al campo que se va a indagar.
Resultados: Sobre los Saberes y los Oficios en sus PráctIces
Uno de los múltiples usos que tendrían estas historias de vida desde los diferentes campos del saber, como la filosofía, la sociología, la antropología, la sicología, la historia etc., junto a los intereses particulares de los investigadores, es la perspectiva que se identifica sobre cómo se utilizan en saberes en los oficios; por eso se hará un enfoque particular en este faceta, con fragmentos de esas historias.
Hay saberes que solo los da la práctica de la vida, y otros que se dan sin esa práctica; por eso, hay una cierta sintonía entre estos comunicadores y la academia; se graduaron de alguna universidad y eso genera una especie de vínculo indivisible entre esos saberes, dado que los saberes de la universidad se utilizan en las prácticas comunicativas con comunidades, que generan otros saberes y conocimientos. Es una unión indivisible. Es como la relación que sostienen las notas musicales y el que las interpreta… ¿qué sería del uno sin el otro? Al final, si no se entendieran el que las escribe y el que las toca, no habría música. Esto lo plantea Cárdenas, cuando dice: “La teoría plantea reflexiones y la realidad le plantea retos, le dice ‘póngame eso a funcionar’, lo reta y eso no es tan lineal como lo dice en el libro. Usted coge un manual de producción de televisión y le dice: ‘Mire, haga a, b, c, d, e, siga estos pasos’, y resulta que usted llega a la producción y se da cuenta que no termina el paso ‘a’ para llegar al ‘b’, sino que le toca hacer otras cosas”.
Cada comunicador articula los saberes en sus oficios, pues con sus capacidades personales y las interpretaciones que hace de su comunidad, territorio y coyunturas, hacen ver “fácil” este tipo de trabajo; por ejemplo, los cineforos de Bayuelo, el trabajo con indígenas de Montoya, la labor de “eduentretenimiento” de Cárdenas o las misas campales de Uribe, entre otros. Sin embargo, esos saberes en los oficios van a seguir siendo invisibles –para algunos son anécdotas de un personaje o situación sin mayor profundidad–, hasta que se valoren más y se vea la necesidad de recopilar el conocimiento que tiene este tipo de personajes para una comunidad o región, o bien para cualquier entidad o institución que busque identificar y potenciar estos saberes y oficios en las prácticas.
Todos estos comunicadores han pasado por la academia, saben que es valioso el aporte del alma máter, pero hay una queja generalizada sobre cómo abordan la realidad del país.
Néstor Cárdenas: “El Minuto, desde que la conozco, tiene esa sensibilidad. Las otras universidades han empezado a entender que es importante. Barbero lo decía: a las universidades les hace falta país, les hace falta realidad, les hace falta que la conozcan”. Soraya Bayuelo: “Para mí es importante el aporte de la academia también, pero debe despertarse un poco más, debe ir mucho más al terreno, abrirse mucho más a este proceso. Pero creo que en esto se ha ido avanzando; no lo estamos descubriendo, lo que estamos hablando no es nuevo, hay mucha gente de la academia que ha aportado, por eso hay muchos de los pelados nuevos que están en la onda”. Además, propone “(…) que los medios de las universidades sean menos elitistas y se involucren más en lo popular, con programas académicos que tengan ese enfoque.
Alma Montoya: “Yo siento que la práctica va siempre un paso más adelante y la academia va un paso más atrás; más bien, es viendo qué experiencia hay y sistematizarla. Nosotros abrimos caminos porque nos demandaba una necesidad, de una vez; con un accionar se reflexiona, sin duda alguna, y se va construyendo y codificando con lo que hay de conocimiento. Pero, después, tú ves al año tres universidades imprimiendo libros sobre radio escolar… ¿Y quién los escribió? Pues “fulanito de tal”. ¿Y ese cuándo hizo una práctica en eso? No, nunca. Pero asiste, ha seguido o ha visto estas experiencias (…). La universidad ha cambiado muchísimo, era muy enfrascada; si no era desde la teoría de “fulanito” y “peranito”, entonces abordar algo desde una práctica era muy ausente.
Jorge Uribe: De nada sirve una teoría si no hay un diagnóstico de un lugar en donde se puede aplicar correctamente. Teoría sin práctica es un carro sin ruedas… es como una rueda sin eje, pues ¡no rueda! Ojalá esto mismo lo hagan las universidades, que es coger esa teoría respecto al problema vital, buscar el sitio de aplicación y el cómo de la solución.
Conclusiones
Nada hacemos tapando el sol con un dedo. Que estos comunicadores hayan enunciado su inconformidad con la academia no es coincidencia. Según los informes anuales que elabora las Naciones Unidas sobre desarrollo humano (ONU, 2011), Colombia es de los países más desiguales del mundo; ocupa el puesto ochenta y siete en este escalafón, entre ciento ochenta y siete países, y la educación en un tipo de país como el nuestro es un privilegio, no un derecho. Eso se convierte en un reflejo de todo lo que se vive en el sistema. Por eso, la academia, sobre todo en la educación privada, anda alejada de la realidad del país. Pero, como lo dicen los comunicadores de quienes proceden los testimonios expuestos, se está tratando de hacer algo, aunque no es suficiente; sin embargo, se está en la tarea y el trabajo expuesto es producto –junto con los trabajos e investigaciones que vienen de otros comunicadores conscientes de esta necesidad– de esa inconformidad que se tiene con la universidad.
Acotando e interpretando a Beltrán (Franco y López, 2011), él piensa que hay tres aspectos fundamentales requeridos en la formación de los comunicadores para el desarrollo:
El primero es el aprendizaje del uso óptimo de los medios de comunicación masivos, interpersonales y mixtos, en la función educativa pero no formal” (p. 157). Esto lo hacen, pero no creo que lo tengan tan claro como una categoría que ejecuten o visualicen. Muchos lo hacen tácitamente, de la manera no formal en su función de educar; pero, para que sea más efectivo, por ejemplo, sería bueno ver cómo la publicidad masiva nos puede llevar a generar y fortalecer unos medios alternativos, no solo criticando esos medios masivos sino procurando también que puedan servir de puentes de construcción de una nueva comunicación, así el camino para realizarlo no sea fácil.
“El segundo es la orientación y la metodología para hacer esa comunicación educativa fuera del aula, basada en el diálogo franco, verazmente participativo y cordial, no en el monólogo impositivo” (p. 176). Esto quiere decir que deben aprender a ser inspiradores, promotores, mediadores y servidores, no unos verticales y rígidos preceptores.
El tercero (...) “es la capacitación en la programación de sus acciones, sean ellas de contacto directo o indirecto; es decir, formación sistemática en la planificación de mensajes, en el seguimiento de ellos hacia el público previsto y en la evaluación del impacto alcanzado” (p. 176). En este punto, hace falta que los comunicadores documenten y escriban más sobre sus quehaceres, para que ese conocimiento que han adquirido no se pierda, pues sus exhaustivas tareas de trabajo con sus comunidades en el día a día no les permiten pensar en esta opción. No obstante, es vital visualizar sus saberes y oficios para que los comunicadores que vienen detrás aprendan de sus experiencias; si no, estas no dejan de ser más que anécdotas de lugares comunes que se trasmiten oralmente.
Remata Beltrán diciendo que hay que tener especial atención en que los comunicadores para el desarrollo aprendan “(...) a conocer a fondo la naturaleza de su público y los objetivos de los mensajes que habrán de dirigir a este” (p. 176).
Estos comunicadores son líderes en sus vidas, pero este tema no se trabaja de manera práctica, según lo dicen sus relatos, lo cual constituye una oportunidad para incrementar y potenciar esos saberes que han obtenido de sus experiencias vivenciales, tanto para ellos mismos, como para sus comunidades, otros comunicadores y nuevas personas que quisieran ahondar y practicar lo que se vive en este ámbito. Trabajar el liderazgo ayudaría a aprender y conocer de fondo la naturaleza de estos comunicadores y los mensajes que allí circundan.
Los citados comunicadores de este trabajo reúnen los fundamentos enunciados por Beltrán, pero hay que seguir trabajando y analizando estos fenómenos para tener un campo de la comunicación cada vez mejor definido y aplicado.
Creo que una de las maneras de corroborar todo lo escrito en este trabajo, por parte de los interesados en investigar el tema, es conociendo a sus protagonistas y a sus comunidades, ayudando a trabajar y a difundir ese tipo de comunicación que se está gestando, a través de esos saberes de vida que dan vida &
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Derechos
Artículo de investigación / Research Article / Artigo de pesquisa
Conflicto de intereses: Los autores han declarado que no existen intereses en competencia