El género: una categoría necesaria para comprender la experiencia del desplazamiento forzado en Colombia
Gender: A necessary category to understand the experience of forced displacement in Colombia
O gênero: uma categoria necessária para compreender a experiência do deslocamento forçado na Colômbia
1. Natalia Helena Álvarez
1. Trabajadora social de la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca; Magíster en Ciencias Sociales de la Universidad de Caldas y candidata a Máster 2 en Ciencias de la Educación en Université Paris-Est Créteil –UPEC. Docente del programa de Trabajo Social de la Corporación Universitaria Minuto de Dios –UNIMINUTO, Vicerrectoría Regional Bogotá Sur. nataliaalvarez921@gmail.com
Recibido: 18 de julio de 2017 Aceptado: 17 de agosto de 2017
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Álvarez, N. (2017). El género: una categoría necesaria para comprender la experiencia del desplazamiento forzado en Colombia. Revista Inclusión & Desarrollo, 5 (1), 49-59.
Resumen
Este artículo muestra el proceso de investigación científica orientado a interpretar las transformaciones y las permanencias de la identidad de género de los participantes a partir de la narración de su experiencia, adelantado con tres mujeres y dos hombres víctimas del desplazamiento forzado en Colombia. Inicialmente se presenta la perspectiva teórica asumida, guiada por el construccionismo social como enfoque epistemológico, y las categorías de desplazamiento forzado, identidad y género; luego, la apuesta metodológica biográfica-narrativa abordada y, finalmente, los resultados obtenidos y las conclusiones y recomendaciones específicas para el tema en cuestión.
Palabras Claves: género, desplazamiento forzado, identidad, construccionismo social, investigación biográfica-narrativa.
Abstract
This paper shows the process of scientific investigation carried out with three women and two men victims of forced displacement in Colombia, oriented to interpret the transformations and permanences of the participants’ gender identity from the narration of their experience. Initially, the theoretical perspective is presented and it is guided by social constructionism as an epistemological approach and the categories of forced displacement, identity and gender are presented, the reader will find afterwards the methodological approach addressed from the biographical narrative method, finally, the results obtained, the conclusions and specific recommendations for the topic in question.
Keywords: gender, forced displacement, identity, social constructionism, biographical research - narrative.
Resumo
Este artigo mostra o processo de investigação científica voltado para interpretar as transformações e as permanências da identidade de gênero dos participantes a partir da narrativa de sua experiência, realizado com três mulheres e dois homens vítimas de deslocamento forçado na Colômbia. Inicialmente, é apresentada a perspectiva teórica assumida, orientada pelo construtivismo social como abordagem epistemológica, e as categorias de deslocamento forçado, identidade e gênero; em seguida, a abordagem metodológica biográfica-narrativa adotada e, finalmente, os resultados obtidos, as conclusões e recomendações específicas para o tema em questão.
Palavras-chave: gênero, deslocamento forçado, identidade, construtivismo social, pesquisa biográfico-narrativa.
DOI del artículo: https://doi.org/10.26620/uniminuto.inclusion.5.1.2018.49-59
Introducción
En la medida en que realmente pueda llegarse a “superar” el pasado, esa superación consistiría en narrar lo que sucedió.
Hannah Arendt (1993)
El desplazamiento forzado...
(…) Constituye una violación múltiple de los derechos humanos. Las consecuencias que acarrea no son sólo demográficas, económicas o políticas sino que, debido a una serie de eventos violentos que existen antes, durante y después del desplazamiento, las personas son afectadas en su dignidad, su identidad y, por lo tanto, en su bienestar emocional (Bello, 2004, p. 1).
Las víctimas de desplazamiento forzado han tenido que atravesar por más de un hecho victimizante a lo largo de su vida, lo que genera que este flagelo se articule a otros tipos de violencia frecuentes en el marco de la guerra –violaciones, torturas, enfrentamientos armados, despojo, etc. –, ampliando sus efectos a todos los ámbitos de la vida social, pues las personas no solo deben abandonar de manera definitiva sus bienes o pertenencias sino también su territorio y sus relaciones sociales.
El desplazamiento forzado se ha constituido en un objeto de estudio ampliamente investigado en el país, principalmente en el área de las ciencias políticas, económicas y sociales; se han explorado sus causas, consecuencias, modalidades y, además, su relación con otras temáticas fundamentales en la vida del ser humano como la familia, el territorio, la identidad y el género, entre otras.
Para efectos del estudio planteado aquí, se exploró la relación entre el desplazamiento forzado y la identidad de género, asumiendo al primero no solo como la pérdida y la ruptura con los lugares de origen y la vida misma que allí se llevaba, sino incluyendo la comprensión de los nuevos asentamientos, las nuevas formas de subsistencia, las relaciones que de ello se desprenden y los cambios en las vidas de las personas víctimas de este flagelo, reconociendo que de este hecho surgen transformaciones en el desempeño de roles y narraciones de la identidad de género.
Se partió, entonces, de la hipótesis de que el desplazamiento forzado genera otras formas de asumir la identidad de género sin desprenderse totalmente de las configuraciones que de esta se han creado a lo largo de la trayectoria vital, abarcando construcciones en relación con los roles, las interacciones, los discursos y las vivencias de los participantes al asumirse en nuevos marcos relacionales, históricos y culturales.
La investigación se inserta en la situación actual del país, por cuanto se requiere que, en el marco de los procesos de paz adelantados con grupos armados históricos (FARC-EP y ELN), se analice el enfoque de género como parte de las conversaciones y, posteriormente, de la implementación de los acuerdos.
La investigación se ubicó en el paradigma cualitativo, en la corriente epistemológica del construccionismo social que se centra en la “(...) construcción del yo y del mundo”, como la indica Gergen (1994).
El intento esencial de este tipo de investigación consiste en documentar las realidades que se dan por sentadas y que son así integrales para las pautas de la vida social: cómo se caracteriza (describe, comprende, indexa) la gente a sí misma y el mundo con el que tratan de modo que sus acciones son inteligibles y justificables. (…) En lugar de intentar ‘reflejar la verdad’ de un modo tradicional, la investigación misma se convierte en un instrumento para la emancipación o la intervención (p. 120).
Desde la perspectiva epistemológica asumida, se partió de tres supuestos fundamentales para el proceso investigativo, a saber: (a) la realidad es construida socialmente a través de procesos de autorreflexión e interacción, (b) su centro es la manera en que las personas construyen y atribuyen significado a sus pensamientos y sus acciones y (c) la investigación debe estar comprometida ética y políticamente, dado que el estudio, de principio a fin, constituye una forma de intercambio, construcción y transformación social.
En concordancia con la perspectiva epistemológica asumida y teniendo en cuenta la temática abordada en la investigación, se formuló la siguiente pregunta general: “¿Cómo se han transformado y construido las identidades de género ligadas a la experiencia de desplazamiento forzado de dos hombres y tres mujeres en Colombia?”. Así, se distinguieron dos categorías fundamentales de abordaje: desplazamiento forzado e identidad de género.
Desde el enfoque construccionista, la mirada del desplazamiento forzado no estuvo centrada solo en la pérdida y el desarraigo, puesto que se interpretaron también las transformaciones y las permanencias que este hecho generó en las identidades de hombres y mujeres que lo vivieron, específicamente la identidad de género, comprendiendo también los lugares, el tiempo, las tensiones, las relaciones y las estrategias de supervivencia de los sujetos en sus narraciones de vida.
Los seres humanos construyen su identidad de género a partir de la interacción con otros, en un entramado social y cultural determinado que define, por un lado, los significados que otorgan a las acciones y discursos, y las formas de ser y estar en el mundo y, por otro, las relaciones de poder entre hombres y mujeres.
En congruencia con lo planteado anteriormente, se asumió la identidad desde el enfoque construccionista como “(...) un discurso acerca del yo (…), una narración que se vuelve inteligible dentro de las relaciones en curso” (Gergen, 2007, p. 153); la identidad no es, entonces, un aspecto construido individualmente sino que surge en el marco de unas relaciones histórica y culturalmente situadas. El género, por su parte, se presenta como “(...) un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y una forma primaria de relaciones significantes de poder” (Scott, 1996, p. 23), que implica, por un lado, la Revelación de la estructura cultural en la cual se designan concepciones y roles para los géneros y, por otro, las apropiaciones subjetivas que los sujetos realizan de estas.
Finalmente, se resalta que el estudio propuesto se inscribe en una investigación biográfica y narrativa, que constituye, en palabras de Bolívar (2002) “(...) Una forma de construir realidad”.
La narrativa no sólo expresa importantes dimensiones de la experiencia vivida, sino que, más radicalmente, media la propia experiencia y configura la construcción social de la realidad (…), prioriza un yo dialógico, su naturaleza relacional y comunitaria, donde la subjetividad es una construcción social, intersubjetivamente conformada por el discurso comunicativo (p. 4).
Desde esta perspectiva, la narración se convierte en herramienta de la construcción social de realidades; el investigador y los participantes establecen una relación dialógica en la que la intersubjetividad media el “aparecer” del otro en el discurso, permitiéndole contar y reconstruir su historia a partir de la conversación y el relato. Así pues, los hombres y las mujeres que forman parte de la investigación narraron sus historias revelando en sus discursos las trasformaciones y permanencias de identidad de género que se han construido con el suceso del desplazamiento forzado.
Este artículo contiene los fundamentos teóricos de la investigación, la propuesta metodológica abordada y, finalmente, los resultados obtenidos a lo largo del proceso.
Perspectiva teórica
El enfoque epistemológico que orientó el proceso investigativo fue el construccionismo social, desde los planteamientos teóricos de Kenneth Gergen, asumiendo que “las cosas no están simplemente ‘dadas’, (…) sino que se ‘construyen’ socialmente mediante procesos, prácticas y acciones cultural y socialmente determinadas” (Moreno, 2008, p. 27).
En el caso del tema de investigación, pese a que se parte de una realidad nacional ampliamente documentada, como lo es el conflicto armado colombiano y específicamente el desplazamiento forzado, se comprende que a ello subyacen experiencias particulares construidas a partir de las relaciones sociales que los individuos establecen en el marco de su realidad social, lo que hace que cada una de las personas entrevistadas vivieran de manera distinta ese hecho; de igual forma, las transformaciones o las reconstrucciones en su identidad de género fueron diferenciadas, respondiendo a factores de carácter familiar, social, cultural tanto de las zonas originarias como de los contextos de llegada.
En este orden, no se puede hablar de transformaciones de identidad de género únicas para todas las víctimas de desplazamiento forzado –pese a que en algunos casos se presenten similitudes–, debido a que sus construcciones respecto al género varían significativamente de acuerdo con la historia de vida de cada participante; sus relaciones, sus roles, sus discursos, sus acciones son en últimas lo que determina y materializa dicha construcción.
El desplazamiento forzado se comprendió como…
(…) Un proceso multidimensional que no se agota en el momento de llegada a la ciudad ni termina con las luchas para la supervivencia material. Los legados del pasado y las perspectivas del futuro forman parte inexcusable de ese proceso y remiten a la compleja interacción de rupturas y continuidades en la vida personal y colectiva (Meertens, 2000, p. 116).
Este fenómeno no solo conlleva la pérdida y la ruptura con respecto a los lugares de origen y la vida misma que allí se llevaba, sino que incluye la comprensión de los nuevos asentamientos, las nuevas formas de subsistencia, las relaciones que de ellas se desprenden y los cambios en las vidas de las personas víctimas de este flagelo.
La identidad se asumió como “(...) un discurso acerca del yo (…), una narración que se vuelve inteligible dentro de relaciones en curso” (Gergen, 2007, p. 153); no es, entonces, un aspecto construido individualmente sino que surge en el marco de unas relaciones histórica y culturalmente situadas; tampoco es un aspecto invariable, inmóvil e inmodificable en la vida de los sujetos sino que se configura de acuerdo con el contexto, las relaciones significativas, los momentos históricos de las personas y las situaciones por las que atraviesan, que llevan al ser humano a asumir roles específicos de acuerdo con las circunstancias vitales.
La construcción de la identidad es el resultado de la ubicación histórica, sociocultural y relacional de las personas en el mundo; la “(...) identidad presente no es, entonces, un evento repentino y misterioso, sino un resultado sensato de una historia de vida (…). Las historias personales (…) son los medios a través de los cuales se forman las identidades” (Gergen, 2007, p. 156-162). Compartir la historia vital es la manera de narrarse ante el mundo y es también la forma de construir y develar identidades.
Finalmente, el género se definió como “(...) un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y una forma primaria de relaciones significantes de poder” (Scott, 1996, p. 23); este tuvo en cuenta, por un lado, la Revelación de la estructura cultural en la cual se designan concepciones y roles para los géneros y, por otro, las apropiaciones subjetivas que los sujetos realizan de estas.
Apuesta metodológica
La investigación se ubicó en el paradigma cualitativo que privilegia la comprensión y la interpretación de las realidades sociales; al respecto, Gadamer (1993) sostiene que “todo comprender es interpretar, y toda interpretación se desarrolla en el medio de un lenguaje que pretende dejar hablar al objeto y es al mismo tiempo el lenguaje propio de su intérprete” (p. 169). El ejercicio aquí descrito tuvo en cuenta este principio fundamental de la investigación cualitativa, motivo por el cual se centró en la interpretación de las narraciones y las historias de vida de los participantes, hombres y mujeres, en torno a la experiencia subjetiva del desplazamiento forzado y las transformaciones en su identidad de género.
El proceso de investigación se estableció como un devenir entre las categorías teóricas formuladas al inicio del estudio, que funcionaron como guía, las conversaciones sostenidas con los participantes –no solo en la recolección de la información sino también en la publicación y uso de los resultados– y las revisiones documentales que se adelantaron como parte integrante del mismo.
En este sentido, los participantes y el investigador se constituyeron en partes integrantes del proceso superando la visión del primero como un informante y del segundo como un analista y recolector de información, para dar paso a una concepción en la cual ambos son “constructores activos” (Agullera y Blanco, 2010, p. 15) de conocimiento, que ponen en juego la interacción de sus sentimientos, pensamientos y discursos.
Por ello, en el proceso de investigación se optó por la realización de un estudio biográfico narrativo; la conversación fue el eje central de la construcción de la información, asumiendo que esta “(...) posee una fuerza transformadora. Cuando una conversación se logra, nos queda algo, y algo queda en nosotros que nos transforma” (Gadamer, p. 207). Así, durante el transcurso de la investigación se establecieron vínculos de confianza con los participantes que hicieron posible el intercambio de experiencias, los aprendizajes colectivos y las transformaciones tanto en los participantes como en la investigadora.
Para el desarrollo metodológico del proceso se decidió apostar por una investigación de corte biográfico y narrativo, debido a que resultaba coherente con la propuesta epistemológica asumida –construccionismo social– y porque ello permitía cumplir con los objetivos planteados al inicio. A partir de dicha metodología, se formularon como técnicas de recolección de la información la entrevista biográfica y la narración.
La investigación se desarrolló con los siguientes participantes:
- Señora María: mujer de cincuenta y seis años nacida en el municipio de Tierra Alta (Córdoba), desplazada por los paramilitares en dos oportunidades, una en 1998 y otra en 2006, año en el cual se radica en la ciudad de Bogotá. En la actualidad se dedica al cuidado de su nieta y a labores de participación política en materia de víctimas en su localidad.
- Señora Catalina: mujer de treinta y cuatro años nacida en Santander del Sur; se trasladó al municipio de Mesetas (Meta) por la separación de sus padres, de allí fue desplazada por los paramilitares en el año 2005, momento a partir del cual reside en Bogotá; en la actualidad trabaja en un taller de mecánica.
- Señora Alexandra: mujer de treinta y ocho años nacida en el Sur de Bolívar (Bolívar), desmovilizada de un grupo paramilitar y desplazada por miedo a represalias de los grupos armados del territorio en el año 2006, asentada en la ciudad de Bogotá desde el mismo año; en la actualidad es vendedora ambulante de productos comestibles y de greca.
- Señor Julio: hombre de cuarenta y seis años nacido en el municipio de Ortega (Tolima), desplazado por el ELN en el año de 2005; en la actualidad es vendedor ambulante de cordones en la ciudad de Bogotá.
- Señor “El Poistat”: hombre de cincuenta y siete años oriundo del municipio de Samará (Caldas), desplazado por el grupo guerrillero FARC-EP en el año 2002; en la actualidad se dedica al cuidado de sus hijos menores y se gana la vida distribuyendo pollos en el sur de la ciudad.
Resultados obtenidos
El desplazamiento forzado: una experiencia de nunca acabar
La investigación permitió interpretar que las personas víctimas de desplazamiento forzado deben trasladarse constantemente de los territorios habitados como consecuencia de las barreras económicas, las decisiones familiares o el padecimiento de otras violencias. Los principales motivos de migración son la búsqueda de sustento económico, el padecimiento de violencia primordialmente política o intrafamiliar, hechos victimizantes –la violación sexual, el secuestro, el despojo, la amenaza– y, finalmente, el establecimiento de nuevas relaciones de pareja.
Los lugares en donde ocurre el desplazamiento forzado se asocian generalmente (no exclusivamente) a zonas con presencia y dominio guerrillero a donde llegan grupos paramilitares complicando la normatividad establecida, o espacios donde los grupos armados han instituido soberanía y control sobre el territorio y la población (Uribe, 2000), siendo en los casos revisados zonas de gran valor agrícola con presencia de cultivos ilícitos.
Con base en lo anterior, es evidente la carga cultural con la que las personas llegan a los lugares de asentamiento que son, en principio, las ciudades capitales más cercanas a la zona en donde ocurrió el hecho victimizante y, específicamente, a la franja de periferia de dichas ciudades; “la población desplazada solo puede ingresar a los barrios que forman parte de los llamados cinturones de miseria o barrios subnormales” (Bello, 2004, p. 2), enfrentándose a nuevas normas culturales y sociales que redefinen sus vidas.
Durante la experiencia de desplazamiento forzado, las personas deben dejar atrás también sus relaciones sociales, viéndose afectadas de manera gradual las establecidas con sus familias, pues “muchos de ellos tienen familiares muertos en el conflicto, la mayoría de las unidades familiares se han resquebrajado” (Pecáut, 1999, p. 16). Las formas de comunicación, que en los lugares de origen se basaban en la confianza y la familiaridad, se debilitan de manera total, pues la ciudad implica un nuevo reconocimiento de la comunidad y las instituciones.
En el marco del conflicto armado ocurrido en los territorios de residencia de las personas en condición de desplazamiento, estas han debido establecer relaciones con los grupos armados presentes en cada región, lo que les genera tensiones, pues, por lo general, las interacciones con estos grupos están basadas en el miedo y, en algunos casos, se determinan por la filiación que se siente por el grupo o por la vinculación laboral con él.
En esta experiencia, las narraciones permiten evidenciar que las personas víctimas de desplazamiento forzado se ven enfrentados a diversas tensiones a lo largo de su historia vital, marcadas principalmente por la presencia del conflicto armado en sus regiones que afecta el desarrollo de su vida familiar y laboral; además de ello, se ven enfrentadas a otras situaciones victimizantes como el despojo, el secuestro, las amenazas y el reclutamiento forzado, siendo afectadas en su integridad física y emocional. Al desplazarse, las personas tomaron la decisión de proteger su propia vida y la de sus familiares; el valor de la vida se convierte así en la motivación máxima para seguir adelante.
En general, la experiencia de desplazamiento forzado enfrenta a los sujetos a unas tensiones materiales, en cuanto a la pérdida de bienes y el abandono de recursos. Las migraciones de un lugar a otro en la búsqueda de sustento son una manifestación de la ausencia de satisfactores para el cubrimiento de sus necesidades básicas. Dichas tensiones se intensifican con el desplazamiento forzado y el asentamiento en la ciudad dada la naturaleza de los empleos tradicionalmente desempeñados en las zonas rurales; la dinámica citadina exige la realización de otras tareas desconocidas hasta ahora, lo que genera incremento del desempleo.
No menos relevante es que los sujetos se ven confrontados también a tensiones emocionales, que son quizás las más difíciles de sobrellevar, albergando de manera constante sentimientos de tristeza, nostalgia, miedo, zozobra y desilusión por las situaciones vividas, no solo a causa del desplazamiento forzado, sino otras acontecidas en su vida rural y en la nueva vida urbana. En...
Los casos narrados, estas tensiones se soportan gracias a la búsqueda de motivaciones para seguir adelante, a la presencia de los hijos y también al fortalecimiento de las creencias religiosas; los sujetos acuden a un “dios” por quien expresan sentimientos de agradecimiento, guardando esperanza en la vida y el futuro.
En su narración de la llegada a la ciudad, las personas coinciden en dos estrategias de supervivencia básicas y necesarias asumidas en el asentamiento, la búsqueda de ayuda y el desempeño de nuevas labores, haciendo evidente que “hombres y mujeres desplazados, aunque principalmente son víctimas de la violencia y del terror, se constituyen, simultáneamente, en forjadores activos de su futuro” (Meertens, 2000, p. 117), encontrando motivantes para emprender nuevas acciones y acudiendo a la espiritualidad o la religión como forma de sobrellevar las cargas emocionales.
En la búsqueda de ayuda se referencian tres fuentes: la familia, los amigos o conocidos y, finalmente, el Estado. No obstante, también se debe considerar el establecimiento de nuevas relaciones con personas que conocen en los barrios de asentamiento y que, de una u otra forma, los ayudan a ubicarse en la ciudad. La familia y los amigos contribuyen al conocimiento del contexto de la ciudad, a la manera de ubicarse y transportarse, a la consecución de un lugar de residencia y al cuidado de los niños. Al Estado se acude en busca de medidas de restitución, reparación, protección y atención de su situación, siendo esta una alternativa inefectiva por las barreras que presenta la burocracia institucional, y tardía por la falta de información respecto al proceso para acceder a las ayudas estatales.
“La sobrevivencia obliga al desempeño de oficios nuevos en condiciones de sobreexplotación y de gran inestabilidad” (Bello, 2004, p. 3); esta es una característica transversal en los relatos: hombres y mujeres se ven obligados a desempeñar labores mal remuneradas a las cuales no están acostumbrados, recibiendo por ello salarios que sirven únicamente para cubrir sus gastos mínimos; sin embargo, esta es una acción necesaria en su lucha por la supervivencia en la ciudad.
Lo que importa rescatar aquí es la capacidad que poseen los desplazados en Colombia para enfrentar estas situaciones, las habilidades que los acompañan, las experiencias colectivas inscritas en la memoria y en la tradición de sus vidas, capacidades que, como se ha dicho, los habilitan para enfrentar este drama humanitario (Uribe, 2000, p. 58).
La capacidad de las personas para desplegar recursos en torno a su supervivencia y la de los suyos es enorme; a su manera, cada uno ha logrado salir adelante a pesar de las dificultades, acudiendo principalmente a su fuerza de trabajo como motor de su existencia y encontrando motivaciones para vivir (los hijos, “dios”, etc.).
Pese a que en todos los casos revisados el hecho del desplazamiento forzado sucedió hace más de diez años, sin duda el suceso prevalece en la memoria; en este sentido, la temporalidad no es entonces una cuestión física sino también espiritual, pues allí es donde permanecen los recuerdos. “La memoria está en el centro de su experiencia” (Peciut, 1999, p. 16); desde ella se narra lo sucedido, se reviven los sentimientos y se hacen visibles los detalles de lo ocurrido. Por ello, los participantes aseguran que el desplazamiento forzado es una experiencia de nunca acabar, pues aunque pasen años deben cargar con el peso emocional de la perdida, el estigma social de ser llamado “desplazado” y la revictimización.
El género: una categoría necesaria para comprender la experiencia del desplazamiento forzado
La identidad de género se ve transformada en las víctimas del desplazamiento forzado, principalmente por el cambio de sus lugares de residencia y por las tensiones experimentadas a lo largo de su trayectoria vital, permaneciendo en los roles asumidos primordialmente en el ámbito familiar, pero presentándose diferencias en las concepciones que de sí mismos se generan, en las acciones desarrolladas por cada uno con su asentamiento en la ciudad y en la forma de relacionarse con los demás.
Desde lo cultural, las identidades de género se construyen en las dinámicas de la cultura patriarcal, atribuyendo significados a lo que los designios culturales y religiosos han impuesto para hombres y mujeres.
La dominación masculina —y la violencia en diversos grados asociados a ella— no es el efecto inevitable de un orden natural de las cosas sino el efecto cultural de una serie de ideas y de prácticas que se incrustan en la vida de las personas y de las sociedades y que otorgan a la mayoría de los hombres una retahíla de privilegios y de beneficios materiales y simbólicos (Lomas, 2008, p. 291).
Las personas asumen los sucesos de la vida como pruebas que “dios” ha puesto en su camino para ser superadas, lo que lleva a la naturalización de los actos violentos sucedidos en su contra y al desconocimiento de los factores objetivos que conducen al desplazamiento forzado. La formación de la identidad de género de los sujetos se encuentra influenciada también por sus creencias religiosas y algunos referentes específicos de identificación con quienes han construido relaciones: madre, padre, maestros, pares –hombres y mujeres–, parejas, etc.
A partir de estos referentes de identidad, las personas encuentran la manera de relacionarse con los demás géneros, configurando sus roles con base en patrones culturales como la división sexual del trabajo y “la polarización de características: razón-intuición, pensamiento-sentimiento, fortaleza-debilidad, público-privado, subjetivo-objetivo, o activo-pasivo, asociadas a un sexo u otro” (Fernández, 1996, p. 253), en torno a las cuales se sustentan las relaciones desiguales de poder en la cotidianidad, siendo esta una situación perjudicial para la vida de las mujeres, que son violentadas por sus parejas y deben aceptar la situación bien sea porque no queda otro camino, o porque naturalizaron la violencia producto de su interiorización de los valores de dominación patriarcal.
“Los determinantes de las diferencias de género están interrelacionados con la conformidad hacia los roles sociales, la adquisición de cualidades acordes con ellos y las creencias acerca de las consecuencias del desempeño de los mismos” (Fernández, 1996, p. 259). Hombres y mujeres desarrollan los aprendizajes de los roles de género desde la infancia por el ejemplo de sus padres y las tradiciones de su lugar de origen; con el tiempo, estos roles se intensifican o se adecúan a las exigencias del contexto y a las nuevas relaciones establecidas.
Los roles en la familia están determinados por las funciones que hombres y mujeres desempeñan en sus hogares; en este ámbito, son los hombres los que con la llegada a la ciudad transforman su posición en el hogar, ayudando con las labores cotidianas de la casa, lo que en un escenario rural no se contemplaba como posibilidad. Las acciones de proveeduría económica del hogar han sido constantes tanto en la vida rural como en la vida urbana de las personas en condición de desplazamiento; por tanto, el rol de proveedores es una cuestión permanente en la configuración y vivencia de su identidad de género. Para el caso de las mujeres, además de compartir el mantenimiento económico del hogar, tienen a su cargo el cuidado de los hijos y las labores propias de la casa (lavar, cocinar, asear); este hecho persiste con su llegada a la ciudad y en el caso de su ausencia es apoyado por otras mujeres de su red social.
Los hombres desempeñan el rol de proveedores en la vida campesina, dejando a sus compañeras las labores del cuidado de los hijos; no obstante, la llegada a la ciudad implica para ellos asumir también el rol de cuidadores, en algunos casos por la situación económica de la ciudad, la distribución diferenciada de las funciones en lo laboral y por la separación conyugal producto de los múltiples problemas que el desplazamiento acarrea incluso en los hogares.
El trabajo resulta ser una acción constante que contribuye a la definición de las personas en torno a su identidad de género, pues a partir de él configuran sus principales experiencias y otorgan valor a sus vidas. Como se mencionó, durante toda su trayectoria vital las personas en condición de desplazamiento han asumido roles en el ámbito laboral desde la infancia; lo que se ve transformado aquí son los oficios desempeñados antes y después del hecho.
La división del trabajo en nuestras sociedades funciona “(…) simultánea e indisolublemente bajo las dos instancias [por lo tanto], no se puede disociar el estudio del lugar de los hombres y de las mujeres en la producción de su lugar dentro de la familia. Se remiten constantemente uno al otro” (Wainerman, 2007, p. 179).
Los oficios desempeñados en la vida rural se encuentran configurados a partir de las dinámicas de los contextos de origen y las relaciones sociales que las personas han establecido a lo largo de su estadía en dichos lugares; aparecen, entonces, acciones propias de la agricultura, la celaduría, el oficio de raspachines y el comercio. La llegada a la ciudad determina, para todos, transformaciones en sus oficios, principalmente por la necesidad de cubrir los gastos económicos del hogar, aunque esto represente trabajar bajo condiciones precarias en cuanto a remuneración, horarios, etc.
La identidad de género se configura también en el ámbito de lo político, que resulta ser el de menos representación para las personas al hablar de “género”; esto se explica por la naturalización que se hace de los hechos victimizantes como producto del “destino” o la “mala suerte”. Las personas en condición de desplazamiento no ejercen sus derechos como seres sociales y políticos principalmente por desconocimiento de las rutas de acceso o el miedo a represalias.
Al hablar de “género”, se hace evidente la constante aparición de los valores o de las tradicionales concepciones del mismo, ligadas a lo religioso y a la cultura patriarcal; en medio de ello las mujeres, por ejemplo, aparecen por momentos como sumisas y dominadas, principalmente como consecuencia de la violencia de género ejercida por sus parejas y otros actores; se ven a sí mismas como vulneradas en su cuerpo y sus decisiones; son recurrentes los recuerdos en torno a violaciones, maternidades no decididas, desconocimiento de rutas de acceso, golpes y malos tratos sufridos durante un lapso significativo de su trayectoria vital.
“Las relaciones de género son desiguales con muchas desventajas para las mujeres en cuanto a oportunidades, acceso a servicios, recursos, información, decisiones y control” (Sánchez, 2007, p. 1). En los primeros escenarios de configuración de la identidad de género –familia de origen, primeras relaciones de pareja, etc. –, las relaciones de poder entre hombres y mujeres se hacen evidentes naturalizando la violencia como método de coerción.
Con el pasar de los años, la experiencia de vida y el suceso del desplazamiento forzado generan modificaciones en las narraciones que de sí mismas realizan, mostrando su enorme capacidad para salir adelante frente a la dificultad y las motivaciones en el emprendimiento de nuevos caminos que, en el caso de ellas, se relaciona directamente con la maternidad –el vínculo con los hijos–, y aparecen como personas más seguras de sí mismas, en términos de las relaciones conyúgales o de la decisión de comenzar un camino sin pareja.
En el caso de los hombres, se definen en función de lo aprendido en el campo en el ámbito del trabajo haciendo alusión también a “dios” como una figura representativa en su decisión de “asumirse como hombres”, tomándolo, pues, como referente de sus acciones y pensamientos. Persisten, aún después de sucedido el desplazamiento forzado, comportamientos machistas en torno al trato que le dan a las mujeres y el ejercicio desigual del poder en las relaciones familiares y sociales.
Conclusiones
La experiencia del desplazamiento forzado de los participantes de la investigación está dada por los lugares de origen y su asentamiento en la ciudad, que determinan las comprensiones y los aprendizajes de las personas en torno a las concepciones y el desempeño de roles de género atribuidos por la cultura en los territorios; asimismo, aparecen como determinantes en la construcción de identidades de género las relaciones familiares, de pareja, comunitarias y, en algunos casos, institucionales, que los sujetos establecieron a lo largo de su trayectoria vital y que se vieron transformadas con la llegada a la ciudad.
En la exploración de las identidades de género, aparece lo que Gergen (2006) llama el “yo múltiple”, pues las personas construyen sus discursos mencionando las concepciones que de sí mismas han configurado, narrándose a partir del efecto de la cultura y la religión en su pensamiento respecto al género, las diferencias en torno a las acciones desempeñadas en lo rural y lo urbano, el despliegue de recursos emocionales para sobrellevar las cargas y una constante relación con el pasado para hacer conscientes sus cambios.
Respecto a las concepciones de género, estas se encuentran influenciadas principalmente por las primeras formas de relación que establecen en el contexto rural y el ejemplo observado en sus familias de origen; a partir de ello, configuran la manera de concebirse como hombres y mujeres atribuyendo acciones, funciones y roles específicos a cada uno. Estas concepciones de género se construyen en la medida en que se relacionan de manera diversa en otros ámbitos de interacción como la comunidad, el medio social, lo laboral, el contexto urbano, elaborando a partir de ello distintas apropiaciones de sí mismos y de los demás en función de elementos culturales e históricos.
En las acciones desempeñadas con relación al género, son comunes las de trabajo, cuidado, preservación de la vida, protección de la familia y despliegue de estrategias de sobrevivencia, que configuran en sí mismas formas de asumirse como hombres o mujeres en situaciones determinadas, esto en estrecha relación con sus motivaciones internas y sus condiciones de vida.
En los roles del propio género se generan transformaciones principalmente en el ámbito laboral en lo que se refiere a los oficios desempeñados por hombres y mujeres en la vida rural y, después, en la vida en la ciudad. En la familia permanecen los roles históricos de cuidado asumidos por las mujeres y, con la llegada a la ciudad, se presenta un mayor involucramiento de los hombres en estas actividades, producto de situaciones coyunturales; pese a ello, siguen siendo las mujeres quienes asumen mayoritariamente estas tareas.
En lo cultural, tanto en la vida rural como en la ciudad, se presentan relaciones de poder que implican desventajas para las mujeres, en términos del ejercicio de la violencia contra ellas, la ausencia de dominio sobre el propio cuerpo, el escaso poder de decisión frente a los asuntos propios de la vida cotidiana, como el ejercicio de la maternidad, y la sobrecarga de asumir acciones productivas y de cuidado del hogar, lo que constituye una desventaja latente en comparación con los hombres. Pese a las luchas sociales llevadas a cabo para el reconocimiento de los derechos de las mujeres, se hace evidente la influencia de la cultura patriarcal en los ámbitos familiar, laboral y político a la hora de configurar discursos y prácticas de género en la vida de los participantes.
La identidad de género se configura a partir de los designios de la cultura patriarcal que son apropiados desde la infancia y la juventud por los referentes de identificación cercana (padre, madre, maestra, pareja, pares); a través de estos, las personas aprenden a narrarse y a desempeñar unos roles específicos desde lo familiar, lo laboral y lo político. Estos discursos y roles se van configurando a lo largo de la trayectoria vital de acuerdo con los contextos de experiencia y las tensiones experimentadas. Una vez sucede el desplazamiento forzado, el asentamiento en la ciudad lleva a que se transformen, no de manera permanente sino circunstancial, algunas expresiones de género, pero permaneciendo lo aprendido en las primeras décadas de la vida.
Frente a todo ello, los quehaceres tradicionales, asociados a las atribuciones culturales de género en la cultura patriarcal, resultan difíciles de desempeñar en las nuevas condiciones sociales en las que se insertan por efectos del desplazamiento; así se derivan transformaciones que pueden presionar sobre las formas de expresión de las identidades de género. Los cambios mencionados se explican, fundamentalmente, por el paso abrupto que implica para las personas víctimas del desplazamiento forzado tener que dejar la vida campesina, caracterizada por el fuerte vínculo con la tierra y con los vecinos con quienes se han generado interacciones cercanas y estrechas; ahora, ese campesino o campesina debe enfrentarse a un contexto ajeno en el que por las condiciones de vida padecen deslocalización y deterioro en la interacción con sus nuevas comunidades (Bello, 2004).
El desplazamiento forzado sigue siendo una temática de interés nacional, no solo por la magnitud que ha alcanzado en el país (8 405 265 personas incluidas en el Registro Único de Víctimas –RUV a 24 de abril de 2017), sino también por sus implicaciones para la vida social en su conjunto, tanto en los territorios expulsores como en los receptores, y por las transformaciones que genera en hombres y mujeres en todos sus ámbitos de vida. Por ello, resulta importante continuar las indagaciones en torno al género y sus transformaciones en este escenario.
La situación actual del país requiere que, en el marco de los procesos de paz que se adelantan con grupos armados históricos, se analice el enfoque de género como parte integrante de las conversaciones y, posteriormente, de la puesta en marcha de los acuerdos. Los avances en ello son significativos y evidentes en el Acuerdo Final pactado entre el Gobierno Nacional y las FARC-EP, a partir del cual se creó, por primera vez en un proceso de paz, una Subcomisión de Género integrada por mujeres insurgentes de diversos lugares del mundo, mujeres delegadas de las dos partes de la Mesa, expertas en violencia sexual, organizaciones no gubernamentales de mujeres y de población LGTBI, y mujeres víctimas del conflicto, logrando la transversalización e inclusión del enfoque de “género” en los acuerdos pactados (Sandino, 2016).
Debe, además, vencerse el miedo a reconocer a las mujeres como sujetos políticos con roles diferentes a los asociados a la tradición católica, trabajando constantemente en su visibilización como sujetos políticos activos en la construcción de paz, y continuar desnaturalizando las formas de violencia promovidas desde la cultura patriarcal y normalizadas por la población colombiana en los ámbitos de la familia, la economía, el trabajo y la política.
Recomendaciones
Con base en los resultados obtenidos, se recomienda fortalecer los procesos y las estrategias de divulgación de la información en torno a los mecanismos, las formas, los tiempos y los procedimientos para acceder a las ayudas estatales en materia de desplazamiento forzado y las rutas para casos de violencia de género, debido a que las narraciones hicieron evidente el desconocimiento que existe respecto a ello por parte de la población víctima del conflicto armado.
Teniendo en cuenta el Acuerdo de Paz firmado por el Gobierno Nacional y el grupo guerrillero FARC-EP, sumado al proceso que se adelanta actualmente con el ELN, es absolutamente necesario que, haciendo énfasis en la realidad del país, se fortalezcan los esfuerzos para la divulgación y la comprensión de los puntos acordados, involucrando el género como una categoría fundamental en la puesta en marcha de lo allí descrito; estos esfuerzos no solo deben ser adelantados en las instituciones de educación, sino también en las comunidades rurales y urbanas a partir de estrategias participativas y reflexivas.
Finalmente, es importante ahondar en procesos investigativos que se pregunten por la cuestión del género en el conflicto armado colombiano, puesto que, pese a la existencia de estudios en este ámbito, se hace necesario preguntarse por la función del género en la construcción de paz, puesto que hombres y mujeres aportan a diario a este proceso de maneras diversas en todos los rincones de Colombia y hace falta continuar apostándole a ello.
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